el blog de reseñas de Andrés Accorsi

viernes, 15 de junio de 2012

15/ 06: LA NOCHE DEL MOCAMBO

Ah, Serge Clerc! Que bruta bestia! Hoy muy poco recordado, Clerc fue uno de los dibujantes emblemáticos de la gloriosa Métal Hurlant y uno de los abanderados de la línea clara post-moderna, también conocida como “estilo atómico”. Pero claro, en 1987, cuando se fue al descenso la revista en la que publicaba desde los 18 años, Clerc prácticamente abandonó la historieta, para dedicarse a sus otras pasiones: la ilustración y el rock. Después, eventualmente, volvió a dibujar historietas, pero nunca volvió a ocupar ese rol protagónico que tuvo en la era de oro de los Humanoides Asociados. A esa era de oro pertenece La Noche del Mocambo, que no es sino un recopilatorio de historias cortas protagonizadas por Phil Perfect y su amigo Sam Bronx. Son historias publicadas originalmente en Métal Hurlant, aunque a Sam Bronx lo creó para un álbum de la editorial Magic Strip y la primera aparición de Phil Perfect fue en una historia corta para la revista Rock & Folk.
Hilvanadas por una secuencia creada para esta edición en la que Sam Bronx habla sobre su amigo mientras escabia en una barra, las aventuras de Phil Perfect son apenas un poco más que un ejercicio formal. A Clerc no le interesan demasiado las historias que cuenta. Las encara con displiscencia, como quien sabe narrar de taquito y ya lo hace como para zafar, por costumbre, como una rutina más. Lo que le interesa más al autor –sospecho yo- son los climas, la atmósfera que elige plasmar en sus historias. Hay una sola (probablemente la mejor) en la que Clerc deconstruye el género de las novelas de espías. Se mete a fondo en sus convenciones y las trastoca al poner como protagonista a Perfect, que la va de Guacho Misterio, pero es un pobre borrachín con menos luces que la lancha del contrabandista. Ese contraste garpa muchísimo y hace de Nido de Espías en Alpha-Plage una verdadera joya de apenas 13 páginas.
Perdón… retiro el “apenas”. Nido de Espías… es la historieta más larga del tomo. ¿Qué hace Clerc en las restantes? Se divierte. La consigna es ver cómo Phil y Sam se ponen en pedo, se convencen de que van a romper la noche o ganarse a las minitas que les gustan y terminan siempre envueltos en alguna peripecia menor, cuando no en un bochorno lamentable. La idea del Guacho Winner rebajado a loser patético por los excesos de alcohol y canchereadas (Clerc no te lo muestra, pero es bastante obvio que Sam y Phil le dan duro a la merca) parece ser lo que al autor más le divierte explorar. Por ende, el escaso espesor de las tramas está ampliamente compensado con un excelente trabajo de construcción de personajes, y diálogos rimbombantes y delirantes que explotan cuando Phil y Sam están ya bastante ebrios, o cuando se topan con algún personaje aún más estrambótico que ellos.
Y si no te alcanza con una afilada y acertada comedia costumbrista de pseudo-piratas pasados de rosca , Clerc te juega la carta del triunfo, te tira la fatality devastadora, que es –huelga decirlo- su dibujo. A mitad de camino entre Yves Chaland y Daniel Torres, con la expresividad zarpada del primero y la elegancia inmaculada del segundo, Clerc dibuja un mundo en el que cualquiera querría vivir. Como todos los cultores del Estilo Atómico, se juega por una estética cincuentosa en la ropa, los autos, los edificios y la decoración de los departamentos y dibuja todo demasiado bien. En su forma de narrar hay menos acción y violencia que en Chaland, pero mucha más que en Ted Benoit, por ejemplo. Y sólo en los enfoques (no en la narrativa ni en el dibujo en sí) se le nota el gusto por Jacques Loustal. Recién en las últimas dos historietas, Clerc acata el reglamento de la línea clara que exige el imperio de los colores planos, sin brillos ni volúmenes. En las primeras historias mete (como metía Chaland) hermosos y sutiles brillos en cachetes, gafas y cabellos engominados.
Si querés descubrir a un autor injustamente olvidado, que supo hacer delirar a los adolescentes ochentosos con sus historias sofisticadas e irónicas de perdedores con ínfulas de grossos, La Noche del Mocambo te va a hacer muy feliz. Y si simplemente te cebás con los dibujantes finos, audaces, provocativos y zarpados que supieron revolucionar la línea clara y sacudirle la herrumbre a los viejos clones de Hergé, seguramente ya tenés a serge Clerc en tu altar de los ídolos máximos, de los difíciles de igualar. Es más, ni siquiera necesitás que te nombre a todos los dibujantes que vinieron después de Clerc y lo afanaron a mano armada. A seguir buscando sus libros, que no son fáciles de conseguir pero tampoco fáciles de olvidar.

1 comentario:

roberto dijo...

Que elegante Clerc! era verdad. Leerlo era casi innecesario porque era ismplon. Pero que estilo!