el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 5 de septiembre de 2024

JUEVES DE HISTORIAS CORTAS

Costó un triunfo llegar a la noche de hoy con material leído como para sentarme a escribir reseñas, pero bueno, acá estamos. Lo primero que tengo para comentar es un libro que contiene 24 historias cortas de Leiji Matsumoto, originalmente realizadas a mediados de los años ´70, cuando el hoy mítico mangaka era relativamente joven e inexperto. En 1998 las historias cortas se recopilaron en Japón, en 2014 una editorial francesa las tradujo con el título de 24 Histoires d´un Temps Lontain, y 10 años después me pude sumergir en estos relatos de aventura y fantasía. Visualmente, esto está lejos de los mejores trabajos de Matsumoto. Se lo ve sólido en la narrativa (con muchos yeites heredados de la etapa más adulta y experimental de Osamu Tezuka), se luce cuando dibuja naves, máquinas y paisajes, pero a los personajes les falta variedad y expresividad, más allá de las pifias grotescas en la anatomía de las mujeres. Obviamente con el correr de más de 400 páginas, uno termina por acostumbrarse a ese trazo medio tosco, y a ese contraste entre personajes dibujados así nomás y máquinas alucinantes. Pero en 1975 a Matsumoto todavía le faltaba calidad para jugar en las grandes ligas. Entre los guiones me encontré con tres o cuatro muy buenos, tres o cuatro calamitosos, y una mayoría de historietas con alguna buena idea, no del todo bien desarrollada, o muy estirada, o que viene bárbaro hasta las últimas dos páginas y ahí se desploma. Son todas historias en ambientaciones exóticas, desde la Prehistoria a las profundidades del espacio exterior, desde civilizaciones y planetas extintos a una de vikingos, o una de cowboys. Algunos son guiones que podrían haber aparecido tranquilamente en Skorpio, firmados por Ricardo Barreiro o Alfredo Grassi, por ejemplo. Y otros son más delirantes, porque a veces Matsumoto se va al carajo con el humor más ramplón y a veces derrapa por el lado más metafísico. Me llamaron mucho la atención dos cosas: Primero, que en varios de los relatos (sobre todo en los últimos) aparece en un rol no demasiado relevante el famoso Capitán Albator. Sí, así es como se llama en Francia el Capitán Harlock, o Raimar, o Hārokku, el personaje central de la compleja mitología espacial que Matsumoto va a desarrollar a lo largo de varias series en las décadas de los ´70 y ´80, y que cada tanto reaparece aún hoy, generalmente en proyectos donde el creador se limita a supervisar el trabajo de otros autores. No sé si estas historias cortas son las primeras apariciones de Harlock, o si intersectan de alguna manera con series más extensas que ya circulaban en el mercado japonés. Y lo otro muy llamativo es que en casi todas las historias hay escenas de sexo, muy light, en las que nunca se ven genitales. La mayoría son innecesarias, no contribuyen al avance de las tramas, parecen estar ahí porque alguien así lo dictaminó. Y lo más heavy es lo mucho que escasea el sexo con amor en el mundo de Matsumoto. Muchas de estas escenas tienen a la mujer (además de mal dibujada) en un rol lamentable. O se enamoran de un boludo que no las ama, o alguien las entrega a cambio de otra cosa, o se ven forzadas a tener sexo para obtener algo que necesitan, o son simplemente violadas por hombres feos o criaturas bizarras. Hay un par de historias donde aparecen, además de estas excusas chotas para mostrar nerca, mujeres empoderadas que no se sacan la ropa cuatro viñetas después de aparecer, pero son las menos. En fin, si todas las historietas del tomo fueran como "La Ville Perdu de Venus", estaríamos hablando de una maravilla del Noveno Arte. Pero no es el caso y las inconsistencias tanto en guiones como en dibujos son insoslayables. Estaría bueno que esto se publique en castellano, para que los fans de Matsumoto puedan acceder a estos trabajos de la primera época del maestro, cuando no estaba en pañales, pero todavía se mandaba cagadas que más adelante no van a aparecer en obras que resistieron mejor el paso del tiempo, como Galaxy Express 999 o Queen Emeraldas.
Hasta hace no mucho tiempo, el virtuoso dibujante entrerriano Carlos Dearmas vivió en Colombia. Allá participó de la antología Gorgona, en cuyo Vol.1 lo vemos dibujar varias historias cortas escritas por Rodrigo Lucio. De nuevo, el nivel de los guiones es muy desparejo. Hay uno excelente (el aborda el mito de Aquiles), otros con una buena historia no tan bien desarrollada, y un par que no tienen ningún sentido, o que por lo menos yo no entendí qué intentaban contarme. Son historias cortitas (la más larga tiene ocho páginas), que Dearmas aprovecha para experimentar, sobre todo con la puesta en página. De ahí salen locuras, genialidades de un dibujante prodigioso pasado de rosca, aunque a veces sufre la propia narrativa, porque tantos elementos organizados de manera tan atípica hacen que el flujo de los relatos se pierda en algún lugar de todo ese fastuoso despelote gráfico. Esto está bueno para ver a Dearmas jugar, darle rienda suelta a su creatividad y su desmesurado talento para el dibujo, pero la lectura en sí es más confusa que gratificante. Y las historias que no dibuja Dearmas cuentan con lápices, tintas y hasta colores de Gusanillo, un autor apenas correcto que -obviamente- pierde por goleada cuando vemos sus páginas al lado de las del entrerriano. Pobre Gusanillo, lo mandaron a atajar penales después del Dibu Martínez. Lo mejor que puedo decir de este dibujante es que encuentra la forma de que el color potencie muchísimo su dibujo. La historia en la que lo vemos trabajar en blanco y negro evidencia falencias muy notables, que solo se pueden permitir en un fanzine de autores muy primerizos. Y las que incorporan el color se ven mucho mejor, además de apoyarse en una narrativa más convencional y más clara que la que explota en las páginas de Dearmas. Lo cual sería genial si los guiones que le proporciona Lucio fueran buenos, pero no es el caso. Ninguno de los que dibuja Gusanillo se acercan siquiera al de Aquiles. Tengo para leer dos tomitos más de Gorgona, que ojalá me sirvan para descubrir a nuevos autores colombianos a los que no tenía en el mapa. Ya sé que si reaparece Carlos Dearmas me voy a encontrar con un nivel de dibujo superlativo, con páginas que te detonan las retinas incluso si los guiones son la nada misma. Ese disfrute está garantizado. Pero voy por más, porque quiero encontrar trabajos de los autores colombianos que se acerquen a ese nivel. Gracias por el aguante y ni bien pueda vuelvo a postear por acá, ya en la recta final rumbo al parate que imponen mis vacaciones.

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