el blog de reseñas de Andrés Accorsi

sábado, 28 de diciembre de 2024

MAGIA A TODO COLOR

Antes que nada, mil gracias a tod@s l@s que pasaron por https://comiqueandoshop.blogspot.com/ y se descargaron la nueva Comiqueando Digital. Dejamos el alma en un número recontra ambicioso (el más zarpado de la historia de Comiqueando) y está buenísimo que del otro lado la respuesta sea tan positiva. Vamos a Francia, año 2011, para encontrarnos con el gran Tony Sandoval, formidable historietista mexicano radicado hace décadas en la Ciudad Luz. Doomboy es una novela gráfica atípica, primero por su formato (a los franceses no los seduce mucho el formato apaisado, que acá tenemos totalmente naturalizado gracias a Mafalda, Patoruzú, El Eternauta y tantos otros clásicos), después porque -si bien se entiende perfectamente por sí sola- tiene puntitas que la vinculan al universo de Nocturno (ver reseñas del 20/07/10 y el 17/03/11), y finalmente porque tiene como núcleo argumental algo que es muy difícil de hacer funcionar bien en la historieta: el sonido. Sí, en un medio donde el sonido está más ausente que la dignidad en los diputados radicales, Sandoval se anima a contar una historia sobre un músico, su guitarra y las cosas que lo llevan a encontrar un sonido nuevo, revolucionario, que va a subyugar a una audiencia que no sabe quién es, ni dónde está, ni cómo escuchar más canciones suyas. A contramano del resto de los músicos, D busca el anonimato y adopta la identidad de Doomboy para tocar en un pueblito perdido de la costa, ante solo dos espectadores: su perrita Elsy y su amigo Sepelium. Pero de alguna manera, esas sesiones van a quedar registradas y cada vez más gente las va a escuchar, de modo que la leyenda de Doomboy va a crecer hasta llegar a la propia gente de la que D quería escaparse. Una historia que arranca áspera, violenta, con muchos conflictos, va a edificar a lo largo del segundo acto una calma bucólica, un paréntesis en el que D solo puede confrontar con el pasado de una chica que amó y que ya no está entre los vivos. Su guitarra, su dolor y el paisaje agreste se van a combinar para crear este sonido nuevo, un choque entre las tormentas que azotan la costa y las que arrasan dentro del alma del protagonista. Y para el final, cuando la mascarada de D quede expuesta, volverán la violencia, las piñas, los guitarrazos por la cabeza y tras esa tormenta final, una nueva calma, en la que la vida de los protagonistas se reacomoda, aunque no como ellos lo planearon. Con la música en el centro de la escena, Doomboy es una historia de búsqueda personal, con momentos introspectivos muy hermosos, diálogos muy reales, personajes muy queribles, conflictos muy humanos. Lo único sobrehumano es el dibujo de Sandoval, que en varias secuencias despega del slice of life y te acribilla con una impronta entre épica y poética, que no se puede creer. Ese sonido único, que Doomboy logra con su guitarra y le parte el cráneo a quienes lo escuchan, está graficado por el autor de una manera fascinante, con técnicas que tienen más que ver con la ilustración fantástica. El resultado es de una belleza indescriptible. Incluso si leíste varias obras de Tony Sandoval, esto te va a sorprender y a emocionar fuerte. No te digo que Doomboy es una maravilla del Noveno Arte, pero casi.
Hace ya muchos años, el 14/07/20, vimos en este espacio el Vol.1 de Seven to Eternity, la serie de Rick Remender y Jerome Opeña. Y nunca más le di pelota, porque no tenía los tomos posteriores. Ahora conseguí varios, así que vamos a avanzar en el viaje por este mundo de fantasía, ciencia ficción y conceptos extraños. Por supuesto me costó recordar qué carajo había pasado en el tomo anterior, pero bueno, es la vejez. De nuevo me sorprendió la ambición y la complejidad del world-building que tiene esta serie, y de nuevo me caí de culo con el dibujo de Opeña, que es tremendo. El nivel de detalle, la variedad en los enfoques, la composición de las viñetas... todo me resultó increíblemente atractivo, en buena medida gracias al descomunal trabajo de un colorista de primer nivel como es Matt Hollingsworth. En las primeras páginas, antes de que empiece la historieta, se nos revela que dos de los cinco episodios que componen este TPB no están dibujados por Opeña. Imaginate mis puteadas. Pero llegué a ese segmento del libro y me encontré con James Harren, un dibujante que -sin parecerse a Opeña- me resultó excelente. Harren es una bestia, una mezcla entre Olivier Coipel y David Rubín, con cositas de Jean-Claude Mézieres y el mejor Brett Blevins. Cuando vuelve Opeña, la felicidad es total, pero cuando no está, la verdad que la pasé bárbaro gracias a este "suplente" de gran jerarquía. La aventura en sí me resultó menos atractiva. Se nota mucho que lo que le interesa a Remender es explorar y desarrollar a fondo a estos personajes (principalmente a Adam Osidis y el Mud King) y tiene que inventar peripecias fumadas para que el viaje que ambos deben realizar juntos no llegue a destino, para que no se le terminen las escenas de diálogos entre ellos. Los secundarios están bien, y como no son parte de una franquicia intocable, Remender se puede dar el lujo de hacerlos boleta cuando no le sirven más. Pero Adam y su prisionero son personajes cuidadísimos, que tienen conversaciones profundas, reveladoras, realmente jugadas. Incluso dibujadas por Opeña, si esas charlas ocuparan todo el libro, sería medio un embole, por eso está bueno que haya acción, peligros, traiciones y demás. De paso, abrimos grandotes los ojos para tratar de asimilar la magia que tira el dibujante cuando le toca mostrarnos paisajes, edificios, criaturas y armas que solo pueden funcionar en este universo. Seven to Eternity lleva al extremo el concepto de la aventura de héroes y villanos con poderes, un extremo que solo tiene lógica en un mundo controlado 100% por una dupla autoral que es dueña de los personajes y puede hacer con ellos lo que se les dé la gana. Y si esta inexistencia de límites repercute en una extensión desmesurada de la saga (tengo entendido que son siete TPBs), los diálogos que escribe Remender y los dibujos de Opeña están ahí para que la llama no se apague y la sensación de maravilla no decaiga. Este segundo TPB tiene más páginas de historieta que el primero, lo cual es un avance, y entre el "relleno" tenemos hermosos bocetos de Opeña y portadas alternativas de capos como Rafael Albuquerque, Tradd Moore, Farel Dalrymple y los propios Harren y Opeña. Visualmente esto es impactante y finoli de punta a punta. Nada más, por hoy. Espero meter un posteo más antes de que termine el año, siempre en la cuenta regresiva hacia el 15º aniversario del blog (que es este miércoles) y el posteo nº 3000 (este es el 2992). Gracias y hasta pronto.

No hay comentarios: