Nueva entrega de la antología que surgió en Rosario y se viralizó por todo el país. Veamos qué hay bajo esa atractiva portada de Bruno Chiroleu y Germán Peralta.
Arranca el propio Chiroleu con la continuación de la historieta iniciada en el tomo anterior (reseñado el 26/07/14). Un muy buen trabajo tanto en guión como en dibujo, con un conflicto fuerte y diálogos de gran nivel, dignos de un guionista con muchos años en la profesión. Después tenemos una historieta muda, a cargo de Iñaki Aragón y Patricio Delpeche, donde brillan la narrativa y el dibujo. Diálogos no hay y la idea es chiquita, casi para un chiste, más que para una historieta de ocho páginas. Garpa más que nada por la intensidad en el ritmo y lo impactante del dibujo, muy jugado a un claroscuro contundente.
Otra vez aparece Fernando Baldó, con una historieta plagada de hermosos dibujos que –me parece a mí- están pensados para ser publicados a color y pierden un poco en el pasaje a grises. El guión no es tan perfecto como el que aportó en el tomo anterior, pero igual está muy bien. Le sigue un unitario de misterio, escrito por Gastón Flores y dibujado por Lisandro Estherren, en una onda recontra-Viejo Breccia, que logró ponerme los pelos de punta. El guión es inquietante, aunque no 100% original, y el dibujo es definitivamente majestuoso, con un énfasis alucinante en los climas ominosos y lúgubres del guión.
Ariel Grichener y Germán Peralta retoman la serialización de Individuo H y cierran un arco argumental (o algo así). La verdad, nunca me pude enganchar con esa historia, a pesar de que el dibujo me parecía muy ganchero, muy atractivo. Quizás leída toda de corrido tenga más onda. Rip van Hellsing, en cambio, ofrece en cada entrega un relato autoconclusivo, siempre guiado por Barreiro, Ferrúa y Santana. Esta vez lo que sucede es muy poco y los autores lo revelan pocas viñetas antes del final. Hasta ese punto, tenemos más de seis páginas de machaca estridente, bien mostrada, pero sin mucho sentido. Al final, todo cierra en una última página muy cargada de viñetas y de diálogos.
Y la última historieta de la antología es la mejor, lejos. Pero muy lejos. Es de esas historietas que hace que todas las demás antologías del mundo digan “la puta que lo parió, ¿cómo se nos escapó esa joya?”. En las 8 páginas de Promesas de Eternidad, Franco Stagni ensaya una de ciencia-ficción distinta, atravesada por una historia de amor, y logra un resultado realmente inolvidable. La faz gráfica no pela virtuosismos ni imágenes demasiado imponentes: Stagni maneja correctamente el blanco, el negro y las tramas aplicadas en el photoshop, sin siquiera intentar que el dibujo funcione como anzuelo para engancharnos con la historia. Pero cada bloque de texto, cada una de estas páginas que coincide con una de las “cartas” que Miriah le escribe a Nik (a un Nik ficticio, no al delincuente que insulta a la historieta cada día en la contratapa de La Nación), es una unidad perfecta, compacta, a la que le sobra el atractivo para que nos llegue con fuerza lo que les está pasando a los personajes y queramos saber más. Ocho páginas, nada más. Aún hoy se puede emocionar grosso al lector en ese espacio. Franco Stagni lo hizo.
Como siempre, hay varias ilustraciones y pin-ups muy logradas, pero lo que a mí me interesa son las historietas. En ese rubro, Términus viene bien, con hallazgos en todas las entregas, con un nivel muy bueno en los dibujantes y un crecimiento sostenido en los guiones. Si te gustan los géneros clásicos (ciencia-ficción, fantasía épica, policial, terror, etc.) nunca es tarde para engancharse con esta antología llena de gente joven con ganas de hacer las cosas bien.
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1 comentario:
Muchísimas gracias por esta reseña, Andrés!!!! Yo contentísimo y agradecido de formar parte de esta revista de tan buen nivel! Bueno, te mando un abrazo y, como de costumbre: Gracias, gracias, gracias.
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