martes, 29 de octubre de 2024
FELIZ MARTES
Hoy tengo para reseñar dos libros que me gustaron muchísimo, ambos publicados este año en Argentina.
Empiezo con La Zona Liminal, un recopilatorio de cuatro historietas de misterio sobrenatural firmadas por el maestro japonés Junji Ito, y muy bien traducidas al castellano por Martín Parle. No leía mangas de Ito desde Febrero, y por ahí eso explica lo mucho que disfruté estas historias. Me parece que si leés mucho Ito todo el tiempo, te empieza a cansar, se te empieza a hacer repetitivo o predecible, te deja de sorprender la calidad del dibujo y se hace medio un embole. Pero si le ponés una pausa larga entre obra y obra, la experiencia mejora notablemente.
O no, por ahí es simplemente que en este libro el maestro metió cuatro historias realmente buenas, en las que se va a la mierda lo justo y necesario, donde las tramas no están estiradas groseramente, donde los personajes te caen bien, donde los misterios están bien llevados y bien resueltos, donde la bizarreada está ahí con un fin narrativo claro y no por la bizarreada misma. Lo cierto es que leí cuatro historietas muy atractivas, que mantuvieron mi interés desde la primera viñeta hasta la última. Creo que la que más me impactó fue la de La Madonna, porque ahí Junji Ito se anima a ponerle perversión, morbo y terror desenfrenado a la imaginería católica, que por ahí en Japón es medio exótica, pero acá en Argentina nos resulta absolutamente familiar, incluso a los que no fuimos a colegios religiosos. De hecho, en la época de la dictadura cívico-militar (alevosamente entongada con la Iglesia), esa historieta no se podría haber publicado en Argentina bajo ningún concepto.
No quiero ahondar en los argumentos de las historias, porque parte de lo que genera suspenso y tensión es la sensación de estar frente a lo desconocido, acompañar a personajes en situaciones que nunca vivimos ni vamos a vivir jamás. Por ahí la del asesino serial que acuchilla gente es una situación que sentimos más cercana, por la cantidad de veces que aparece ese tropo en la ficción contemporánea, pero creeme que la resolución no es la obvia. Mejor no saber nada acerca de las tramas y dejar que Ito nos envuelva en esa vorágine de locura y descontrol. Tampoco me quiero extender en las ya muy reiteradas loas al dibujo del ídolo, que en estos trabajos muestra un nivel superlativo. En este libro me encontré con páginas realmente hermosas, con un trabajo magnífico en la aplicación de grises, en las líneas cinéticas, con las viñetas enormes (o las splash pages) puestas en los momentos precisos y unos primeros planos espectaculares, totalmente a la altura del vasto abanico de expresiones que el guion le pide que transmitan a los personajes. Este es un Ito reciente, son historietas dibujadas en 2020, y se nota la mano de un artista ya muy consolidado, que no ofrece flancos débiles porque su control sobre lo que llega a la página es total.
No solo recomiendo mucho La Zona Liminal a quienes ya son adictos a este paco fascinante llamado Junji Ito, sino que incluso me animo a señalarlo como un excelente punto de entrada para los fans del comic de terror que, por algún motivo, todavía no le dieron una posibilidad a los mangas de este monstruo.
Lo mejor de Tute es un libro de 336 páginas a todo color, un ladrillazo editado por Sudamericana, gordo, pesado, sustancioso. Me da la sensación de que es todo material muy reciente, de los últimos dos o tres años (en los que Tute publicó mucho y muy buen material, principalmente en el diario La Nación), pero por ahí me equivoco y el tomo incluye también material más antiguo. El libro no detalla de dónde toma cada uno de los chistes e historietas, pero aclara que algunos de los contenidos estaban inéditos hasta ahora.
Buena parte del material incluído son chistes de una sola viñeta, muchos de ellos de la etapa "Mabel y Rubén". Acá vemos a un Tute mordaz, afilado, con una mirada cínica y desangelada de las relaciones de pareja, pero que se mete también con el psicoanálisis, con el mundo de los chicos chiquitos, con las desigualdades sociales y económicas, etc.. Por el otro lado, en las páginas que publicaba los domingos en la revista de La Nación, a veces hay chistes que ocupan toda esta pagina y a veces hay historietas. En ambos casos, el dibujo es bastate distinto del que vemos en las viñetas, y hasta por momentos cuesta creer que todo haya sido obra de un mismo autor. Incluso en estas páginas Tute baja bastante el nivel de mala leche y aborda la temática del amor y las relaciones sentimentales de un modo más poético, menos ácido. A veces se juega por una poesía más surrealista, y otras por una más nostálgica, más tanguera. A veces respeta a rajatabla el blanco y negro, a veces incorpora sutiles y muy bellos toques de color. Claramente el formato de página completa le permite experimentar, y desarrollar ideas gráficas y narrativas que no se pueden desarrollar en un chiste de una sola viñeta.
No me animo a postular cuál de los dos Tutes es el más genuino, porque implicaría suponer que en uno de los dos formatos hay un cierto nivel de impostura, y me parece que no, que no es así. Tute es el Tute poético y el Tute prosaico, que conviven dentro de un mismo autor. El del dibujo conciso, claro, y el del trazo errático, cercano al garabato, y las tachaduras en los diálogos. El que remata todo en un solo bocadillo y el que te arma una sucesión de retruques que se van apilando a un ritmo teatral que me hace acordar mucho a lo mejor de Copi. Y lo más importante es que el humor funciona: a lo largo del libro me reí muchas veces, incluso de chistes que ya conocía por seguir a Tute en las redes sociales.
El único problema que le encuentro a este libro son las historietas con muchas viñetas, dibujadas a los santos pedos, con ese rotulado desprolijo. Si alguien no se toma el trabajo de leer los textos (porque no sabe castellano, o porque se olvidó los anteojos en algún lado, ponele) se puede desilusionar. "¿Este es el capo del humor gráfico? Si no puede ni dibujar líneas rectas en los cuadritos de las historietas...". Por ahí cuesta un toque entender que eso es parte del estilo de Tute, y que no lo va a cambiar después de tantos años de ilustre trayectoria.
Este es un gran libro, lleno de ideas alucinantes, atravesadas casi siempre por el humor, pero que también se animan a llevarnos por los caminos de la emoción y de la reflexión. Si no sos hardcore fan de Tute, incluso puede ser el único libro de este autor en tu biblioteca, porque es realmente representativo del período de madurez del autor, en el que la rompe en varios estilos distintos. Y si te hiciste adicto a Tute, o te estás tratando de armar una biblioteca con lo más notable del humor gráfico argentino, me imagino que ya lo tenés y no hace falta que te lo recomiende.
Nada más, por hoy. Nos vemos mañana en la emisión en vivo de Agenda Abierta, y muy pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.
domingo, 27 de octubre de 2024
DOMINGO DELIRANTE
Por su imponente tamaño y sus más de 380 páginas, en algún momento me dio la sensación de que el Vol.1 de Don Pascual ameritaba una reseña para él solo, una reseña "de las de antes". Después preferí ponerme el desafío de decir todo lo que tengo ganas de decir sobre este libro en menos palabras, y complementar con la reseña de otro librito que leí hace poco. A ver si sale.
Este primer tomo nos ofrece todas las historietas realizadas por el legendario Roberto Battaglia en los primeros 593 números del semanario Patoruzito, una bestialidad de material publicado a lo largo de 12 años (1945-1957) que, leído así, todo junto, tiene un sabor distinto al de la lectura serializada. El libro nos permite ver cómo la tira cambia constantemente, no solo de nombre, sino también de extensión (al principio son tres tiras, en un momento baja a dos, después sube a cuatro y ya desde 1954 tenemos cada semana una página completa) e incluso de registro gráfico, ya que el estilo de dibujo de Battaglia se transforma bastante a lo largo de este período, sobre todo en los primeros ocho o nueve años.
Y al mismo tiempo, la edición en libro, la posibilidad de leer todo junto (no el mismo día, lógicamente) el material publicado a lo largo de tanto tiempo, le roba a la tira el factor sorpresa. Battaglia entendía perfectamente los códigos de la serialización. El cliffhanger, los volantazos bizarros, el regreso periódico de los personajes recurrentes que pegaban entre el público, la retirada gradual de los que no despertaban ese mismo interés... incluso en el vértigo de la entrega semanal, se oculta la profunda ilógica de las aventuras de Don Pascual, que no resisten el menor análisis en términos de verosímil. Claro, tampoco están presentadas como una narración realista. Por el contrario, el autor enfatiza siempre el humor, el gag, el delirio. Esta es una tira más delirante que las otras que me vienen a la mente cuando pienso en combinaciones entre aventura y humor. Y eso la hace mucho más graciosa en las secuencias 100% cómicas (las que transcurren puertas adentro en el almacén, o en sus inmediaciones) y más absurda en las secuencias más aventureras, esas en las que los personajes luchan contra villanos malignos, fieras salvajes o alienígenas.
De esos tramos más jugados a la aventura, rescato principalmente el ritmo que le imprime Battaglia a las historias. Y el resto lo disfruté más, porque hay diálogos brillantes, el costumbrismo está muy bien logrado, los personajes secundarios son (en su mayoría) fascinantes y los enredos que urde Battaglia, si bien no son todos hiper-originales, son siempre efectivos en términos de comedia. El último tramo del libro me parece el más interesante, porque cuando suma dos tiras más por semana, la serie sigue contando más o menos la misma cantidad de cosas en cada entrega, pero mejor "desparramadas" en el espacio. La cantidad de viñetas sigue siendo la misma: (aproximadamente) 11 ó 12, ahora más grandes y más cuidadas. Si en las primeras se nota un relto sobrecargado, abigarrado, casi barroco, en las últimas Battaglia se relaja un poco y se permite a sí mismo adoptar un ritmo un poquito más descomprimido, en el que cada momento tiene un poquito más de fuerza, y en el que el dibujo (que mejoró notablemente a lo largo de los años) se luce y se disfruta mucho más.
A lo largo de los milenios en los que esta historieta no se conseguía ni a palos y pertenecía al terreno de la mitología (me acuerdo que mi viejo siempre la recordaba como de las mejores que había leído en su infancia), leímos bastante SOBRE Don Pascual, y muchos flasheamos que era la Gran Gema Perdida de la historieta argentina. Ahora que la pude leer, no me pareció excelente (por lo menos esta primera parte), pero le encuentro un montón de cosas muy geniales y muy alucinantes, sobre todo si pensamos que es una historieta para chicos realizada entre 1945 y 1957. Tengo en el pilón de los pendientes el Vol.2, al que eventualmente reseñaré en este espacio.
Un ya lejano 11/07/19, me tocó leer el Vol.1 de Moon Girl and Devil Dinosaur, y me acuerdo que me gustó lo suficiente como para tratar de conseguir más tomos de la serie. Tarde pero seguro, pude leer el Vol.2, y el entusiasmo no decae. Brandon Montclare y Amy Reeder me regalaron otros seis episodios muy divertidos, que (como Don Pascual) combinan aventuras imposibles con comedia costumbrista, en este caso ambientadas en el Universo Marvel.
Si en el primer arco se hacía mucho hincapié en el el lore de Devil Dinosaur, esta vez el foco está puesto en el hecho de que la niebla terrigen convirtió a Lunella Lafayette en una inhumana, y por ende, nunca faltará un kree que sueñe con exterminarla. Como este es un comic infanto-juvenil, los guionistas explican todo de modo muy sencillo y livianito, y tienen el acierto de no hacer aparecer a la familia real de los Inhumans. Pero sí, vamos a tener a lo largo de los seis números a un "villano" kree, en este caso un pibito que (como Lunella) tiene ocho o nueve años. Montclare y Reeder plantean una dinámica muy atractiva entre Moon Girl y Kid Kree, mientras siguen explorando los dos temas centrales del Vol.1: la naturaleza de la transformación que sufrió Lunella, y su extraño vínculo con Devil Dinosaur.
Y todo esto, sin perder el tono de comedia disparatada, con mucha acción, muchas situaciones absolutamente inverosímiles (ya el hecho de que haya un dinosaurio en la New York de hoy y no vengan otros superhéroes a llevárselo a su tiempo, o a encerrarlo en algún lugar seguro, es una demencia), muchos diálogos frescos, copados, mucha sensación de "estamos jugando, nos estamos divirtiendo, prendete en la joda y no rompas las pelotas". Como fan de Marvel, valoro también el hecho de que los autores inventen nuevos personajes para confrontar con Moon Girl y Devil Dinosaur, en lugar de bajarles el nivel de poder (y la chapa) a villanos ya consolidados, para los cuales el solo hecho de enfrentarse a una nena de ocho años tiene que ser un papelón sin retorno.
Como en el Vol.1, el dibujo de la española Natacha Bustos me pareció buenísimo, y el suplente que la reemplaza en el primer episodio del TPB (Marco Failla) no baja para nada el listón. De nuevo, me voy muy contento con lo que leí, lo recomiendo a cualquiera que quiera introducir en el mundo de los superhéroes a pibes y pibas de hasta 12 años, y prometo reseñar pronto el Vol.3, que está también en la (a esta altura grotesca) pila de lecturas pendientes.
Nada más, por hoy. Nos encontramos el miércoles a las 22:30 en una nueva emisión en vivo de Agenda Abierta, y ni bien pueda, posteo nuevas reseñas acá en el blog. Hasta entonces.
viernes, 25 de octubre de 2024
VIERNES CON LLUVIA
Se viene un finde que promete estar muy bueno, pero antes un par de reseñas.
Terminé uno de los libros largos que estaba leyendo: el integral de Las Reinas de Sangre: Catalina De Médici, que reúne tres álbumes de 56 páginas realizados por el mismo equipo al que vimos contar la historia de la reina Alienor. Finalmente aquella saga se publicó en España (traducida como "Leonor") y ni bien los autores terminar de recorrer la vida de otra reina polémica, la editorial española Yermo lanzó esta segunda saga en un integral lujoso, pesado y carísimo, con los tres álbumes franceses adentro.
Pero claro, otra vez tenemos a Carlos Gómez al frente de los dibujos, y eso garantiza que nos vamos a encontrar con una cantidad de maravillas visuales que justifican cualquier esfuerzo que haya que hacer para obtener el libro. Tuve la suerte de ver algunas de estas páginas en blanco y negro y estoy en condiciones de afirmar que, sin los colores de José Luis Río y Salvo, esto también es glorioso. Los coloristas saben lo que hacen y están muy lejos de estropear o tirar para abajo los fastuosos dibujos de Gómez. Pero si sacás los colores, la historieta también te deslumbra.
Esta vez es muy importante el dibujo, porque el guion no es tan atrapante como el de la saga de Alienor. A la hora de contarnos la vida de Catalina, los guionistas Arnaud Delalande y Simona Mogavino se exceden en la cantidad de información histórica que meten en la historieta, y la misma adquiere un tono demasiado didáctico, se parece demasiado a un manual de Historia, repleto de data acerca de alianzas y runflas entre reinos, principados, ducados, papas, ministros, consejos de ministros, líderes de la incipiente religión protestante, etc.. Un bolonki de nombres y banderas que Catalina respira desde los ocho años y entiende a la perfección, pero que para el lector al que no le interesa demasiado la Historia europea del Siglo XVI puede resultar bastante agobiante. Muchísimas cosas (algunas muy relevantes) pasan sin que Catalina tenga ninguna intervención en las mismas, con lo cual hay muchas páginas en las que la protagonista deja esa centralidad para ser simplemente una narradora. No es que los autores no hayan investigado a fondo la vida de la reina, sino que las cosas que efectivamente le pasan a ella no son tan atractivas en términos de una historieta que siente la necesidad de impactar al lector con sucesos "aventurables" (por usar un término del maestro Juan Sasturain).
El resultado es una saga lenta, donde se habla mucho y se brinda en los diálogos muchísima información acerca de cosas que, si en vez de mencionarse se mostraran, desplazarían por completo a Catalina del foco de la trama. Creo que lo que más me gustó fue el primer álbum, donde Gómez dibuja otra vez... el saqueo de Roma. Allá por mediados de 2013 vimos en el blog los tres tomos de Dago en los que el justiciero creado por Robin Wood y Alberto Salinas se veía envuelto en esos sangrientos sucesos, y deliramos con la forma en la que Gómez le daba vida a ese auténtico tsunami de crueldad y desmesura. Ahora nos lo vuelve a mostrar desde otra óptica, varios años después, con otra experiencia, con otros guionistas, con otra puesta en página y con nuevos recursos para impactar al que ya lo vio dibujar este episodio y cree que sabe con qué se va a encontrar. Después, es todo intriga palaciega. Prácticamente un siglo de Historia europea donde Catalina es una jugadora importante, pero no imprescindible, porque (a diferencia de Alienor, o de la historia de los Borgia que nos contaran Alejandro Jodorowsky y Milo Manara) mucho de lo que sucede, sucedería igual aunque ella no estuviera ahí. También a diferencia de Alienor, Delalande y Mogavino no ponen a la protagonista en el rol de villana, sino de una mina muy inteligente, habilidosa para la estrategia política, la runfla y la difícil tarea de gobernar a Francia a través de tiempos difíciles. Hay luces y sombras, buenas y malas, y queda abierta la posibilidad de que el lector banque o no las decisiones que toma Catalina. Más allá de la magia inverosímil que tira Carlos Gómez, me parece que es un comic que van a disfrutar solo aquellos que sean muy fans de la temática, o del personaje, o de la época que recorre la obra. Y el resto por ahí se aburre...
Hace justo seis años, el 25/10/18, me tocó leer Beatnik Buenos Aires, de Diego Arandojo y Facundo Percio, y dije en la reseña: " uno quiere ver mucho más de lo que nos muestra el libro. Muchas de las 13 historias son anécdotas chiquitas, muy bien investigadas, pero que se quedan en eso, en la anécdota". Y me pasó lo mismo hoy con El Río Oculto: me doy cuenta de que Arandojo conoce bien el tema (esoterismo, ocultismo y misticismo en la ciudad de Buenos Aires y cercanías), que lo investigó, que se entusiasmó... pero no comparto la decisión de -una vez más- armar las historietas a partir de anécdotas inconexas, en lugar de crear desde cero una trama de ficción que pueda nutrirse de las mismas.
Obviamente, cuando un autor hace dos veces lo mismo, no estamos ante un error, sino ante una búsqueda. Y podemos afirmar que a Arandojo le interesa esto: contar en forma de comics anécdotas, con distinto grado de verosimilitud, pero cuya circulación es real y consta en documentación a la que accede el guionista. ¿Está mal? Y, depende. Yo lo que encuentro en El Río Oculto es que a varias de las anécdotas les falta lo más importante para que tenga sentido contarlas, que es un buen conflicto. Sin un buen conflicto, son simplemente acumulación de datos, como le pasaba a veces a las historias que venían en los Big Books de Paradox (obviamente si alguna vez se hace el Big Book del Ocultismo Argento, lo tienen que llamar a Arandojo para que aporte estos relatos). Pero no se ve por parte del guonista una intención dramática, un tratamiento de la anécdota que la "maquille" para darle introducción, nudo y desenlace consistentes a algo así como un conflicto atractivo. Y esas páginas entre anécdota y anécdota en las que vemos al narrador bañarse, caminar o fumar, me descolocaron un poco, por lo poco que aportan. Si tienen una función narrativa, no la entendí. Pareciera que solo están ahí para rellenar y engordar al libro.
El dibujo de Jorge Fantoni está bien. Le falta lo que a mí más me gusta de Fantoni, que es el filo más underground, más salvaje. Este es un Fantoni más tranquilo, más domesticado, que entiende de composición, de puesta en página, de equilibrio entre blancos, negros y grises y que se esfuerza para que, cuando Arandojo introduce a personajes que existieron en la vida real, los rostros conserven una resemblanza aceptable. Esperaba más del dibujo, pero si pensamos que el 85% de las escenas son gente hablando, la verdad que no se le puede pedir al dibujante que haga magia.
Me intrigaba El Río Oculto, porque venía con la chapa de haber sido publicado en EEUU por Fantagraphics, y la "antichapa" de haber rebotado en varias editoriales del medio local. Finalmente le doy la derecha a los editores que dijeron "no, gracias" cuando vieron el trabajo. La investigación de Arandojo (me queda clarísimo al leer el prólogo) es una bomba atómica, para presentarla en forma de libro periodístico, no para adaptarla a historietas cortas, hilvanarlas así nomás con un personaje que no tiene ningún tipo de desarrollo y armar una especie de novela gráfica. Ojalá algún día ese libro se materialice, porque el tema es sumamente interesante y la data que juntó el autor es tremenda.
Nada más, por hoy. Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas acá en el blog, y el miércoles 30 con una nueva emisión en vivo de Agenda Abierta en el canal de YouTube de Comiqueando.
miércoles, 23 de octubre de 2024
RECUPERANDO RITMO
De a poco voy entrando en la sintonía de leer más y a mejor ritmo.
Hoy empiezo con un libro de 2018, el team-up entre Batman y The Shadow, dos justicieros nocturnos con muchas décadas de trayectoria que -inevitablemente- en algún momento tenían que tener su aventura conjunta. Esta la co-escriben Scott Snyder y Steve Orlando, y la dibuja Riley Rossmo.
A lo largo de estas... 132 páginas de historieta, me cayó la ficha de que Rossmo es mejor en dosis más pequeñas. Una historia corta en una antología, un numerito unitario, a lo sumo un annual o un prestige. En una dosis tan grande, no solo pierde impacto su particular estilo, sino que además le noto inconsistencias. Me gusta mucho su puesta en página, pero por momentos al dibujo le falta fuerza, parece hecho así nomás, y hasta te preguntás qué pasaría si le sacaras los colores de Ivan Plascencia. Probablemente varias de estas páginas quedarían al límite de lo impublicable.
¿Y tiene sentido que la historia se extienda a lo largo de todas esas páginas? No, ni a palos. Todo está jugado al contrapunto entre Batman y The Shadow: uno banca hasta las últimas consecuencias ese dogma de no matar a los villanos (ni siquiera a un psicópata pasado de rosca e irredimible como el Joker) y el otro los quiere hacer boleta a todos. Esa diferencia es la que los guionistas mejor explotan a lo largo de todo el comic. También hay una idea fascinante: The Shadow vigila a Bruce desde que quedó huérfano, y muchos de los maestros que entrenaron al joven Wayne para convertirlo en el justiciero perfecto... ¡eran identidades que asumió The Shadow para estar cerca suyo y guiarlo en su camino!. Eso solo garpa todo. Pero... así como abundan los aciertos en el rubro "interacción entre los personajes", escasean en el aspecto aventurero de la trama. El rol de Joker es patético, el de Jim Gordon también, los clásicos adláteres de The Shadow aparecen metidos con forceps y no aportan nada... y en general todas las peripecias, luchas contra los villanos, etc., son poco atrapantes. Hay excelentes diálogos (para variar, muchos los dice Alfred), está muy bien la caracterización de Renée Montoya (la única policía que parece tener un nivel intelectual superior al de un crustáceo), pero falla la acción, falla el misterio, la amenaza es chota, poco creíble... y ya para cuando aparece todo ese ejército de villanos de Gotham (donde conviven los más grossos con malhechores de cuarta y quinta categoría, algunos con tres o cuatro apariciones, con suerte), cualquier clase de verosímil que hayan construido Orlando y Snyder se va por el inodoro.
Básicamente, toda la historia (guion y dibujo) tendría mucha más fuerza si la hubieran resuelto en menos páginas. En 64, por ejemplo, con estas mismas ideas se podría haber hecho casi una obra maestra. Y por ahí nos ahorrábamos momentos bochornosos como esa batalla contra 20 villanos, o esa secuencia en la que Bruce queda a un milímetro de la muerte y al rato sale de nuevo a jugarse la vida, metido adentro de una bati-armadura que le permite moverse como si tres páginas atrás no lo hubiésemos visto hecho mierda, con más agujeros que ventana de bosnio. Siempre quise ver a estos dos personajes juntos, hacía tiempo que quería leer este team-up, y bueno... el resultado final me pareció bastante mejorable, más allá de algunos buenos momentos que me ofrecieron Orlando, Snyder y Rossmo. Es lo que hay.
Hace un tiempito (05/09/24) reseñé por acá el Vol.1 de Gorgona, la antología colombiana en la que distintos dibujantes trabajan sobre guiones de Rodrigo Lucio, y ahora voy por el Vol.2. Esta vez tenemos una entrega más voluminosa, de 88 páginas, que arranca con una portada magistral de nuestro compatriota Carlos Dearmas. Adentro, al haber más historietas, hay también más diversidad de dibujantes, entre ellos la muy correcta Luisa Rojas, la interesante Andrea Lucio y el más que digno Andrés Cruz. Pero claro, ninguno se acerca siquiera al nivel descomunal de los dibujos de Dearmas. Las dos historietas en las que mete mano el entrerriano son, lejos, lo más memorable de la antología.
En el resto del tomo, cada tanto aparece la puntita de una idea... que en cuatro páginas no se llega a desarrollar y mucho menos a resolver de manera satisfactoria. No entiendo bien la decisión arbitraria por parte de Rodrigo Lucio de que todas las historietas sean tan breves, porque es obvio que varias de ellas mejorarían mucho si tuvieran más espacio. La única de seis páginas (En el principio existió el vacío, una de las que dibuja Dearmas) es -para mi gusto- la que está mejor escrita, y en parte es porque Lucio tiene más páginas para desarrollar la idea y desplegar la prosa, ambas muy logradas. Lucio es un guionista raro, atípico, que plantea relatos cortos, pero además alejados de las fórmulas tradicionales. Por ahí aparecen géneros de "los de siempre" (ciencia ficción, terror, fantasía épica, peplum) pero Lucio los aborda de un modo muy peculiar, menos aventurero, a veces con más introspección, a veces con un tono más épico, pero siempre extraño, nunca fácil de clasificar. En sus historias no hay chistes, no hay estridencias, no hay conflictos entre malos y buenos... y a veces ni siquiera hay conflictos. Hay ideas, o puntitas de ideas, que la mayoría de las veces no se llegan a desarrollar. Tengo para leer también el Vol.3 de Gorgona (creo que hasta ahora es el último), así que pronto habrá más historieta colombiana acá en el blog.
Estoy en medio de la lectura de dos libros extensos, que prometo reseñar a la brevedad. Y para el miércoles 30, les prometo también una nueva emisión en vivo de Agenda Abierta en el canal de YouTube de Comiqueando. En la de Septiembre me cubrió Diego porque yo estaba lejos, pero esta no me la pierdo. Gracias y hasta pronto.
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lunes, 21 de octubre de 2024
KUZURYU
Tardé una semana entera en liquidar este tremendo masacote de 670 páginas, que cualquier editorial lógica habría publicado en tres tomos (porque la obra tiene tres partes claramente marcadas) y los zarpados de Kana sacaron en uno solo, muy cómodo para leer, transportar y guardar, pero que obviamente lleva muchísimo tiempo de lectura.
Kuzuryu es un manga del maestro Shotaro Ishinomori que vio la luz allá por 1974 en la fundamental revista Big Comic. Planteado como una serie episódica, ya para el segundo tramo de la misma empezamos a detectar una trama por encima de la trama, que va a servir como faro para guiar las aventuras de este taciturno boticario ambulante, que recorre (a pata) ciudades, pueblos y aldeas del Japón feudal vendiendo medicamentos. Nuestro protagonista, además de vender remedios, sabe recetarlos y suministrarlos, lo que le otorga una cierta posición de poder, similar a la de un médico. Pero además, tras su apariencia ordinaria se esconde un crack de la espada, que a la hora de los combates se mueve como un relámpago y mutila a sus oponentes con precisión de cirujano.
El primer tramo de la obra me hizo acordar mucho a una serie de Columba. El boticario llega a un lugar, se encuentra con una injusticia (o varias), o con alguien que lo trata de cagar, o con una mujer que intenta seducirlo con fines poco nobles, y cuando la cosa se pone heavy, saca la espada y liquida a los villanos, para luego continuar su camino, solo y en silencio. Incluso en cada episodio pasa más o menos la misma cantidad de cosas que pasaba en un episodio normal de una serie de Columba (aunque, claro, Ishinomori se toma más páginas para contar lo mismo). Pero después la cosa levanta y mucho: empieza a cobrar peso el misterio de la masacre que terminó con toda la gente de la aldea en la que nació el boticario. ¿Quién fue, y por qué lo hizo? Las pistas empiezan a aparecer y el único sobreviviente de esa tragedia sale en busca de las respuestas. Para completar la data que le falta, necesita reunir varios objetos (figurines) iguales, pero son nueve y él tiene uno solo. Así que durante buena parte de la serie, lo veremos rodearse de aliados y esbirros que lo ayudarán a localizar a los otros figurines, y confrontar con quienes los poseen. También habrá otros depredadores que quieren completar la colección de los nueve figurines, dispuestos a hacer boleta al boticario, sobre todo cuando se enteran de que ya tiene varios en su poder.
Todo esto sin romper casi nunca el formato episódico. De los 25 relatos que componen la obra, Ishinomori recurre al cliffhanger una sola vez, en el episodio más jodido de todos. Y en el final, todo cierra perfecto, en medio de un dilema moral potente, atrapante. No todos los episodios son igual de buenos: algunos son un toque aburridos (porque Shotaro se excede con los diálogos protocolares) y otros se vuelven un poco predecibles, porque el autor abusa del recurso del crimen pasional, donde un tipo decide matar a su esposa porque le es infiel, o al tipo que se coge a su esposa. Fuera de eso, la serie está muy bien planteada. Cuando Ishinomori se decide a darle fuerza y protagonismo a un villano lo hace de manera magistral, hay buenos conflictos desparramados por toda la serie (incluso en el seno del bando del protagonista) y la resolución es exquisita.
Y dejo para el final lo mejor de todo: el dibujo. Acá es donde Shotaro no falla nunca. Hasta en las escenas más aburridas de señores conversando te aplasta con su dinámica, con la forma de acomodar las viñetas en la página, con ese vértigo que explota ni bien la acción empieza a asomar en la trama. Las escenas de peleas son electrizantes, verdaderos tsunamis de violencia, graficadas por Ishinomori con una categoría apabullante. Los personajes son expresivos, las secuencias mudas son elocuentes y los paisajes son conmovedores. Cuando se propone ilustrar en plan realista los fondos, los edificios o los paisajes, saca una chapa descomunal. Y por ahí lo único que se me ocurre criticarle es que las mujeres se parecen mucho entre sí. Tenés que prestarle atención al diseño de los kimonos para darte cuenta cuál es cuál, porque de cara, parecen todas gemelas.
Creo que, fuera de esta edición francesa, Kuzuryu solo existe en Japón. Pero vale la pena el esfuerzo de leerla en el idioma de Goscinny, para disfrutar de un manga realmente notable, fundamental para el fan de la aventura con ambientación histórica e irresistible para el que no se copa con los mangas llenos de chistes, elementos fantásticos y protagonistas de escuela secundaria. Tengo otro libro de Shotaro en la pila de los pendientes, pero creo que le voy a entrar el año que viene.
Como siempre, ni bien tenga leídos un par de libros más, los reseño acá en el blog. Será hasta pronto (creo).
lunes, 14 de octubre de 2024
LECTURAS DE LUNES
Tengo dos libros leídos y un ratito para redactar reseñas, y eso hay que festejarlo.
Empiezo con Freaks´Amour, un comic originalmente serializado en 1992, en Dark Horse. Me compré el TPB 1) porque me impactó la portada de Charles Burns, 2) porque dibuja Phil Hester y 3) porque estaba muy barato. Pero no tenía idea dónde me estaba metiendo. No sabía que se trataba de la adaptación al comic de una novela de Tom De Haven, ni conocía a Dana Marie Andra (autora de la adaptación, cuando era varón y se llamaba Mark Burbey). Me encontré con una obra que tiene unas pretensiones inmensas, pero a la que le veo varios problemas.
El primero, el más conspicuo, es que le sobran personajes. Hay momentos en los que la trama se enrosca demasiado, precisamente porque Andra respetó demasiado al texto original y no se animó a podar un poco el elenco de la novela, que es numeroso y rico, pero que a los efectos de la narración en este otro medio, hubiese convenido acotar. Freaks´Amour es una historieta larga, densa, retorcida, que se anima a hundirse en las ciénagas de la corrupción y la mala leche. Los personajes buscan dos cosas: dejar de ser freaks, es decir, cambiar de apariencia, sacarse de encima un cuerpo, una piel y unos rasgos faciales que los perturban (y acá entra en juego el paralelismo con la disforia de género que hizo que el guionista que adaptó la novela en los ´90 ahora sea mujer); y ganar guita del modo más fácil posible, lo que le abre la puerta a la corrupción los negocios turbios y demás elementos típicos de un relato de género negro en el que hay aprietes, traiciones y muertes.
En general, todo avanza a un ritmo muy lento, lastrado por escenas que tienen poco peso en la trama, mucho texto y -lo que ya señalé- demasiados personajes. Pero no es un desastre, no vayas a creer. La atmósfera de corrupción, desolación y abandono post-detonación de la bomba que causa las mutaciones está muy bien lograda. Varios de los personajes alcanzan una complejidad y una carnadura que no habrían alcanzado si la novela en vez de 150 páginas tuviera 50 ó 70. El conflicto central se diluye bastante entre tantas páginas, pero es fuerte y hasta conmovedor. Entonces siempre aparece algo que te da ganas de quedarte, de seguir leyendo un poco más, de enroscarte en los aspectos más sórdidos de las vidas de Grinner y Reeni.
Y claro, además está el dibujo de Hester, entintado como los dioses por Ande Parks. No es el Hester más reconocible, ya que acá el ídolo todavía no muestra los rasgos más definitivos de su estilo. Por momentos, ese uso extremo del claroscuro me remitió más a un Ted McKeever, o a un Kelley Jones, y la aplicación de los grises me hizo acordar todo el tiempo a Guy Davis. En las entrevistas de la época, Hester afirma haber realizado este trabajo bajo una tremenda influencia de José Muñoz, fascinado por el trabajo de nuestro compatriota en Alack Sinner. Pero cuando entrás en Freaks´Amour, queda claro que Muñoz aparece poco, de vez en cuando, y hasta te diría que lo de Hester se parece más a Keith Giffen tratando de copiar a Muñoz que al propio Muñoz.
Me hubiese encantado que Freaks´Amour me gustara más de lo que me gustó, porque es algo distinto, jugado, atrevido, rupturista. No pudo ser. Me gustó hasta cierto punto, le encontré unas cuantas cosas copadas, y otras que me hicieron ruido, o que directamente me hicieron pensar "che, esto no está bien hecho"... A veces pasa.
Me voy a España, año 2007, para encontrarme con una breve gema del maestro catalán Alfonso López. Estraperlo y Tranvía es el título de esta maravilla de apenas 42 páginas, en las que López trae de vuelta a La Familia Ulises, personajes desarrollados por Marino Benejam y Joaquín Buigas en los años ´50, en las páginas de la revista TBO. En aquel entonces, Ulises Higueruelo y su familia protagonizaban breves historietas en clave de comedia costumbrista, en las que apenas si se mencionaba muy solapadamente lo que sucedía en el mundo real, es decir, en la España regida con mano de hierro por la dictadura de Francisco Franco. Para este regreso, López mete dos cambios: uno es la mayor extensión de la aventura, que le agrega complejidad a la mera comedia de enredos; y el otro es el papel preponderante que tiene en Estraperlo y Tranvía la coyuntura sociopolítica de España en 1952.
El resultado es un comic excelente, que no requiere conocer previamente a los personajes clásicos (ni a las estrellas invitadas como Doña Urraca, o Carpanta) y que cumple con creces el objetivo de entretener, sin renunciar a una bajada de línea sutil y aguda acerca de la época elegida por el autor para ambientar la obra. Estamos en una España que de a poco abandona el rígido control del comercio, y el racionamiento de alimentos y demás bienes de primera necesidad, para abrirse gradualmente a un esquema más típicamente capitalista del Siglo XX, es decir, a una sociedad de libre mercado. Y la trama transcurre en ese momento en el que esta nueva "modernidad" coexiste con elementos tan decimonónicos como el desmesurado poder de los militares y la iglesia. Se nota que a López le encanta el período, que lo estudió y que su erudición no se limita a incorporar (en roles chiquitos) a otros personajes que aparecían en la misma época en otras historietas de la revista TBO.
Bastante de lo que hace López en este álbum lo va a volver a hacer (mejor, porque tendrá más páginas para desarrollar cada idea) en El Solar, un trabajo que vimos en este espacio el 16/12/19. Recomiendo repasar esa reseña, así no me hace falta reiterar todo ese párrafo en el que hablo maravillas de la labor del autor a la hora de ponerle imágenes a la historia. Subsanado el tema dibujo, y al tratarse de una historia breve, en cuyo argumento no tiene sentido ahondar, no tengo mucho más para agregar, excepto que Estraperlo y Tranvía me hizo muy feliz. Y más feliz aún me hace mirar la pila de los libros pendientes de lectura y ver que hay uno o dos más de Alfonso López, para que nunca falte material de este genio, ni en mi biblioteca, ni acá en el blog.
Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas.
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sábado, 12 de octubre de 2024
EL CAMINO DE VUELTA
Bueno, creo que batí mi propio record. Estuve más de tres semanas, en una de esas 25 días, sin leer ni una sola historieta. Fueron días en los que leí solo literatura y textos sobre historieta, pero cero narrativa secuencial. En contrapartida, compré un montón de material, que andá a saber cuándo podré leer. Y no fue fácil retomar la lectura, costó (de nuevo) encontrar el tiempo.
Volví con un libro de muy fácil comprensión, un álbum de apenas 48 páginas, compuesto por chistes de una página o historietas cortas, de no más de cinco páginas. Se trata de un libro que la petrolera Shell editó en el verano boreal de 1994, como parte de una colección promocional que se regalaba a quienes cargaban nafta en las estaciones de servicio... de Francia. La mayor parte del libro tiene como protagonistas a Le Petit Noël y el robot Élaoin, personajes creados en 1957 por el maestro André Franquin para una famosa historia navideña, muy recordada por los fans de la revista Spirou. Lamentablemente, en este regreso, Noël y su robot no cuentan con el talento de su creador, sino que están a cargo de Stibane y Serdu, autores que -sin ser catastróficos- nos hacen extrañar muchísimo la magia y el desparpajo del creador del Marsupilami. Son historias cortitas, o chistes largos, claramente apuntadas al público infantil, con varios puntos de contacto con Torni Yo, aquella serie que crearan para la revista Genios los queridos Carlos Trillo, Eduardo Maicas y Gustavo Sala.
Y lo más lindo, lejos, son las 10 páginas de aventuras del Marsupilami que sí están escritas y dibujadas por Franquin. Acá aparecen una breve aventura de cuatro páginas y varias planchas autoconclusivas, donde el maestro despliega su impresionante timing para el humor, la pantomima y la narración dinámica, ágil, de gran impacto cómico, tanto cuando recurre a los diálogos como cuando prescinde de ellos y carga en el las imágenes todo el peso del relato. Supongo que este material también proviene de las páginas de la revista Spirou, pero el libro no lo especifica.
Nada, un libro cortito, sencillo, sin muchas pretensiones, que solo le puedo recomendar a los que (como yo) quieren tener cualquier cosa que lleve la firma de ese monstruo indescriptible de la historieta franco-belga que fuera André Franquin. Tengo otro libro de esta misma colección en el pilón de los pendientes, pero queda para el año que viene, me parece...
Y también me encontré con historietas cortas, muy accesibles y con una narrativa muy ágil en La Rebelión, el libro de Ian Debiase publicado este año por Hotel de las Ideas. Ambientados en los álgidos días de lo que se conoció como "el Cordobazo", los relatos de Debiase parten de una exhaustiva investigación histórica, que incluyó entrevistas a gente que estuvo ahí, y se enriquecen con pinceladas de ficción que agrega el autor. Diálogos, vínculos, pequeños pasos de comedia, momentos más reflexivos, otros más intensos, con el peligro, la violencia y la muerte como protagonistas. Debiase toma fragmentos de lo que fue el levantamiento popular más importante de la segunda mitad del Siglo XX y con ellos nos invita a armar un tapiz, un rompecabezas, que nos permite entender el Cordobazo desde distintas ópticas, poner el foco en distintas aristas de lo que pasó, de lo que significó ese estallido. A veces el resultado es más épico, a veces más terrenal, o más vinculado al costumbrismo, y a veces definitivamente poético.
Lo único que no hace La Rebelión es invitarte a sacar tus propias conclusiones. Las conclusiones ya están tomadas, y Debiase te las da masticadas: los jóvenes y los obreros que salen a copar las calles son los buenos y las fuerzas represivas que responden a la dictadura encabezada por Juan Carlos Onganía son los malos. No hay mucha sutileza en ese aspecto. Pero en tiempos de negacionismo y reivindicación de los genocidas, nunca está mal poner en claro de qué lado estaban los asesinos armados hasta los dientes con tanques u ametralladoras, y de qué lado los pibes y pibas que tiraban piedras y alguna que otra bomba molotov.
Debiase lleva esta distinción diáfana entre buenos y malos incluso al plano estético. A los milicos y policías les dibuja rostros duros, adustos, hasta les agrega una sonrisa sádica en las viñetas en las que golpean a los manifestantes. Son personajes planos, con poca profundidad, que en algunas viñetas meten miedo y en otras, cuando se ven burlados por el ingenio de los jóvenes, transmiten un patetismo desolador. Por el otro lado, los chicos y chicas que se movilizan y llegan a confrontar cuerpo a cuerpo con los represores, están dibujados con muchísima onda. Transmiten alegría, simpatía, sueños por los que vale la pena pelear, valentía. Y tanto en un bando como en otro, llama la atención el cuidado que le pone el autor a la reconstrucción de la época: los uniformes, vehículos, ropa y peinados nos remiten en el acto a 1969 y hablan de un notable trabajo de documentación.
No sé si La Rebelión se propone ser el comic definitivo acerca del Cordobazo, pero lo presenta de un modo muy accesible, con mucha onda, con excelentes dibujos, con historias breves que nunca se hacen densas ni agobiantes, con rigor histórico y con la intención (creo yo) de poner en valor esa explosión de rebeldía que se le plantó a un régimen totalitario y lo debilitó como nunca antes. Y si bien por momentos la historieta puede ser "liviana", no se esconden ni se desenfatizan las trágicas consecuencias que tuvo para muchos de estos jóvenes la decisión de salir a las calles de Córdoba a confrontar con las fuerzas represivas de la dictadura. Gran trabajo de Ian Debiase, que lo afianza como uno de los autores actuales que, además de dibujar cada vez mejor, tiene cosas interesantes para decir y ganas de jugársela.
Nada más, por hoy. Ojalá hayan aprovechado el parate del blog para leer muchos comics, y nos reencontramos pronto, ni bien tenga más libros leídos para reseñar.
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