el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 12 de agosto de 2024

LUNES A LA TARDE

Por fin un ratito para sentarme a escribir reseñas... Muy de pedo, cayó en mis manos un álbum de 1980 que recopila varios cientos de chistes de los que aparecían en la revista Playboy. Las fechas no están especificadas, pero yo sospecho que acá hay material de fines de los ´50 en adelante. En la época en la que me llamaba la atención la Playboy, los chistes me parecían chotos, primero porque no eran muy zarpados (al lado de los de la Hustler, por ejemplo) y segundo porque en vez de usar globos de diálogo, ponían los textos abajo de los dibujos, a modo de didascálicas. Eso es algo que de pibe me hinchaba mucho las bolas, me resultaba conservador, amargo y pechofrío, hasta que leí cosas como Why I Hate Saturn de Kyle Baker, o muchos años del Humor Petiso de Diego Parés. Ahora que ya no tengo ese prejuicio contra los chistes que no usan globos de diálogo, pude disfrutar un poco más de este trip a un pasado remoto en el que se podían hacer chistes que hoy resultan entre muy boludos y bastante machirulos. Lejos, lo que más me gustó son las páginas del maestro Jules Feiffer, porque (además de usar algo muy parecido a los globos de diálogo) al toque arma secuencias de imágenes y narra historias, pequeñas pero punzantes, que parecen puestas teatrales minimalistas. Sin dudas es lo más parecido a un comic con lo que te podés encontrar en este álbum. Hay una página dibujada como los dioses por el mítico Jack Davis, varios chistes del gran B. Kliban (que en los ´80 se haría famoso con sus chistes de gatos), dos chistes a página completa del glorioso Jack Cole (uno de ellos muy bueno) y bastante material de Gahan Wilson, otro autor con bastante trayectoria en el mundo del comic. Wilson se destaca entre esta multitud de dibujantes primero por su línea chunga, y después porque sus chistes, en lugar de volver una y otra vez sobre tetas, petes y garches, hablan de atrocidades, monstruosidades, crímenes de lesa humanidad, violencia y horror en todas sus formas. Algunos, además, son muy buenos. En ese océano de chistes de tetas, petes y garches, encontré también chistes mucho más light, que se podrían haber publicado tranquilamente en revistas argentinas de los años ´50, onda Rico Tipo o Tía Vicenta. Cuando se ven genitales masculinos, están "en descanso" y los genitales femeninos no aparecen nunca. O sea que estamos lejos de poder rotular a este humor como "pornográfico". Y además descubrí a dibujantes a los que no tenía en el mapa (porque no dibujaron comics) y me parecieron maravillosos. Destaco principalmente a dos: el austríaco Erich Sokol, dueño de un trazo sutil y bellísimo; y el estadounidense Alden Erikson, más cabeza, más salvaje, pero también muy capo. En general, el nivel promedio de los dibujantes es alto, pero estos dos me parece que se despegan bastante del estilo "hegemónico" y la rompen toda, por motivos distintos. No me reí mucho. No hubo ni... 10 chistes que me hicieran reir, lo cual entre más de 260 es un promedio muy bajo. Pero bueno, lo dicho: es un humor antiguo y muy light. Me sirvió (y por eso me lo guardo) para descubrir otra faceta de autores que me gustan (Feiffer, Cole, Wilson) y para flashear con los dibujos de bestias absolutas a las que desconocía por completo. Este es el Playboy Cartoon Album Vol.7, y ni en pedo salgo a buscar otros volúmenes.
Llegué al Vol.11 (y último) de 20th Century Boys, la extensa epopeya de Naoki Urasawa. La primera reacción es... ¿eso es un final? Menos mal que hay una secuela (21st Century Boys) en la que el autor retoma varias de las cosas que acá no cierran, porque si no, era para ir a buscarlo a Japón y rediseñarle la cara a trompadas. Es increíble cómo en el tramo final se simplifica todo, y aparecen resoluciones rápidas para conflictos y puntas argumentales de esas que en los primeros tomos requerían de cientos de páginas para avanzar unos pocos milímetros. Aún así, incluso en el último tomo, Urasawa dedica muchas páginas a presentar y desarrollar personajes cuyo aporte a la trama va a ser ínfimo, mientras siguen apareciendo flashbacks a la infancia de los personajes cuya conexión con lo que sucede en el presente es -como mucho- etérea. Pero por momentos el ritmo es frenético, como si la historia despertara de uno de los tantos letargos en los que se sumió y se pusiera las pilas para llegar "a horario" al final. Por supuesto no llega, quedan muchas cosas sin resolver o sin explicar, y ahí es donde no queda otra que ponerle fichas a la secuela. Pero hay acción, momentos cruciales, muy dramáticos, diálogos decisivos y -por supuesto- algún momento WTF?!?. La idea de vincular la pasión de estos chicos por el rock con su decisión de resistir a un gobierno totalitario me parece genial. Ahora, la de darle a una canción ese nivel de importancia a la hora de que la gran masa del pueblo despierte y se subleve... ya era insostenible en un comic de 20 páginas, y en uno de casi 5000 da vergüenza ajena. Toda la perorata en torno al robot gigante... también, al pedo, es algo que termina por no influir en lo más mínimo en la trama. Debajo de todas estas fumanchereadas, estiradas sin ton ni son hasta el infinito y más allá, subyace una buena idea. Pero tuvimos mala suerte: Urasawa no encontró en su co-equiper Takashi Nagasaki ni en el editor responsable de la serialización de este manga a alguien que le dijera "No, pará, no la compliques al pedo, simplificala, concentrate en un elenco más chico, no te vayas tan al carajo para explicar cosas que no van a ser relevantes para la trama...". Con el cadáver ya frío, uno entra en plan forense y empieza a ver todos los agujeros de bala que tiene 20th Century Boys, y la verdad que es una pena. Por la calidad del dibujo, por la fuerza de la narrativa, por el carisma de algunos personajes, por el mensaje que busca transmitir Urasawa... no sé, sobran motivos por los que uno quisiera que esta historia funcione mejor, dé menos vueltas al pedo y cumpla en el final un poco más de lo que promete en la previa. Obviamente no estoy para bajar el martillo antes de leer el verdadero final, pero así como está, el veredicto (provisorio) es que a 20th Century Boys le quedó muy grande el rótulo de Obra Maestra con el que se nos presentó, y las sospechas están todas puestas en el guion. Ni bien Ivrea publique en Argentina el tramito que agregó Urasawa a modo de continuación, prometo entrarle y dar el veredicto definitivo. Mientras tanto, voy a por el final de Monster, que por lo menos tiene la decencia de terminar en el último tomo. Este jueves arranca la Crack Bang Boom en Rosario, así que seguramente nos encontraremos por allá. Yo voy a estar solo jueves y viernes, que son los días que no te lleva puesto la horda demencial de cosplayers y gilada variopinta. Y ni bien pueda, vuelvo a postear acá en el blog.

2 comentarios:

Condoricosas dijo...

Andres,que tal, consulta tenes alguna reseña sobre usagi yojimbo?
Lo acabo de descubrir y con mis hijos nos copamos bastante .es de las pocas sagas de calidad y temática que vale la pena seguir .gracias

Andrés Accorsi dijo...

No, nunca reseñé Usagi Yojimbo. Leí bastante en los ´90, pero después me desenganché y no seguí con lo más actual.