Desde que salió este libro no paró de vender y de levantar críticas maravillosas y hasta premios (esta semana ALIJA lo distinguió como el mejor libro de Ilustración publicado en 2011). Uno, que veía esas viñetitas microscópicas que le publican a Decur en la Fierro, junto a los textos de Laura Vazquez Hutnik, intuía que detrás de ese dibujo había algo más. Pero no me imaginé que había un universo.
Merci es una puerta abierta al universo de Decur, pseudónimo del rosarino Gullermo Decurgez. Un universo que a los fans de la historieta no nos resulta del todo alienígena, porque está poblado por climas, criaturas y hasta temas que ya vimos antes en Max Cachimba y en Liniers. Pero Decur, si bien es fácil de enrolar en esa corriente de historieta tierna, poética, con un costado más ingenuo y uno más delirante, no es exactamente un clon de Liniers o de Cachimba. Si yo te digo que un personaje se llama Arnaldo, el Socotroco Avivador, vos enseguida vas a pensar “esto es un choreo a Liniers”. Hasta que ves la historieta de Decur y comprobás que no se parece casi nada a la forma en que plantea sus mini-relatos el autor de Macanudo. Hay un parentesco insoslayable, pero no se ve el choreo por ningún lado.
Decur comparte con su coterráneo Max Cachimba la fijación con lo antiguo. Merci está repleto de muebles de la época de mis bisabuelos, juguetes viejos, fonógrafos, bicicletas ancestrales, gente que usa moñito y sombrero... todo parece estar clavado en las primeras décadas del Siglo XX, como en tantas historietas y chistes de Cachimba. Al igual que sus dos referentes principales, Decur juega también a cagarse en la perspectiva, a deformar los planos y la espacialidad de sus dibujos. Los personajes, por ejemplo, suelen ser de tamaños muy distintos y rara vez respetan las proporciones reales. Los objetos, los animales y hasta la representación gráfica de los sentimientos suelen flotar en el aire. Como en las historietas de Cachimba, la tipografía manuscrita nos remite al cuaderno de clase de un chico de la primaria. Decur mezcla todos estos elementos y construye una identidad gráfica muy propia, muy bella y en un punto bastante retorcida. Lo quiero ya a cargo de una adaptación al comic de Alice in Wonderland, de Lewis Carroll.
Pero falta lo más impactante, lo que nunca hicieron (y probablemente nunca puedan hacer) Liniers y Cachimba: la técnica. Decur conjura todas estas hermosas bizarreadas en base a acrílicos aplicados con pinceles muy chiquitos, con un trazo minucioso y preciosista al extremo, que se complementa a la perfección con la textura de la tela, que se ve con total claridad al fondo de cada dibujo. O sea, este pibe es un enfermo mental. No hay otra explicación para ese grado de detalle, esa habilidad inhumana para meter detalles microscópicos en las ilustraciones. Este es el ancho de espadas de Decur y por supuesto, lo utiliza a full. De hecho, las composiciones de sus imágenes están pensadas para que uno se cuelgue mirando los detallecitos ínfimos y se ponga a revisar, casi a catalogar esas colecciones de objetos y personajes que pueblan (sin nunca atiborrar) las viñetas de Decur.
No sé si Decur se considera un historietista, se lo voy a preguntar mañana en la Feria del Libro. Lo cierto es que en este libro hay unas cuantas ilustraciones (con y sin texto), algunos “chistes” de una sóla viñeta, y unos cuantos relatos en los que el autor recurre a la secuencia de imágenes, a contar en forma de historieta. Los argumentos pueden ser mejores o peores (hay dos o tres brillantes) pero lo más interesante es –creo yo- cómo se desenvuelve Decur a la hora de usar sus increíbles dibujos para contar estas pequeñas historias. La verdad es que, si se pega algún palo, es muy menor, casi imperceptible. Aún con la impronta tan fuerte, tan imponente de su grafismo, logra que las historias fluyan con toda normalidad (dentro de lo freak del contexto, claro) y que la mayoría de las veces uno se compenetre con estos relatos sin colgarse a babear con los dibujos.
Esto es muy raro, no es para cualquier lector de comics y menos para los que están muy jugados por las estéticas más tradicionales. Pero también es muy atractivo para aquellos que buscan algo más, una visión más personal, una estética más rara, un vuelo poético novedoso, distinto. Y ni hablar de la gente que habitualmente no consume historietas. A esos lectores (y especialmente lectoras), les das Merci y los detonás. No lo van a poder creer, te lo van a agradecer por siempre. Y se van a hacer fans a muerte de Decur. Merci pour la magie.
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4 comentarios:
Andrés, que series de Vertigo le recomendarías a alguien que recién descubrió la editorial? Llegue a ella a través de Sweet Tooth y me gustaría leer más material, pero no sé por dónde agarrar.
Repasá el blog, Anónimo. Si hay algo que no escasea por acá son las reseñas de series de Vertigo.
De hecho en un ratito voy a postear la del Vol.4 de The Unwritten.
que maestro Decur! hace un trabajo maravilloso y Merci, es un libro ideal para regalar a todas aquellas personas que tienen una sensibilidad especial para con el mundo.
Linda nota Andres
Fantástica crítica, me encantó. Si, es un enfermo mental, como todo genio. La presentación estuvo excelente, hasta lograron que hablara!!!! Para Guillermo es el comienzo de una carrera que no tiene horizontes, ni límites. Saludos!
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