Sigo avanzando con las lecturas y ya tengo algunos libros más para reseñar.
Arranco con Rakshassas y Kinnara, impronunciable título que reúne dos novelas gráficas de la dupla insumergible. Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena recrean la estética y la mitología de la India en dos relatos de un género al que me animo a ponerle el rótulo de Falsa Aventura. Con el tiempo, después de mucho leerlos, me cae la ficha de que lo que hacen Mazzitelli y Alcatena es Falsa Aventura. Son historias en contextos fantásticos, con imperios poderosísimos, héroes corajudísimos, mujeres hermosísimas, monstruos malísimos, dioses retorcidísimos… en las que nada de esto es lo realmente importante.
Yo siempre criticaba el hecho de que los héroes de Mazzitelli transpiran poco la camiseta, que le ganan muy fácil a ese villano que era el más invencible, a ese monstruo que era el más tremendo, a ese dios que era el más omnipotente… Pero con el tiempo entendí que eso no es lo que a Mazzitelli le interesa contar. Lo suyo es narrar historias atemporales, a veces fábulas con moraleja, centradas en temas profundos, que van mucho más allá de las peripecias: son historias de amor, de lealtad, de ambición, de fatalidad, de aprendizaje, donde entran en juego valores mucho más fuertes que las espadas, los ejércitos y los talismanes. Que haya héroes y villanos, que cambien de mano reinos, mujeres hermosas y objetos mágicos, es un detalle. Es el barniz, el make-up que el guionista le pone a la historia para que un editor lo publique y un montón de gente lo compre. Pero la gracia es –mirá cuándo me vengo a dar cuenta- descubrir de qué nos quiere hablar Mazzitelli en cada historia, qué mensaje nos quiere transmitir, qué línea nos quiere bajar. Son lecciones de vida, reflexiones, sentencias contundentes, disfrazadas de Falsa Aventura.
Todo esto, obviamente, con la complicidad de un Alcatena que no desaprovecha jamás la oportunidad de desplegar su talento y su magia, con ese plumín endemoniado que engendra mundos y criaturas saga tras saga, sin repetirse y sin soplar. En estas dos historias, Quique se luce con unos palacios, unos templos y unos dioses majestuosos, en unos dibujos generosísimos en detalles increíbles y a la vez sumamente funcionales al clima y al ritmo de las tramas de Mazzitelli. Hermoso libro, sumamente recomendable, incluso como punto de entrada al universo de la dupla para aquellos y aquellas que todavía no se le animaron.
Hace un par de meses (más precisamente el 20/03/18) me tocó reseñar un librito de historias cortas de Berliac, y ahora me interné en su novela gráfica más extensa: la asombrosa Sadbøi. Como en Desolation.exe, me encantó ver a Berliac tan afianzado en este estilo cercano al gekiga de los ´50 y ´60, con los personajes dibujados con un grafismo simple, muy expresivo, contrapuestos con paisajes, edificios y animales trabajados en un estilo mucho más realista, con un notable despliegue de texturas y un manejo extraordinario de las tramas mecánicas.
Pero lo que más me impactó es la historia, el ritmo, la profundidad, la cantidad de elementos que Berliac pone ahí con el objeto de hacernos pensar, de generarnos emociones nuevas, distintas, incluso contradictorias. ¿Qué es el arte? ¿Qué es el delito? No son fenómenos físicos, son convenciones sociales. Y Berliac se aferra a esa idea para urdir una trama que avanza y retrocede, que se enriquece con cada flashback, con cada diálogo e incluso con cada silencio. No quiero contar nada para no spoilear, pero sí subrayar que la construcción del protagonista es impecable, el resto del elenco se la re-banca, el conflicto es sumamente atractivo y la resolución no defrauda en lo más mínimo.
Sadbøi es un comic para adultos sincero, fuerte, de gran calidad, repleto de matices, de zonas grises, de ambigüedades de todo tipo. Una historia por momentos triste, donde pesan el desarraigo y la falta de oportunidades, por momentos intensa y vertiginosa, y por momentos condimentada por certeras pinceladas de comedia. Lo banco fuerte.
Y cerramos con una breve mención para Mutant Boyz, un nuevo trabajo del chileno Marko Torres (vimos el anterior el 05/09/17) que felizmente se publica en Argentina. Se trata de una novelita gráfica breve (46 páginas con pocas viñetas por página), cuyo único defecto es que se lee muy rápido. La historia es dinámica, ingeniosa, no toma por idiota al lector (incluso cuando está claramente apuntada a chicos de 8 a 10-11 años), los personajes tienen muchísimo carisma y el dibujo es impactante, simple, muy en sintonía con los dibujos animados actuales… o de los últimos 25 años, ponele.
Ojalá tengamos pronto nuevas aventuras de los Mutant Boyz, o por lo menos que se sigan editando de este lado de la cordillera las obras de Marko Torres. Estamos ante un autor cuyo trabajo corre los límites y enriquece definitivamente el panorama actual de la historieta infantil. Brígido, o cuático, diría un chileno.
Volvemos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.
miércoles, 23 de mayo de 2018
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