sábado, 24 de julio de 2010
24/ 07: LANGER FOR EXPORT
Hace un par de meses, cuando hablábamos de La Nelly, yo decía que el Sergio Langer al que vemos todos los días en la tira es el Langer Light, muy lejos del otro Langer, el asesino serial que dibuja con los tapones de punta en Barcelona o en Fierro. Bueno, este libro (editado en Perú) reúne chistes, dibujos e historietas del Langer Hardcore, del jodido, del perturbador.
Alguna vez, un colega suyo (cuyo nombre me reservo) me dijo “Langer nunca va a llegar a ser Número Uno porque su dibujo no tiene ángel”. Yo creo que Langer está orgulloso de que su dibujo no tenga ángel. Todo lo que podría ser bonito, prolijo o atractivo, Langer se esfuerza por dibujarlo horrible, sucio y desolador. Langer juega a agredir al lector y el dibujo le resulta una herramienta fundamental para que se note su intención de ir siempre al choque. A veces con su línea chunga muy peladita, a veces con un entintado fuerte, espeso, y otras veces con un trazo que parecede carbonilla, el dibujante de La Nelly siempre se las ingenia para pasarse de expresionista y asestarnos dibujos que duelen, o por lo menos que incomodan.
En sus historietas de una página lo vemos meter muchísimos cuadros, y muchísima información en cada cuadro, al estilo Gustavo Sala. La narrativa ajustada y la composición claustrofóbica de la viñeta no nos impiden verlo como un dibujante completísimo, capaz de plasmar en el papel lo que se le dé la gana, con o sin diálogos. La historieta de 18 viñetas iguales que narra la trayectoria de un misil desde que lo lanza Bush hasta que impacta es una pequeña obra maestra que sobra para demostrar que, además de un genio del humor gráfico, Langer es un historietista de la San Puta.
En su repertorio de chistes, el autor no nos ahorra momentos de mierda, incómodos como tampón de virulana. Nos hace reir de la pobreza, de la invasión cultural, económica y religiosa que sufren los países del Tercer Mundo, de las guerras que esconden intereses empresariales y hasta de los curas que se garchan pendejitos. El tipo no se guarda nada. Quiere que te rías y que después te sientas mal por haberte reído de esas cosas, como un capítulo de South Park, pero en una sóla viñeta. Por suerte, todo esto se sostiene con una coherencia a prueba de balas, porque Langer pega sistemáticamente, siempre para el mismo lado: sus víctimas son los fachos, los oscurantistas, los explotadores, los fanáticos religiosos, o del consumo, o de la violencia, los discriminadores y los tilingos. Pero la gracia no pasa tanto por ver a quién le pega, sino cómo nos presenta la situación. No es fácil plantear conflictos tan agudos en una sóla viñeta, y menos lograr un efecto cómico a partir de un tema sensible. Y sin embargo, este zarpado lo logra en casi todos sus chistes.
El prólogo del libro (del peruano Oscar Malca) arranca con una gran verdad: “En un mundo perfecto, Langer no existiría”. Y está muy bien, porque un mundo perfecto, sin derrames de petróleo, sin dictaduras, ni desigualdad social, ni guerras absurdas, ni religiones opresivas, Sergio se quedaría sin material para sus chistes y tendría dedicarse a otra cosa, o cambiar de repertorio y hacer chistes de suegras, náufragos o gatitos, con lo cual tampoco seguiría siendo Langer. O sea que en un punto, las atrocidades que nos vomitan todos los días los noticieros tienen su lado positivo y es que nutren a esta bestia del humor. Le dan esa materia prima asquerosa y revulsiva que Langer procesa para convertir en estos chistes iconoclastas, políticamente incorrectos, filosos, punzantes, hirientes, de esos que sólo se le ocurren a un genio del mal. Aguante.
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