el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 15 de abril de 2025

NOCHE DE MARTES

Le sigo dando átomos a la lectura del material que tengo pendiente, y ya tengo otros dos libritos que quiero reseñar. El primero es un álbum cortito, apenas 48 páginas, pero con bastante texto. Estamos en Francia, año 1983, pleno furor de la historieta para adultos y Les Humanoïdes Associés recopila en un hermoso tomito de tapa blanda varias historias cortas de Les Closh, los personajes de Dodo y Ben Radis que aparecían en la Métal Hurlant. Básicamente se trata de comedias breves, casi siempre con algún estallido de violencia, pero sin alejarse mucho de la senda del humor. Les Closh eran algo así como la versión "cheta" de Kebra, la rata pandillera y punk de Tramber y Jano. Siempre impecables en su apariencia, Les Closh son una banda de rock, pero a la que no le tiembla el pulso a la hora de interpretar boleros, jazz o rockabilly. Y al tener una cantante mujer, uno los asociaba mucho con Los Twist, que también usaban trajes y moñitos, y se las daban de irónicos. No todas las historias tienen que ver con que ellos son músicos. De hecho, la mejor dibujada del libro es una parodia de la famosa película "La Guerra del Fuego", en la que ellos son cavernícolas. Y la mejor escrita es una de espionaje y aventuras onda Blake & Mortimer, titulada "Le Citron Riz Jaune", intensa y divertidísima, también llena de guiños satíricos. Incluso hay una historieta en la que no aparecen Los Closh, que es una versión en tiempos ochentosos y en son de joda de la famosa aventura de Los Tres Mosqueteros en la que tienen que hacer aparecer las joyas de la reina. Esta pareciera ser una historieta más antigua que las otras, porque el dibujo no está tan logrado. Algunas de estas historias las recuerdo de cuando leía la edición española de Métal Hurlant, otras me parece que nunca se tradujeron al castellano, y en todos los casos me encontré con secuencias muy entretenidas, con personajes carismáticos que no siempre ganan, en general envueltos en situaciones cercanas y reales para cualquier grupito de jóvenes de los ´80. Al igual que en las historietas de Kebra, acá tenemos personajes muy humanos, pero con cabezas de animales: ratones, perros, cerdos... al punto que las últimas historias parecen estar ambientadas en el universo de Walt Disney, con apariciones de Gyro Gearloose y el propio Mickey. El dibujo de Ben Radis es fabuloso: expresivo, dinámico, prolijo, con constantes homenajes a la ropa y los autos de los años ´50, algo que en la época de oro de Métal Hurlant era moneda corriente y se veía también en la obra de autores como Ted Benoit, Yves Chaland y Serge Clerc. Y si bien toda esta estética está muy bien plasmada, Radis me impactó sobre todo con su interpretación de la prehistoria en la parodia de "La Guerra del Fuego", donde no hay autos ni corbatas ni edificios, pero sí unos instrumentos musicales resueltos con muchísimo ingenio. Como ya dije, me pareció la historieta mejor dibujada del álbum. No sé si me compraría más álbumes de Les Closh, pero sí me gustaría tener en libro otras obras de esta dupla, de la que hace muchos años que no tengo noticias y que en la adolescencia me hizo muy feliz.
Nos vamos a Estados Unidos, año 2019, cuando Mark Millar, poco antes de pelearse para el orto con la gente de Image, le agrega una gema a su corona con Prodigy: The Evil Earth, la primera (y creo que hasta ahora única) aventura de Edison Crane, el hombre más inteligente del mundo. Edison es una especie de hiper-bocho infalible al estilo Reed Richards, pero con una aptitud física y una adicción por el riesgo y la adrenalina que lo acercan más a un Batman o un James Bond. Una máquina de resolver problemas, con una memoria imposible, una capacidad de observación apabullante, una serenidad a prueba de balas y la empatía y la sensibilidad suficientes para utilizar todo esto (más ilimitadas cantidades de dinero que consigue casi sin esfuerzo) al servicio de quienes más lo necesitan. Edison Crane es el tipo que a todos nos gustaría ser. Un James Bond que no se pasa de canchero, un Batman que no se deja ganar por sus obsesiones, un Reed Richards que resuelve problemas reales y cotidianos para mejorarle la vida a la gente... Uno que ya está acostumbrado a los volantazos de Mark Millar (y a la mala leche que suele aparecer en las obras del escocés), estaba preparado para la revelación final, en la que Crane resultara ser el más cínico e hijo de puta de los villanos. Pero no, el autor lo mantiene noble y copado hasta el final. A lo largo de estos seis episodios, zafa de peligros y heridas muy extremas, y aún así todo resulta bastante creíble, simplemente por las asombrosas capacidades y conocimientos de los que hace gala Crane. Lo único que no me terminó de cerrar es la revelación de la identidad del principal villano. No hacía falta que fuera alguien a quien Crane conocía desde la infancia. Podría haber sido cualquier otro sorete, y nos ahorrábamos esa vuelta de tuerca que tensa innecesariamente el verosímil. El resto me encantó. El ritmo, los diálogos, la forma en la que Millar toca (bastante por encima, pero sin trivializarlos) problemas políticos y sociales del mundo real, la forma en la que te muestra lo jodidos que son los villanos, los momentos que elige para clavar los flashbacks al pasado del protagonista... Un verdadero deleite, repleto de sorpresas incluso para el lector muy curtido en las lides de la aventura extrema, a todo o nada. Al igual que en Huck (reseñado por acá un 16/06/20), Millar cuenta con los magníficos dibujos de Rafael Albuquerque, complementados a la perfección con los colores de Marcelo Maiolo. Más allá de alguna página en la que escasean los fondos, se nota que Albuquerque puso el alma en este trabajo. Hay paisajes hermosos, edificios complicados, naves con diseños futuristas, escenas en interiores que requieren mucho detalle y mucho cuidado en la composición, y por supuesto personajes expresivos, de gran plasticidad, que tienen que correr, saltar, nadar, volar o simplemente conversar durante varias viñetas sin que el lector se aburra. Albuquerque hace que todo parezca muy fácil y que todo fluya con mucha naturalidad, como si uno estuviera viendo una película... pero guarda: el comic es un comic, no es un storyboard con globos de diálogo. Gran trabajo de este notable autor brazuca que hoy es garantía absoluta de solvencia y jerarquía. Prodigy es una lectura original y atractiva, muy recomendable para los fans de las aventuras sin superpoderes ni elementos fantásticos muy limados. Y ni hablar para los fans de Millar o de Albuquerque, que los van a encontrar afiladísimos a ambos. Esto es todo por hoy. Se viene Semana Santa y por ahí los compromisos sociales me llevan a bajar un toque el ritmo de lectura y posteos, pero veremos cómo la piloteamos. Ojalá nos reencontremos pronto, acá en el blog.

lunes, 14 de abril de 2025

LUNES TRANQUI

Bueno, acá estoy de nuevo con un par de lecturas más. Simplemente porque lo vi obscenamente barato en una librería de usados (encima en un estado impecable) me compré Flock of Dreamers, una antología de 1997 que recopila 21 historias cortas a cargo de autores de ocho países distintos, todas basadas en sueños. Ya vimos varias obras en este blog en las que en vez de crear ficciones, los autores cuentan en forma de historieta cosas que soñaron. Suelen ser trabajos cortos, experimentales, de los que uno no espera nada a nivel guiones, desarrollo de personajes, etc.. El atractivo se limita a ver ideas limadas plasmadas de manera ingeniosa u original en la página. Y eso es, básicamente, lo que encontré en un puñado de las historietas que integran esta antología. Algunas no me brindaron ni eso, porque los dibujos son malísimos, o porque la inoperancia de los autores a la hora de armar la página o de equilibrar el texto con la imagen eclipsaron totalmente a la intriga o la extrañeza que generan las ideas. Thierry Guitard es un autor al que no conocía, que dibuja y narra muy bien. El inmenso Jim Woodring se excede un poco con la cantidad de texto, pero el dibujo es maravilloso. Me pareció interesante el aporte de otro autor al que no conocía, Bob Kathman, Y muy bizarro, muy extremo, pero sin dudas atrapante el breve relato de Luke Walsh, al que tampoco conocía y del que definitivamente quiero leer otras historietas. El maestro Aleksandar Zograf (al que tuve la suerte de conocer personalmente en 2006 y gastarlo sin piedad por el 6-0 de Argentina a Serbia y Montenegro de ese año) tiene una primera página flojita, y después levanta muchísimo, con una serie de viñetas en las que explica una técnica que desarrolló para poder recordar y dibujar sus sueños. Correcto lo de Pat Moriarty, muy notable lo de Rick Veitch (vimos todo un libro de historietas basadas en sus sueños el 01/07/16) y alucinantes esas seis páginas en las que me reencuentro con Francesca Ghermandi (de la que hablamos hace muy poquito), en un trabajo demoledor, realizado a cuatro manos junto a Massimo Semerano. Dejo de lado a unos cuantos muertos de frío que no tienen nada que hacer en un álbum de estas características, y paro un toque la pelota para hablar de dos autores hiper-grossos que acá dejan la vida en los dibujos, pero lamentablemente eligen no narrar. Lo de Robert Crumb son simplemente dibujos sueltos, acompañados de textos muy breves, y lo que entrega Danijel Zezelj son una serie de ilustraciones fastuosas, en un formato similar al de un cuento ilustrado. Hay una narración, pero pasa exclusivamente por el texto. Las imágenes acompañan y resaltan algunos pasajes de los textos. Técnicamente esto es de una belleza y una originalidad alucinante, pero a mí me gusta ver a Zezelj narrar con el dibujo. Lectura livianita, rápida, en un punto también despareja... y todavía no decidí si conservar este librito o deshacerme de él.
Me vengo a Argentina, año 2024, para reencontrarme con Antonio Mamerto Gil Nuñez, más conocido como “el Gauchito Gil”, en una nueva aventura escrita por el cordobés Juan Bertá (vimos una el 12/06/21), ahora con los dibujos de Pablo Burman. Me gusta cómo labura Burman, me vuelve loco esa atmósfera opresiva que logra con esas aguadas bien expresionistas, que me recuerdan al Viejo Breccia de la época de Perramus, me copa cuando de repente cambia de estilo y se va a una línea clara abigarrada, sobrecargada de detallitos onda Moebius, en este libro en particular me encantó su dominio de la puesta en página basada en viñetas widescreen... pero me parece que no era el dibujante adecuado para este guion. Ya me habia pasado antes, cuando leí La Bruja de Toska (ver reseña del 03/04/21). No lo veo al marplatense como un dibujante ideal para estos guiones tan clásicos, tan de aventura tradicional que podrían haberse publicado tranquilamente en la revista Skorpio. Sí para relatos más arriesgados, más experimentales, y más breves. El Cantar del Prodigio y el Insomne tiene un solo problema, que es su extensión: la trama que plantea Bertá para 72 páginas funcionaría mucho mejor en 48 ó 50. El resto está muy bien. Hay un misterio atrapante, conflictos muy humanos, que van más allá de la lucha entre Nuñez y el villano de turno, está muy bien aprovechada la ambienación en la Argentina rural del último tercio del Siglo XIX, la información está bien dosificada... Y bueno, para llenar 72 páginas con esta idea, Bertá opta por meter largas escenas de diálogos que ralentizan el ritmo del relato. Algunos diálogos sirven para produndizar en la psiquis de los personajes, y otros se hacen un poco tediosos. También hay algunas secuencias mudas que podrían no estar, aunque son momentos en los que generalmente brilla el pincel de Burman. Este mismo argumento, así como está, con esa impronta criolla y esos tintes shakespereanos, resumido para que ocupe menos páginas y con un dibujante más convencional, podría sostener una historieta realmente potente. Acá se ve una especie de tensión incómoda entre un guionista que quiere ser profundo, dramático y subrayar la humanidad de los personajes, y un dibujante que quiere volar, irse al carajo, dibujar personajes y paisajes a veces grotescos y a veces etéreos, de gran belleza plástica, pero que requieren una cierta decodificación por parte del lector. Y en general, la historieta funciona mejor cuando el guion y el dibujo bailan al mismo ritmo, tienen las mismas metas y tiran para el mismo lado. Nada más, por ahora. Gracias por leer y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas.

viernes, 11 de abril de 2025

VIERNES ATP

Después de la última incursión en el porno, hoy tengo para reseñar dos libros aptos para todo público en los que no se ve ni una teta. Empezamos con el cuarto y último tomo recopilatorio de The Batman Adventures, un masacote de casi 300 páginas donde tenemos los últimos ocho episodios de la primera serie regular (esos nunca los llegué a traducir para Perfil), más el Annual 2 y el glorioso Holiday Special. El Holiday Special es un verdadera delicia. Una antología con cinco historias cortas, todas escritas por Paul Dini y ambientadas entre el 1º de Diciembre y el 1º de Enero. Esta vez, en vez de ir a buscar a grandes figuras del comic para que dibujaran sus guiones, Dini trajo a los directores de la serie animada. Ya tenía clarísimo que con Bruce Timm formaba una dupla insumergible, y lo trae de vuelta para aventura de Batgirl contra Clayface muy divertida, con un ritmo infernal. También trae a Ronnie Del Carmen para una disparatada comedia de acción centrada en Harley Quinn, Poison Ivy y Bruce Wayne, en la que Batman aparece recién al final. Glen Murakami tiene a su cargo la historia más seria, más triste incluso, en la que Batman confronta con Mr. Freeze. En la serie animada, los episodios con Mr. Freeze solían tener un tinte más dramático, y estas 13 páginas van en esa misma línea. Timm y Dini co-escriben la infaltable aventura de Batman contra el Joker, que cuenta con los dibujos de Butch Lukic y Kevin Altieri, otros dos tremendos directores de animación. Y para el epílogo, Dini consigue a otro prócer de BTAS: Dan Riba. Esto no tiene desperdicio, realmente, y vale lo que pagues por todo el libro. Después tenemos más números de la serie mensual: el nº28 es un regreso muy divertido para el Joker y Harley Quinn, gran guion de Kelley Puckett dibujado con la habitual categoría de Mike Parobeck. En el nº29 tenemos al correcto Dev Madan como dibujante suplente, y lo vamos a ver en todos los números impares que nos quedan hasta llegar al 36. Puckett se manda un unitario intenso y sorprendente con Talia y Ra´s al Ghul. Ahora con Rick Burchett de dibujante suplente, el nº30 es un episodio centrado en Mastermind, mr. Nice y The Perfesser, en el que no aparecen los justicieros de Gotham. Otro hallazgo de Puckett, que se va a tomar unas vacaciones para volver más cerca del final de la serie. El nº31 es un unitario de Robin contra Anarky, un personaje que (lógicamente) nunca apareció en los dibujos animados. Tiene la particularidad de estar escrito por el creador de Anarky, el querido Alan Grant, y lleno de frases que ningún otro guionista se animaría a poner en boca de un superhéroe. En el nº32 vuelve Parobeck para dibujar un guion bastante menor de otro guionista invitado, Dan Raspler, al que le fue mucho mejor como coordinador o director de colecciones. El 33 es un excelente unitario, en el que pela chapa quien va a quedar como guionista titular en la siguiente serie mensual basada en BTAS: el canadiense Ty Templeton, otrora dibujante, en aquellos primeros números que vimos el 20/02/25. Y en el nº34 arranca una trilogía (la primera y única en esta serie) en la que se reúnen Puckett y Parobeck, más Templeton que colabora en algunos guiones. Los villanos son Hugo Strange y Catwoman, y pasan cosas tan locas que no se pueden creer. Pero es todo en serio, y está narrado de una manera muy emotiva. Gran cierre para una serie mensual que sostuvo una calidad notable entre 1992 y 1995, años poco felices para el mainstream superheroico. Pero al libro le queda una gema más. El Annual 2, con un plot obra de Paul Dini, Bruce Timm y Glen Murakami, guion del primero y dibujo y color de los otros dos. Podría ser tranquilamente un unitario de 22 páginas pero lo estiran a 44 y está bien, porque los dibujos son majestuosos. Es todo un gigantesco tributo a Jack Kirby, con Demon y Ra´s al Ghul en roles que eclipsan al propio Batman, con momentos muy oscuros, muy violentos, que en una de esas no podrían haber tenido cabida en una serie animada. Creo que este Annual y el Holiday Special es lo único que en esta lectura ya de cuasi-anciano me gustaron más que cuando las leí originalmente, con veintipico de años.
Y me voy a España, año 2008, cuando Dib-buks recopila en un hermoso álbum 44 planchas de Zorgo, la historieta que Luis Bustos publicaba todas las semanas en la recordada revista infanto-juvenil Mister K. Esto es brillante. Los guiones son ingeniosos, los personajes son queribles, los chistes son tremendos, hay diálogos bastante zarpados, las tramas no se repiten, Bustos nunca llega a la última viñeta obligado a rematar "en una baldosa" porque se le terminó el espacio de golpe, ni tampoco estira una idea mínima para llenar las (por lo menos) ocho viñetas que dibuja en cada entrega. El protagonista es un genio del crimen, un supervillano irredimible que quiere sojuzgar a la humanidad con sus máquinas diabólicas y sus mega-robots destructores. Sí, te va a hacer acordar todo el tiempo a los protagonistas de las películas Megamind y Despicable Me (o "Mi Villano Favorito")... pero ambas son de 2010, y esto es bastante anterior. Las aventuras (y a veces desventuras) de Zorgo dialogan con el comic clásico de superhéroes, de cuando los villanos eran genios científicos que construían artefactos imposibles para destruir ciudades, pero también con las pelis de agentes secretos tipo James Bond (rara vez en esta serie salen bien parados los agentes secretos) e incuso con las de monstruos gigantes, kaijus y demás bichos bizarros. Y Bustos juega además con el Lado B del supervillano: la vida cotidiana de Zorgo cuando no está tripulando mega-robots ni lanzando ultimatums contra los gobiernos del planeta. De acá también salen grandes momentos. Recomiendo mucho Zorgo a lectores de todas las edades y tengo entendido que hay más tomitos recopilatorios, así que intentaré conseguirlos. Bustos me parece un autor fenomenal, y ahora que descubrí la magia que tira en su vertiente infanto-juvenil, lo admiro más que antes. Hasta acá llegamos, por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.

martes, 8 de abril de 2025

OTRO TRIDENTE OFENSIVO

De nuevo se me juntaron tres libritos para comentar pero -una vez más- hay uno cuya reseña va a ser extremadamente breve. Imaginate que sos fan del comic franco-belga y de pronto encontrás en una mesa de saldos, a un mísero euro, una antología con historias completas firmadas por Moebius, Hermann, Jean-Claude Mézieres, André Franquin, Cosey, Michel Blanc-Dumont, Dany, Derib, Dupa y Jijé, con un prólogo de Morris, acompañado de un dibujo inédito de Lucky Luke. Primero te pellizcás para asegurarte de que no sea un sueño, después te fijás si no te enchastraste la ropa interior y después corrés a pagarlo antes de que te lo manotee algún otro avechucho. O por lo menos eso me pasó a mí cuando me cayó del cielo el Tintin Special Vol.5, una antología de 80 páginas toda enfocada en el género Western. Veamos con qué me encontré una vez adentro. Franquin aporta una sola página, genial, pero te deja con ganas de más. Moebius también, solo dos paginitas en las que relata un hecho real. Me parece que para cuando se editó esto (1979) el autor más exitoso del palo del western era Derib, y acá eso se nota por la cantidad de páginas (y hasta avisos) dedicados a Buddy Longway, su serie más popular. La historia corta "La part du chasseur" justifica ampliamente la chapa de Derib. Hermann también trae una historia corta de Comanche, que ya vimos por acá (mucho mejor coloreada) el 11/08/23. Dupa se despacha con una parodia de Buddy Longway protagonizada por Cubitus (creo que en Argentina se lo conoció como "Redondus"), Dany cuenta una gran historia en apenas dos páginas, Blanc-Dumont dibuja una historia ambientada en el Lejano Oeste, pero en el presente; la de Jijé son tres paginitas en joda bastante graciosas, la de Cosey (también ambientada en el presente) tiene un guion que no llega a desarrollarse en cuatro páginas, pero está dibujada a un nivel increíble; y la de Mézieres se hace medio ilegible por la cantidad de texto que mete en tres paginitas. Y después hay lindos complementos: tiras cómicas, juegos, algún cuentito ilustrado... y una historieta que me voló la cabeza: seis páginas en las que explota con fulgor incandescente el dibujo del belga Franz, un virtuoso que se hizo conocido por continuar con Jugurtha cuando la dejó Hermann, por dibujar el último álbum de Jerry Spring (el seminal western creado por Jijé), y sobre todo con la serie Le Décalogue. Impresionante trabajo, al nivel de los más grandes dibujantes que nos dio el western en el Siglo XX. No lo tenía a Franz entre los autores a rastrear y atesorar, pero claramente se subió a la (infinita) lista. Ahora me entero que falleció muy joven, a los 54 años. Un garrón. Tremenda antología, este especial de Tintin. Un auténtico All-Star Squadron de autores, personajes carismáticos, historias autoconclusivas, buen equilibrio entre aventuras y humor, y la enorme virtud de generar material apto para todo público sin faltarle el respeto al lector adulto. No te digo que me quiero poner a coleccionar todos los especiales de Tintin, porque debe ser un kilombo. Pero ganas no me faltan.
Muy breve mención para el Vol.7 de Dead Dead Demon´s Dededede Destruction, un tomo de transición, por no decir "un choreo para estirar innecesariamente la serie". Realmente, acá las tramas que plantea Inio Asano avanzan muy, muy poco. Hay mucho relleno, mucho slice of life pavote y apenas unas pocas secuencias en las que se tensa la relación entre Japón y Estados Unidos, en parte por la actitud bravucona y grotesca de una caricatura de ese anciano bravucón y grotesco llamado Donald Trump, que acá se llama "Padron". Me imagino que Asano habrá dibujado esto durante la primera presidencia de este personaje deplorable que hoy ocupa de nuevo el Salón Oval de la Casa Blanca. Como siempre, el dibujo es una maravilla y hay diálogos muy graciosos (notable traducción de Pablo Farías Alves). Lástima que, en el contexto de la historia mayor que narra la serie, este tomo aporte tan poco. Tengo un par más en la pila de los pendientes, así que prometo volver pronto a visitar a las pibitas de esta Tokyo que ya se acostumbró a convivir con una invasión alienígena.
Y terminamos en Argentina, año 2024, cuando se recopilan en un libro hermoso nueve historietas de temática sexual realizadas por Paula Boffo, la talentosa autora antes conocida como Sukermercado. Dos de estas historietas ya aparecieron en otras antologías reseñadas en el blog (31/05/18 y 14/07/19) y el resto provienen de revistas y de fanzines, de las cuales conocía algunas, pero otras no. Tener todo ese material junto en Satén Rosa Rosa es un golazo... aunque le sobra relleno. Un libro de 124 páginas para 105 páginas de hsitorieta es un poquito mucho. El nivel de las historietas es muy alto y muy parejo. Hay momentos en los que Boffo resuelve el color de una manera más simple, más básica, y otros en los que le pone efectos, texturas, juegos de iluminación alucinantes. Y el dibujo va en una espiral ascendente hasta llegar a la última historieta, la hasta ahora inédita Satén Rosa, que es -lejos- la mejor dibujada, con las secuencias mejor armadas y con más riesgo y más hallazgos en la puesta en página. Seguramente más que la apabullante calidad gráfica de Boffo, al lector promedio le llamará la atención la temática. Entre l@s autores actuales el porno no es un género muy difundido, y hasta pareciera que le escapan. Pero acá tenemos a una autora que, por el contrario, lo abraza, lo celebra, lo potencia. Las historias no son meras excusas para que los personajes garchen. Hay comedia, hay reflexión, hay vínculos y hasta hay momentos existencialistas. Pero en todas aparece, tarde o temprano, un protagonista excluyente que es el sexo. Con amor, sin amor, con forro, sin forro, con cinturonga, con calor, entre varones, entre mujeres, entre personas trans, en la cama, en el baño, en la calle, en un tren, de a dos, de a muchos... Satén Rosa Rosa aborda el garche desde muchos lugares distintos, y sorprende porque Boffo utiliza un dibujo muy amistoso, muy Cartoon Network, para narrar situaciones que por momentos se ponen espesas, turbias, y siempre -pero siempre- levantan la temperatura del lector. Al ser la más extensa, es lógico que Si Mojás Me Enciendo tenga el guion más elaborado y los personajes más tridimensionales. Pero todas las historietas tienen grandes momentos, tanto por su voltaje erótico como por los aciertos de Paula en el dibujo y la narrativa. Si te bancás historietas porno en serio, con primeros planos de genitales, eyaculaciones y penetraciones de todo tipo, te recomiendo enfáticamente que leas (con una sola mano) Satén Rosa Rosa. No tiene mucho que ver con la obra que consagró a Paula Boffo (Santa Sombra), pero es un libro realmente zarpado, donde la autora juega todo el tiempo al límite. Lo disfruté muchísimo y, si el objetivo era que me zumbara un rato la entrepierna, se cumplió con creces. Nada más, por hoy. Gracias totales y hasta pronto.

lunes, 7 de abril de 2025

DUCKS

Lo único que leí en todo el fin de semana fueron las 430 páginas de Ducks, la novela gráfica de la canadiense Kate Beaton que apareció en 2023 y se cansó de ganar premios. Una lectura durísima, por la extensión de la obra, porque abunda mucho el texto y por la densidad de lo que narra la autora. En general, cuando nos encontramos con obras como esta, es decir, con relatos autobiográficos en los que una autora pasa en limpio cosas muy heavies que le sucedieron, y aprovecha para denunciar un montón de injusticias, malos tratos, abusos y demás, queda muy en segundo plano algo que yo quiero traer al frente: el dibujo. Si bien Ducks tiene muchísimos argumentos para seducir y conmover al lector, el dibujo no es precisamente uno de ellos. Beaton había mostrado un gran nivel en sus trabajos más cortos, de perfil claramente humorístico. Pero ahora, cuando tiene por delante 430 páginas en un tono mucho más dramático, el dibujo aparece como segmentado en tres niveles muy distintos. Cuando trabaja con referencia fotográfica para mostrarnos paisajes o exteriores de edificios, la canadiense se revela como una ilustradora dotadísima, con un manejo precioso de las aguadas y una atención exquisita por los detalles. En un segundo nivel están las caras de los personajes femeninos, mucho más caricaturescas, que en los mejores momentos parecen dibujadas por Dupuy y Berberian. Y el resto, principalmente los cuerpos y las caras de los personajes masculinos, están en un tercer nivel, ya casi al borde de la catástrofe, entre Cathy Guisewite y las primeras temporadas de South Park. Hasta los personajes que deberían caernos bien causan rechazo de lo feos que los dibuja Beaton. Dibujar mal las caras en un comic que consiste básicamente en conversaciones entre los personajes es algo que resta tanto, que ni siquiera considero la posibilidad de que la autora lo haya hecho a propósito. Pero bueno, supongamos que la Kate Beaton que la rompía en Hark! A Vagrant no existe más, y que no queda otra que conformarse con esta que (en una de esas por apurarse para no tardar seis o siete años en terminar este mamotreto) dibuja a media máquina. ¿Qué nos queda? Sin salir de la faz gráfica, un muy buen tratamiento de los grises y una narrativa clara, ajustada, basada sobre todo en grillas clásicas de 3x3 y 3x2. Acá no hay saltos al vacío: la autora sabe que esto va a llegar a manos de gente que habitualmente no lee historietas y va a una puesta en página 100% tradicional y segura, a prueba de neófitos. Y el ancho de espadas con el que juega Beaton es el guion, la historia que tiene para contarnos. Como tantos jóvenes canadienses, la autora fue a estudiar a la universidad, que en ese país NO es gratuita. Si no la podés pagar, tenés que obtener un crédito, y devolver cada centavo una vez que te graduás, en plazos bastante exigentes, porque se supone que al toque conseguís un trabajo bien pago. Pero claro, Beaton estudió Artes y quería ser dibujante... ¿de dónde iba a sacar la plata para devolver el préstamo? Así es como termina por dejar su pueblo natal para viajar a las arenas petrolíferas de Alberta, donde unas cuantas mega-empresas extraen y procesan hidrocarburos. Para que te des una idea, es como nacer en Misiones y terminar laburando en Vaca Muerta. La crónica que nos ofrece Beaton de sus años en las arenas petrolíferas es desoladora. Imaginate laburar dos años en un lugar aislado, al fondo de la Loma del Orto, donde lo único que podés hacer cuando no estás laburando es cagarte de frío. Y encima, por ser una pibita de 22 años, atraés la atención de un montón de tipos (en las bases hay 50 tipos por mina) que están ahí aislados, aburridos y alzados. Solo por portación de vagina, Kate se va a tener que fumar a pajeros, desubicados y machirulos rancios que la van a encarar de maneras que van de lo insultante al abuso sexual liso y llano. El lugar, los compañeros, el trato que les brinda la empresa a los empleados, el lleva-y-trae de todos los días... nos sobran los motivos para renunciar, pero Beaton no puede hacerlo, porque necesita la guita para cancelar ese préstamo. Y entonces nos cuenta tooooda esa rutina desoladora y frustrante, a través de largos diálogos y anécdotas en su mayoría muy menores, que van armando este mosaico de aburrimiento, alienación y pesar. Como le sobran páginas, aprovecha para bajar línea acerca del impacto de esta actividad hiper-lucrativa en el medio ambiente, y cómo la envidiable facturación de la empresa repercute en un daño irreparable a la fauna, la flora y el suelo de la región. La verdad es que la idea está buenísima, y lo que tiene Beaton para contar es realmente interesante y hasta emotivo. Pero la denuncia, la descripción del sacrificio que hacen estas pibas por un salario digno y demás, pegarían mucho más fuerte en menos páginas. En 430 páginas entran y salen de escena tantos personajes secundarios, y se acumulan tantas situaciones que no tienen mayor relevancia para la trama, que en un punto uno siente que ya está, que ya alcanza y sobra, que no era para tanto. Después Beaton te mete otra escena memorable y te vuelve a conmover, o a indignar, o incluso a arrancarte una sonrisa irónica y se te pasa. Pero sin dudas, si Ducks tuviera menos páginas, sería mejor. En Argentina, leer sobre los padeceres de los pibes canadienses que quedan engrampados con una deuda monumental simplemente por haber aspirado a recibir educación de calidad en un ámbito universitario es -felizmente- raro. Incómodo, porque empatizamos con el sufrimiento de Kate y demás, y a la vez reconfortante, porque son problemas que -a menos que sigamos votando para el orto- nosotros o nuestros hijos nunca vamos a tener. Así que, si algún día sentís que se te acaban los argumentos para pelear por la educación universitaria pública, gratuita y de calidad, leé Ducks, y al toque se te recarga la batería.

viernes, 4 de abril de 2025

TRES OBRAS CORTAS

Empezamos Abril con una nueva tríada de libros para reseñar, en este caso todos muy cortitos. Empiezo en 1988, cuando el enorme Scott Hampton adapta en 48 páginas de historieta un relato de terror de Robert E. Howard titulado "Pigeons from Hell". Gráficamente es un trabajo muy bello, en el que Hampton capta a la perfección el clima del sur profundo de los Estados Unidos, y demuestra un sólido dominio de los tropos de horror gótico, tanto en las escenas del presente como en los flashbacks al Siglo XIX. Si a Howard lo asociabas exclusivamente con bárbaros que se cagan a espadazos contra monstruos y hechiceros en reinos imposibles tipo Cimmeria, acá te vas a encontrar con un escritor mucho más sutil, más pendiente de sugerir que de mostrar, que deja de lado la grandilocuencia en favor de la elaboración de una atmósfera más densa, más retorcida, en la que también hay lugar para reflexionar acerca de la historia (por ese entonces) reciente de EEUU. "Pigeons from Hell" fue escrita en 1934, cuando la emancipación de los esclavos negros y la Guerra de Secesión todavía estaban cerca, y si hablamos del sur profundo, y de criaturas fantasmagóricas o diabólicas que buscan venganza, el tema del maltrato sistemático a los esclavos seguro va a aparecer. También llama la atención el rol que Howard le reserva a los personajes femeninos, en una época en la que sus lectores eran muy mayoritariamente varones. La adaptación de Hampton, así como fascina desde lo visual, aburre un toque desde lo narrativo, porque -como ya vimos muchas veces- "se casa" con el texto original y reproduce extensos pasajes del mismo en enormes bloques de texto, repletos de figuras retóricas y demás firuletes literarios que no ayudan al fluir de un relato gráfico. Son pocos los pasajes en los que Hampton renuncia al bloque de texto y al narrador omnisciente y deja que la historia se cuente con la acción y con los diálogos. Entiendo que la idea es conservar esa build-up, esa construcción del suspenso, del clima asfixiante que había conjurado Howard con su prosa, pero me parece que la historieta ofrece otros recursos para generar esos mismos efectos, sin tener que anclarse tanto al texto original y volverse tan dependiente del mismo. Evidentemente, a Hampton no se le ocurrió cómo ponerlos en práctica y por eso el resultado es un poco frío, un poco blando y hasta logra que la adaptación se haga larga, aunque sean solo 48 páginas de historieta. Repito, dibujadas como los dioses. Pero por debajo de lo que podría haber dado este autor si se jugaba a una versión más visual y menos literaria de la (muy atractiva) obra del creador de Conan the Barbarian,.
Descubrí a Francesca Ghermandi allá por 1998, cuando una editorial italiana tuvo la buena idea de publicarle una historieta muda y distribuirla en muchos países distintos, entre ellos EEUU. La obra se llamaba Pastil, la conseguí en una convención de San Diego y, como me encantó y además no tiene texto, la "leí" varias veces. Después le perdí el rastro por completo, hasta que hace un tiempo encontré (creo que en Bélgica) Joe Indiana: Il Segno dei Cinque, un álbum de 1991, esta vez con texto, a todo color y con material que (me parece) fue originalmente serializado en una antología de Italia. Il Segno dei Cinque se compone de cuatro episodios interconectados, en los que cada tramo resuelve un plot, pero hay una trama mayor, que los engloba a todos y que se resuelve al final. En apenas 46 páginas, Ghermandi plantea, desarrolla y resuelve todo ese andamiaje argumental, y además nos presenta a los carismáticos protagonistas, que probablemente hayan tenido más aventuras además de esta: Joe Indiana, el ratón inteligente y mala onda, y su amigo Helmholtz, un chancho grandote bastante goma. El guion es un pastiche del típico comic de investigadores privados, pero ambientado en un mundo 100% cartoon, donde la violencia puede escalar sin mayores consecuencias (aunque acá hay personajes que mueren) y donde las ideas más delirantes se pueden insertar en la trama sin desentonar en lo más mínimo. Ghermandi tira ideas loquísimas y nos propone un mundo adulto, sórdido, a pesar de lo bello y amistoso del estilo visual. Son conceptos retorcidos, a veces perversos, que por momentos intersectan con la obra historietística de Dave Cooper, o con la literatura más salvaje de Sergio Bizzio, por poner un ejemplo medio extremo. En la faz gráfica, la principal influencia de la autora es -claramente- Lorenzo Mattotti, y esto se nota mucho más en una obra como esta, que incorpora el color. Y por supuesto, cuando vemos funny animals mutilados o manchados de sangre, enseguida pensamos en Massimo Mattioli, que está presente en Joe Indiana más en espíritu que en impronta visual. El color es sutil, hermoso, y permite ver el trazo elegante, plástico, lleno de onda e imaginación que caracteriza a Ghermandi. Y si detectás algún tropiezo menor en la narrativa, quedate tranqui que para cuando llegue Pastil, la autora va a haber mejorado HORRORES en ese rubro. Muy buen reencuentro con una grossa total del comic italiano, que nunca entenderé por qué no le llamó la atención a la gente de El Víbora para incluirla en la mítica antología española.
Y el recorrido por estas historietas de menos de 50 páginas termina con una de apenas 32 páginas, pero muy bien aprovechadas. Mauro Vargas se ve obligado a meter muchísima información, muchas viñetas chiquitas en cada una de estas páginas, y eso es parte de lo que hace tan intensa y tan divertida la lectura de El Jopo Mutante Ataca, incluida dentro del Vol.3 de la colección de historieta infantil Grandes Historietitas. El argumento es un delirio sin pies ni cabeza, pero Vargas se lo toma 100% en joda y le explota a fondo el lado bizarro e imposible. Además, lo combina muy bien con un costumbrismo argento que denota un gran poder de observación de la realidad de nuestros pibes y nuestras "familias tipo", como para que los lectores (nenes y nenas de hasta 9-10 años) conecten al toque con Marquitos y el resto del elenco protagónico. Cuando el autor "pone segunda" le juega todas las fichas a la acción, El Jopo Mutante Ataca te lleva puesto. Se convierte en un torbellino, un frenesí de gente, cosas y pelos en movimiento, plasmado con maestría por un animalito al que dibujar acción le sienta bárbaro. La aventura se descontrola, los chistes aparecen en los lugares menos pensados y de a poco se borra esa frontera entre "historieta infantil" e "historieta para todo público". La resolución también es bizarra, pero no mucho más que las de aquellas historietas de Stan Lee y Jack Kirby de fines de los ´50 en las que en las ciudades de EEUU aparecían monstruos y criaturas gigantes y rompían todo. Incluso si la historia de Marquitos y el jopo mutante no te atrapa en lo más mínimo, el dibujo y el color de Vargas hacen que valga la pena pegarle un vistazo a esta historieta... Son 15 minutos de sana diversión, y después quedás como un duque regalándosela a un hijo, sobrino, ahijado o mascota bípeda. Ojalá la excelente repercusión que tuvo El Jopo Mutante Ataca sirva para que en Argentina se empiecen a publicar otros trabajos de Mauro Vargas, apuntados al público adulto. Ahora sí, nada más. Nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.

lunes, 31 de marzo de 2025

OTRA VEZ DE A TRES

Hacía mucho que no se me juntaban tres libros para reseñar, pero es medio un engaña-pichanga, porque sobre uno de los tres pienso escribir un parrafito muy breve. Empiezo con un masacote de casi 400 páginas titulado Mi Vida Sexual y otros relatos eróticos, un compilado de historias cortas del infinito Shotaro Ishinomori, con material originalmente publicado en distintas revistas japonesas entre 1969 y 1975. En las reseñas de Hokusai (28/03/23) y Kuzuryu (21/10/24) mencioné el tema del sexo, y cómo aparece representado (o metido a presión) en las historietas de Ishinomori, así que una antología en la que el sexo y el erotismo ocuparan los roles centrales me pareció más que seductora. Hasta que leí las historias... La verdad que, salvo alguna que otra excepción, los guiones me parecieron flojos. Más allá de que la mirada sobre la sexualidad y la mujer atrase (es lógico, son obras escritas hace más de 50 años en un país que por entonces era sumamente conservador y pacato en materia de sexo), esperaba encontrar algo más potente en materia de guiones. En las primeras historias se repite mucho la fórmula de un tipo que se topa con una mina espectacular, que parece regalada, y tras unos cuantos garches se revela que la mujer es en realidad... un androide, una alienígena, una masa de protoplasma que cobró vida, una sirena... en fin, todo un repertorio que parece sacado de las revistas tipo Strange Tales o Tales of the Unexpected que publicaba DC en los ´50 y ´60. Después, cuando Shotaro se despoja un poco de los elementos fantásticos, la cosa mejora bastante. El Carmesí de un Lejano Día es una historia fuerte, shockeante, pero muy adulta y muy original, a la que solo le falta un final más redondo. Utamaro es, probablemente, la más heavy del tomo, y esta sí, tiene un final impactante e impredecible. ¡Ahi va el caballo! se sostiene en una serie de casualidades un toque inverosímil, pero logró atraparme y tenerme en vilo hasta que -al final- se resuelve el misterio de manera satisfactoria. Y de la última tanda de historias, todas aparentemente reales, llamadas (como el libro) "Mi Vida Sexual", rescato una sola, Sexo Aberrante, porque hay un personaje MUY bien desarrollado y porque Ishinomori se mete con un aspecto de la sexualidad que hasta ese punto no había explorado. Si me dejás elegir las mejores 120 páginas de este libro, te armo un LIBRAZO, porque me quedo con esas cuatro historietas, que me parecieron tremendas. Y si no, bueno... es un tomo en el que el principal atractivo pasa por lo visual, porque estamos hablando de un autor tocado con la varita mágica, que dibuja y narra a un nivel inconmensurable. Acá vamos a ver al Rey del Manga afianzado en un estilo espectacular, con puestas en página maravillosas, un ritmo totalmente hipnótico para contar las historias, un trazo versátil, donde conviven personajes definidos de manera más caricaturesca (por momentos me parecía estar leyendo una de Piturro, del maestro Julio Olivera) y escenarios majestuosos, retratados con un nivel de detalle que (como suele suceder en los mangas de Ishinomori) te hiela la sangre. Costumbrismo light, costumbrismo más sórdido, ciencia ficción, fantasía, relatos de ambientación histórica... a Shotaro no lo asusta nada, y detona en todas las historias un arsenal de recursos gráficos y narrativos solo comparables al del mejor Osamu Tezuka. Mi Vida Sexual y otros relatos eróticos es un libro lujoso, caro, al que lamentablemente pocos lectores tendrán acceso. Tranqui, ya se publicarán en nuestro idioma trabajos mejores de Shotaro Ishinomori que justifiquen más la inversión de guita, tiempo y espacio. Este tomo, con sus altibajos, sirve por lo menos para descubrir que entre los ´60 y los ´70 había un autor de un virtuosismo descomunal que no le sacaba el culo a la jeringa y abordaba, desde distintas ópticas, la temática del sexo en sus mangas. No es poco.
Hora de reencontrarnos con Fréderic Bézian, aquel impactante autor francés al que vimos en la reseña del 31/08/23. Pero ahora nos vamos mucho más atrás en su bibliografía, a 1989, cuando publica en Les Humanoïdes Associés un álbum que lo tiene como autor integral y se titula Adam Sarlech. Luego vendrán más álbumes de este mismo personaje (que nunca vi), pero este no solo es 100% autoconclusivo, sino que no desliza ni la más mínima sospecha de que es el puntapié inicial de una serie. Adam Sarlech es un drama intenso, incandescente, ido al mega-carajo, que se desarrolla en el seno de una familia acomodada de algún lugar de Europa, probablemente en el último tercio del Siglo XIX. Drama intenso, pero a nivel William Shakespeare, eh? Con personajes complejos, secretos fatídicos, gente que no es quien dice ser, y hasta un elemento fantástico, que son los supuestos poderes de los mellizos Ralph y Raphaelle para comunicarse con los muertos, y el trance en el que la familia tiene sumidos a sus sirvientes, para que no registren (no difundan) todas las atrocidades que se perpetran puertas adentro de la mansión. El guion está un poco sobrecargado, le sobren personajes y conflictos para un comic que tiene que resolverse en 56 páginas. Y evidentemente, este Bézian temprano (no primerizo, porque sus primeras obras son de 1982) todavía no tenía muy dominado el equilibrio que logrará más tarde. Entonces tenemos unas secuencias mudas, o con poquísimo texto, que son maravillosas, seguidas de otras en las que el autor nos bombardea con páginas de ocho viñetas chiquitas en las que todos los personajes hablan hasta por los codos y tiran en cada globito extensos soliloquios... que explican cosas que hubiese estado bueno mostrarnos de manera más visual. Algunas torpezas eran evitables (con menos personajes, por ejemplo), y casi todas quedan eclipsadas por lo mejor que tiene el álbum que es... el momento final, donde se revelan los secretos ocultos y nos enteramos quién es Adam Sarlech, de qué juega y cómo se conecta con esta extravagante familia. Y a la vez todo eso queda eclipsado por el dibujo de Bézian, que es fastuoso. El Bézian de fines de los ´80 una especie de Andreas pasado de rosca, con cosas del primer Lorenzo Mattotti, del primer Nicolás De Crecy, y hasta momentos aún más brutales, más para el lado del José Muñoz más zarpado o de Santiago Sequeiros. Fondos impactantes, personajes esperpénticos, hiper-expresivos, todo muy personal, muy deforme, muy raro y a la vez muy cautivante. Lo único que no me copó de la faz gráfica son esas viñetas en las que Bézian colorea todo el fondo con un rojo oscuro que a veces cubre también a los personajes. Eso le resta mucha claridad a la página, y hasta en algunos pasajes complica el fluir de la narrativa gráfica. No sé si preferiría leer la obra en blanco y negro, pero puede ser... En general a los monstruos del claroscuro se los disfruta más en blanco y negro, y acá Bézian tira mucha más magia con el pincel y la tinta que con la paleta de colores. Prometo más Fréderic Bézian para más adelante.
Y finalmente, en 2024 tuvimos un nuevo tomito de La Caja, la colección de libros que recopilan los chistes de Esteban Podetti, esta vez en una entrega más breve, con 96 páginas. Como había sucedido con el tomito dedicado a chistes sobre la pandemia de COVID-19 (reseñado el 18/10/22), esta vez hay un tema central que es la llegada al poder y el primer año de gobierno de "las fuerzas del Cielo", ese mamarracho de ultraderecha, ignorante, bizarro, violento, cruel y despiadado que rápidamente se convirtió en verdugo de su propia base electoral. Como todo idiota con poder, como todo delirante al que la gente encuentra carismático, Javier Milei resulta un blanco muy fácil para el humor afiladísimo de Podetti, quien tampoco exhibe la menor piedad para con estos lúmpenes de la política. Y sí, también hay muchos chistes con Adolf Hitler, pensados para resonar en el contexto argentino actual. A lo largo de chistes perfectamente autoconclusivos (hábilmente elegidos y puestos uno atrás de otro) el autor desarrolla una analogía -preocupante por lo acertada- entre el presente de nuestro país y la Alemania nazi, en clave de humor, pero del humor que te retuerce las tripas. Y después, muchos chistes sobre el impacto de las ideas libertarias en nuestra sociedad, sin personajes recurrentes, pero sí con estereotipos muy reconocibles, y casi siempre muy repudiables. Gran compilado de este capo absoluto del humor gráfico, al que jamás se le acaban las ideas, ni las ganas de ir a fondo con un mensaje -totalmente contrario al de Milei, sus esbirros y sus patrones- que comparto plenamente. Y ahora sí, nada más. Me fui al choto con la extensión de esta entrada, y prometo callarme la boca por unos días. Gracias y hasta pronto.

jueves, 27 de marzo de 2025

JUEVES DE JODA

Para reseñar hoy me tocaron dos libritos en joda: uno decididamente humorístico y uno de aventuras, pero con mucho margen para el delirio y el absurdo. Veamos. Empiezo en Brasil, año 1991, cuando se recopilan en un librito bastante croto (pero muy accesible) las tiras de Fagundes, un personaje creado por el entonces maestro (y hoy maestra) Laerte. Hay también unas poquitas tiras de O Grafiteiro, protagonizadas por un adolescente alzado que habla de sexo, y algunas más de O Síndico da Catástrofe, centradas en el administrador de un edificio con pésima leche. Pero el plato fuerte son las casi 100 tiras de Fagundes, un tipo bajito que se caracteriza por ser un chupamedias nivel Dios. En el contexto de una empresa que no sabemos bien a qué se dedica, Fagundes está ahí para alabar, consentir, defender y hasta acosar a sus jefes con elogios y reverencias. Básicamente, el humor de la tira pasa por ahí, por ir corriendo los límites de la obsecuencia y la genuflexión del protagonista más allá de lo imaginable, e incluso más allá de lo absurdo. En Brasil, a los lameculos les dicen "puxa saco", y esa expresión aparece una y otra vez en los chistes de Laerte, porque es, sin duda, la definición perfecta de Fagundes. En las tiras en que no están ambientadas en la oficina, o donde no aparece el jefe, Fagundes le chupa las medias a curas, milicos, policías y hasta a un chorro que lo asalta a mano armada. De alguna manera, Laerte se las ingenia para que a este personaje nunca le falte una figura de autoridad a la cual adular y rendirle pleitesía. El dibujo es sintético, dinámico, muy expresivo. Una mezcla muy atractiva entre Manuel Vázquez, Tabaré y Alberto Bróccoli, con mucha personalidad y un manejo apabullante del timing para la comedia. Obviamente hay chistes más graciosos que otros, pero en general, acá estamos frente a un gran trabajo de Laerte, que podemos encuadrar en la etapa posterior a la de su militancia en el underground más salvaje y más rupturista. Este es un Laerte más civilizado, no tan tranqui ni tan reflexivo como el que vimos el 12/01/24, pero menos ido a la mierda que el de la revista Circo, por ejemplo. Lamentable y predeciblemente, estas tiras solo existen en portugués aún hoy, cuando la figura de Laerte goza de un vasto reconocimiento fuera de Brasil. Y realmente no sé si en Brasil este material tuvo reediciones más actuales (y más cuidadas) o si para leer las tiras de Fagundes la única opción es conseguir de milagro este librito publicado hace casi 35 años. Yo, por suerte, lo encontré muy barato (y medio baqueteado) en una librería de usados de San Pablo.
Me voy a Estados Unidos, año 2017, para leer Circuit Breaker, una comedia de aventuras publicada por Image, a la que entré como un caballo porque está dibujada por Kyle Baker, ídolo absoluto. Después me encuentro con que el guion le pertenece a Kevin McCarthy, aquel al que vimos escribir bien, regular y mal en las antologías de The Escapist que publicara Dark Horse. No quiero decir con esto que si hubiese sabido que el guion era de McCarthy no lo compraba, eh? Además lo encontré en oferta, a un precio por el cual no le puedo decir que no ni a la peor de las bazofias que lleve la firma de Kyle Baker. Esta vez, a McCarthy se le ocurre jugar con los tópicos del manga: las peleas, los robots y las colegialas. Y ya que estamos, mete kaijus, ninjas, lo que venga. Circuir Breaker es un gigantesco homenaje al manga, en el que los autores meten cameos a lo pavote de Mazinger, Astroboy, Pokemon, Voltron, los Power Rangers, Tetsujin 28, el gatito Doraemon, Godzilla, Crayon Shin-Chan... y ya que estamos aparece un personaje igual a Richie Rich y robots con el diseño de los cylons, los villanos de Battlestar: Galactica. Hay cientos de guiños y referencias visuales, que incluyen -por ejemplo- a una decena de personajes de los que integraban el "elenco estable" de Osamu Tezuka y aparecían en muchas de sus obras en roles secundarios. No sé cuánto de esto estaba marcado en los guiones de McCarthy y cuánto viene del aporte de Baker, pero se nota que al autor de Why I Hate Saturn le causa mucha gracia impostar su trazo para dibujar como un mangaka y meter por todos lados esas referencias a mangas, animés y bizarreadas varias de la cultura ponja. Excepto cuando es imprescindible prodigarse en detalles, Baker dibuja a mano alzada, a los santos pedos, con una línea cuyo grosor va variando, pero que nos remite al toque al Tezuka más sintético, más despojado. Hay viñetas en las que se juega un poco más con sombras, texturas, masas negras, y hasta hay páginas en las que dibuja fondos, y no los resuelve simplemente con un salpicado o un esfumado de colores estridentes hecho en Photoshop. Y en la última página, dibuja... ¡al propio Tezuka! O más bien reutiliza la caricatura que el manga no kamisama solía hacer de sí mismo para darle rasgos al supuesto autor de un comic que tiene cierto peso en la trama de Circuit Breaker. En las portadas y en algunas splash-pages, Baker deja la vida y nos detona las retinas con una paleta de colores mucho más sutil y unas composiciones realmente preciosas. Pero la gran mayoría de estas páginas nos muestran al ídolo subido al carro de homenajear al manga, dibujar a velocidades supersónicas y esforzarse por que la acción y la propia expresividad de los personajes lleven adelante el relato. Y el guion es, como ya dije, una aventura con muchos momentos cómicos, rayanos en el disparate. Con elementos de ciencia ficción, de policial, de magia, de machaca superheroica... lo que haga falta para enganchar al lector, seguro está (probablemente muy simplificado) en alguna secuencia de Circuit Breaker. Sin ser una lectura que te cambia la vida, sin pretensiones de nada más que de cagarse de risa un rato, se trata de una lectura convincente, a la que se suma la rareza de ver a un monstruo como Kyle Baker jugar en un mundo que parece creado por Tezuka y que los fans del Dios del manga no asociamos ni a palos con este brillante creador estadounidense. Pero está la aventura, está la ternura, está el humor, está la mala leche, está el mensaje contra la discriminación del distinto... hay muchos conceptos típicos de los mangas de Tezuka que se nota que McCarthy y Baker aprendieron a la perfección y lograron trasladar a una obra que -más allá de cazar o no todas las referencias- cualquiera puede disfrutar. Y nada más, por hoy. Por ahí meto una entrada más antes de fin de mes, y si no, nos reencontramos en Abril con nuevas reseñas, acá en el blog.

lunes, 24 de marzo de 2025

FERIADO FINOLI

Bueno, pasó el vértigo de los Premios Cinder, pude aprovechar el feriado para descansar, y hasta me quedó una horita para reseñar los últimos libros que leí. Clafoutis Vol.6 es la sexta entrega de una antología muy cheta que se publica en Francia, en formato álbum, con lomo, 160 páginas y un papel de mega-lujo. Le dedican bastante espacio a la ilustración, pero es básicamente una antología de historietas, a cargo de grandes nombres de todo el mundo, que aportan trabajos autoconclusivos, algunos más experimentales y otros más clásicos. Está, por ejemplo, Manuele Fior, uno de los grandes autores italianos de la actualidad, que ensaya en dos páginas un relato muy original, con una puesta en página que transgrede con éxito la "gramática" normal de la historieta. Está también Jorge González, con una historia de cinco páginas, con mucho más clima que argumento, en la que cuenta en su particular estilo una mini-anécdota de la infancia de Diego Maradona. Jeremy Bastian (a quien no conocía) se manda un homenaje a Little Nemo in Slumberland en una página magnífica. Al español Pablo Auladell también le alcanza con una sola página para demostrar lo grosso que es, en un mini-relato poético y sugestivo, narrado en ocho viñetas de igual tamaño, dibujadas como la hiper-concha de Dios. Antoine y Guillaume Truillard, autores franceses a los que tampoco conocía, me sorprendieron con una hermosa historia de cuatro páginas protagonizadas por Diógenes y Alejandro Magno. De los autores que "narran raro", o que se preocupan más por mostrar que dibujan bárbaro que por contar una historia, creo que el que más me interesó fue Olivier Bramanti, con esas manchas y esas aguadas zarpadas. Otro excelente dibujante al que no conocía, y que por ahí necesitaba más páginas para desarrollar mejor lo que quería contar, es Przemyslaw Truscinski (andá a citarlo cuando discutas de comics con tus amigos ;)). Y la historieta más extensa, con 19 páginas, es la de la sueca Linnea Sterte, con bastante influencia del manga alternativo, tanto japonés como coreano. La trama arranca como un slice of life, pronto se enrarece con elementos fantásticos muy atractivos, y al final de nuevo es todo más tranqui, con buenos diálogos y un clima más intimista, más de comic de Adrian Tomine. Lo más impactante que me encontré en Clafoutis no fueron estos nombres actuales, de fuerte impronta autoral, sino que entre estas páginas aparecen una historieta del maestro Sergio Toppi que parece de los años ´80 (dibujada a un nivel increíble, pero con una narrativa puesta al servicio del dibujo, cuando debería ser al revés), y una gema del genial Alex Toth, que parece anterior, como de mediados de los ´70, seguramente realizada para una revista de Warren. La idea de mechar trabajos de dos próceres clásicos largamente fallecidos con material sumamente actual me pareció BRILLANTE. Compensa ampliamente esas páginas dedicadas a la ilustración, o a relatos ilustrados que no me mueven un pelo, e incluso la frustración de ver a dibujantes de gran talento con ganas de mostrar su virtuosismo (gráfico o plástico) en vez de contar buenas historias. No creo que vuelva a ver jamás un número de Clafoutis, pero este me lo guardo porque tiene material más que interesante y una calidad de edición superlativa.
Me vengo acá cerca, a Brasil, donde en 2024 se publica Muzinga, el nuevo libro de un autor recontra-capo como es André Diniz. Acá tenemos dos aventuras de este carismático personaje que se presenta como el hombre más viejo del mundo y dice tener cerca de 200 años. Muzinga recorre el mundo sin rumbo fijo, sobrevive como puede y se copa cuando descubre nuevas culturas, nuevos rincones del planeta (dicen que estuvo en lugares que no encuentra ni Dios con un GPS), o cuando aprende un nuevo idioma (según él, sabe más de 120 distintos). Pero las historias que Diniz tiene para contarnos van bastante más allá de las andanzas de un viejo medio chanta, hábil para el chamuyo y para meterse en problemas. Hay, además, una dimensión metafísica, que irrumpe en las historias y que tienen que ver con seres y lugares que exceden a los mapas que Muzinga conoce de memoria. Así, lo vamos a ver confrontar con una especie de tribunal compuesto por demonios, que lo va a juzgar sin miramientos, y en la segunda aventura va a acompañar a una mujer al mundo de los muertos. Todo esto, porque sí, para hinchar las pelotas. Muzinga quiere aprender un idioma ancestral, muy complejo, que muta todo el tiempo, y para eso necesita libros, códices tallados en cuevas y -finalmente- una especie de "upgrade espiritual" que le va a permitir comprender esa extraña lengua. Entonces se mete en estas gestas bizarras, donde -en una de esas- consigue más datos, más libros, alguien que le enseñe. Son aventuras de viajes alucinantes, donde por momentos se impone una lógica onírica, en la que puede pasar literalmente cualquier cosa. Diniz nos invita a pensar en la vida y la muerte, en qué significa aprender, madurar e incluso envejecer, en el amor por la cultura, por el descubrimiento de aquello que nos estaba oculto, en más de un sentido. Todo esto sin descuidar ni la acción, ni las peripecias locas, ni los diálogos, que combinan profundidad filosófica con las guarradas más prosaicas que puedas imaginar. Y lo más importante: el dibujo y la narrativa. Diniz inventa unas puestas loquísimas, muy sueltas, en las que o bien prescinde de los marcos de las viñetas, o bien los deforma para que sean curvas, semi-círculos, cualquier cosa. Arma la página de una manera absolutamente atípica, que -para mi sorpresa- funciona a la perfección y logra una fluidez notable en el relato, también sostenida por el hecho de que los personajes no hablan demasiado y que el texto es, en general, escaso. Y el dibujo es ZARPADO. Parece un dibujo animado de Samurai Jack, pero entintado por Eric Drooker o Peter Kuper. todo con un trazo brutal, de una fuerza expresiva aplastante, en el que Diniz combina claroscuro a todo o nada con unos grisados fascinantes, que le agregan muchísima profundidad a cada viñeta. Visualmente, esto es el famoso "hay que verlo para creerlo". Yo cuando lo vi, me caí de ojete. No esperaba encontrarme con una estética tan personal, tan potente, y menos tan funcional a una forma rarísima de narrar, que me cerró por todos lados. Obviamente me hice hardcore fan de André Diniz, quiero conseguir más obras suyas, y si hay algún editor argentino leyendo esto... Dale, ponete las pilas, buscá a este genio y comprale los derechos para traducir al castellano Muzinga, o cualquier otra obra suya. No hace falta editarlo en tapa dura y a todo culo como lo editó Comic Zone en Brasil. Pero hay que darlo a conocer, porque -posta- estamos ante un monstruo del Noveno Arte. Nada más, por hoy. Sé que me morfo seguro un "Cero Comments", pero me chupa un maple entero de huevos. Ni bien tenga más libros para reseñar, nos reencontramos acá en el blog. Y el miércoles a las 22:30, estoy en vivo en el canal de YouTube de Comiqueando con una nueva emisión de Agenda Abierta. Nos vemos por ahí.

miércoles, 19 de marzo de 2025

MÁS AVENTURAS

Allá por 1981, el glorioso Atilio Micheluzzi estaba en busca de su Corto Maltés. Tenía muy dominado el estilo gráfico de Hugo Pratt, podía clonar a la perfección su tempo narrativo, y hasta se daba el lujo de florearse un poco más en el dibujo, con angulaciones más arriesgadas y texturas más complejas, que remiten enseguida a las de otro capo de esta época como era Sergio Toppi. En este álbum de Rosso Stenton no hay el menor indicio del salto mortal que va a pegar Micheluzzi pocos años después, cuando se ponga la camiseta de la línea clara y adopte los yeites del Moebius más elegante. Por el contrario, todo permite suponer que el viraje de Micheluzzi iba a ser hacia el lado de un claroscuro más extremo, más hacia el estilo de José Muñoz. La ambientación de la aventura (Shanghai, mediados de la década del ´30) nos remite de inmediato a Corto Maltés, la página dividida en cuatro tiras también (aunque Micheluzzi no la va a bancar durante todo el álbum) y el ritmo al que avanza la trama durante las primeras... 20 páginas también, es muy de Corto Maltés. Pero después, Rosso Stenton impone su propia impronta, su propio ritmo. La trama se vuelca hacia una dinámica más de "palo y palo", con mayor énfasis en la acción y un vértigo en el que no hay lugar para esos silencios, esas pausas y esas reflexiones filosófico/ existenciales que caracterizan al personaje de Hugo Pratt. Se suceden, entonces, 30 páginas finales en las que hay saltos temporales de meses entre escena y escena, y en las que los protagonistas acumulan peripecias extremas, condimentadas con algunas pinceladas de humor y de romance. De a poco, Rosso Stanton pasa de ser un personaje prattiano a ser un personaje que le hubiese gustado imaginar a Robin Wood. Este álbum (titulado "Shanghai") tiene varias ediciones y la que conseguí yo (L´Isola Trovata, 1984) presenta la historieta a todo color, coloreada por el propio autor. Sospecho que alguna otra edición habrá conservado las planchas de Micheluzzi en blanco y negro, pero no lo puedo afirmar. No suma demasiado, el color. Son pocos los momentos en los que molesta, pero me parece que Micheluzzi no supo potenciar el dibujo con el color, sino -como mucho- acompañarlo decorosamente. Excepto en la portada, claro, donde la técnica utilizada es otra, y el resultado es mucho más atractivo. No conocía a Rosso Stenton. Caí en este álbum simplemente porque vi la firma de Atilio Micheluzzi y porque estaba muy barato. Pero me gustó el personaje, y el día que encuentre alguna otra de sus aventuras, trataré de sumarla a mi biblioteca. Esto es tan accesible, tan clásico y tan ganchero que además funciona como un inmejorable punto de entrada al universo de Micheluzzi para aquellos que todavía no descubrieron la obra de este increíble autor italiano.
Sigo adelante con los tomos recopilatorios de The Batman Adventures y me toca repasar el Vol.3, que empieza con el Annual 1. Este annual es muy importante, porque es la primera vez que se involucran con el comic los Padres Fundadores de la serie animada: Paul Dini y Bruce Timm. Dini aporta un puñado de historias muy centradas en los villanos, donde además se presenta a Roxy Rocket. Esa secuencia, la más extensa del annual, es la que dibuja Timm en un nivel superlativo. Pero además entran en escena otros dibujantes. Mike Parobeck, que ya demostró que podía generar un gran combo entre su propio estilo y la estética de BTAS, dibuja la historia del Ventriloquist, que no es gran cosa. Dan DeCarlo, legendario dibujante de los comics de Archie, tiene a su cargo la historia centrada en Harley Quinn, que está muy buena. El glorioso John Byrne modifica apenitas su icónico estilo para dibujar la mejor historia del annual, que es la que protagoniza el Joker. Y el que menos tiene que ver con la onda de BTAS, y que encima se fuma un guion medio pelo, es el enorme Klaus Janson, acá desubicado como chupete en el orto, porque lo meten en una publicación que claramente va para un lugar muy distinto al que uno asocia con este artista. Y después tenemos siete episodios autoconclusivos de los que aparecieron en la revista mensual de Batman Adventures, todos a cargo de Kelley Puckett y Mike Parobeck. El primero (nº21) es el más flojo, un kilombo sin pies ni cabeza, al que le meten una cantidad de personajes que no se pueden aprovechar ni a palos en las 22 páginas que dura la historia. El nº22 (como no podía ser de otra manera) tiene como protagonista a Two-Face, y es brillante. Probablemente lo mejor del tomo. Pero el 23 (con Poison Ivy) tampoco está nada mal. Es un muy lindo unitario, con un mensaje muy interesante, y que le da mucha chapa a la villana invitada. El nº24 está MUY bien dibujado, pero el guion es poco atractivo, una secuela muy predecible de un episodio menor de la serie animada. El nº25 trae el encuentro de Batman con Superman y Lex Luthor, en un episodio de 30 páginas. Más allá de algún que otro diálogo copado, el argumento es la nada misma, me despertó cero interés. El nº26 es una de misterio bien planteada y bien resuelta, con Batgirl y Robin en los roles protagónicos. Y el nº27 es un episodio raro, muy intenso, que nos invita a reflexionar acerca de la venganza, o en realidad acerca del rol que cumple la venganza en la identidad y en la vida de Batman. Y lo hace de un modo tan interesante, que el rol del propio Batman en la trama es muy menor, casi accesorio. Me falta un solo tomo para completar el repaso por esta serie que -de nuevo- creo que me gustaba más en los ´90, cuando descubría estas historias por primera vez, que ahora. Ojo, ahora me gustan. Pero antes me volaban la cabeza todos los meses, y cada relectura (sobre todo cuando me tenía que meter a fondo con cada diálogo y traducirlo para la edición argentina) era un placer inconmensurable. Hoy es un entretenimiento, no mucho más. Pero claro, me ponés dibujantes como Timm, Byrne o el propio Parobeck, y no me puedo resistir. Hasta acá llegamos. Nos reencontramos por acá ni bien tenga más libros para reseñar, o el sábado y domingo en Vuela el Pez, para compartir el evento de los Premios Cinder.

martes, 18 de marzo de 2025

HISTORIETAS DE AUTOAYUDA

Por esa magia caótica de los montañas donde se apilan los libros que tengo sin leer, en los últimos días me tocó entrarle a dos obras que se apoyan en un mensaje muy particular, vinculadas más a valores espirituales que a las clásicas aventuras de buenos contra malos. La primera se titula Aymará, se publicó en 2021 y es obra de dos autores brasileños: la guionista (que a veces también trabaja como ilustradora) Rita Foelker y el asombroso dibujante Laudo Ferreira. A lo largo de 90 páginas, Aymará nos cuenta cómo un viaje de vacaciones que emprende Ariel (una joven periodista de una revista de actualidad) junto a sus compañeros, se convierte en un viaje hacia el interior de ella misma, hacia su espiritualidad, hacia una percepción mucho más vasta de sí misma, de su rol en la vida, de su forma de vincularse con los demás, con la magia, con la muerte, con todo aquello que -en principio- no tiene demasiada explicación. A partir de su encuentro con un chamán, las lecturas, las reflexiones y hasta las experiencias psicotrópicas de Ariel van a cobrar otra dimensión, otro vuelo, que le van a permitir conocerse a ella misma de otra manera. También habrá conflictos fuertes, y hasta alguna que otra escena donde la violencia cobra protagonismo, pero están puestas ahí para que el comic no consista exclusivamente en diálogos. O por lo menos eso parece a primera vista. Después vamos a descubrir cómo ese tipo violento, cómo esa mina traicionera, son importantes para revelar verdades que Ariel va a necesitar en su viaje espiritual. Se nota que Foelker estudió el tema, porque además de bajadas de línea new age, ayahuasca y demás, habla de poetas como William Blake, novelistas como Aldous Huxley y filósofos como Ken Wilber, en amenos intercambios entre Ariel y Aymará, el chamán, que es claramente un indígena, pero conoce a la perfección todas estas teorías, conjeturas y fumanchereadas varias sobre la percepción, la conciencia y la conexión con el Más Allá. En un punto, resulta evidente que Ariel es básicamente un alter ego de la guionista, que pone en boca del personaje lo que ella quiere decir, en base a todo esto que investigó. Y ese es el talón de Aquiles de esta obra: se habla demasiado. Hay escenas mudas, hay unas doble-splash pages con poco texto, pero en general, es una obra muy hablada. Para compensar el posible embole que te puede generar tanta perorata (sobre todo si no te interesa el tema), tenemos lo que sin dudas es el principal atractivo de Aymará: el dibujo de Laudo Ferreira, un artista descomunal, con un grafismo muy emparentado con el de Marcos Vergara y un talento imposible para la narrativa gráfica. Ferreira es un mago del claroscuro, con un dominio absoluto de todas las posibilidades que entrega el blanco y negro puro. No tiene problemas en armar sus secuencias en cuatro tiras, con varios cuadros por tira, y tampoco en detonar nuestras retinas con imágenes alucinantes (e incluso alucinógenas, porque coinciden con los momentos en los que los personajes consumen sustancias "raras") que ocupan una página entera, o incluso dos. Ferreira no intenta ningún grado de realismo, pero el lenguaje corporal y facial de sus personajes (hiper plásticos, hiper expresivos) habla a las claras de un gran observador de la realidad. Conocí a Ferreira en la CCXP de San Pablo y hasta le compré este libro a él, en su mesa en el Artist Valley. Me arrepiento profundamente de haber comprado solo este, porque tenía varios más y -si están todos dibujados como Aymará- quiero tener TODO lo que haga esta bestia. Ojalá esta obra se traduzca al castellano y circule más allá del circuito brazuca, que es enorme, pero está muy limitado por el tema del idioma.
Allá por el 16/08/23, veíamos en este espacio el primer tomo de Distancia, ese "pseudo-manga" argentino en el que Jonatan Catalano oficiaba de guionista. Ahora me topé con El Puente, otro "pseudo-manga" argentino con la firma de Catalano, pero ahora el autor se hace cargo también de los dibujos... con resultados bastante poco convincentes. El Puente es una obra 100% basada en las emociones, y las expresiones faciales tienen un rol fundamental. Paradójicamente, es lo que peor dibuja Catalano. Y casi lo único, porque los fondos escasean más que los dólares en el Banco Central, y cuando aparecen autos o motos, se nota que están calcados o copiados de fotos. A aquel pecado original de Catalano, que fue publicar la primera parte de Distancia sin tener la menor idea de cuándo iba a salir la segunda, hay que sumarle uno más, que es haber dibujado él mismo un guion que requería capacidades con las que, a mi juicio, no cuenta. Lo mejor que tiene la faz gráfica es la aplicación de las tramas de grises, que están muy logradas. Después, las casi 115 páginas de El Puente se me hicieron largas, creo que porque pasan pocas cosas. No tiene esas típicas escenas de los mangas en los que desaparecen los textos a lo largo de varias páginas: texto, no falta nunca. Stef y el hombre del maletín (cuyo nombre no sabemos) hablan muchísimo, discuten, se cuentan cosas... mientras la acción sigue ahí, congelada en un único escenario como si se tratara de una obra de teatro con escaso presupuesto. En una síntesis grosera del argumento, podríamos decir que El Puente es un debate entre un tipo que planea suicidarse y una especie de pibita fantasma copada, que lo intenta disuadir. Entonces se habla de cosas trascendentales, como el sentido de la vida, la esperanza, la fuerza interior que nos impulsa a seguir vivos, la lucha contra la adversidad, lo que dejamos en nuestros seres queridos cuando nos vamos de este mundo... Es interesante, por momentos me enganchó bastante la discusión entre las miradas que contrapone Catalano, pero me parece que se podía hacer todo eso en muchas menos páginas. Cuando en la página 61 el hombre del maletín se saca y le grita a Stef "¡Basta, basta de historias!", me sumé sin dudarlo a su clamor. Ya está, macho, ya entendimos. Ahora avanzá con el conflicto central, así no nos dormimos... Y después sí, hay un in crescendo, un climax dramático, y una resolución convincente. Lenta, pero convincente. Si -como me pasó a mí- esperabas alguna explicación de por qué Stef existe como fantasma y se puede comunicar solo con quienes intentan suicidarse, te cuento que no la vas a encontrar en estas páginas. El elemento sobrenatural está ahí para que el tipo del maletín tenga con quién hablar, con quién armar ese frontón discursivo acerca de los pro y los contra de mandar todo a la puta que lo parió y saltar de un puente hacia una muerte segura. Y no mucho más, porque Stef es un personaje definido con brocha gruesa, sin mayor profundidad. En fin... lanzar un comic basado en un debate sobre el suicidio es una timba muy riesgosa, que lo dibuje un guionista que no tiene experiencia como dibujante es aún más riesgoso, y publicarlo con el nombre de un autor que dejó colgados a los lectores hace varios años con el Vol.1 de una obra que estaba buena pero nunca continuó, ya es prácticamente suicida. Para salir bien parada contra todos esos "peros", El Puente tendría que ser una fuckin´ obra maestra, un tanque insumergible, una gema irreprochable. Y no lo es, y para mi gusto ni se le acerca. Esto es todo por hoy. Sigo leyendo y nos reencontramos pronto acá en el blog. Ah, no se olviden que el sábado y domingo estamos en el espacio cultural Vuela el Pez con el evento de los Premios Cinder, una verdadera fiesta de la historieta argentina, en un lugar muy copado de la ciudad de Buenos Aires y con entrada libre y gratuita.

domingo, 16 de marzo de 2025

SE TERMINA EL DOMINGO

Empató Racing, empieza a anochecer más temprano, porque al verano ya le queda menos de una semana, y yo tengo un rato para reseñar un par de los libros que tengo leídos. Allá por 2012, la editorial IDW le dio luz verde a un proyecto raro: un revival de Popeye que apuntó a recuperar el estilo de la etapa clásica del personaje, es decir, de las tiras de Elzie Segar que se publicaron en los diarios de EEUU bajo el nombre de Thimble Theatre, allá por los años ´30. Algo hablamos de eso hace muchos años, en la reseña del 03/01/14, y mucho más a fondo en el artículo que escribió Roberto Barreiro para la Comiqueando Digital nº2. Al frente del proyecto se puso nada menos que Roger Langridge, el prócer neozelandés, fanático de Segar, quien escribe los guiones de la serie, o por lo menos de los cuatro episodios que integran este primer tomo recopilatorio. Los dibujantes son varios y yo no conocía a ninguno, excepto a Vince Musacchia, quien moriría en 2015, con solo 63 años. El resto, no me suena ni remotamente. Pero son todos clones más que correctos de Segar, tipos super-capacitados para narrar en cuatro tiras por página, para dibujar chiquito y claro, en un estilo sintético, expresivo, dinámico. Claro, Segar estaba tan adelantado a su época, que hoy ves a otros autores trabajar en su estilo y no suena tan retro. Es obvio el intento de estos dibujantes por "anclarse" a la estética de los años ´30, pero en ningún momento huele a naftalina, y con el correr de las páginas uno naturaliza la impostura. Las aventuras que escribe Langridge son muy entretenidas y bastante distintas entre sí. Hay chistes, momentos disparatados, peripecias y diálogos muy graciosos. El neozelandés capta perfecto el grado del deformación del inglés que hace tan cómico a Popeye, y al mismo tiempo lo hace casi tan intraducible como Inodoro Pereyra. Además, siempre está bueno ver reaparecer a los personajes que Segar desarrolló durante años, pero que quedaron relegados al olvido simplemente porque no aparecían en los dibujos animados. Langridge quiere que te olvides del Popeye de los dibujos animados: no usa el gorrito de marinero, come espinacas pero no para recibir superpoderes, y Bluto es un enemigo más, no está constantemente en el centro de la escena. En esta versión tienen más peso el Jeep, Castor Oyl, la Bruja del Mar... hasta Sappo y Wotasnozzle, que protagonizaban la tira chiquita que aparecía como complemento a las planchas dominicales de Popeye. Un toque muy fino, y muy bienvenido, es que aparecen en roles muy chiquitos personajes de otras tiras de los años ´30, no necesariamente creados por Segar, que -si te gusta esa onda- podés jugar a reconocer. Lo único que no entiendo es cómo alguien puede soportar a un personaje tan de mierda como Wimpy. Cómo en la primera aventura no le pegan un voleo en el orto como para ponerlo en órbita y que no aparezca nunca más. En la anteúltima del tomo (Good-Night, Blozo!) hay un intento por reivindicarlo y darle un rol menos repulsivo en la trama. Pero para ese entonces yo ya lo quería ver muerto, sepultado y comido por los gusanos. En fin, conozco a fans de Popeye que aman a Wimpy, pero a mí no me puede caer peor. Disfruté mucho de este tomo, no sé si como para comprarme todos los que siguen, pero sí como para prestarle atención a la versión de Roger Langridge de este clásico del Noveno Arte que en cualquier momento sopla las 100 velitas.
Nos vamos a Japón, año 2021, para leer nuevas historias de misterio, terror y bizarreada creadas durante la pandemia por el maestro Junji Ito. Ya vimos el primer libro de La Zona Liminal el 29/10/24, y este es una especie de continuación, si bien todas las historias son autoconclusivas. Esta vez tenemos cuatro relatos, de diversas extensiones: uno de 66 páginas, uno de 68, uno de 46 y uno de 34. Vamos a repasarlos. La primera historia me hipnotizó. Le falta, como suele suceder en las historias cortas de Ito, un poco más de profundidad al personaje protagónico. Pero la trama es original, tiene el grado justo de complejidad, de enrosque, de sorpresas, de mala leche... y un final bien pasado de rosca, bien ido a la mierda, en el que la bizarreada está perfectamente justificada. La segunda historia tiene un problema, y es que le sobran unas 20 páginas. Es de esas ideas que en los ´70, te las ponían en una antología de misterio de DC, desarrolladas (y desperdiciadas) en ocho páginas. Acá, Ito se toma todo el tiempo del mundo para llegar a donde era evidente que iba a llegar, y si bien condimenta ese recorrido con unas cuantas sorpresas impactantes, no deja de ser predecible. Probablemente sean las páginas mejor dibujadas del tomo, y eso ya de por sí justifica cualquier cosa. La tercera mezcla de manera muy ingeniosa los zombies con los espíritus de los fantasmas que buscan cuerpos en los que reencarnar. Tiene un elenco amplio, en el que no todos los personajes aportan algo a la trama, pero también tiene un ritmo espectacular y unas 10 páginas finales dibujadas a un nivel colosal. Finalmente, la última tiene el argumento más enigmático, con las mejores ideas y el planteo más retorcido y más original. Ito arma una espiral ascendente de tensión y suspenso, en una historia que sabés que va a terminar mal, pero no te imaginás cómo. El final es entre macabro y poético, satisfactorio por donde se lo mire. La verdad que cerré el libro muy contento, porque Ito me ofreció un buen rato de entretenimiento, con muchas ideas copadas, giros imprevisibles, momentos en los que el terror se va tan al carajo que te causa gracia, y unos dibujos superlativos, a años luz de los mangakas casi sin estilo que llenan todas las semanas páginas y páginas de shonens de peleas. Por si faltara algo, magnífica la edición de Ivrea para este material, con muy buenas traducciones de Martín Parle. Tengo más libros de Junji Ito en el pilón de los pendientes, así que nos reencontraremos con él, más temprano que tarde. Nada más, por hoy. Gracias por pasar por el blog a leer las boludeces que uno escribe y volvemos pronto con nuevas reseñas.