Esta es mi tercera vez en Lima y la primera vez que, en vez de hospedarme en un hotel, estoy en la casa de un miembro (en realidad, un sacerdote) de la religión de las viñetas. O sea que, además de disfrutar de las merecidas vacaciones, tengo acceso a una impactante colección de comics, con mucho material que nunca había visto y que de acá a fin de mes voy a aprovechar para leer. De los libros que traje yo me queda sin leer uno solo y mientras tanto, encuentro otras cosas que me llaman la atención.
Con Cabralesa, lamentablemente, me ensarté. La portada de Nelson Daniel (a quien voy a conocer personalmente este finde) es excelente. El resto, más o menos. Se trata de una historieta creada para la web por la guionista Daniela González y el dibujante Diego Zúñiga, ambos chilenos, que alcanzó una notable repercusión a medida que fue serializada, como para luego convertirse en un libro my bien editado.
La serie consiste en planchas autoconclusivas. Cada página narra una breve historia protagonizada por una o varias de las cuatro “heroínas” de Cabralesa: Fran, la diseñadora gráfica con problemas para conseguir trabajo y un novio medio ganso, un eterno adolescente más conectado a la Playstation que a su novia; Noelia, sobre-exigida en un trabajo donde la explotan y enroscada mal con un pibe que sólo la tiene en cuenta para echarse un polvito de vez en cuando; Berni, la única que tiene un trabajo importante y bien pago, y que acaba de blanquear su condición homosexual; y finalmente Bárbara, la hermana menor de Noelia, todavía en edad de cursar la secundaria, pero ahora dedicada 100% a trabajar para alimentar a su bebito, fruto de una relación ocasional con un chabón que no se hace cargo de nada.
Daniela González ambienta estas historias en Santiago de Chile, en el presente, o sea que los diálogos están repletos del slang de los jóvenes chilenos, ese que tan feo suena fuera de su país de origen. Hay que fumarse esa forma espantosa de hablar, y tratar de –aún así- disfrutar de estas secuencias, que van armando las vidas de estas cuatro chicas. Lo más interesante es el desarrollo de las cuatro protagonistas, que interactúan bastante poco entre sí. La autora prefieres seguirlas por separado y focalizarse no tanto en la relación entre ellas, sino en las relaciones que cada una entabla con sus respectivos personajes secundarios. Las historias suenan auténticas y felizmente no se quedan en trivialidades, sino que se animan a meterse con temas un poco más jugados como el embarazo no deseado, la homosexualidad, las precarias condiciones laborales a las que se somete a los jóvenes en mercados como el chileno, donde el capitalismo salvaje reina incuestionado desde hace décadas.
González afronta estos desafíos con altura, sin predicar, aunque resuelve las tramas de modos generalmente predecibles. Obviamente, la carta del triunfo de la guionista es la identificación entre las Cabralesas y los lectores (o lectoras), que se ven reflejados en los problemas, las frustraciones, las alegrías y los sueños de estas cuatro chicas de papel y tinta (o ceros y unos, si la consumieron en digital). Si falla la identificación, o si el lector no se encariña con ninguna de estas cuatro minitas, la historieta se cae a pedazos. Y fijate que dije “se encariña” y no “se calienta”: González no postula a sus chicas como sex symbols, no está enfatizada la sensualidad, aunque –claramente- las cuatro están de buenas para arriba. Hay escenitas de cama, pero muy, muy light, sin la más mínima intención de parar pijas ni humedecer conchas.
El principal bajón de la serie (además de que está escrita en chileno) es el dibujante. Comparado con la portada de Nelson Daniel, el dibujo del interior, de Diego Zúñiga, da vergüenza ajena. Los personajes se ven estáticos, crudos, el estilo quiere parecerse al mainstream yanki y no lo logra… la verdad, es muy limitado. Lo que mejor hace Zúñiga es, cada tanto, deformar las facciones de las chicas al estilo de los mangas shojo y convertirlas en pura emoción, casi en íconos de sus estados de ánimo. No lo ayuda la cantidad de viñetas que tiene que meter en cada página, pero sí lo ayudan (y mucho) los colores de Kóte Carvajal, capaces de agregarle muchísima onda a un dibujo en el que la onda escasea como la esperanza entre los hinchas de San Lorenzo. El letrista es Alfredo Rodríguez, el lector de este blog que me convenció para leer Locke & Key (infinitamente agradecido, maestro), y cuyo libro, Siento y Miento, reseñamos por acá el año pasado.
Si sos mujer y compartís alguno de los problemas o las personalidades de alguna de la Cabras, mi consejo es que leas esta historieta online. Para comprarse el libro hay que estar muuuy fanatizado con la serie y además bancarse los dibujos de un pibe que, en sus mejores viñetas, cumple con lo justo.
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9 comentarios:
Andres, que lamentable que te moleste taaaanto la manera de hablar de los chilenos. Yo la verdad es que leo cosas de Argentina, España, Peru, Mexico y ningun modismo me molesta. De hecho creo que es bueno que se note de donde viene el autor.
Incluso en los podcast de Comiqueando hay frases, oraciones o palabras que realmente no logro entender, pero repito que nuca me ha sido un problema, me concentro mas en el fondo que en la forma.
Creo que los unicos modismos y frases que encuentro insoprtables son las gringas (en ingles o es español) y aca en sudamerica parece a nadie molestarle, ni en peliculas, ni en series ni en comics.
Saludos.
Qué conejo?
Hombre te agradezco la sinceridad al momento de criticar mi dibujo. Tienes razón en varios puntos. Ahora estamos trabajando en el segundo libro y te garantizo que la calidad gráfica será muy superior al primero.
No conocía tu blog, cuando terminé mi jornada de trabajo le daré una hojeada a tus reviews.
Salud!
Diego Zúñiga
OH, Come on!
Hasta cuando con las reacciones chauvinistas! estimados Así son los reviews. Duros, al callo. A mí me parece que el review rescata muchas cosas buena de CabraLesa.
Me parece genial que Accorsi vaya leyendo de a poco más comic de y por chilenos.
Slds
CDC
Aclaro que me parece PERFECTO que una comedia costumbrista realizada en Chile por autores chilenos y con personajes chilenos esté repleta de modismos chilenos. Que a mí me suenen horrendos al oído es un problema mío, no de la historieta.
Lo estoy hojeando ahora. Creo que, aunque medio durito, zuñiga es un mas que eficiente dibujante y levanta mucho con los colores, gran uso de la pc.
Me cayó simpatica :-)
Por cierto, Andrés, y viendo que no lo notaste, el nombre del cómic es "Cabra Lesa" así separado, que vendría a significar algo así como "pendeja tarada".
En Chile llaman "cabros/cabritos" a los pendejos/pendejitos. Y "leso" estaría un escalón por debajo de "huevón - weón" (el equivalente a nuestro boludo - boló), digamos, en la escala de puteadas, por eso sería algo así como "tarado".
Cabralesa suena demasiado parecido a "calabresa", jajaja!!
Bye.
JAVI
Sí, está escrito todo junto, pero deduje que eran palabras distintas. Sabía lo de "cabra" y no tenía idea de por qué lo de "lesa".
Buena data!
Ala luz de la cantidad de publicaciones y proyectos que se han dado en los últimos años creo que no es solamente retórica ni autobombo aquello de " el renacimiento del cómic chileno".
Sin embargo hasta el momento nada de lo que he leído me parece 10 puntos (no, ni siquiera Policia del Karma, que tiene un concepto interesante, pero está llena de estereotipos y personajes de cartón), desde mi papel de simple lector me alegro por que estos comics existan ,mientras espero por aquella gran obra.
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