el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 9 de diciembre de 2024

VAMPIROS

Siempre es un placer echarle mano a una obra de Osamu Tezuka que uno nunca había leído... aunque leerla ya es otro tema. Vampiros es una serie que el Dios del Manga publicó entre 1966 y 1967, y que en su momento generó respuestas bastante heterogéneas dentro del público. Y es lógico porque a lo largo de un poco más de 580 páginas (alto masacote) nos vamos a encontrar con una montaña rusa que sube y baja sin control, de momentos apasionantes a momentos WTF?!? que dan testimonio de un Tezuka que en vez de ir a lo seguro elige arriesgar sin medir las consecuencias. Hay que aclarar que Vampiros no es un manga de vampiros, sino que Tezuka emplea este término para denominar a una amplia raza de humanos metamorfos que se transforman en muchos animales distintos, y por motivos de los más diversos. A los efectos de esta historia, los vampiros son más o menos lo que en Marvel son los mutantes: una minoría de humanos con una distorsión genética que les otorga un poder sobrenatural, en este caso, transformarse en algún animal y adquirir sus habilidades. Y como lo hicieran Stan Lee y Jack Kirby en 1963 con los X-Men, Tezuka nos invita a preguntarnos qué hacer con esta minoría... y la respuesta es muy parecida a la que nos van a dar muchos villanos de Marvel a lo largo de los 60 años de historia de los X-Men: convencer a la mayoría de que son un peligro, y exterminarlos. Perseguidos y amenazados, los mutan... digo, los vampiros se van a organizar y a confrontar con los homo sapiens en las mejores secuencias del manga... que lamentablemente llegan muy tarde. El Manga no Kamisama se toma unas 130 páginas para presentar a los personajes y a los conflictos, y a partir de ahí, la trama se hunde en un montón de peripecias pelotudas que tienen que ver sobre todo con el villano, que no es otro que Rock, uno de los personajes del "elenco estable" de Tezuka. Esta vez a Rock le toca ser un sorete, perverso, manipulador, hábil para disfrazarse y despistar a sus oponentes, traicionero, rosquero y sin ningún escrúpulo. Pero para la página 150 ya saturó y lo querés ver muerto, lo antes posible. Entre las muchas peripecias absurdas que no le aportan nada a la trama, muchas las protagoniza el propio Osamu Tezuka que toma la decisión (a mi juicio errónea) de ponerse como un personaje más en la obra, con un rol bastante destacado. Y el otro personaje recurrente, de lo que rara vez faltaban en los mangas que el ídolo creaba en los ´50 y ´60 es el querido Shunsaku Ban, que acá es un policía, tío del Inspector Shimoda, una especie de Dick Tracy al que Rock le va a dar un baile bárbaro. El rol de Shunsaku Ban va a crecer sobre todo en el último cuarto de la obra, que es cuando se vuelve a poner buena. Alrededor de la página 475, después de casi 350 páginas entre soporíferas y descabelladas que podrían tranquilamente no estar, Vampiros repunta fuerte y el tramo final es realmente atrapante. El funesto Rock va a llegar vivo casi hasta la última página, pero eso no le quita onda ni consistencia a un desenlace más a la altura del planteo inicial que de la falopa en mal estado con la que Tezuka nos rellenó la parte del medio. Vampiros es un manga de acción, con conspiraciones, crímenes, algo de rosca política, persecuciones y peleas muy violentas, y un mensaje en favor de la inclusión del distinto. A diferencia de las obras de Tezuka de los ´70 (mis favoritas) acá todavía no aparece el sexo como elemento de peso en el relato, pero ya hay atmósferas un poco más oscuras, personajes más jodidos y ese nivel imposible de expresionismo en el dibujo. A nivel gráfico, Vampiros es una obra donde se aprecia de modo diáfano esa transición que hace el Dios del Manga del trazo limpito y amistoso de Astroboy y Ribon no Kishi, hacia el trazo más extremo, más retorcido, más cargado de texturas y con más peso de las masas negras que se va a imponer en sus mangas a partir del último tramo de los años ´60. Estaría buenísimo sintetizar Vampiros, entrarle con la motosierra que el presiduende tiene metida en el orto y podarle todas esas escenas al pedo, que estiran innecesariamente la obra y que por momentos la hunden en el tedio más agobiante. No te digo de dejarle solo las primeras 130 páginas y las últimas 110 ó 120, pero por ahí anda la cosa. Esto mismo, abreviado y pulido, sería realmente mucho mejor, porque los personajes son atractivos (sobre todo Toppei), el conflicto es interesante y la línea que baja Tezuka está muy bien, sobre todo si pensamos cuándo está escrita la obra. Tiene situaciones muy limadas, está siempre ese contraste entre muertes truculentas y personajes caricaturescos que se deshacen en gestos ampulosos, se tropiezan y se golpean como en un dibujo animado de los Looney Tunes, pero bueno, es el Tezuka de los ´60. Obviamente si el manga no Kamisama hubiese imaginado esta saga en los ´70, sería más breve, más oscura y no exhibiría estas inconsistencias típicas de una época de exploración, de probar cosas nuevas, de romper ciertos cánones de la aventura infanto-juvenil para ver qué onda. Así como está, Vampiros adolece de un tramo bastante extenso al que no lo salva ni el dibujo, que es sensacional de punta a punta. Y es una pena porque -me reitero- empieza bien y termina bárbaro. Nada más, por hoy. Ni bien tenga leídos un par de libritos más, nos reencontramos con nuevas reseñas, acá en el blog.

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