el blog de reseñas de Andrés Accorsi

viernes, 12 de abril de 2019

TARDE DE VIERNES

Paul Kirchner es un autor claramente de culto, que tuvo su chapita allá por los años 1975-85. Discípulo y asistente de Wally Wood, a simple vista su estilo no se diferencia mucho del de los otros seguidores del maestro, como Dan Adkins o Paul Gulacy. Es un dibujante sobrio, de gran despliegue y sólida base de dibujo académico y realista. El tema es qué quiere contar. A Kirchner no le interesan mucho los relatos aventureros de héroes y villanos. Lo suyo va por un camino más extraño y en Realms (compilado de historias cortas publicado en 1987 por Catalán Communications) eso queda clarísimo. A lo largo de 12 historietas, Kirchner demuestra que lo suyo es tomar a los tópicos de la ciencia-ficción o la fantasía épica como disparadores de ideas, que después se van para otro lado, mucho más loco, más original, más rupturista.
Las historias cortitas, las de tres páginas o menos, son apenas ideas que el autor esboza, siempre basadas en una imagen, en un elemento visual muy potente. Y en los relatos más extensos (el más largo tiene 16 páginas) hay más que un impacto, más que una sorpresa: hay también desarrollo de los personajes, las ideas van más a fondo, hay una construcción de climas y hay guiños a los lectores ya curtidos en esto de la historieta de género apuntada a un público más o menos adulto.
Lo único flojo del libro es que sólo el último tercio nos permite disfrutar del asombroso dibujo de Kirchner en blanco y negro. Ahí es donde el autor deja la vida en cada viñeta, con un trabajo escalofriante de texturas, cross-hatchings y detalles alucinantes en decorados, paisajes, criaturas, etc. En las historias a color, la verdad que este suma muy poco y podría tranquilamente no estar. De todos modos el dibujo se ve muy bien, no pierde ni fuerza ni complejidad cuando lo colorean. Pero me imagino esas historietas en blanco y negro (sobre todo Tarot, la primera) y me muero de la emoción.
En fin, esto es material raro, muy de su época, pero que a fuerza de buenas ideas y un dibujo maravilloso no pierde vigencia con el correr de las décadas. Cerré este libro sintiéndome más kirchnerista que nunca.
Salto a fines de la década pasada, cuando el maestro Inio Asano serializa Oyasumi Punpun. El pasado 01/12/18 le entré al Vol.1 y me acuerdo que me gustó mucho. El Vol.2, en cambio, me gustó un poco menos. ¿Por qué? En primer lugar, porque la aventura en la fábrica abandonada no está bien narrada. Asano se complica al pedo, desaprovecha las posibilidades dramáticas de lo que pasa y por momentos elige los planos y los cortes de manera de que todo se vuelva medio ambiguo, casi críptico. Y lo peor: por lo menos en este tomo no parece haber consecuencias para lo que sucedió ese día en la fábrica.
En segundo lugar, me parece que Oyasumi Punpun está pensada como una serie muy introspectiva, y a la vez muy bajonera. El protagonista sufre mucho, lo vemos llorar páginas enteras. Entiendo que Asano quiera contarnos lo duro que es el tránsito de la infancia a la adolescencia, los sinsabores y quebrantos del primer amor… pero Punpun se zarpa un poco de emo, y encima el contexto de la familia no ayuda en lo más mínimo. Yo esperaba otra cosa, quizás más vital, o más en sintonía con el lado alegre de “la edad del pavo”.
Y finalmente, me hace un poco de ruido el tema de que Punpun y sus parientes estén dibujados con ese trazo rudimentario, minimalista, como de fibrón bien grueso. Porque la magia de Asano (y sus cinco asistentes) para convertir fotos en fondos laburadísimos es algo que te puede maravillar una vez, dos veces, ni mil. Entonces el atractivo del dibujo del ídolo pasa a ser lo bien que dibuja a los personajes. Pero si los personajes son esa cosa abstracta, sin expresiones faciales, sin la menor resemblanza de un ser humano, tampoco tienen gracia. Así es como lo realmente maravilloso del dibujo de Oyasumi Punpun está en los personajes secundarios, que por suerte en este tomo aparecen bastante.
En cuanto a la intriga que me generaba el contraste entre Punpun y el resto de los chicos… me parece que Asano no se piensa hacer cargo jamás de que el protagonista es el único chico de la escuela que en vez de un chico parece un pajarito fantasma que no habla y al que los brazos le aparecen sólo cuando los necesita. No pasa por ahí la historia, empiezo a sospechar. En fin, veremos cómo sigue esta bizarreada. Asano tiene crédito de sobra, por eso ya tengo comprados todos los tomos hasta el Vol.12.

Y nada más, por hoy. Buen finde para todos y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

3 comentarios:

Empleadodelmes dijo...

Yo voy por el 12 de pun pun y la verdad que lo compro solo por el arte y porque no es muy larga (Cuando me di cuenta que no era para mi ya tenia la mitad de la serie).
Al principio pintaba bueno, flashee una onda stand by me pero después se vuelve horrible. Todos los personajes filosofando, el tío, el cartero, el carnicero... No importa quien sea, todos tienen complejos consejos sobre la vida. Pun pun es un idiota, se comporta como un chico casi la mitad de la serie aun cuando todo el mundo crece. Después todos se convierten en unos violadores o suicidas en potencia. Etica y moralmente es un desastre, pero mal. Asano te quiere vender que su manga es como la vida pero es re contra artificial, los diálogos, la perversión y una acumulación de tragedias hacia el final que es un chiste. Puede que me resulte curioso como una aproximación a la mentalidad japonesa pero nada mas. Y la bardeo porque en todos lados dicen que es una obra maestra

Martín.Mar dijo...

Qué bajón cuando te compras todos los tomos de una obra porque estás convencido de que te va a romper la cabeza y cuando la arrancás decís ¿era esto? Me pasó con Locke & Key, que todas las críticas que leí eran un elogio atrás de otro, así que rompí el chanchito y compré los 3 tomazos de la Master Edition; cuando llegaron me salteé toda la pila de pendientes y les entré desesperado: la decepción que me llevé fue tal que al día siguiente de terminarlo vendí los tomos a la mierda...

El Critico Citrico dijo...

Coincido 100% con el comentario de Empleadodelmes.
Asano me parece un autor totalmente sobrevolado a la enésima potencia.
Acabo de terminar La chica a la orilla del mar y si bien es lo mejor que leí del autor (leí Oyasumi Punpun, El barrio de la luz y el tomo de historias cortas)no logro empatizar ni creerme que las historias que cuenta puedan ser reales, yo no las compro bajo ninguna circunstancia.
Todavía me queda Solanin, si Ivrea lo edita me lo compro para decidir si vuelvo a leer a este autor.