Sigo firme en mi lucha por reunir todas las obras (o las más posibles) de Jiro Taniguchi y –varios milagros mediante- logré conseguir este tomo, que sólo existe en japonés, francés e inglés. Yo me compré la edición yanki, de Viz, que además pre-publicó estas historias en la recordada Pulp, aquella antología noventosa en la que aparecieron bochas de mangas memorables.
Benkei in New York (iniciada en 1996 y concluída tras varias interrupciones en 2004) es una de las obras de Taniguchi con guionista y esta vez el elegido fue Jinpachi Mori. La verdad, jamás había oído nombrar a este autor, pero su trabajo es relamente excelente. Mori construye a un personaje ambiguo, taciturno, que la juega de callado pero es más rápido que todos los demás. Un tipo con un talento descomunal para las artes plásticas, que se dedica a pintar copias (clones, en realidad) de pinturas famosas a pedido de mafiosos y malvivientes, y en los ratos libres asesina gente por encargo. Benkei no empuña jamás armas de fuego, se gana minas muy atractivas y a pesar de la sordidez del ambiente en el que se mueve, mantiene ciertos códigos de ética y justicia que hacen que uno no lo vea como un sicario despreciable, sino como un personaje complejo y –obviamente- muy interesante.
Lo de “in New York” es casi una hipérbole. De las siete historietas, una transcurre en una isla de Maine y otra (la que a mí más me gustó) en Sicilia. En las historias restantes sí, la Gran Manzana hace sentir su peso y su impronta en las tramas de venganza y ambición que plantea Mori. Excepto un par, donde hay pocas muertes y muy sutiles, en las historias de Benkei vemos un nivel de violencia poco frecuente en la obra de Taniguchi, impensable para aquellos guiones que escribe él mismo. Hay estrangulamientos, peleas a espadazos, cuchillazos y a mano limpia, y hasta persecuciones a pie, en auto y en lancha, con vehículos que se destruyen y gente que vuela a la mierda. Pero guarda: esto no es manga pochoclero. Es un clásico thriller noir, tipo Ed Brubaker y Sean Phillips, en el que la violencia no se puede soslayar, pero no es lo más importante.
Lo más importante son las tramas, impredecibles y sin giros demasiado rebuscados, los climas, los diálogos y los silencios. Con todo eso, Mori edifica las bases para una serie totalmente hipnótica, de la que ojalá se edite más fuera de Japón, porque no creo que acá esté todo, ni de casualidad. Ya desde el vamos, este libro es del 2000 y la serie –dice la amiga Wikipedia- terminó en 2004, o sea que me juego la chota a que tiene que haber por lo menos otras 200 páginas de esta maravilla oscura y jodida, como un garco de Saurón.
El dibujo del ídolo cambia bastante entre la tercera y la cuarta historia de Benkei. Al principio, casi no parece Taniguchi. Bueno, sí, parece. Pero se lo ve muy alejado de su estética actual, compenetradísimo en el estilo de Vittorio Giardino o André Juillard: una línea clara, prolijita, muy bien definida y bastantes masas negras, una onda casi tan barroca y finoli como la de Suehiro Maruo, pero con más viñetas por página y más énfasis en el tempo narrativo y en la acción. A partir de la cuarta historia, Taniguchi afloja un poco con las masas negras y se empieza a parecer más al Taniguchi de sus obras más conocidas (La Era de Botchan, Barrio Lejano, etc.), aunque sin perder nunca la referencia en Giardino y Juillard. En todo caso suma una referencia más, que es la del Naoki Urasawa de Monster, con caras más redondas y más expresivas. Y en la última historia (la estremecedora A Basement) el clima es tan dark, tan opresivo, tan espeso, que una secuencia hacen su regreso triunfal las masas negras, empleadas por Taniguchi con un criterio exquisito, para mostrarnos cómo todo lo que está pasando en esa pileta de natación bajo techo se enrarece al borde de la demencia.
Por supuesto, los guiones de Mori reservan en todos los episodios extensas secuencias mudas para el lucimiento de Taniguchi y el ídolo no las desaprovecha jamás, ni siquiera cuando los personajes dejan de hablar para trenzarse en tremendas peleas, que nunca fueron la especialidad del sensei y que acá vibran e impactan como si de eso se tratara la serie.
En síntesis, un manga excelente, cautivante y peligroso, distinto a todo en su planteo y en su ejecución, emparentado si querés con Hotel Harbour View (la otra obra bien noir de Taniguchi), muy bien escrita y dibujada como los dioses por un grosso que la rompe siempre: de local, de visitante, con guiones propios, con guiones ajenos, en el Este y el Oeste, en el Norte y en el Sur.
sábado, 2 de junio de 2012
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2 comentarios:
Hola Andrés. Hace tiempo que tengo ganas de leer algo de Taniguchi, ¿por dónde me recomendarías empezar? Barrio lejano, El almanaque de mi padre... por ahí puede andar?
Otra consulta, ¿qué tal el Dr. Strange de Stan Lee y Ditko? vi un lindo tomito titulado "Orígenes Marvel: Doctor Strange", pero no me lo llevé porque desconozco al personaje. ¿Está bueno, vale la pena?
El blog, compo siempre, una maravilla ;)
Sí, Rodrigo, arrancá por Barrio Lejano. Y después, si te cebás, vas descubriendo el resto, de a poco.
El Dr. Strange de Stan Lee y Ditko a mí me gusta muchísimo. Arranca un toquecito chato, porque las primeras historias son muy cortitas, casi sin espacio para desarrollar nada. Pero cuando los autores se sueltan y plantean una saga larga, que continúa a lo largo de muchos episodios (muchísimos, para esa época), la serie levanta muchísimo y se pone realmente grossa.
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