Final para otra serie de la que vimos todos los tomos anteriores acá en el blog. Este es un tomo gordo, poderoso, con más de 180 páginas de historieta en las que Jeff Lemire buscará coronar con una vuelta olímpica una campaña que hasta acá era memorable, sobre todo para un equipo chico que –cuando arrancó Sweet Tooth, en 2009- no tenía experiencia en esto de la ongoing mensual, de la construcción de una historia a muy largo plazo, que probablemente haya arrimado a las 1000 páginas.
Y felizmente en este tomo final, todo lo que hasta acá estaba bueno, acá está mejor. El ritmo, la impronta aventurera, el costado de la ternura freak, el misterio de la plaga (a medio camino entre lo científico y lo sobrenatural), el contexto post-apocalíptico, la sensación de cosa primal, salvaje, pre o post civilización, y algo que ya vimos en el libro reseñado ayer, que son nenes y nenas sometidos a situaciones de carencias y de violencia impropias para su edad. Si el autor se hubiese conformado con lograr un buen equilibrio entre acción y caracterización, ya lo estaríamos aplaudiendo. Pero hete aquí que Lemire fue mucho más allá y logró redondear una serie extraordinaria, con todos los condimentos del buen comic de entretenimiento y una potente impronta autoral. Todo el tiempo se nota que Sweet Tooth es una obra de Lemire, que detrás de esas páginas hay un autor comprometido con la obra, que se está divirtiendo y que está realizando la historieta que siente, la que lleva adentro, la que brota de su sensibilidad y su inteligencia con fuerza, con convicción y sobre todo con talento.
El tomo anterior terminó con la muerte de un personaje importante y esta vez son varios más los que van a estirar la pata, con lo cual hay un cierto clima tristón, melancólico, de fin de curso. Compensado, por supuesto, por los aciertos de Lemire a la hora de resolver los misterios y los plots que arrastró durante toda la serie y porque, realmente, había un final muy digno, muy bien pensado y muy acorde para cada personaje con peso en la trama. Creo que el único personaje que medio “se disuelve” en algún momento del epílogo es Becky. Todos los demás salen de escena de manera muy convincente. Las 40 páginas del epílogo son una cátedra: acá Lemire pasa en limpio un montón de cosas, deja todo ordenado, prolijito, responde preguntas, amplía la data (como Sofovich en Los 8 Escalones) y en la segunda mitad propone un nuevo status quo, que no va a explorar, porque la serie se termina, pero que es interesantísimo y deja abierta una puerta para, eventualmente, volver a incursionar en el universo de Sweet Tooth.
Aquello de “todo lo que hasta acá estaba bueno, acá está mejor”, se aplica también al dibujo. Lemire está muy suelto, muy canchero, muy afianzado en su estética de cero refinación y máximo expresionismo. Prueba cosas locas con la puesta en página, sube la apuesta en las escenas de machaca y se va al carajo y más allá cuando le da un descansito a José Villarrubia y entrega esas páginas coloreadas por él mismo, con unas acuarelas fastuosas, de increíble belleza y enorme power. La verdad es que te olvidás muy rápido de que no estamos frente a un virtuoso del dibujo, y eso es mérito del Lemire narrador, de ese increíble contador de historias que te envuelve y hace lo que quiere con vos secuencia tras secuencia. En este tomo tenemos también un extenso flashback al pasado del principal villano, a cargo de Nate Powell, una especie de Sam Kieth del Nacional B, sin la locura ni el talento del creador de The Maxx.
Y se terminó Sweet Tooth, una historia imposible de olvidar, una historia que nos hizo sufrir y gozar, una historia de coraje, de amistad, una historia de los riesgos de ser distinto, del tránsito a la madurez, una historia de violencia, de crueldad, de esperanza, de redención. Una historia…
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1 comentario:
Que bien sweet tooth. Que bien lemire.
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