lunes, 19 de abril de 2010
19/ 04: SUB-MARINER: THE DEPTHS
Nah, se fueron al carajo. ¿Cómo le van a poner grandote el nombre de Sub-Mariner a un libro en el que Namor aparece en menos de 15 viñetas y no dice una sóla palabra? Acá Namor no hace de Namor, sino de una especie de criatura sanguinaria y misteriosa que mata gente, un rol parecido al del Alien de la primera peli, o de esos típicos bichos asesinos de película de misterio/ terror. Olvidate del Namor arrogante, noble y conflictivo. El Príncipe de Atlantis que aparece en esta saga es una leyenda, un mito para asustar a “los profundos” (que es como se llama a los tripulantes de los submarinos que operan a gran profundidad), una especie de yeti de cuya existencia nadie está 100% convencido. O sea, si sos fan de Namor no te dejes engañar y seguí de largo cuando te ofrezcan este libro, por más grossa que sea la ilustración de la portada (en la que te crean la ilusión de que Namor tiene el re-protagonismo).
Dicho todo esto, es momento de aclarar que The Depths es un muy buen comic. Para disfrutarlo, hay que leerlo como lo que es: un thriller asfixiante, claustrofóbico, siempre al límite de la locura, que nos narra la aventura de un científico de los años ´50 que quiere refutar de una vez por todas las leyendas acerca de la existencia de la ciudad sumergida de Atlantis. Racionalista obstinado y bastante soberbio, el Dr. Randolph Stein se embarca en un submarino preparado para surcar las máximas profundidades oceánicas. La excusa es averiguar el paradero de un colega suyo que desapareció buscando Atlantis, pero lo que Stein realmente se propone es demostrar que Atlantis no existe.
La meta científica de Stein se va transformando en obsesión y el clima a bordo del submarino se enrarece. Pasan cosas extrañas, crecen las tensiones y para cuando llega el momento de reabastecerse en la base ubicada en la fosa de las Marianas, el suspenso cede frente al horror liso y llano. No quiero spoilear la trama, así que hasta acá llegamos.
El guionista que imaginó esta historia sórdida y truculenta, sin buenos ni malos, no es otro que Peter Milligan, un grosso de notable grossitud, tan grosso que logra que Marvel le publique una obra tan extraña como esta. Milligan construye a la perfección al personaje de Stein y al resto de los tripulantes del submarino. En el contrapunto entre estos (supersticiosos y básicos) y el científico (racional y sofisticado) descansa buena parte del atractivo de la primera mitad de la saga, que puede hacerse un poquito pesada, pero cuyo clima es fundamental para que lo que viene después impacte con la fuerza necesaria. El final es tan lógico como polémico, ya que todo pasa por un dilema moral que Milligan resuelve de modo bastante atípico. Perdón por no ser más específico, pero me estoy esforzando por no revelar la data que Milligan mantiene oculta.
Por el lado del dibujo, nos reencontramos con el croata Esad Ribic, el monstruo que ya nos había hecho flashear con Loki. Acá hay una notable evolución en el trabajo de Ribic, que se despega de la línea más “fotográfica” y se vuelca hacia la impronta de autores como Bo Hampton y Richard Corben que, sin salir del estilo pictórico, han hecho cosas más expresionistas y personales. Al tener tanto peso en la historia el factor psicológico, Ribic se mata en las expresiones faciales, y por supuesto acomoda su paleta de modo milimétrico para plasmar con más fidelidad y más fuerza los climas cada vez más ominosos y jodidos que plantea el guión. Su Namor es espectral, pesadillesco, y sus marineros son, indudablemente, gente de carne y hueso.
The Depths es un trabajo consagratorio para Ribic y una nueva demostración de que, si lo dejan, Milligan puede pilotear con éxito proyectos totalmente inusuales, con otro tipo de personajes y tramas. Sin necesidad de pasarse de rosca o caer en lo ininteligible, The Depths logra atraparnos a los que queremos leer otro tipo de historieta, menos trillada y menos obvia. Sobra Namor, claramente, y lo podrían haber reemplazado por cualquier criatura fumanchera de Atlantis. Pero sin Namor esto era invendible y yo quiero que las buenas historietas se vendan mucho.
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