Hoy seguro me morfo otro “Cero Comentarios”, pero bue... Son los riesgos de leer a Alfonso López. Cuando leés a Alfonso López hay una sensación extra, por afuera de lo que cuenta la historieta, que es algo así como sentir que el autor hizo este trabajo sólo para vos, que uno es el único lector de las obras de este genio catalán. Posta, creo que conozco a un sólo fan de Alfonso López. Lo cual es tan bizarro como injusto, porque se trata de uno de los autores más originales, completos y solventes que tiene la siempre atractiva historieta española.
En esta oportunidad, López trabajó sobre un argumento del inmenso Manel Fontdevila, pero fue él quien le dio forma al guión, definió a los personajes y creó la impronta visual de esta novela gráfica breve, pero riquísima. Leocadio Chaves es un inmigrante mexicano que labura de jardinero en Beverly Hills. Un día se le ocurre la peregrina idea de construir en su jardín un pequeño mausoleo en el que conservar los restos de sus antepasados muertos. Para eso, decide viajar a Pátzcuaro, su ciudad natal, donde desenterrará a sus ancestros, los cargará en una camioneta que no es suya y tratará de pasarlos por la frontera que separa a El Paso (EEUU) de Ciudad Juárez (México). Por supuesto, semejante disparate no será fácil de concretar.
Chaves, su hijo Jimmy (que vive en México y trafica inmigrantes centroamericanos a EEUU) y su yerno Freddy (dueño de la camioneta y del hotelucho donde trabaja la hija de Leocadio) se verán envueltos en frenéticas peripecias, un poco fogoneadas por la extraña obsesión de Leocadio con repatriar a su muertos y un poco por toda la situación de corrupción y marginalidad que se vive en las cuidades fronterizas, donde Cielo e Infierno parecen estar a sólo una valla de distancia.
Alfonso López trabaja mucho sobre varios aspectos de la cultura de los inmigrantes mexicanos, principalmente la voluntad de ascenso social dentro de un contexto adverso y el apego a tradiciones que los yankis no entienden (los luchadores enmascarados, el Día de los Muertos, el rol siempre postergado de la mujer, etc.). Cuando se mete con los mexicanos que viven en México, López es mucho más despiadado y los retrata como criaturas venales, de bajísimo nivel cultural, siempre propensas a la vagancia o a la corruptela barata, al chiquitaje. Por supuesto, López no presenta esta mirada como objetiva. Lo suyo –claramente- no es un comic testimonial ni documental, sino una aventura con ribetes grotescos, cargada de una fina mala leche que –obviamente- también salpica para el lado de los yankis, que aparecen poco y en roles absolutamente deleznables.
El resultado es un comic definitivamente entretenido, con momentos desopilantes, momentos tensos, muy buenos diálogos y todo potenciado por el dibujo y el color, dos rubros en los que López se sigue superando a sí mismo, obra tras obra. Su trazo suelto, fluído, de gran dinamismo, encuentra su mejor vehículo en algo que no sé si es carbonilla o un lápiz de mina muy gruesa, cuya textura se ve perfectamente en la página, como si en vez de pasarlo a tinta, López lo resaltara a full en el photoshop. Imaginate una mezcla muy zarpada entre Oswal y Marcos Vergara, sin entintar. Por ahí más o menos transita López, apoyado en un tratamiento del color magnífico, que –de nuevo- no sé si son acuarelas posta o una técnica digital que imita las pinceladas de la acuarela. En ambos casos el trabajo del autor es prodigioso y logra unos climas espectaculares. En las carátulas que separan los capítulos, López se manda unas ilustraciones de página completa, generalmente centradas en paisajes, donde se va al carajo y más allá. Que el trazo simple, rápido y a veces nervioso no nos distraiga de lo importante: este tipo exhibe una sabiduría a la hora de dibujar a la que pocos pueden aspirar.
No sé si La Saga de Chaves te cambia la vida. Por ahí no. Pero es una historia atrapante, con un mensaje fuerte y con unos dibujos de la mega-San Puta. O como diría un mexicano, “padríiiisimos”.
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2 comentarios:
Solo comento para que no haya 0 comments en esta reseña jaj
Homenaje a Trillo en los recuadros.
Genio.
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