Esto es bastante raro. Andy Diggle reversiona a varios personajes que Marvel publicaba en sus comics de cowboys (algunos de los cuales llevaban décadas sin aparecer) y los convierte en personajes sin superpoderes que habitan el Universo Marvel de la actualidad. Y sin el sello MAX, o sea, sin puteadas, sin sexo y supuestamente integrados a la continuidad posta.
La trama va para el lado de la violencia hollywoodesca, con persecuciones, explosiones, aviones y autos que se estrellan, todo bastante grim ´n gritty, con bastantes pretensiones de realismo, aunque sin llegar a los niveles de truculencia y mala leche que el propio Diggle había mostrado en Vertigo, cuando le tocó narrar sagas bastante similares a esta en la revista de los Losers. Buena parte del argumento gira en torno a las excusas que se le ocurren a Diggle para que Black Rider, Tarantula, Tex Dawson, Matt Slade y el Two-Gun Kid terminen jugando para el mismo equipo, en vez de cagarse a tiros entre ellos. Lo bueno es que las excusas funcionan y que, efectivamente, en algún momento la solidaridad le gana a la desconfianza (e incluso al odio y a la codicia) y estos cinco valientes terminan por aunar fuerzas (y chumbos) para ganarle a un villano tan retorcido, tan jodido que hasta se empoma al F.M.I.
A contramano de lo que sucede en la gran mayoría de las miniseries de Marvel (y de tantas otras editoriales), Six Guns no está para nada estirada. Si pensamos que en estas 100 páginas Diggle tiene que presentar a cinco personajes nuevos, darle forma a un conflicto y resolverlo de modo convincente, estamos ante una especie de proeza única e irrepetible, porque el inglés se las rebusca para que entre todo en ese espacio, sin descuidar la caracterización, ni la machaca, ni las consecuencias de lo que pasa en la saga. La única pifia tiene que ver con la documentación: Diggle inventa un paisito sudamericano de la B, siempre volátil y conflictivo, pero no tiene idea de dónde ubicarlo. Menciona un par de veces al Río de la Plata, creo que sin saber dónde carajo queda, porque las locaciones que se ven en el comic no remiten en ningún momento ni a Argentina ni a Uruguay.
A cargo del dibujo hay un capo, el italiano Davide Gianfelice, sumamente inspirado. Gianfelice se caga en el realismo fotográfico que exigen hoy casi todas las editoriales y se juega todo al impacto de su dibujo, fuerte, vibrante, de gran dinamismo, aunque a veces coquetee con el grotesco y parezca una especie de Jason Pearson pasado de merca, o un Chris Bachalo sin sobrecarga de rayitas. Como en sus otros trabajos, Gianfelice dibuja pocos fondos, pero cuando los dibuja, deja la vida. Y el colorista Dave McCaig (el de American Vampire) aprovecha que el estilo del italiano tiene muchos puntos en común con el de Rafael Albuquerque para aplicar acá los mismos truquitos que ya vimos en American Vampire y que le salen bárbaro.
Six Guns no es una joya imprescindible, para qué te voy a mentir. Es una historieta explosiva, con personajes muy interesantes (nada que ver con las versiones acartonadas y sosas que galopaban en los ´50 y ´60 por el oeste marveliano), buenas runflas, varios volantazos impredecibles, toneladas de acción y –sobre todo- un ritmo increíble, de palo-y-palo, que jamás decae, ni se empantana, ni se cuelga en boludeces. Diggle y Gianfelice salieron en busca de aventuras fuertes por afuera de los géneros tradicionales y se encontraron con algo que en el cine por ahí se ve un poco más, pero en el comic no tanto. Una especie de “Western 2.0”, con filo, mala leche, mucha pólvora y mucha humanidad. Entre tanto reboot pedorro de conceptos que ya no dan jugo, a este hay que reivindicarlo.
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3 comentarios:
Andres, pudiste leer el manga Hakaiju? yo no tenia ni puta idea pero me encontre con un terror muy a lo lovecraft y parece q son pocos tomos, dale una chance que me lleve una grata sorpresa
No, ni sabía que existía. ¿Quién lo editó?
Lo esta trayendo ivrea de los import españoles, pero es un terror con monstruos salidos de una fosa muy a lo lovecraft, con asesinatos y gore, por ahora pinta muy bien, y por fin estamos ante una obra sin fanservice ni boludeces
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