Uy, cómo me clavé, la puta que los parió! Veo este libro en el Previews, anunciado por Fantagraphics, y decía “96 páginas, u$ 15, tapa dura”. Yo dije “Bien! Están haciendo la Gran NBM: dos álbumes franceses en un mismo tomo, a muy buen precio, y en hardcover” y obviamente me lo pedí, feliz por la enorme diferencia de guita que habría con la edición española, que en ese momento no existía y ahora ya anda por ahí, a la venta en varias comiquerías de Buenos Aires... Me llega el libro y me quiero cortar la pija en Juliana. La edición de Fantagraphics ofrece en cada página... MEDIA página de la edición francesa! O sea que en 96 páginas, sólo entra el primer álbum de esta serie que ya tiene cuatro tomos publicados en Francia. Estos hijos de puta de Seattle inventaron un formato nuevo bizarrísimo, apaisado, un toque más alto que el formato que usa De la Flor para los libros de chistes de Alberto Montt. Una verga, un sinsentido, una cosa pesada (por las tapas duras), chiquita y difícil de guardar. Y encima, por más que me la disfracen, son u$ 15 por menos de 50 páginas de historieta, o sea, un delito a mano armada.
Por suerte, una vez que amainó el vendaval de puteadas, me senté a leer el libro, y me encontré con una historieta sencillamente brillante, quizás el mejor guión que le vi firmar al genio Lewis Trondheim. Ralph Azham tiene el ingenio, el humor corrosivo y la sensación de que puede suceder cualquier cosa que tenían los mejores álbumes de La Mazmorra, y además es totalmente original, no es una parodia de nada, no abreva en los tópicos de ningún subgénero clásico, no juega a los guiños cómplices al lector.
La historia está ambientada en una aldea medieval, ubicada en un terreno agreste, rodeada de montañas y de una represa pensada (como los “zancos” sobre los que se elevan las casas) para que la aldea no se inunde cada vez que crece el río. En este entorno, bastante retrógrado y endogámico, se mueven personajes jodidos, entre los que cuesta encontrar algo así como un héroe. El joven Ralph es el protagonista, pero es un auténtico imbécil, un cagón, un ganso con una enorme habilidad para mandarse cagadas. En el medio hay dos tramas muy interesantes: por un lado, la amenaza iniminente de una horda que saquea caminos y poblados, y por el otro, un extraño suceso en la infancia de Ralph, cuando debió presentarse ante el Enviado, quien decidiría si el chico era o no uno de los Elegidos. Trondheim decide develar aquellos sucesos de a poquito, por etapas, y logra un efecto dramático de enorme impacto, un volantazo impredecible y magistral, que nos hace ver desde otra óptica todo lo sucedido hasta el momento, en especial la relación entre Ralph y Bastien, su padre. El final resuelve apenas uno de los conflictos y abre la saga en una dirección muy atractiva. Me dejó cebadísimo, cortando clavos con el orto hasta que salga el Vol.2 (que ni en pedo me compraré en la edición yanki).
El dibujo es glorioso. Trondheim deja la vida en cada viñeta (y cada una de estas paginitas tiene muchas), se mata en los fondos, no le escapa a dibujar multitudes, largas escenas de diálogo, escenas de acción al recontra-palo y –cerca del final- una secuencia muda majestuosa, en la que pasan miles de cosas y todo se entiende y se siente a pleno. Por supuesto, le salen de taquito esas expresiones faciales que tanta comicidad le agregan a la historia. De tanto leer Les Petit Riens (Little Nothings, en la edición de NBM), yo ya me había acostumbrado al Trondheim que se colorea a sí mismo, a acuarelazo limpio, con vuelo, con onda, pero a mano alzada, dedicándole... cinco minutos al color de cada página. Acá, en cambio, me encuentro con Brigitte Findakly, esposa de Trondheim y colorista de los mejores álbumes de Joann Sfar, abocada a convertir a Ralph Azham en uno de los comics visualmente más logrados de la vasta trayectoria del ídolo. Acá, ningún cinco minutos. Findakly trabaja con dos paletas complejísimas (una para el presente y una para los flashbacks), agrega unas texturas sutiles y hermosas (algo que rara vez queda bien en contraste con la línea de Trondheim) y labura con inmejorables resultados los efectos de iluminación, apenas sugeridos en el trazo de su marido.
Ralph Azham está, sin dudas, entre las mejores series que tiene hoy el mercado francés. Es un relato hipnótico, que va para adelante a fuerza de accidentes, mentiras, caprichos, contradicciones y choques entre gente de mierda, incapaz de ponerse un segundo en el lugar del otro. Como pasaba con Lapinot y La Mazmorra, el dibujo parece sugerir que está apuntada a chicos o adolescentes. A medida que la leés, te cae la ficha de que no, de que es una aventura que parece clásica, pero es retorcida, oscura, empapada de cinismo y mala leche. Es así, amigo viñetófilo. Lewis Trondheim lo hizo otra vez. Otra vez logró hacerme adicto a una serie suya y a hacerme sospechar que su último trabajo quizás también sea su mejor trabajo. Gracias por la magia.
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4 comentarios:
a ver si algun dia se le anima algun editor local (preferentemente no muñoz!).
y si la espera entre album y album va a ser como con los de la mazmorra, afilate bien el orto que vas a tener muchos clavos por cortar :-P
No, la serie empezó en 2011 y ya tiene cuatro tomos editados y un quinto anunciado para antes de fin de año.
ojala pasara eso con la mazmorra -_-
ja! igual segui el concejo ese de buscar ediciones yankis y me compre una de The Lost Spirit dibujado por Bonhomme. La edicion yanki 9.99 y la francesa 30 euritos. (ahora espero que llegue)
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