el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 15 de julio de 2010

15/ 07: MIGHTY LOVE


Llegó la hora de encontrarme una vez más con el maestro Howard Chaykin y no, Mighty Love tampoco entra en el Olimpo de las obras decisivas o fundamentales del prócer. Está muy bien, realmente la disfruté. Pero seguimos lejos de aquel puñado de obras con las que Chaykin nos volatilizó las neuronas en los ´80.
Mighty Love está editada por DC, pero no es un comic de DC, sino un comic de Chaykin. Empieza y termina, y contiene altas dosis de violencia, sexo y puteadas. Con lo que habitualmente publica la editorial de Superman y Batman, hay un sólo elemento en común: los protagonistas son justicieros enmascarados. Y hasta ahí llegamos. La forma en que Chaykin aborda el género (género al que logró gambetear con éxito durante muchos años) se parece poco a lo de siempre: son un tipo y una mina sin poderes, que se divierten bastante haciendo lo que hacen, pero que se toman la pausa necesaria para preguntarse qué sentido tiene disfrazarse para salir a jugarse la vida y a machacar delincuentes. Los dos personajes, un juego de opuestos riquísimo al que Chaykin le hace sacar chispas, están a años luz del justiciero pesutti y conflictuado, pero tampoco son dos yosapas marca Giffen/DeMatteis. Skylark y Iron Angel son héroes absolutamente humanos y creíbles, falibles, cuerdos, ingeniosos, nobles y hasta en un punto humildes.
Todo lo contrario de lo que son de día, cuando trabajan en sus identidades civiles, ella como policía de mano dura al servicio de un gobierno corrupto, y él como abogado especializado en que los criminales paguen barato por sus fechorías. Así, Chaykin arma el doble juego: de día chocan constantemente, se detestan, se obstaculizan. De noche y con la máscara puesta se complementan, se entienden, se enamoran. El tema de la doble identidad es fundamental: si cualquiera de los dos héroes viera al otro sin máscara, la historia se precipitaría a un abismo más difícil de remontar que las finanzas de Grecia.
Entre paralelismos, moorismos y demás yeites narrativos que Chaykin maneja con una destreza maradoniana, se construye un relato ágil, dinámico, muy hollywoodense, con la extensión exacta para que se convierta en película. De hecho, los rasgos faciales de Iron Angel tienen bastante de Tom Cruise. Hay que sacarle algunos desnudos, porque en Hollywood todavía no se muestran pijas en las pelis no-porno, y por ahí bajarle el tono a algún garche. Pero Mighty Love tiene todo para ser un hitazo de taquilla. Diálogos, personajes secundarios, puntos de tensión, todo encaja en el molde del blockbuster hollywoodero sin mayor inconveniente.
Y claro, si algún día esto se filma, los pobres giles que vayan al cine se van a perder el inmenso placer de ver esta historia dibujada por un genio del lápiz y la tinta, y encima coloreada por Dave Stewart, el mago del color. Por más actor taquillero que contraten, por más que respeten las escenas de sexo y aparezcan en bolas Jessica Alba y Megan Fox, no hay efectos especiales que logren plasmar en la pantalla la sutileza, la complejidad y el talento que pone Chaykin en cada fondo, en cada montaje, en el armado de cada página, en el diseño de cada vestuario, en las expresiones faciales, los climas y hasta en las onomatopeyas.
Mighty Love es un comic de superhéroes de inusual inteligencia, pensado para ser disfrutado por el público que habitualmente no los consume. Por eso es más real, más sensual, más zarpado y en algún punto más coherente que la clásica hiper-epopeya en la que el Bien y el Mal dirimen los tantos a las trompadas entre chicas y muchachos disfrazados con spandex. Howard Chaykin demostró que la alternativa también funciona y que también es terreno fértil para buenas historias. Pero claro, no hay muchos autores dispuestos a seguir la senda que inaugura Chaykin con Mighty Love simplemente porque los hallazgos de esta están sostenidos en un nivel de talento que no abunda, ni dentro ni fuera del mainstream.

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