Che, no entendí nada. Nada, eh? No sé si los guiones de Pedro Mancini esconden profundos simbolismos, o si responden a meros caprichos, a pajas mentales del autor, a sus ganas de exorcizar unos cuantos demonios, de plasmar en imágenes sus sueños y pesadillas, o simplemente al respetabilísimo ejercicio de romper las pelotas, de ajustar estas secuencias de imágenes (que no me animo a calificar de “historias”) a un único criterio, que es el lírico-genital.
Si seguís este blog hace tiempo, ya sabés lo que opino yo de las historietas sin guión, o con guiones excesivamente crípticos. Me pueden llamar la atención desde lo formal, me pueden hacer algún mimo desde la narrativa o la planificación de las páginas, pero no me caso, ni me pongo de novio, ni me las llego a transar. Las historietas que componen este libro (que originalmente habían aparecido en la revista Ultramundo, autoeditada por Mancini y sus secuaces, Santiago Fredes y Darío Fantacci) no escapan para nada a esa regla general. Me provocaron intriga, por momentos lograron perturbarme, pero siempre desde el despliegue de recursos narrativos, o desde la imagen. Nunca desde el relato en si, porque nunca me llegué a dar cuenta de qué sucedía, ni mucho menos por qué. Las “historias” de Mancini, además, prescinden por completo de textos y diálogos y tienen la peculiaridad de terminar en cualquier lado, nunca en algo así como un final “clásico” de esos que cierran lo que se abrió en las primeras páginas. La que mejor se disfraza de relato “normal” es La Verdad Acerca del Rey Huevo, un extraño trip con sabor a Lewis Carroll, que en un punto degenera hacia el erotismo (un erotismo elegante, repleto de sofisticación freak), para luego llegar a una especie de cierre.
Estoy seguro de que un psicólogo le sacaría mucho más jugo que yo a este recorrido surrealista por los laberintos de la mente de Mancini. Por ahí le encontraría sentidos a este festival onírico y alucinado, del cual yo extraigo sólo dos conclusiones:
1) Pedro Mancini es un excelente narrador gráfico, con un gran criterio para armar las secuencias y un manejo molecular de la traslación a la página de los conceptos de tiempo y espacio.
2) Pedro Mancini es un dibujante de un talento descomunal, un virtuoso potencialmente ilimitado, que imagina y concreta cosas que nunca antes se le ocurrieron a ningún otro historietista, o sí, pero no las pudieron plasmar nunca en imágenes de esta calidad, con este vuelo y con estos climas. El plumín de Mancini está poseído por el Moebius más loco y experimental, y va más allá, traspasa las fronteras establecidas por el Genio Eterno, para sumergirnos en una especie de obsesión patológica por las texturitas y los crosshatchings capaces de helarle la sangre a los dibujantes más curtidos en estas lides, tipo Francis Masse. El libro ofrece tres historietas muy cortitas en las que Mancini cambia de estilo y prueba otras técnicas (incluso la de simplificar la línea, reducirla a su mínima expresión) y ahí la faz gráfica decae bastante. Hasta que el plumín mágico vuelve a apoderarse del autor y, cual lámpara de Aladino, habilita la aparición de prodigios indescriptibles.
Si te gusta el dibujo de historietas experimental, jugado, no te digo “a todo o nada”, pero sí lejos de lo convencional, Mancini tiene todo para convertirse en tu nuevo ídolo. Si lo que buscás son buenas historias, redondas, coherentes, lamentablemente acá no hay. El 28 de Septiembre del año pasado vimos un libro en el que Mancini dibujaba una historieta cuyo guión no le pertenecía (era de Federico Grunauer) y estaba muy bien. Me parece (por ahí me equivoco) que ese es el camino de acá en más para este increíble artista: poner su dibujo al servicio de guiones de otros. El chiste de delirar, irse al carajo y dibujar lo que se te cantan las bolas a lo largo de páginas y páginas completamente indescifrables causa gracia, pero una sóla vez.
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5 comentarios:
Los sentidos que encuentro en el libro son eso, sensoriales. Es un libro que pega más en el gusto, el olfato y demás etcéteras que en el intelecto. En ese sentido ()entiendo que pueda pasar de largo o romper la cabeza o ambas cosas. No sé si puede provocar epifanías mentales pero sí náuseas, sudor en las manos, zumbido en los oídos.
Concuerdo al 100 % con tus dos conclusiones respecto al talento de Pedro. A mí me encanta y enorgullece laburar con él, aunque me queda un poco la sensación amarga () de que no sé aprovechar ni la mitad de su capacidad narrativa.
Igual sigo participando.
Sí, me imagino que sentarse a escribir un guión sabiendo que lo va a dibujar Pedro debe ser un desafío bravísimo, jodido como enema de chimichurri...
Sí, para mí es un desafío y también una super motivación: el tipo es un groso.
que es la vida del Sr. Travis Charest?
accorsi come trabe
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