el blog de reseñas de Andrés Accorsi

miércoles, 8 de julio de 2020

REIRAKU

Estos días en los que no me muevo de mi casa me cuesta un poco encontrar el momento para sentarme (o acostarme) a leer. Hago otras cosas, me cuelgo pelotudeando en las redes, o me cebo con temas vinculados al sitio de Comiqueando, el canal de YouTube y demás. No quiero suspender el blog hasta volver a tener esas horas que siempre le dedico a la lectura cuando viajo en bondi o en subte, así que lo que se me ocurre para bancar los trapos y no bajar el ritmo de las 10 entradas mensuales es volver a reseñar un sólo libro por entrada, como en la época pre-2016. Si de acá a fin de año aparecen más entradas con una sola reseña que entradas con dos o más, sepan disculpar. Y para el año que viene, veremos qué hacemos. Por ahí no sigue el blog, o cambia mucho en su propuesta.
Lo que tengo para reseñar hoy es una novela gráfica que araña la categoría de Historieta Perfecta. También es un manga, y también es una especie de Lado B de Bakuman. Así como la obra de Takeshi Obata y Tsugumi Ohba se centraba en las ilusiones de los pibes que soñaban con triunfar como mangakas, el esfuerzo, el sacrificio, los vínculos solidarios, la pasión, el amor por el manga… Reiraku es exactamente lo contrario. El inconmensurable Inio Asano nos cuenta la historia de un mangaka de más de 35 que se rompió el orto 10 años para sacar adelante una serie de considerable éxito, bien tratada por la crítica y con un núcleo hardcore de fans que lo re-bancaron (me imagino que está hablando solapadamente de su experiencia con Oyasumi Punpun), pero que hace el camino inverso al de los chicos de Bakuman. Le cuesta engancharse con una nueva obra, le resulta cada vez más ridículo ponerse a pensar qué carajo le puede llegar a gustar a los lectores, se da cuenta de la cantidad de años que se va a tener que clavar al tablero para realizarla, no se siente cómodo con su vida, con la carrera que eligió, no siente admiración por los grandes maestros, ni por los autores de moda que venden más que él, y por si esto fuera poco, se le terminó el amor por su esposa, que también está muy metida en el mundo del manga.
Reiraku es, entonces, una obra de desilusión. Asano parece decirnos que cuando envejecés un toque, cuando quemás ciertas etapas, los sueños, las ilusiones y la pasión por el manga te empiezan a chupar bien un huevo. Están los lectores, y Fukazawa (el protagonista de Reiraku) no llega a mandarlos a la mierda. Pero todo lo demás (incluyendo sus vínculos “afectivos”) lo deprime, lo frustra y hace cada día más improbable que vuelva a crear una obra que lo entusiasme a él, o a alguien más. En el medio, Asano nos va a mostrar una especie de historia de amor, con la distancia y la frialdad que se pueden esperar de un amargo como Fukazawa, y no exenta de una cierta sordidez, pero aún así con algunos momentos muy lindos. Este es un manga 100% adulto, que no juega a atrapar al lector con cheap thrills, ni con acción, ni con momentos en los que estallan los tsunamis de emociones. Va mucho más para el lado de la introspección, la melancolía, la rutina, el vacío existencial que dejan los sueños cuando se hacen añicos. Y es realmente excelente, porque va al hueso, porque te deja pensando, porque ofrece una mirada atípica sobre la vida del mangaka y sobre todo porque no está estirado hasta el infinito.
Y el dibujo me pulverizó, me dejó sin palabras. Acá hay un nuevo salto cualitativo en la carrera de uno de los mejores dibujantes que vi en mi vida. Para esta obra, Asano le saca protagonismo a las tramas de grises y se lo da a unas aguadas majestuosas, una forma de aplicar los grises mucho más artesanal, más bella, mucho más idónea para sugerirnos los climas que propone la trama. Esto no lo inventó Asano, obviamente. Ya se lo vimos a genios como Naoki Urasawa, Satoshi Kon y muchos más. Pero en la obra de Asano esto se ve como un upgrade, como un paso hacia un dibujo menos pendiente del realismo y más tendiente al expresionismo, a tratar de que su trazo no sólo reproduzca el mundo real, sino que manipule en cierto modo el mundo interior de los lectores. La edición de Norma es más grande que la de los mangas de Asano que había leído últimamente, así que me vino bárbaro para cebarme a full con toda la faceta visual de Reiraku, que además es (como siempre) riquísima en detalles alucinantes. Si en algún momento Ivrea abre algún tipo de consulta popular para ver qué obras de Inio Asano pide la hinchada, por favor hagamos fuerza (o fraude) para que gane Reiraku, así más gente puede acceder a esta gema del infinito. Tengo más libros del ídolo en el estante de las lecturas inminentes, así que será un invierno Asanista.

Gracias por tanto, perdón por tan poco, y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

1 comentario:

Adrián Montini.- dijo...

Lo que decidas con respecto al blog, va a estar bien... Son tiempos -como tantas otra veces, y ahora más que nunca- de barajar y dar de nuevo, a ver cómo se acomoda todo.
Vos tranqui, que es muy buena la energía que volcás acá.
Tus reseñas nunca bajan la puntería.
Abrazo!