Sol, calorcito y un par de lecturas copadas que quiero compartir.
La primera fue una apuesta sobre seguro: Yves H. y Hermann juntos es un combo que rara vez defrauda. Y esta vez, con Old Pa Anderson, ellos también fueron a lo seguro, a algo que les sale obscenamente bien: un thriller asfixiante, con un trasfondo muy fuerte de denuncia social.
Old Pa es un personaje que últimamente se ve bastante en el comic para adultos: un anciano que ya está jugado, que ya perdió todo lo que tenía para perder, que sabe que ya se le pasó la fecha de vencimiento, y –como sólo le queda la vida- no tiene ningún reparo a la hora de apostar fuerte. Por supuesto no es un viejo loco, que sale a matar gente por diversión. Hay una trama de venganza muy espesa, ya que la pérdida más grande que sufrió el protagonista (la de su nieta adolescente) tiene responsables que se creen impunes. Será la misión de este anciano imponer la verdad, la memoria y la justicia… en un contexto muy adverso, porque estamos en los años ´50 o ´60, en el estado de Mississippi y Old Pa es un negro que decide confrontar con los blancos.
Yves H. encuentra el tono perfecto entre el drama social y la acción trepidante, sin romper jamás el verosímil, ni siquiera para que el final sea menos desolador, menos trágico. Creo que… veinte páginas antes del final yo ya suponía el horror con el que nos iba a castigar el guionista a la hora del desenlace. El in crescendo hacia ese final es magnífico, realmente me puso muy nervioso. Y me dejó con un sabor amargo en la boca, tanto que me tuve que clavar un paquete entero de Tentaciones (de chocolate, las de frutilla son intragables).
Breve párrafo para hablar (una vez más) maravillas del papá de Yves H., el maestro Hermann, a esta altura un fetiche de este blog. ¡Qué genio este tipo, Dios mío! La rompe en todas las ambientaciones históricas y geográficas, te mata con los fondos, con los climas, te clava esas secuencias mudas devastadoras, maneja el tiempo del relato con una firmeza pasmosa, sin recurrir a artificios narrativos extraños… Un capo, mal. Ah, y si yo fuera Hermann, le haría llover las cartas documento al impresentable que diseña las portadas para las ediciones de ECC. Al lado de la portada de la edición francesa, la española es un vómito putrefacto de un cura pedófilo borracho, drogado y afiliado al PRO.
La segunda lectura, en cambio, fue una grata sorpresa. La Barranca de la Muerte es la ópera prima de Javier Velasco, y además es una joya. Muy loco cómo lo mismo que a veces no funciona, otras veces sí funciona. Me refiero a la estética que emplea Velasco para contar estas historias ambientadas en el barrio de su niñez. Una línea totalmente despojada, siempre del mismo grosor, donde el dibujo no nos transmite ninguna sensación de climas, ni de profundidad de campo, ni de texturas, donde no existe la perspectiva, los fondos son minimalistas (cuando aparecen), las formas geométricas no se respetan (porque están hechas a mano alzada) y prácticamente no existen las sombras ni ningún tipo de efecto de iluminación. Eso que no le funciona (por ejemplo) a John Porcellino, y hace que sus historietas se vean anodinas, insulsas, sin onda, de alguna manera le funciona a Velasco. Su dibujo tiene algo, un ángel, una chispa, una picardía, que obviamente no tienen todos los dibujantes de línea despojada y minimalista.
El libro ofrece 12 historias de distinta extensión, y para cuando llegué a la cuarta (la más extensa y quizás la mejor) ya estaba totalmente enganchado, ya me era imposible distinguir el mundo de Javier Velasco del mundo real. Mi infancia y la del autor se fueron amalgamando, me empecé a identificar cada vez más con lo que pasa en cada historia. Y me hizo recordar travesuras, peripecias y anécdotas jodidas de mi infancia, que seguramente transcurrió antes que la de Velasco y en otro barrio, pero que resuenan en la memoria cuando alguien que sabe narrar toca la tecla correcta. Para el final de la cuarta historia, yo era un integrante más de la pandilla de Velasco (seguramente uno de los “hermanos Macana”) y estaba ahí prendido, en esos juegos, en esas diabluras, en esas situaciones incómodas como la de la fiesta de la vecinita cheta en la que ponen lentos para que bailen los pibes de 10 años… Fue un trip alucinante, muy emotivo y muy disfrutable.
La verdad que, con ese talento para contar historias, podés dibujar infinitamente peor que Velasco y aún así ser un historietista de la San Puta.
La seguimos pronto. Seguro esta semana hay por lo menos un post más, previo a mi viaje a Rosario para asistir a la Crack Bang Boom.
lunes, 8 de octubre de 2018
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