el blog de reseñas de Andrés Accorsi

viernes, 11 de mayo de 2018

TRIPLETE DE VIERNES

¿Lo peor ya pasó? Una mentira más del felino doméstico. Lo peor se viene ahora. Agarrate fuerte, porque va a doler. Por suerte tengo un buen canuto de comics para que no falte lectura en los tiempos aciagos que se avecinan.
Arranco con el Vol.2 (jamás vi el Vol.1) de Orgasmos Cotidianos, una serie humorística escrita por Xavier Costa y dibujada por Alfonso López que se publicaba en El Jueves, supongo que a fines de los ´80 porque el recopilatorio es de 1991. Casi todas las historietas tienen dos o tres páginas (hay también de una y de cuatro, pero son poquitas) y giran en torno a situaciones casi verosímiles de la vida cotidiana, en las que el sexo tiene un rol preponderante. Cuernos, orgasmos, disfunciones eréctiles, perversiones bizarras, confusiones típicas de comedia en las que alguien se termina empomando a la persona incorrecta… Distintos recursos con los que juega Costa para generar comicidad, casi siempre con buenos resultados.
Pero la verdad es que los argumentos quedan relegados a un irrelevante cuarto o quinto plano, porque Alfonso López pela en estas páginas un virtuosismo gráfico devastador. Son comedias de tetas, pija y culo, podrías tirarte un poco a chanta, total la gilada se va a divertir igual… No, olvidate. López va al frente como una topadora, hace subir a los laterales, manda a cabecear al arquero, te tira con toda su artillería y logra que esta colección de historietas menores, de tono pasatista, se vuelva indispensable para todos los que somos fans de este increíble artista. Dibujo, color, narrativa, TODO es perfecto en Orgasmos Cotidianos. Una cátedra de buen gusto, de criterio estético, de expresividad, de plasticidad, de generosidad gráfica, a cargo de un genio del lápiz y el pincel, que además se supera a sí mismo en lo que tiene que ver con la observación de los detalles: ropa, peinados, autos, calles, muebles… López logra que todos estos elementos que vemos todos los días en la realidad, cobren en sus páginas una dimensión nueva, absolutamente fascinante. Un exceso de talento, posta.
Salto a Chile, donde en 2016 se publica la segunda aventura de Celeste Buenaventura (la primera la vimos el 21/04/14). Esta vez la novedad es que el guión de Marco Rauch no lo dibuja Gonzalo Martínez sino otro virtuoso fuera de serie (y seguidor de este blog) de apellido López: Rodrigo López, de quien también vimos varios trabajos en reseñas anteriores. No me parece copado comparar el trabajo de Rodrigo con el de Gonzalo, sino más bien subrayar su gran calidad gráfica, su pasmosa solvencia narrativa y la facilidad con la que López simplifica un poco su trazo para hacerlo más accesible a los lectores y lectoras más jóvenes, que son el público al que apunta Celeste Buenaventura.
En la reseña del Vol.1, yo decía que Rauch ponía en juego una cantidad increíble de personajes tomados de la mitología trasandina, sin guardarse nada para la secuela. Y claramente me equivoqué, porque en esta segunda entrega, el elenco de personajes de raíz mítica o tomado de leyendas populares chilenas, se vuelve a engrosar. Se nota que a Rauch lo apasiona el tema de los mitos y leyendas de su país, y felizmente encontró la forma de integrar todos esos elementos a una aventura simple, lineal, con la complejidad justa para cautivar al público adolescente que se copa con Harry Potter, por ejemplo. Para mi gusto, le falta un poquito más de chispa a los diálogos, aunque probablemente eso se deba a que lo estoy leyendo en un país que está al lado de Chile, pero donde se habla muy, muy distinto. Ojalá haya más aventuras de Celeste Buenaventura, y ojalá las dibuje todas Rodrigo López, que está en un momento extraordinario.
Y termino en Argentina, en 2017, con otro virtuoso del dibujo, Pedro Mancini. El nuevo trabajo de Mancini (titulado Detrás del Ruido) nos propone internarnos en la infancia de William S. Burroughs, mítico escritor del cual confieso no haber leído un puto párrafo. Pedro, en cambio, demuestra ser un fan exhaustivo del autor y haber consumido no sólo sus obras, sino incluso una buena cantidad de entrevistas, en las que Burroughs revela detalles de su niñez.
El libro tiene un solo problema: se lee demasiado rápido. Lo empezás en la estación Juramento y lo terminás antes de llegar a Scalabrini Ortiz. Esto es producto de la decisión del autor de narrar con la mínima cantidad de texto posible, con diálogos muy escuetos y silencios muy extensos, que obviamente resultan fundamentales para la atmósfera que quiere conjurar Mancini. Los cuatro primeros relatos son una especia de Little Nemo in Slumberland versión freak, retorcida y bizarra. El pequeño Bill recorre parajes surreales (magníficamente dibujados), a veces dormido, a veces drogado y a veces simplemente fruto de su cuelgue natural. Y en algún momento, el trip se termina y vuelve al plano de la realidad, a interactuar con familiares a los que Mancini no les da mayor relieve.
A partir de la quinta historia, se terminan esos paseos oníricos pero la bizarreada continúa, y se hace más psicológica, en un punto más perturbadora. La máscara (elemento muy frecuente en las historias iniciáticas como esta) le agrega una capa de profundidad a la desconexión del personaje con el mundo que lo rodea; una desconexión que Mancini exacerba a tal punto que uno ya considera al joven Bill un ser humano totalmente anormal, incapaz de insertarse en la sociedad ni como escritor rupturista ni en ninguna otra función.
Me imagino que a los fans de Burroughs esto les debe parecer fascinante. Yo, en cambio, hice lo mismo que hago cada vez que no logro conectar con los guiones: me dejé llevar por el clima y disfruté a lo bestia de la faz gráfica, en la que Mancini no se guarda nada de su impronta ni de su magia.
Volvemos pronto, con nuevas reseñas, no sé si de comics o de Deadpool 2, cuya función de prensa tengo agendada para el lunes.

1 comentario:

Marco Rauch dijo...

¡Gracias por sus palabras, estimado! Seguimos trabajando con Rodrigo, ahora para el tomo III: "Los Brujos de Salamanca". Un abrazo.