el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 29 de agosto de 2024

JUEVES SANGRIENTO

Últimas reseñas de Agosto, supongo yo, y el mes que viene va a ser raro, porque coincide con dos de las tres semanas que me voy a tomar de vacaciones. No esperen muchas entradas para Septiembre, porque no las vamos a tener. Llegué al noveno y último tomo de Innocent, el manga de Shin´ichi Sakamoto, y de nuevo siento que me cagaron. Obviamente la frustración es parcial, porque sé que estas tramas (algunas, por lo menos) continúan en Innocent: Rouge, la secuela mucho más breve a cargo del mismo autor, que en una de esas Ivrea publica antes de fin de año. Pero si esta fuera realmente la última vez que tenemos noticias de la familia Sanson, sería un auténtico bochorno, porque esto termina en cualquier lado. En realidad, todo el Vol.9 es muy raro. Las primeras 15 páginas resuelven bastante rápido el conflicto jodido entre Charles-Henri y Marie-Josephe con el que terminó el tomo anterior. Después tenemos una escena tremendamente heavy en la que Charles-Henri tortura a su propio hijito de seis años y después viene una larga secuencia ambientada en el palacio de Versailles, 90 páginas que están narradas de una manera muy extraña, como si fuera un largo cuadro de una comedia musical. ¿Qué esto? ¿Qué necesidad había? ¿Quién asesoró a Sakamoto, o le dio el okey para hacer esta bizarreada? ¿Por qué Charles-Henri aparece vestido de mujer, así, de la nada? No tiene sentido. Ojo, tampoco es horrible. Visualmente es todo muy grosso, y finalmente el subplot de María Antonieta llega a un final razonable. Nos queda el subplot del casamiento de Marie-Josephe, y Sakamoto lo resuelve rápido, en las mejores 20 páginas del tomo, con un as bajo la manga que nadie se imaginó que iba a pelar. Pero quedan 70 páginas, y son suficientes para pegarle otro volantazo bizarro a la trama. De la nada aparece Alain, un nuevo personaje, interesante y carismático, lo más parecido a un "héroe" que tiene Innocent, y Sakamoto le da tanto protagonismo que Charles-Henri queda totalmente desplazado del foco de la narración. Al toque nos injerta un flashback para revelar que hace muchos años hubo un vínculo entre Alain y Marie-Josephe, y después el reencuentro, una trama que tiene que ver con la injusticia social de esta París decadente y de brutales contrastes entre ricos y pobres. Y cuando uno ya se hizo hincha de Alain, chau: es boleta. ¿Qué va a hacer Marie-Josephe al respecto? Hay que leer la secuela para enterarse. ¿Y qué onda la aparición de la guillotina? ¿Cómo va a alterar la labor de estos verdugos especialistas en decapitar gente de un espadazo? También, hay que leer la secuela. Y bueno, es así. Te dan la golosina y después te la ponen. Por suerte el dibujo sigue en ese nivel de belleza inexplicable, a años luz de lo que se ve normalmente en los mangas más pochocleros. Ni bien se edite Rouge en Argentina, me tiro de cabeza, a ver cómo termina la saga de los Sanson, y a ver si finalmente estalla la Revolución. En Francia de 1789, no acá, que ya sabemos que la gente tiene un témpano en el pecho y se banca que la forreen con mansedumbre bovina.
Hablando de Francia, fue en ese mercado que en 2022 se editó Les Yeux Perdus, una novela gráfica de los argentinos Diego Agrimbau y Juan Manuel Tumburús (Tumbu, para los amigos). Son 80 páginas a todo color en formato grande, de álbum europeo cheto, con lo cual veo muy difícil que esto se publique alguna vez en nuestro país. Y es una pena, porque se trata de una muy buena historia de guerra, muerte, canibalismo, muerte y atrocidades varias. La trama nos lleva a la Primera Guerra Mundial, a un páramo perdido en Europa donde tres pibitos de entre siete y once años sobreviven como pueden en una mansión abandonada. Ahí van a pasar cosas muy horribles, muy truculentas, y Agrimbau va a tener la crueldad y la sangre fría necesarias para contar todo ese espanto desde la mirada inocente de uno de los chicos, lo que le permite matizar las bestialidades que narra con ese toque de fantasía infantil, de juego de niños. Pero nada mitiga la desolación que transmite la historia, ni el estupor que provocan las escenas más zarpadas en materia de sangre y violencia. El elemento sobrenatural no es decisivo en la trama (de hecho, el guionista deja abierta la puerta a que sea fruto de la imaginación de los chicos), pero le permite introducir variantes, emociones y sensaciones imprevistas para impactar al lector, y climas nuevos para el mayor lucimiento de un Tumburús prendido fuego. No quiero ahondar en la trama, porque hay muchas sorpresas. Pero es oscura, perturbadora y te pone muy nervioso. En Les Yeux Perdus, Agrimbau corre los límites de lo que se puede hacer en una historieta protagonizada por huerfanitos a los que la guerra les arrebató la infancia y los condenó al abandono. Y lo hace con los tapones de punta, sin concesiones, dispuesto a todo. De hecho, hasta llama la atención que una editorial grande (y un toque conservadora) como Dargaud se haya jugado a publicar esto. En general, los editores franceses son muy estrictos con el tema de no mezclar violencia y sangre con niños y niñas. Acá no se salva nadie. No quiero cerrar la reseña sin destacar el trabajo de Tumbu, capo imbatible del ping-pong, que acá despliega todo su talento, todo el oficio de años de darle a la Wacom, para insuflarle vida y onda a esta historia. Experto en ilustración de libros infantiles, Tumbu capta como pocos las expresiones de los chiquitos y además se luce con los fondos, y sobre todo con los climas y las iluminaciones. Hasta las escenas más gore y más revulsivas tienen algo de ese vuelo, de esa frescura, de esa magia que les agrega el trazo de Tumbu y que levantan muchísimo toda la faz gráfica del álbum. Además, como Agrimbau no es amigo de los bloques de texto ni de los diálogos muy extensos, la página grande le permite al dibujante plantar viñetas también bastante grandes (nunca más de ocho por página) y organizar los elementos dentro de cada una de ellas con muy buen criterio, con espacio y con un olfato infalible para potenciar el impacto de lo que está planteando el guion. Les Yeux Perdus no es una historieta para cualquier tipo de lector, porque requiere bastante estómago. Pero es un gran trabajo de una dupla de autores argentinos con nivel internacional que nos representa muy pero muy bien en un mercado hiper-competitivo como es el de Francia. Y nada más, por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.

martes, 27 de agosto de 2024

MARTES DEMENCIAL

Hoy tengo para reseñar dos obras que tienen que ver con la demencia, con personajes mentalmente inestables. Apenas un punto en común entre dos historias muy distintas. Durante mis primeros 18 años de vida, creció dentro mío el embrión fecundado no desarrollado de quien debió haber sido mi hermano mellizo. Finalmente se manifestó como algo que los médicos denominaron "quiste dermoideo", una bola de carne, con pedacitos de uñitas, huesitos y pelitos, que me hacía bulto entre el huesito dulce y la raya del orto y generaba un dolor infernal, que me impedía sentarme, dormir boca arriba, etc.. Ese caso, que según el cirujano que me atendió era "uno en un millón", reaparece con ribetes fantásticos, exagerados, para explicar un poco el final de esta novela gráfica de los maestros británicos Ian Edginton y D´Israeli. Kingdom of the Wicked no es un drama médico, sino que echa mano a ese elemento cuando no le queda más remedio. Básicamente es un thriller psicológico que tiene que ver con los sueños y fantasías de la infancia, qué pasa con ellos cuando crecemos. Es una obra al límite, en la que los autores hacen todos los esfuerzos imaginables por poner nervioso al lector, por alterarlo y desequilibrarlo, por hacerle sentir el mismo caos, el mismo desborde que afecta a Chris, el protagonista de la historia. Recién en el último tercio, Kingdom of the Wicked adopta el formato de "aventura de buenos contra malos". Hasta ese punto, es todo un espiral de locura que se enrosca cada vez más, con dos planos de realidad mezclados de manera magistral por Edginton y D´Israeli. Hay persecuciones, tiros, bombas, torturas, masacres y esas cosas tan lindas, pero hasta un punto, da la sensación de que están ahí para generar tensión, no para que avance la trama. En el último tercio, cuando todo tiene mucho más sentido, las peripecias y las hazañas bélicas también se resignifican. El dibujo de D´Israeli es maravilloso, como siempre. Es esa mezcla fascinante y ultra-expresiva entre Marc Hempel, Kyle Baker y Richard Case, que funciona perfecto tanto en los tramos más tradicionales (o aventureros) de la obra, como en los más introspectivos y los más delirantes. En general, cualquier cosa dibujada por D´Israeli merece ser comprada y atesorada, pero cuando forma equipo con Edginton la sintonía es más potente y se nota que ambos se comprometen más y generan una química realmente explosiva. No termino de entender cómo esto no se publicó en su momento (1997) en el sello Vertigo, pero hay que valorar el acierto de Caliber (una editorial siempre tercerona) al haber apostado por este material. Se nota mucho que la versión de Caliber requirió una "traducción" a blanco, negro y grises de una historieta que originalmente fue realizada a color, pero dentro de todo es un traspaso decente. Años más tarde hubo una reedición de Kingdom of the Wicked en Dark Horse, que sí incluye el color, y ahora que sé que la historia está buena, es más probable que el día que la vea me decida a comprarla, y deshacerme de la que acabo de leer. A color o no, si alguna vez te cruzás con esta historieta, no dudes en capturarla. No te vas a arrepentir.
Me voy a Perú, año 2019. Ahí descubro a Gino Palomino, un notable historietista al que nunca había oída nombrar, pero que nos sigue en el canal de YouTube de Comiqueando y se ofreció a mandarme sus novelas gráficas. Por supuesto le dije que sí, y así es como me tocó disfrutar mucho de Quemier?, un libro de 80 páginas a todo color editado de manera impecable por el sello Casa de Cartón. Para que lo ubiquen rápidamente, el estilo de Palomino es una versión un poquito más cartoony del de Fernando Baldó. Como si a Baldó le inyectáramos un... 10 o 15% de Fernando León González, ponele. Me encontré con autor muy sólido, que entiende perfectamente la gramática del lenguaje al que llamamos comic, con un manejo notable de la puesta en página, el color, las expresiones faciales, los cuerpos en movimiento, el diseño de los personajes... Sin dudas Palomino está muy por encima de la media de lo que tiene para ofrecernos un mercado chiquito y con no tanta tradición historietística como es el peruano. Cuando arranca la historia, me comí el amague de que iba a leer otra vez la historia de un muchacho con serios desequilibrios mentales que flashea ser un justiciero enmascarado y termina en el manicomio. Esta vez, no. Esta vez, la historia EMPIEZA en el manicomio, con el flaco ya internado, como consecuencia de lo que pasó en una breve historia de cuatro páginas en la que había hecho su primera aparición, unos años antes de que a Palomino se le concretara el proyecto de esta novela gráfica. Y transcurre casi hasta la última viñeta en ese entorno. Sí, acá sí hay un thriller ambientado en el submundo de los psiquiatras y sus pacientes, narrado a un ritmo muy dinámico, con muy buenos diálogos y situaciones que van y vienen de la comedia costumbrista al whodunnit más clásico. Quemier? se apoya en esa trama de misterio, en la que la tensión crece página a página, y en el carisma de los personajes. No solo el protagonista, sino incluso los secundarios y los villanos, son personajes muy bien trabajados, que se sienten muy reales, muy tridimensionales. Y además Palomino encuentra el espacio (y los argumentos) para hablar de esas transgresiones al reglamento que se hacen en las instituciones psiquiátricas para convertir a una actividad a priori tan poco rentable como el cuidado de las personas con problemas mentales en un buen negocio, obviamente para pocos. Ambición y altruismo, lealtad y traición, cordura y demencia, obediencia y rebeldía son algunos de los móviles para este gran elenco que Palomino introduce y desarrolla de manera muy prolija y ordenada. El resultado es una obra divertida, intensa, por momentos conmovedora, que resulta muy placentera de leer y de mirar, y que pone claramente a Gino Palomino en la lista de los autores peruanos a los que conviene seguir de cerca. Prometo para más adelante la lectura y reseña de otro trabajo de este autor. Y nada más, por hoy. Nos encontramos mañana a las 22:30 en el canal de YouTube, para una nueva emisión en vivo de Agenda Abierta, y en algún momento tendremos nuevas reseñas para compartir acá en el blog.

viernes, 23 de agosto de 2024

VIERNES CON SOLCITO

Que lindo que hoy tenga para comentar dos ediciones argentinas de comics clásicos, uno francobelga y uno japonés. Esto hace no tantos años, era impensable. Pero vamos con las reseñas. Tarde pero seguro me enteré que existía La Ciudad Fantasma, un álbum de la etapa clásica de Lucky Luke (la de Morris junto a René Goscinny) que se lanzó en Francia en 1965, pero que por algún motivo yo nunca había visto, hasta que se me ocurrió chequear la lista de títulos que aparece en la contratapa de las ediciones locales, a cargo de Del Zorzal, a ver si me faltaba alguno. Me faltaba este, y la gente de la editorial me lo hizo llegar con mucha generosidad. Bajo esa portada poco imaginativa, poco promisoria, poco esmerada, me encontré con una historieta muy entretenida, con acción, buenos chistes, villanos carismáticos de esos que uno quiere que vuelvan a aparecer, y sobre todo con una bajada de línea fuerte. No es muy frecuente que en una aventura de Lucky Luke el maestro Goscinny ponga la ideología arriba de la mesa, pero acá tenemos una notable excepción: buena parte del argumento está atravesado por una concepción ideológica, que tiene que ver con el rechazo al modelo económico extractivista, la típica "fiebre del oro" que ilusiona a muchos, hace ricos a unos pocos, y en el corto plazo se esfuma sin dejarle nada a los habitantes de la tierra donde apareció el codiciado mineral. Goscinny dice abiertamente "déjense de pelotudear con el oro y pónganse a cultivar la tierra, que con eso morfamos todos sin dañar al ecosistema". Todo esto, en el marco de una aventura atrapante, con diálogos muy cómicos (bien traducidos por Leopoldo Kulesz), tiros, piñas y garcas que se quieren hacer ricos a costa de los demás pero no cuentan con la astucia de Lucky Luke. La Ciudad Fantasma tiene muy buen ritmo, no parece ni a palos un comic de hace 60 años, ni siquiera en esas páginas de 10 u 11 viñetas. Y por supuesto, el dibujo de Morris acompaña a la perfección lo que quiere contar Goscinny. Es increíble como Morris combina un trazo tan sobrio, tan accesible, con ese nivel de expresividad en los personajes. La forma en que fluye el relato entre sus viñetas es magnífica, al igual que su talento para captar y reproducir detalles que tienen que ver con la ambientación histórica y geográfica: por más humorístico que sea el planteo, vos no dudás nunca de que estamos en un pueblito de la Loma del Orto en el Lejano Oeste de los EEUU, en algún momento entre 1865 y 1885. La Ciudad Fantasma no te cambia la vida, no se sube a los empujones al podio de las mejores historias de Lucky Luke, pero es una muy buena historieta, un gran punto de entrada a la serie para quien no la conoce y, como si fuera poco, habla de un tema actual y relevante como es el de los pro y los contra de la minería a cielo abierto. Muy, pero muy disfrutable, de punta a punta.
Prometí terminar Monster en Agosto y cumplí. El Vol.9, sin ser perfecto, es el único que me pareció igual de bueno que el Vol.1. No coincido con la mayoría de las decisiones que tomó Naoki Urasawa a la hora de determinar quiénes llegan vivos hasta la última página y quiénes mueren, pero no puedo hablar de decepciones, ni de un final que no es final, como me pasó con 20th Century Boys. Este es un tomo de una intensidad agobiante, de hecho lo tuve que cerrar cuando iba por la mitad porque ya era todo tan extremo que me estaba poniendo muy nervioso. La cantidad de gente que muere es una animalada... y encima está bien, tiene sentido en el contexto del plan del villano. Predeciblemente, algunos elementos que tenían relevancia en los tomos anteriores acá prácticamente desaparecen para dejarle espacio a la acción, que es trepidante. En la primera mitad de este tomo, el zarpado de Urasawa, al que le pedíamos por favor que achicara el elenco en vez de agrandarlo, presenta no a un nuevo personaje ni a dos, sino a todo un pueblo. Con el foco puesto en unos 10 ó 12 personajes, algunos de los cuales resultan ser mucho más de lo que parecen a priori. En esas secuencias en las que presenta a toda esta gente, el autor tira ideas con las que se podrían contar muy buenas historias cortas, por supuesto fuera del contexto de Monster. Probablemente el personaje cuyo rol más me impactó en este tomo final sea el del Inspector Runge. Después de tantos fracasos, Runge ya era (con perdón de la analogía futbolera) una especie de Huracán, el típico equipo que cuando aparece como líder de un torneo en vez de respeto o miedo genera risas, porque sabés que nunca le alcanza la nafta, nunca tiene los jugadores, la actitud, o el ojete que hace falta para salir campeón y tarde o temprano se cae de la punta. Durante muchísimas páginas lo vemos a Runge liderar el torneo, y si bien no da la vuelta olímpica, levanta en pala toda la chapa que no juntó en los tomos anteriores y se gana una ovación sostenida y emocionante, sobre todo en comparación con personajes como Eva o Nina, que parecía que iban a tener roles mucho más decisivos en el bolonki final. Repito: se me ocurren otras formas de terminar Monster que me cierran más que las que implementa Urasawa, y obviamente sostengo que el camino hacia este final fue un auténtico laberinto, arduo, cuesta arriba, enroscado y casi inexpugnable por una sucesión de caprichos del autor. Se podría haber contado lo mismo en muchos menos tomos, de modo más directo, menos puntilloso, con otra dinámica, sin irse tanto por las ramas y sin sacrificar la emoción y la potencia que tiene este tomo final. Maravilloso el dibujo, brillante la narrativa, muy bien los diálogos (grossa también la traducción de Agustín Gómez Sanz), preciosa la edición de Ivrea y alucinante el subtexto de Verdad, Memoria y Justicia que emerge con todo en los últimos tomos. Pero tanto relleno, tantas secuencias y tantos subplots al pedo, tantos personajes que se desarrollan muchísimo para después no tener un carajo que ver con nada, son cosas que me impiden rendirme a los pies de Urasawa y sumarme a los que consideran a Monster un pico del seinen, o del comic para adultos, en general. Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas acá en el blog y el miércoles a las 22:30 en el canal de YouTube de Comiqueando para compartir una nueva Agenda Abierta, en vivo, gratis y para toda el habla hispana.

miércoles, 21 de agosto de 2024

TARDE DE MIÉRCOLES

Sigo adelante con las lecturas, y sin más prolegómenos me sumerjo en las reseñas. En 1996, los amigos de la Semana Negra de Gijón reeditaron en un tremendo librazo los 10 primeros episodios de Delta 99, una serie creada en 1968 por Josep Toutain básicamente para vendérsela a revistas de aventuras juveniles de distintos mercados. Toutain no escribió ni dibujó las historietas: puso los dibujos en manos de un muy joven Carlos Giménez (con Adolfo Usero como principal colaborador) y los guiones en manos del experimentado Jesús Flores Thies, con quien más tarde se peleó, y así es como el décimo episodio está escrito por el maestro Víctor Mora. La verdad que ninguno de los guiones me generó demasiado interés. Son todas aventuras bien de fórmula, en la línea de las películas de James Bond, con un héroe canchero, imbatible, que vive peripecias extremas en las grandes ciudades, en el océano, en el desierto, en la nieve, en castillos medievales... lucha contra una organización diabólica que quiere dominar el mundo, femme fatales, una pandilla de motoqueros violentos, científicos malignos, un clásico villano encapuchado... todos rodeados de sicarios con pésima puntería, como para que vos siempre sepas que Delta va a salir indemne, o a lo sumo con algún raspón. El héroe pilotea autos zarpados, lanchas, motos, aviones, esquía, bucea... un capo en todas las disciplinas, cuya habilidad se explica por el hecho de que su origen no está en nuestro planeta, sino que se trata de un agente del espacio exterior... una idea potencialmente interesante, pero que los guionistas no utilizan como motor de las aventuras. El único personaje secundario interesante me gustó mucho (Lu, la pirata china) y en general, los episodios en los que su rol es más pequeño son los más flojos. Pero ni siquiera cuando Lu tiene más peso en las tramas encontré algo que me impactara o me emocionara. Obviamente el atractivo de Delta 99 pasa por el dibujo de Carlos Giménez, o en realidad por ver cómo en estos primeros trabajos (casi el Year One del mítico autor) empiezan a aparecer tímidamente los rasgos que van a caracterizar a su trazo en los años venideros. Acá se ve a un dibujante competente, pero con poca identidad, que por momentos parece muy influenciado por clásicos de las tiras de prensa de EEUU (Milton Caniff, Frank Robbins), mientras que otras veces la impronta tiene más que ver con la de los dibujantes de aventuras de las revistas infanto-juveniles francesas o británicas, sobre todo Peter O´Donnell. En ese mix se cuela también algún que otro rostro femenino que parece de José González (compañero de Giménez y Usero en la agencia de Toutain) y de a poquito, rasgos gráficos que después van a aparecer en las obras posteriores tanto de Carlos como de Adolfo. Son historietas muy presentables, muy profesionales, donde los jóvenes dibujantes demuestran que dominan el oficio, que entienden perfectamente cómo funciona la narrativa, el armado de las secuencias, el movimiento de "la cámara"... todo eso está. Brilla poco, porque acá se nota la falta de originalidad, el esfuerzo porque todo encaje en un molde que viene impuesto por otros mercados y otras lógicas de producción, que poco tienen que ver con lo que va a crear Giménez cuando se libre de esas restricciones. Pero algo de ese Giménez superlativo de la segunda mitad de los ´70 y todos los ´80 ya asoma en estas páginas y se disfruta mucho. No como para salir corriendo a buscar este masacote de 250 páginas (impreso como los dioses, con muy buen papel y excelentes textos complementarios), a menos que realmente te quieras interiorizar a fondo con lo que fue este clásico español (con proyección internacional) de la bisagra entre los años ´60 y ´70.
Me quedaba sin leer el Vol.2 de Madman Atomic Comics y le entré con bajas expectativas, lo cual se explica releyendo las reseñas del 27/09/22 y el 01/08/24 (sí, soy un goma que lee los comics en el orden incorrecto). Lo que me encontré fue un poco más de lo que esperaba. Para el nº8, a Mike Allred se le ocurre (otra vez) una gran idea para presentarle a Madman y su mundo al lector que no tenía la menor idea de que existían estos personajes. Medio al pedo, porque ya lo había hecho en el nº1 de esta serie, pero bueno, funciona además para introducir el misterio de esa voz en off que le habla a Madman en segunda persona y que más tarde sabremos quién es. Como con esto no llena 32 páginas, complementa con una historia cortita, en joda, que esta bastante bien. El nº9 es un ejercicio hipnótico de narrativa, una locura más de Allred que visualmente es espectacular, pero que no deja margen para el desarrollo de subplots, n¡ para profundizar en los distintos personajes involucrados en el relato. Es simplemente acción, plasmada de una manera original e impactante, pero no hay mucho más para rescatar. El nº10 ofrece apenas 22 páginas de historieta en las que no pasa absolutamente nada, pero por lo menos hay buenos diálogos y algo de desarrollo para algunos personajes. El nº11 está estiradísimo, pero en un punto llega al muy interesante encuentro entre Madman (que sabe poco acerca de buena parte de su pasado) y la voz misteriosa, que resulta saberlo todo. Hay un lindo homenaje a David Bowie, y una revelación shockeante en la última página, un giro imprevisto que hace que te quieras devorar el número siguiente. Pero el número siguiente es choto: un prólogo largo y anodino al combate a todo o nada con un villano, que empieza pocas páginas antes del final. Así que el arco de Joe y Luna se termina de resolver en el nº13, último de este recopilatorio, que empieza con la derrota del villano, y ya para la sexta o séptima página pasa a ser una larga sucesión de charlas entre los personajes, mientras los científicos ven si pueden resucitar a un miembro de los Atomics que no está exactamente muerto, pero necesita ayuda. Y después, para engordar el tomo y cobrarlo u$ 20, tenemos 40 páginas de bocetos, pin-ups de otros artistas, dibujos sueltos, versiones de las portadas sin los logotipos y demás material de relleno que es muy lindo de mirar pero que no aporta nada en cuanto a la lectura de las historietas. No me aburrí demasiado, no sentí que Allred me estuviera faltando el respeto, entiendo la intención, la búsqueda, la experimentación... Aluciné fuerte con el dibujo, que está a un nivel indescriptible, más allá de toda exégesis, amé los colores de Laura Allred, los personajes me parecen copados... Lo que no me cerraron mucho son los conflictos. No solo pasan pocas cosas, sino que las que pasan no me llegaron a conmover demasiado. O sea que, si bien el balance de este Vol.2 me da levemente positivo, el contexto general, el de los tres tomos que componen la serie, me defraudó un toque. Me encanta Madman, quisiera tener todos los meses comics nuevos de Allred para leer, pero hay algo en esta serie (que por algo fue la última) con lo que me cuesta conectar. Nada más, por hoy. Nos reencontramos pronto acá en el blog y el miércoles 28 hay una nueva emisión en vivo de Agenda Abierta en el canal de YouTube de Comiqueando, por si se quieren dar una vuelta.

domingo, 18 de agosto de 2024

NOCHE FRÍA DE DOMINGO

Pasó la Crack Bang Boom (que para mí ya se convirtió definitivamente en un evento para ir jueves y viernes), pasó un sábado de alta joda nocturna acá en Buenos Aires y quedó un domingo frío pero sin sobresaltos, como para poder dedicarle un rato a reseñar los últimos libros que leí. Me tocó un tomazo de Dead Dead Demon´s Dededede Destruction, un Vol.6 que hasta ahora es el mejor de esta serie de Inio Asano. Tranquilo, a su ritmo, sin pegar volantazos bizarros, Asano sigue subiendo los niveles de tensión a una trama donde ya el conflicto tiene mucho más que ver con lo socio-político que con la ciencia ficción. El humor sigue presente, pero cobra cada vez más fuerza esa reflexión serie, por momentos melancólica, acerca de cómo esta gente normaliza el hecho de vivir con naves espaciales gigantes que les tapan el sol durante semanas, naves que luego caen sobre la ciudad y destruyen casas, y bloquean las calles por las que circulan los autos y las vías por las que circulan los trenes, lo cual genera todo tipo de inconvenientes. Pero los personajes de Asano siguen con sus vidas, como si nada. Y para esta altura de DDDDD ya asumen como normal incluso la matanza indiscriminada de los alienigenas que pisan la ciudad una vez que sus naves son derribadas. Invasores e invadidos, todos tienen motivos para que la escalada de violencia siga in crescendo, en una especie de metáfora bastante brutal de lo que sucede en Medio Oriente. Para este tomo cobra relevancia también la dinámica de las organizaciones no gubernamentales que toman posición respecto de los invasores y lo que el Estado japonés debe o no debe hacer con ellos. Detrás del idealismo de panfletos y pancartas hay (como en toda orga) intereses espurios y gente que juega con su propio reglamento y Asano elige al personaje de Futaba. El tomo termina con una secuencia extraña, muy fuerte, centrada en el pibe amigo de las protagonistas que dice ser un alienígena en cuerpo de humano. Desde distintas facciones del conflicto llega la premonición de que en un mes se viene un cataclismo tremendo, que va a cambiar todo para siempre, y eso hace que cada vez sea más absurdo, más incómodo incluso, ver cómo las chicas le dan para adelante con sus estudios, salidas, compras y romances, en un clima de "está todo bien" que es obviamente falso. No me quiero explayar mucho respecto del dibujo, porque ya lo hice en otras reseñas de DDDDD, pero sí subrayar lo loco que está Asano. Acá, además de los dos niveles de dibujo diamentralmente opuestos que usa para los fondos (basados en fotos) y para los personajes principales (con rasgos bien de historieta humorística), encontramos un tercer nivel, que es el de las aventuras 100% en joda de Isobeyan, que es todavía más humorístico, un tributo apenas disimulado a la obra de Fujiko F. Fujio. Pero hay un cuarto nivel: el de los personajes secundarios, para cuyo diseño Asano opta por distintos estilos, de modo que hasta parecen creados por distintos dibujantes. Cada uno de ellos tiene distinta forma de cabeza, rasgos muy marcados, mandíbulas o narices raras, parecen casi más aliens que los aliens. La líder del grupo en el que milita Futaba, por ejemplo, parece dibujada por Marc Hempel, no por Asano. Cada vez que la trama nos lleva a conocer a otros personajes (o a ver gente anónima que circula por las calles) el trazo de Asano cambia, para ofrecernos fisonomías y rasgos totalmente inesperados. Obviamente estoy enganchado con DDDDD como para seguirla varios tomos más, y creo que Ivrea ya tiene publicado el Vol.7, así que en mi próxima compra de mangas, es prioridad capturarlo. Por ahora, le meto pausa a esta serie, para avanzar con otras, y con tomos autoconclusivos, que también tengo unos cuantos en el aguante.
Cuando se les pregunta a los colegas brasileños acerca de lo mejor que se publicó en Brasil durante 2023, la mayoría coincide en señalar a Como Pedra, la novela gráfica de Luckas Iohanathan, un autor nacido en el norte del Coloso de Sudamérica, pero que hace varios años que vive en Rosario, provincia de Santa Fe. A lo largo de unas 190 páginas, Como Pedra narra (a un ritmo muy descomprimido) la desgarradora historia de una familia muy pobre, que vive con lo justo (o menos) en el Sertao, donde lucha contra la sequía, el hambre y una enfermedad neurológica muy compleja que afecta a Rosa, la hija menor del matrimonio protagónico. Iohanathan controla con mano maestra el tempo narrativo para poner nervioso al lector, para hacerle sentir en carne propia el agobio, el pesar, la desesperación que de alguna manera explican las decisiones horribles que toman Cristovao y su esposa. La ignorancia y el oscurantismo también tendrán un papel destacado en la segunda mitad de la obra, y sabemos que la suma de desesperación + ignorancia + oscurantismo suele dar resultados atroces. Como Pedra no será la excepción. Está planteada desde la primera página como una historia triste, de dolor y desolación, y así va a seguir hasta el final. Yo no soy muy fan de las historietas tan bajoneras, tan dramáticas, pero me engancharon por un lado la ambientación tan extrema (esa región de Brasil famosa por su escacez de lluvias y por lo dura que es la vida de sus habitantes) y por el otro los recursos gráficos que emplea Iohanathan. En ese rubro se ve un manejo alucinante de la referencia fotográfica, perfectamente integrada a la estética del autor, y un trazo para los personajes que me pareció una versión más pulida, más completa del Jason Lutes de Berlín. El agregado de las masas naranjas en los fondos le dan otro valor a los espacios blancos, y la idea de permitir que de a ratos desaparezca la línea negra y los contornos de los personajes queden definidos por el contraste entre el blanco y el naranja me parece genial. También me encontré con muchos aciertos en la elección de los ángulos, en el armado de las secuencias, en los momentos que elige iohanathan para suprimir los diálogos (que están muy logrados) y dejar que el silencio se apodere de las escenas. Como Pedra es un relato muy basado en los climas, en la manipulación del lector para atraparlo y ponerlo en la piel de los personajes protagónicos, para que sufra lo que sufren ellos. A mí, en general, no me copa la idea de sufrir. Tengo cubierta la cuota de sufrimiento por el hecho de ser hincha de Racing. Pero en casos como este, cuando además de sufrir descubrís a un autor que la tiene muy clara y -sin dudas- está destinado a hacer un carrerón y romperla toda a nivel global, se justifica leer 190 páginas de historieta con los huevos de moño y quedar angustiado y bajoneado por las vivencias que Iohanathan le inflige a sus personajes. Ya está confirmada la edición francesa de Como Pedra para este año, y con el autor viviendo en Argentina, debería ser cuestión de tiempo para que algún editr local descubra esta obra y decida apostar por ella en nuestro mercado. Mientras tanto, yo cierro acá esta entrada y prometo otra para muy pronto, ni bien tenga más libros leídos. Gracias y hasta entonces.

miércoles, 14 de agosto de 2024

MEDIODIA DE MIÉRCOLES

Mañana temprano arranco rumbo a Rosario, a disfrutar un par de días de una nueva edición de Crack Bang Boom, pero antes, un ratito para reseñar las últimas lecturas. En al año 2002, cuando todavía editaba libros en tapa blanda y en formatos copados, Astiberri publicó Caravana, una extraña historieta del guionista entrerriano Jorge Zentner y el dibujante francés Bernard Olivié. Son casi 160 páginas en las que -literalmente- no pasa nada. Hay un protagonista, un hombre con rasgos europeos, que camina por el desierto junto a una caravana integrada por camellos y por otros hombres (no hay mujeres) de rasgos arábigos, todos vestidos con los típicos turbantes y túnicas de los beduinos y demás habitantes de las zonas desérticas del Norte de África y Medio Oriente. Los personajes casi no dialogan entre sí, sino que los textos (que son muy pocos) están narrados en primera persona por el anónimo protagonista, a veces como bloques dentro de las viñetas y muchas veces como único elemento gráfico en páginas completamente en blanco. Sí, hay como 40 páginas completamente en blanco en las que solo vemos un breve texto, que a veces no llega a las 10 palabras. Son textos atractivos, con un extraño vuelo poético, casi haikus, que Zentner utiliza para darle más relieve a esta no aventura. A veces hacen algún aporte narrativo, otras veces son meramente descriptivos, y a veces reflejan sensaciones que los dibujos no pueden mostrar. Pero lo más importante es que Caravana no cuenta una historia. No sabemos por qué este personaje se sumó a la peregrinación, qué buscan, a dónde van... Pasan algunas cosas típicas de estos periplos (tormentas de arena, oasis, camellos que no quieren avanzar), se resuelven en poquísimas viñetas y la caravana continúa su marcha como si nada. Ni siquiera en la última página hay algún indicio de que el viaje está por llegar a su destino. No hay final, no hay destino, no hay rumbo. Es solo eso: gente que camina por el desierto. A la luz del giro que tomó la carrera de Zentner en los últimos años, que lo alejaron de la historieta y lo encumbraron como una especie de gurú new age, tienen más sentido todas esas frases que parecen sacadas de libros de autoayuda, y hasta me permito sospechar que hay un mensaje, o una enseñanza de índole espiritual que el autor quiere transmitir a través de este viaje por la nada hacia la nada. Mala mía: me jodo por comprar una historieta pensando que me va a contar una historia en vez de enseñarme a vivir :P El dibujo de Bernard Olivié me gustó bastante. Es como un continuador de la línea de Miguel Calatayud, al que le quedan muy bien la síntesis, la línea apenitas temblorosa que utiliza a menudo Fer Calvi, y que maneja muy bien la composición de las viñetas. Toda la historieta está publicada en blanco, negro y grises, y eso le da mucho peso a las formas y los contornos, muy bien trabajados por Olivié, al igual que la combinación entre las distintas tonalidades de grises, las masas negras y los espacios blancos. La cosa se empieza a hacer monótona y a derrapar hacia el choreo cuando los dibujos se empiezan a repetir. Claro, los personajes son siempre los mismos, el paisaje que recorren es siempre el mismo, no hay acción más allá de esa lenta caminata... y lógicamente Olivié cae en la tentación de repetir los dibujos que ya vimos. A veces cambia el enfoque, o tuerce un poquito la angulación, pero son los mismos dibujos que aparecieron unas páginas atrás. Entre esto y las páginas en blanco en las que solo hay texto, se desluce bastante una faz gráfica que podría haber salvado las papas. Caravana es claramente un comic experimental que, para mi gusto, no salió bien. Me sirvió para descubrir a un dibujante interesante, con un grafismo muy sólido, pero a partir de cierto punto me aburrió muchísimo, más allá de que algunos textos estén realmente bien escritos. No lo recomiendo a nadie que no sea talibán de Jorge Zentner y quiera tener el 100% de sus obras.
Allá por el 28/09/19 le entré a un TPB de Black Widow a cargo del equipazo integrado por Mark Waid y Chris Samnee, para encontrarme con la primera mitad de una breve serie de 12 episodios que Marvel publicó entre 2016 y 2017. Tarde pero seguro conseguí y leí la segunda mitad, en la que llega a su fin este thriller oscuro, trepidante y por momentos perturbador. Lo que más me gustó es, por lejos, el dibujo de Samnee. Acá sobran las escenas en las que el dibujante (y en esta serie también co-guionista) puede desplegar sin límites su talento inusitado para la acción, la gran plasticidad de los personajes y su manejo apabullante de la iluminación. En esos claroscuros extremos, en los que las figuras no fingen en lo más mínimo ser tridimensionales, sino que hasta se ufanan de su bidimensionalidad (como en las historietas del maestro Alex Toth) es donde más amé a Samnee y su estilo despojado y sutil. Pero además hay un gran trabajo en los fondos (muy valioso, porque es un dibujante que le mete muchísima mano a la referencia fotográfica al punto de otorgarle la misma impronta gráfica que a sus personajes) y una gran expresividad en cuerpos y rostros. Matthew Wilson tiene la dura tarea de sumarle algo más desde el color a unas páginas majestuosas, ricas en climas y efectos de iluminación zarpados, y la verdad que sale bastante bien parado, aunque no dudo de que esto se vería mejor en blanco y negro. Por el lado del guion, en estos seis episodios pasa un poco más que en los seis primeros, y se nota menos la intención de los autores de estirar un plot chiquito a lo largo de muchas páginas. Natasha zafa muchas veces de casualidad de situaciones muy extremas, gracias a los errores o la pésima puntería de sus oponentes, y lamentablemente dos de los tres nuevos villanos no llegan vivos al final del último número. Obviamente en Marvel esto no es impedimento para (eventualmente) hacerlos volver, pero bueno, quedó una villana interesante y una punta argumental, la de las seis nenas rusas, para retomar algún día, si Waid o Samnee vuelven a encontrarse con Black Widow. Entre venganzas, traiciones, manipulaciones, secretos antiguos, crímenes de lesa humanidad y peleas a todo o nada en locaciones exóticas, esta serie está buena para agregarle un poco de profundidad a Black Widow, explorar un poco su mitología, para atrás y para los costados, para leer a un Waid que cambia de registro y se parece (como señalé la vez pasada) más a Greg Rucka que a sí mismo, y para flashear a lo bestia con un Samnee prendido fuego, que deja la vida en cada página. Ah, no me quiero olvidar de esto. Un pedido a los guionistas de Marvel: ya sé que Maria Hill no tiene tanta chapa como Nick Fury, pero por favor dejen de retratarla como una cínica hija de puta con menos códigos que un "periodista" de La Nación + a sueldo de Milei. Ya son varias las historietas en las que esto se me hace muy evidente, y me parece que es hora de aflojar un poquito con esa caracterización tan grotesca, tan falta de matices, para un personaje que merece la oportunidad de ser mínimamente querido por los fans, más allá de la pátina de ambigüedad que debe tener cualquier referente del palo del espionaje. Nada más. Nos vemos mañana y pasado en la Crack, y seguramente a la vuelta habrá nuevas reseñas acá en el blog.

lunes, 12 de agosto de 2024

LUNES A LA TARDE

Por fin un ratito para sentarme a escribir reseñas... Muy de pedo, cayó en mis manos un álbum de 1980 que recopila varios cientos de chistes de los que aparecían en la revista Playboy. Las fechas no están especificadas, pero yo sospecho que acá hay material de fines de los ´50 en adelante. En la época en la que me llamaba la atención la Playboy, los chistes me parecían chotos, primero porque no eran muy zarpados (al lado de los de la Hustler, por ejemplo) y segundo porque en vez de usar globos de diálogo, ponían los textos abajo de los dibujos, a modo de didascálicas. Eso es algo que de pibe me hinchaba mucho las bolas, me resultaba conservador, amargo y pechofrío, hasta que leí cosas como Why I Hate Saturn de Kyle Baker, o muchos años del Humor Petiso de Diego Parés. Ahora que ya no tengo ese prejuicio contra los chistes que no usan globos de diálogo, pude disfrutar un poco más de este trip a un pasado remoto en el que se podían hacer chistes que hoy resultan entre muy boludos y bastante machirulos. Lejos, lo que más me gustó son las páginas del maestro Jules Feiffer, porque (además de usar algo muy parecido a los globos de diálogo) al toque arma secuencias de imágenes y narra historias, pequeñas pero punzantes, que parecen puestas teatrales minimalistas. Sin dudas es lo más parecido a un comic con lo que te podés encontrar en este álbum. Hay una página dibujada como los dioses por el mítico Jack Davis, varios chistes del gran B. Kliban (que en los ´80 se haría famoso con sus chistes de gatos), dos chistes a página completa del glorioso Jack Cole (uno de ellos muy bueno) y bastante material de Gahan Wilson, otro autor con bastante trayectoria en el mundo del comic. Wilson se destaca entre esta multitud de dibujantes primero por su línea chunga, y después porque sus chistes, en lugar de volver una y otra vez sobre tetas, petes y garches, hablan de atrocidades, monstruosidades, crímenes de lesa humanidad, violencia y horror en todas sus formas. Algunos, además, son muy buenos. En ese océano de chistes de tetas, petes y garches, encontré también chistes mucho más light, que se podrían haber publicado tranquilamente en revistas argentinas de los años ´50, onda Rico Tipo o Tía Vicenta. Cuando se ven genitales masculinos, están "en descanso" y los genitales femeninos no aparecen nunca. O sea que estamos lejos de poder rotular a este humor como "pornográfico". Y además descubrí a dibujantes a los que no tenía en el mapa (porque no dibujaron comics) y me parecieron maravillosos. Destaco principalmente a dos: el austríaco Erich Sokol, dueño de un trazo sutil y bellísimo; y el estadounidense Alden Erikson, más cabeza, más salvaje, pero también muy capo. En general, el nivel promedio de los dibujantes es alto, pero estos dos me parece que se despegan bastante del estilo "hegemónico" y la rompen toda, por motivos distintos. No me reí mucho. No hubo ni... 10 chistes que me hicieran reir, lo cual entre más de 260 es un promedio muy bajo. Pero bueno, lo dicho: es un humor antiguo y muy light. Me sirvió (y por eso me lo guardo) para descubrir otra faceta de autores que me gustan (Feiffer, Cole, Wilson) y para flashear con los dibujos de bestias absolutas a las que desconocía por completo. Este es el Playboy Cartoon Album Vol.7, y ni en pedo salgo a buscar otros volúmenes.
Llegué al Vol.11 (y último) de 20th Century Boys, la extensa epopeya de Naoki Urasawa. La primera reacción es... ¿eso es un final? Menos mal que hay una secuela (21st Century Boys) en la que el autor retoma varias de las cosas que acá no cierran, porque si no, era para ir a buscarlo a Japón y rediseñarle la cara a trompadas. Es increíble cómo en el tramo final se simplifica todo, y aparecen resoluciones rápidas para conflictos y puntas argumentales de esas que en los primeros tomos requerían de cientos de páginas para avanzar unos pocos milímetros. Aún así, incluso en el último tomo, Urasawa dedica muchas páginas a presentar y desarrollar personajes cuyo aporte a la trama va a ser ínfimo, mientras siguen apareciendo flashbacks a la infancia de los personajes cuya conexión con lo que sucede en el presente es -como mucho- etérea. Pero por momentos el ritmo es frenético, como si la historia despertara de uno de los tantos letargos en los que se sumió y se pusiera las pilas para llegar "a horario" al final. Por supuesto no llega, quedan muchas cosas sin resolver o sin explicar, y ahí es donde no queda otra que ponerle fichas a la secuela. Pero hay acción, momentos cruciales, muy dramáticos, diálogos decisivos y -por supuesto- algún momento WTF?!?. La idea de vincular la pasión de estos chicos por el rock con su decisión de resistir a un gobierno totalitario me parece genial. Ahora, la de darle a una canción ese nivel de importancia a la hora de que la gran masa del pueblo despierte y se subleve... ya era insostenible en un comic de 20 páginas, y en uno de casi 5000 da vergüenza ajena. Toda la perorata en torno al robot gigante... también, al pedo, es algo que termina por no influir en lo más mínimo en la trama. Debajo de todas estas fumanchereadas, estiradas sin ton ni son hasta el infinito y más allá, subyace una buena idea. Pero tuvimos mala suerte: Urasawa no encontró en su co-equiper Takashi Nagasaki ni en el editor responsable de la serialización de este manga a alguien que le dijera "No, pará, no la compliques al pedo, simplificala, concentrate en un elenco más chico, no te vayas tan al carajo para explicar cosas que no van a ser relevantes para la trama...". Con el cadáver ya frío, uno entra en plan forense y empieza a ver todos los agujeros de bala que tiene 20th Century Boys, y la verdad que es una pena. Por la calidad del dibujo, por la fuerza de la narrativa, por el carisma de algunos personajes, por el mensaje que busca transmitir Urasawa... no sé, sobran motivos por los que uno quisiera que esta historia funcione mejor, dé menos vueltas al pedo y cumpla en el final un poco más de lo que promete en la previa. Obviamente no estoy para bajar el martillo antes de leer el verdadero final, pero así como está, el veredicto (provisorio) es que a 20th Century Boys le quedó muy grande el rótulo de Obra Maestra con el que se nos presentó, y las sospechas están todas puestas en el guion. Ni bien Ivrea publique en Argentina el tramito que agregó Urasawa a modo de continuación, prometo entrarle y dar el veredicto definitivo. Mientras tanto, voy a por el final de Monster, que por lo menos tiene la decencia de terminar en el último tomo. Este jueves arranca la Crack Bang Boom en Rosario, así que seguramente nos encontraremos por allá. Yo voy a estar solo jueves y viernes, que son los días que no te lleva puesto la horda demencial de cosplayers y gilada variopinta. Y ni bien pueda, vuelvo a postear acá en el blog.

jueves, 8 de agosto de 2024

TARDE DE JUEVES

Recién llego de dar una vuelta por la muy recomendable FED, ya provecho un ratito pre-siesta para redactar unas reseñas. Cuando me enteré de que David B. había publicado otro libro de historietas hechas en base a sus sueños, además de aquel que vimos acá el 11/04/18, me dije a mí mismo "el día que lo vea barato, me lo compro". Y efectivamente ese día llegó, y me hice con un ejemplar de Le Cheval Blême, un libro de 1992 que compila 15 historietas cortas en las que David B. lleva sus sueños y pesadillas al papel. Como ya estaba familiarizado con este tipo de relatos, por haber leído en su momento Los Complots Nocturnos, lo que más me sorprendió es la fecha: en 1992 la hoy legendaria carrera de David B. todavía estaba en pañales, pero el nivel artístico de sus trabajos ya era descomunal. Sobre todo el dibujo, la solidez de su trazo, el impecable equilibrio entre masas negras y espacios blancos, la infinita variedad de enfoques, el manejo magistral del claroscuro... cosas que no solemos ver en autores con poca obra a sus espaldas. Para 1992 David ya no era un pibito (tenía 33 años) pero estaba lejos de ser un consagrado. Era más bien uno de estos "raros autores nuevos" que empezaron a surgir después de que entrara en crisis el modelo de las revistas de antología, y que crecieron publicando en las márgenes de un mercado que se transformaba de modo tan rápido como incierto. También me gustó muchísimo cómo el autor trabaja algunos relatos en una grilla fija de cuatro cuadros iguales, lo cual lo obliga a sostener un ritmo muy marcado en la narración. Cuando trabaja sin grilla fija también logra resultados muy atractivos, sin salir de un esquema de puesta en página clásico. Esta vez las imágenes que plasma David B. en las historias no son tan truculentas como las que vimos en Los Complots Nocturnos, pero hay momentos bravos, en el que el peligro, la muerte, la violencia y hasta las torturas son elementos importantes en estos sueños traducidos al comic. Las historietas son breves, van de las dos páginas a las nueve, y siguen la lógica onírica, en la que cualquier cosa puede suceder sin necesidad de ninguna explicación racional. O sea que a los "argumentos" no se les puede pedir demasiado. Sin embargo, hay varios muy logrados, sueños que (procesados por el talento de un dibujante exquisito) se pueden narrar como buenas historias cortas, limadas y caprichosas, pero de innegable fuerza dramática. Si sos fan de David B., Le Cheval Blême es un muy lindo trabajo para revisitar los primeros años en su carrera, y sus primeras incursiones en el extraño mundo de los sueños hechos historieta.
Me voy a Estados Unidos, año 2022, cuando DC publica una antología de historias cortas autoconclusivas titulada DC´s Saved by the Belle Reve. Se trata de ocho aventuras de 10 páginas que tienen como temática común la educación y los establecimientos dedicados al aprendizaje. Veamos con qué me encontré. La primera historieta está ambientada en Gotham Academy, y me parece que tiene que ver con una serie que nunca leí. Los dibujos de Karl Kerschl me encantaron, y el guion de Becky Cloonan y Brenden Fletcher no me aportó absolutamente nada. En una de esas, había que conocer a los personajes para engancharse. La segunda es muy floja: Tim Seeley y Scott Kolins (dos profesionales de vasta trayectoria) rejuntan al Suicide Squad de la peli de James Gunn (Harley Quinn, Peacemaker, King Shark, Katana y the Weasel) para una aventura 100% en joda que no me movió un pelo. Ni siquiera me gustó el dibujo, y eso que soy muy fan de Kolins. La tercera levanta mucho la puntería: Peter Tomasi regresa a los Super Sons y (junto al muy buen dibujante Max Raynor) nos cuenta una historia breve pero intensa en la que Damian Wayne y Jonathan Kent se hacen amigos de un/a pibe/a no-binarie, que además explica qué significa ser no-binarie con una claridad asombrosa. En cuarto lugar aparece la historieta que más me sorprendió por su originalidad, por su agudeza y porque la escribe un guionista (Dave Wielgosz) del que jamás había oído hablar. Los protagonistas son Green Arrow y Speedy, la historia está ambientada en la época en la que Roy tenía 12 ó 13 años, el dibujo de Mike Norton es más que digno, y el resultado es una joyita sumamente recomendable si le tenés cariño a cualquiera de los dos arqueros. La segunda mitad arranca con una historia bastante pavota de los Tiny Titans, a cargo de Art Baltazar y Franco, que -de nuevo- juega con la formación del Squad de la peli de James Gunn. Lindos dibujos, el resto olvidable. Lo mismo me pasó con la aventura sombría, crepuscular, protagonizada por Azrael: el dibujo del querido cordobés Juan Ferreyra me detonó el bocho, mientras que el trabajo del ignoto guionista Dan Watters me resultó predecible e intrascendente. El librito cierra con una comedia ágil y eficaz protagonizada por Dick Grayson y Barbara Gordon, con un guion cumplidor de Andrew Aydin y muy lindos dibujos del chileno Nelson Daniel. Y dejo para el final la historieta de Black Lightning, que tiene los dibujos más flojos de la antología (a cargo de Craig Cermak) pero el guion de Brandon Thomas responde, tarde pero seguro, a la pregunta que todos los fans de DC nos hacíamos allá por 2001... ¿cómo carajo un héroe como Jefferson Pierce aceptó ser parte del gabinete que armó Lex Luthor cuando llegó a la presidencia de los EEUU? Bueno, esperé más de 20 años para enterarme, pero la respuesta no solo me cerró, sino que en un punto me conmovió. Si sos muy fan de Black Lightning, estas 10 páginas te justifican por completo la compra del librito. Tengo en el pilón de los pendientes varios especiales más de 80 páginas en formato antología, de los que editó DC cuando varios de sus personajes más famosos cumplieron 80 años. Ya llegarán. Nada más, por hoy. Gracias totales y nos vemos el jueves 15 y viernes 16 en la Crack Bang Boom, en Rosario. Antes de eso seguramente habrá algún posteo más acá en el blog, y -como siempre- algún video nuevo en el canal de YouTube de Comiqueando, que está on fire.

lunes, 5 de agosto de 2024

ENTRE FRANCIA Y JAPÓN

Por fin tengo un ratito para reseñar un par de libros que leí en estos días. Uno es de un mangaka japonés que cuenta una historia ambientada en Francia y otro es de un autor francés que publica en Japón. Empiezo con el Vol.8 de Innocent, un tomito absolutamente fundamental para esta serie creada por Shin´ichi Sakamoto. Acá avanza muchísimo el arco argumental centrado en María Antonieta, la princesa austríaca que llega a París para casarse con Luis Augusto, el príncipe de Francia. Sakamoto le va a dar un relieve increíble a este personaje, y la va a vincular muy hábilmente con Marie-Joséphe Sanson, quien para esta altura de la serie ya creció tanto dejó de ser un personaje secundario y ahora co-protagoniza la serie con su hermano Charles-Henri. Todas las tramas se profundizan de manera armónica, sin descuidar ni las escenas románticas, ni la intriga palaciega, ni esa arista "de denuncia" en la que el autor subraya con increíble agudeza las enormes diferencias sociales entre estos reyes y su corte de aristócratas y un pueblo andrajoso que se caga de hambre. Hasta ahora, uno de los temas centrales de Innocent era el cuestionamiento a la idea del crimen, la justicia y el castigo tal como la entendían estos nobles acomodados de fines del Siglo XVIII, pero acá ya aparece con fuerza el tema de los géneros fluídos. Marie-Joséphe (ya una señorita de 19 años) aparece como un personaje de sexualidad ambigua, que se viste como y se comporta como un varón, y además se suma un personaje nuevo, el Chevalier d´Eon, que es hombre pero se viste y actúa como mujer, una especie de versión "en espejo" de Lady Oscar, la protagonista de La Rosa de Versalles, el hiper-clásico de Riyoko Ikeda. El sexo tiene bastante importancia en este tramo de la obra, y está retratado de manera muy original, entre dramática y fina, por la pluma maestra de Shin´ichi Sakamoto. No voy a hablar de nuevo de los prodigios gráficos de este mangaka y su equipo de asistentes, pero sí subrayar de nuevo el ritmo ultra- descomprimido del relato, que le permite a Sakamoto meterle poesía y emoción a todo tipo de escenas, incluso a las ejecuciones más truculentas. El hecho de que tanto Marie-Joséphe como Charles-Henri son verdugos esta vez es crucial para la trama, a tal punto que las diferencias "de estilo" entre ambos, y la compleja rosca palaciega en la que se ven envueltos, los lleva a enfrentarse en un duelo que ocupa el tramo final del tomo y que yo jamás me vi venir. Sin dudas es el pico de tensión en lo que va de la serie, y menos mal que tengo ahí en el estante el Vol.9, por si me mata la ansiedad de saber cómo carajo se resuelve. ¿Puede llegar a morir uno de los dos hermanos? Sí, porque el Vol.9 es el último. Sin dudas es el momento de arriesgar fuerte. Y lo que no llegue a pasar en ese tomo (la mismísima Revolución Francesa, ya a esta altura, dudo que llegue a entrar en las próximas 200 páginas) quedará para la secuela que -si no me equivoco- Ivrea todavía no anunció. Picantísimo y adictivo, Innocent es un manga realmente único, por su apabullante belleza visual, por lo bien que retrata una época fundamental de la Historia de Occidente y por el trabajo magistral de Shin´ichi Sakamoto en la construcción de estos personajes y los conflictos en los que los envuelve. Lo recomiendo a full y prometo liquidarme el último tomito en las próximas semanas.
La Republique du Catch no es un manga, pero casi, porque es una historieta del ídolo francés Nicolas De Crécy, originalmente serializada entre 2014 y 2015 en las páginas de la antología japonesa Ultra Jump, de la editorial Shueisha. De todas las concesiones que podría haber hecho De Crécy para conquistar al público japonés, hace una sola, que es entregar 25 páginas por mes, una cantidad inusitada para los autores franceses. Pero no se nota, no son páginas a las que se les vean las costuras, ni el apuro por sacarlas con fritas. El dibujo del maestro está al altísimo nivel de siempre, su imaginación es siempre fértil, generosa, su particular forma de dibujar los edificios, su magia para aplicar los grises, su línea chunga... todo lo que nos hace amar a este monstruo del Noveno Arte está presente en La Republique du Catch y en todo caso la diferencia es que De Crécy piensa en un formato más chico (el del tomo japonés) y por eso no hay páginas de 10 ó 12 viñetas, como cuando trabaja para las editoriales francesas. Las páginas rara vez tienen más de siete cuadros, y a veces tienen solo dos o tres, pero son cuadros complejos, repletos de elementos visuales o de líneas con las que De Crécy define las texturas y la iluminación con su habitual maestría. La trama se apoya principalmente en el carisma y la onda de los personajes y -como en otras obras de De Crécy- arranca tranqui y rápidamente empieza a incorporar elementos surrealistas que rompen la lógica del género aventurero. Todo el relato se estructura en torno a un enfrentamiento entre buenos y malos (en el seno de una misma familia), pero pasan cosas tan limadas que uno nunca sabe para dónde puede rumbear la cosa. En un momento, el protagonista (Mario) suma como aliados a una banda de freaks entrañables, con unos poderes loquísimos, que parecen una sucursal de la Doom Patrol de Grant Morrison. Las peripecias se suceden, los personajes se acumulan en un bando y en el de enfrente, hay revelaciones impactantes, muertos que no están tan muertos, situaciones delirantes al borde de la carcajada, momentos de más violencia y más intensidad dramática y un pingüino que toca el piano como los dioses. El mundo alocado, enrevesado, profundamente idiosincrático de De Crécy cobra una vida espectacular en estas páginas, narradas a un ritmo muy ágil, casi hipnótico, casi como si fuera el storyboard de una película, pero con un trazo infinitamente más rico en detalles. La única cagada es el punto en el que De Crécy decide terminar la obra: el plan de los villanos fracasó, pero está claro que perdieron una batalla, no la guerra. Y en las últimas páginas los vemos urdir un nuevo plan... que no sabemos si va a triunfar, o siquiera si se va a llevar a cabo, porque en la página 216 llega el punto final. La Republique du Catch es una de esas obras que no necesitan un final definitivo para pasar a la historia, porque acumula tantos méritos a lo largo de su devenir, que la verdad que ver morir a Mario, o a Enzo, o a cualquiera de los secundarios, no aportaría mucho más de lo que ya nos dio la saga. Dudo mucho que la decisión de cortar la historia ahí responda a una intención de De Crécy de lanzar eventualmente una secuela: lo más probable es que los editores japoneses le hayan dicho "hasta acá llegamos, cerrá todo lo que puedas", y el francés se cagó en ellos y cerró poco y nada. Pero es una conjetura mía. Recomiendo mucho esta obra (que tiene edición en castellano) a los fans del glorioso Nicolas De Crécy y a quienes les resulte atractiva la atípica combinación de "autor francés que trabaja para una revista de manga contratado por editores ponjas". Nada más, por hoy. Gracias totales, nos vemos pronto, y si son fans de DC Comics, no se pierdan el regreso de Distinguida Competencia, el podcast que hacemos con Gonzalo Ruiz.

jueves, 1 de agosto de 2024

EDITOR SE BUSCA

Tengo para reseñar dos libros bastante distintos entre sí, pero con algo en común: son obras en las que los autores tienen total libertad para hacer lo que se les canta, y la desperdician. Cazador Sagas: Viajes Inesperados es un tomo de 2022 en el que la editorial Deux republica viejos episodios de Cazador de mediados de los ´90, ahora en blanco y negro. Son tres historias largas y una corta, todas a cargo de Jorge Lucas y Claudio Ramírez, dos dibujantes de gran talento que -inexplicablemente- no cosecharon más éxitos una vez que se terminó aquel furor que fuera Cazador. Esto arranca con una historia corta que repasa el origen del personaje, muy bien dibujada por Lucas y narrada "en serio", sin. chistes ni puteadas. Y después hay tres aventuras bien de machaca, con muchas puteadas, mucha violencia y poca profundidad. En la primera, Cazador es transportado al Lejano Oeste, donde visita y parodia todos los tópicos de ese género. En la segunda, aparece en el Ulster, en la época de Cuchulainn, donde combate junto a los antiguos guerreros celtas contra poderosos enemigos, entre ellos dragones y hechiceras. Y finalmente, tenemos una aventura en la que Cazador queda en el medio de una batalla entre ángeles y demonios, visita el Cielo y el Infierno y conoce a Dios y al Diablo. La segunda es una historia de palo y palo, donde todo pasa por el combate y el humor aparece solo en los diálogos groseros del protagonista, mientras que las otras dos son claramente sátiras, en las que los autores se cagan de risa de todo y meten chistes groseros (y algunos medio boludos) prácticamente en todas las viñetas. En general, está todo muy bien dibujado (con "homenajes" a monstruos como Berni Wrightson, Frank Frazetta y Simon Bisley, más algunos dibujos copiados de fotografías), más allá de que, al ver las páginas en blanco y negro, se nota muchísimo que los fondos escasean más que los dólares en el Banco Central. No es todo parejo: hay páginas en las que se ve un esfuerzo, un compromiso, que no está presente en todo el libro. Y ahí es donde hubiese estado bueno que apareciera un editor que les dijera a Lucas y Claudio que dibujen más fondos, que aflojen con las páginas de una sola viñeta, que les corrija las faltas de ortografía que ensucian los diálogos, que agregue los signos de puntuación que faltan en casi todas las páginas, que no afanen de manera tan alevosa dibujos de otros colegas... Un poco de orientación, para que el resultado sea un poco más consistente. Así como están, son aventuras ultra-violentas con chistes groseros, que probablemente impacten a los pibes de 12 ó 13 años, pero no mucho más. Si sos lector de comics, la aventura de "la guerra del Cielo y el Infierno" ya la viste hace mil años protagonizada por Lobo, y la sátira al clásico western ya la leíste en ocho millones de historietas. Pero la gracia de Cazador (por lo menos en los ´90, cuando se distribuía en todos los kioscos del país) era que llegaba a otro público, que en su mayoría no leía otros comics, por eso esto resultaba novedoso y original. Casi 30 años después y leído por un consumidor extremo de historietas, el atractivo de estas historias se reduce a unos cuantos dibujos muy bien logrados, que se disfrutan a full incluso en blanco y negro.
Me voy a Estados Unidos, año 2008, cuando reaparece Madman en la editorial Image, con una serie llamada Madman Atomic Comics, cuyo tercer y último tomo vimos el 27/09/22. A la hora de lanzar la revista (y después de seis o siete años alejado del personaje), Mike Allred entiende perfectamente que esto lo va a comprar gente que jamás leyó un comic de Madman y se le ocurre una idea brillante para que el nº1 funcione como una re-introducción de Frank Einstein y su mundo, atractiva para el que conoce lo anterior e hipnótica para quien se engancha por primera vez. Pero le sigue un nº2 en el que no se resuelve nada y la historia prácticamente no avanza, y un nº3 en el que Allred demuestra su talento desmesurado para el dibujo (con homenajes a un centenar de historietistas de distintos países y distintas épocas) pero tampoco aclara nada de lo que sucede. Ahí ya tendría que haber alguien que le diga "Bajá un cambio, maestro. Todo muy lindo, unos divagues existencialistas maravillosos, dignos de Jim Starlin en Warlock, un experimento visual glorioso, pero se supone que la gente lee esto para que le cuentes una historia". Y en los cuatro números que completan este libro (que llega hasta el nº7) hay una especie de trama bastante fumanchera, que me hizo acordar a un comic de Moebius, de esos que mezclan misticismo con ciencia ficción. Hay viajes interplanetarios, un árbol que está vivo y ve cosas, un villano cósmico hiper-poderoso, una excusa medio absurda para que Madman comparta el protagonismo con los Atomics y un final con cierto vuelo poético, también muy raro, narrado con unos dibujos fastuosos a lo largo de 26 páginas sin textos. En total, el libro consta de 162 páginas, en las que Allred desarrolla un argumento que se podría haber contado tranquilamente en una novela gráfica de 72 u 80. Acá hay espacio para escenas de acción (varias de las cuales no aportan nada a la trama), escenas románticas, escenas introspectivas, escenas lisérgicas, pero todo parece puesto más en función de mostrarnos lo bien que dibuja Allred que en función de un relato potente. Me encanta cómo el autor nos invita a meternos en la cabeza del personaje para entenderlo y quererlo cada vez más, me derrito de emoción con esos dibujos (y los colores que aporta Laura Allred), me vuelvo loco con esas puestas en página imposibles y me divertí un montón jugando a identificar a los muchísimos autores cuyo trazo Allred reproduce en las distintas viñetas del nº3. Pero de nuevo, como cuando leí el Vol.3, me quedó gusto a poco en materia argumental. Veremos cómo me va con el Vol.2. Espero no llegar a la conclusión de que no fue una buena idea relanzar a Madman en el Siglo XXI, porque estoy hablando de un autor y un personaje que en los ´90 jerarquizaron como pocos al Noveno Arte y a mí, en lo personal, siempre me hicieron muy feliz. Ni bien tenga más material leído, nos reencontramos con nuevas reseñas, acá en el blog.