domingo, 12 de junio de 2011
12/ 06: GREENBERG THE VAMPIRE
Además de tener buenos equipos creativos en casi todas las series regulares, la Segunda Era de Oro de Marvel tenía un bonus track maravilloso: las novelas gráficas. Es cierto, salían muchas y si hubiesen salido menos el nivel habría sido mejor. Pero también, porque la idea era sacar muchas, se le daba luz verde a propuestas raras, a cosas que no tenían nada que ver con el mainstream, ni siquiera con las temáticas de fantasía y ciencia-ficción que se desarrollaban mayoritariamente en el sello Epic. Greenberg the Vampire es una de esas bizarreadas, publicada en el fundamental 1986 y aprobada seguramente por la chapa que tenía por ese entonces el guionista, J.M. DeMatteis, tanto entre los fans de Marvel como entre los de Epic.
El título es bastante engañoso. Oscar Greenberg es vampiro, es cierto, y DeMatteis nos presenta eso como una rareza. Pero no como la recontra-anormalidad en torno a la cual gira la obra. Es vampiro como podría ser mormón, gastroenterólogo, o rosarino hincha de Banfield. El elemento sobrenatural -que convive y se complementa muy bien con el slice of life que gobierna a la novela- no tiene que ver con que Oscar es un no-muerto, sino con una entidad demoníaca que busca desde hace años corromper su alma. El conflicto grosso es ese: Lilith quiere corromper a Greenberg y para lograrlo va a crear engañifas, trampas, y hasta a poseer a su sobrino Morry, que es el que más entiende y banca a su conflictivo tío. Al final, como en tantas historietas de DeMatteis, ganará el amor, que se manifestará como una energía más poderosa que el mal y la corrupción, aunque no de la muerte. Uno de los personajes secundarios con más peso en la trama no llegará a la última página.
Greenberg, además de vampiro es escritor, pero hace años que no pega un hitazo. La inspiración se le fue, lo que escribe le parece una mierda, y lleva mucho tiempo recluído, lejos de las cámaras y los flashes, en parte para que no se haga pública su condición de vampiro. Ahí, la historia es más “normal”. El argumento del escritor excéntrico que vive de glorias pasadas y le escapa a la prensa y los fans seguro ya lo leíste en otras novelas, comics o películas. DeMatteis lo desdramatiza, al punto que de esta situación se disparan los momentos más graciosos de la novela, potenciados por la relación de Oscar con su novia (que también es chupasangre), con su familia, y sobre todo con su idishe mame, que como toda mamá judía lo sobreprotege y lo agasaja como si fuera el verdadero mesías. En esta dinámica entre comedia familiar judía, desventuras de un escritor en decadencia, historia de amor entre vampiros y peligro sobrenatural con el alma del protagonista en juego, se construye una historia rara, amena, intensa, impredecible y que sólo decae cuando DeMatteis frena la narrativa gráfica para mostrarnos extensos fragmentos de las novelas o guiones que Oscar está escribiendo. Ahí, la recomendación es leer salteadito, una frase de cada párrafo, porque si no se hace muy aburrido.
Por el lado del dibujo lo tenemos al siempre innovador Mark Badger, artista bastante resistido por buena parte del fandom, que acá tiene la posibilidad de trabajar a color directo. Y le saca a esa posibilidad un jugo raro, pero rico. El dibujo esquemático, apretadito, medio freak de Badger, se combina con un trabajo de color bastante extremo, lleno de riesgos bien tomados , con páginas en las que el expresionismo estalla con trucos y saltos al vacío típicos de los dibujantes del estilo pictórico tan en boga en los ´80, con los que Badger no tiene nada que ver. Pero la bizarreada le sale bien, sobre todo cuando el color le gana protagonismo a la línea negra y asume el rol de definir las formas de todo lo que aparece en las viñetas. Se me ocurren no menos de 15 dibujantes que podrían haber metido mano en este guión con mejores resultados, pero lo de Badger es muy digno, y además el tipo siempre tuvo una conexión muy especial con DeMatteis.
En el contexto de 1986, en el que a lo largo y a lo ancho la industria del comic yanki aparecían una joya atrás de otra, Greenberg the Vampire no entra ni a la Copa Sudamericana. Pero en el contexto de hoy, cuando Marvel se recluyó prácticamente en el género de los superhéroes y en los dibujantes que reciclan fotos, esto sería considerado una obra de vanguardia, un comic experimental a todo o nada al que la crítica seguramente le daría mucha más bola de la que le dio en 1986. Y la verdad es que se lo merecería, porque es un gran comic.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario