Mientras el amigo Donald
Trump y sus esbirros aplauden el intento de golpe de estado en Venezuela, yo me
siento a escribir las reseñas de un par de libritos que me bajé en estos días.
Arranco con The Territory,
una obra que ya tiene 20 años encima y una dupla autoral con chapa de Dream
Team: nada menos que los británicos Jaime Delano y David Lloyd, los mismos de
The Horrorist y de la mejor época de Night Raven.
El trabajo de Lloyd es
alucinante. Acá el prócer abandona su estilo más formal, o más frío, como si de
pronto quisiera dejar de seguir las huellas de Frank Hampson y Solano López
para convertirse en un discípulo avanzado de Joe Kubert. Este es un Lloyd más
salvaje, que dibuja más suelto, que se va al carajo con la puesta en página, con
las líneas cinéticas, con los ángulos que elige. Un Lloyd vibrante, emotivo, al
que –como en casi todos sus trabajos- el color no le hace justicia. En The
Territory, Lloyd tiene la posibilidad de colorear sus propios dibujos y no, no
tengo dudas de que esto se vería aún mejor en blanco y negro.
En el guión también,
tenemos a un Delano extraño, casi frenético. La historia nos transporta a un
mundo extraño, repleto de elementos de ciencia-ficción, aventura clásica y
terror, todos mezclados. El guionista propone un ritmo muy intenso, muy
vertiginoso, que no da tiempo para explicar qué carajo está pasando, ni quién
es este personaje que dice no recordar nada de su pasado, ni cómo funciona este
mundo alucinante al que se traslada. La idea no es explicar, sino impactar al
lector con secuencias potentes, trepidantes, combates tremendos contra hombres,
monstruos y máquinas, traiciones, persecuciones…
Por momentos The Territory
parece uno de esos guiones raros que escribía Ricardo Barreiro para Skorpio o
Fierro en los ´80, esas aventuras enroscadas, explosivas, con más violencia que
profundidad. O sea que si lo que te gusta de Jamie Delano es esa capacidad de
abordar temas socialmente relevantes, o de meterse a full en la psiquis de los
personajes, la verdad que acá vas a encontrar algo muy distinto. Bien escrito,
muy ganchero, pero sin ese toque más jugado, o más corrosivo que suelen tener
los guiones de este ídolo.
Allá por el 22/10/13 me
tocó reseñar Mocha Dick, de la dupla integrada por el guionista Francisco Ortega
y el dibujante Gonzalo Martínez (no el Pity, otro Gonzalo Martínez), ambos
referentes de la historieta chilena actual. En 2017, la dupla lanzó una nueva
novela gráfica: Álex Nemo y la Hermandad del Nautilus, bastante emparentada con
la anterior en el sentido de que el protagonista es un adolescente chileno a
quien vamos a acompañar en una gran aventura que va a marcar también su
tránsito hacia la juventud.
Álex Nemo y la Hermandad
del Nautilus es el enésimo comic de aventuras ambientado en universo literario,
un recurso ya bastante utilizado, pero que acá funciona a la perfección. Buena
parte de la trama se motoriza con la interacción entre personajes de nuestra
realidad y de las novelas del glorioso Jules Verne, o sea que si tenés presente
(o más o menos) la obra del mítico escritor francés, vas a cazar y a disfrutar
toneladas de referencias. Y si no, igual la historia se hace muy llevadera, muy
entretenida.
Las peripecias son
gancheras, los personajes están bien trabajados, el ida y vuelta entre el mundo
real y los mundos ficticios está bien planteado, las escenas de acción y las
revelaciones impactantes están bien repartidas a lo largo de las 125 páginas
que dura la obra… La idea es que cualquier lector de 12 años en adelante se
sumerja en la novela y no la suelte hasta el final. Y eso fue exactamente lo
que me pasó a mí.
En la faz gráfica lo
tenemos a Martínez tan sólido como en Mocha Dick, con la misma soltura, la
misma magia a la hora de aplicar grisados y texturas, la misma versatilidad
para plasmar expresiones faciales de personajes muy distintos entre sí, y –me
parece- más logros en el armado de las secuencias. Como buen arquitecto,
Martínez le presta muchísima atención a los fondos, en los que nos ofrece un
laburo descomunal. Pero también la rompe cuando dibuja máquinas, trajes de
época, animales, paisajes exóticos… Hermoso trabajo de este inmenso narrador de
aventuras.
Y obviamente no puedo
dejar de señalar que, una vez terminada la historieta, el libro se pone la
capucha, empuña el chumbo y sale a robar con casi 40 páginas en las que tenemos
diagramas técnicos de los vehículos ficticios que aparecen en la obra, el
listado de las referencias a todas las obras literarias y autores a los que se
hace mención, y –lo más ladri- un glosario de personajes, locaciones, especies
animales y artefactos tecnológicos que aparecen en la historia. Todo esto es
absolutamente innecesario y no le agrega casi nada a la muy grata experiencia
de leer Álex Nemo y la Hermandad del Nautilus. Por supuesto, espero ansioso el
próximo trabajo de Ortega y Martínez.
Y esto es todo por hoy.
Pronto habrá más reseñas para compartir, como siempre, acá en el blog.
1 comentario:
Muchas gracias, Andrés. Un abrazo grande.
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