el blog de reseñas de Andrés Accorsi

viernes, 9 de noviembre de 2012

09/ 11: LA OREJA ROTA

La última vez que me quise hacer el ecléctico entrándole a un comic anterior a 1960 me fue bastante mal: fue con el Tarzan de Hogarth, que recién ahora, cuando me llevo fumados como ocho tomos, me empieza a resultar tolerable. Esta vez repetí el experimento con un álbum de Tintín originalmente escrito y dibujado por Hergé en 1937. La verdad, no me fue mucho mejor.
La Oreja Rota es el sexto álbum de las aventuras del joven Tintín. No está el Capitán Haddock, no está el Profesor Tornasol y apenas hay una brevísima secuencia con Hernández y Fernández. El resto gira todo en torno al aventurero del jopito, personaje de escasa onda si los hay. No sé si eso es lo peor que tiene este álbum, porque hay varias cosas imperdonables. La primera (la segunda, en realidad) es que Hergé pone en marcha una trama, la desarrolla con bastante buen ritmo a lo largo de 16 páginas y la desactiva casi por completo entre las páginas 17 y 48. Todo lo importante, lo que resuelve el núcleo argumental con el que arranca La Oreja Rota, sucede cuando el belga se digna a retomar la trama desactivada, en las páginas 48 a 62. Eso me permite inferir, entre otras cosas, que el argumento de “alguien se afanó un antiguo fetiche de la tribu de los Arumbaya y urge recuperarlo” no se bancaba 62 páginas de desarrollo. El propio Hergé lo demuestra al resolverlo en 32.
¿Y en las 30 páginas restantes, qué carajo pasa? Tintín viaja a un país de Sudamérica en busca del fetiche robado y se encuentra con una caricatura bastante grosera de la típica republiqueta: hombres vagos y desaliñados que escabian a toda hora, milicos corruptos que se derrocan los unos a los otros en una incansable sucesión de tiranos y un clima de inestabilidad política que hace que Tintín, un pendejo que no tiene idea de nada, ni siquiera tiene 18 años y –aún más heavy- ni siquiera tiene apellido, llegue a ocupar el cargo de Coronel y mano derecha de uno de los milicos que se alza con el gobierno de San Teodoro. Hergé claramente se pasa de listo en su caricatura y se nota todo el tiempo que las atrocidades que narra le causan más gracia que escozor. Dentro de ese clima mucho más festivo que trágico, tira una grossa: se viene una guerra entre San Teodoro y el país vecino, instigada por los yankis, que se quieren quedar con el petróleo de ambas naciones. Impresionante. Uno juraría que Hergé leía los diarios del 2012, pero no, leía los de 1937. Ahí ya estaba presente el negocio de agitar a los milicos para que declararan guerras absurdas y gastaran fortunas en armas, para después rosquear con la multinacional de turno que se quedaba –por chaucha y palito- con los recursos naturales del sufrido país tercermundista. Había que saber verlo, nomás, y Hergé lo vio con toda claridad.
En todo el álbum, pero en especial en estas 30 páginas en las que Tintín queda varado en San Teodoro, Hergé mecha una buena cantidad de gags bastante graciosos, que son los que lo salvan del embole definitivo. La aventura en sí no está para nada bien llevada, porque se basa en una acumulación ridícula de casualidades. Tintín zafa tantas veces de tantos peligros tan extremos, y encima con excusas tan chotas, que el verosímil se erosiona hasta desaparecer. Si te hace un poquito de ruido ver a un adolescente portar armas de fuego, manejar autos y disponer de la guita que hace falta para viajar de un continente a otro, el ruido que te hacen las peripecias de Tintín en San Teodoro es atronador. Es casi una carcajada burlona que se te ríe en la cara por haber perdido tu tiempo leyendo semejante sarta de pelotudeces. Tal vez eso sea lo peor de La Oreja Rota.
El dibujo es de 1937, o sea, todavía falta para que Hergé entregue sus mejores páginas. Acá el estilo del maestro todavía está un poquito crudo, aunque ya se le nota su principal virtud: resolver todo con un trazo simplísimo. Sin sombras, reservando el realismo sólo para fondos y vehículos, Hergé se las ingeniaba para plasmar en sus páginas absolutamente todo lo que hacía falta para narrar estas aventuras con toques de comedia de un modo sólido y eficaz. No sé si la grilla de cuatro tiras por página (algunas de las tiras llegan a incluir cinco viñetitas) lo ayuda o le juega en contra. Me cuesta imaginarme las aventuras de Tintín con una puesta en página distinta, más moderna, menos tributaria de las tiras de prensa clásicas. Así, en ese mosaico de cuadritos mínimos, formas muy definidas y colores planos, la historia parece funcionar. Con todas las limitaciones propias de guiones escritos para chicos hace 75 años, obviamente; pero en ese aspecto, el de la narrativa, me parece que es donde Hergé menos atrasa.
Tengo más álbumes de Tintín sin leer, así que volveremos a visitarlo a la brevedad.

6 comentarios:

Matías Bergara dijo...

El Oj*te Roto

Anónimo dijo...

Que onda Scalped? Esta buena el guion y el dibujo de guera?

Anónimo dijo...

Lo que no me queda claro es por qué si lo de Tarzan es una bosta desde el libro 1, para qué lo seguís leyendo??? masoquismo o simple curiosidad? no creo que te falten libros mejores para leer.

Andres Accorsi dijo...

Anónimo 1: Buscá mis reseñas de Scalped acá en el blog. Voy por el Vol.7, creo.
Anónimo 2: Ya expliqué por qué seguí bancando al Tarzan de Hogarth a pesar de los magros resultados de las primeras lecturas.

Anónimo dijo...

Leí el primero de Tintín: Tintín en el país de los Soviets (descargado ilegalmente, por supuesto, pues no volvió a editarse). Ahí se le nota bien a Hergé el enano facho que tenía adentro (y que, a veces, dejaba salir a jugar). Supongo que de ahí el tipo de retrato que hace del Tercer Mundo... cosa que no le quita mérito a su obra (bueno, quizás un poquito).
Saludos.
PD: Sobre la guerra entre San Teodoro y su vecino, es posible que Hergé se haya inspirado en la guerra del Chaco, acaecida en la década del 30 entre Paraguay y Bolivia, que tenía bastante tufillo a petróleo (http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_del_Chaco). ¿Se habrá inspirado Hergé en la misma?

Andres Accorsi dijo...

Es bastante probable, Anónimo...