Arranca el segundo día de la Con-
vención, el viernes 12 de Octubre, y después de habernos ido de juerga con Will Dennis, dormimos unas horas, nos levantamos, enfilamos para el centro y ¿a quién nos encontramos saliendo del mismo subte que nosotros? Al mismísimo Will Dennis! En una ciudad de millones de habitantes, justo nos cruzamos con quien el día anterior había sido nuestro anfitrión tanto en las oficinas de DC como en la joda nocturna. Increíble pero real.
Tras una escala en la que mis amigos uruguayos compraron más computadoras, cámaras fotográficas y demás tecno-chiches (ya tenían hardware como para equipar la Baticueva), nos mandamos al Javits Center, que nos recibió con una novedad respecto del jueves: la concurrencia de público se había multiplicado hasta el infinito y más allá. Olvidate de esos pabellones apenas poblados del día anterior. A partir del viernes y hasta el domingo inclusive, cada stand, cada pasillo, cada sala, cada espacio gastronómico y hasta los baños del centro de convenciones explotaban de gente. Todo era un gigantesco subte D a las seis de la tarde, pero con menos minitas, claro. Las colas para los autógrafos, para las charlas, para todo se hicieron infinitas cuando esta horda (integrada en buena medida por disfrazados) se apropió de la NYCC.
La programación mejoró ostensiblemente, así que estuvimos un rato en la charla de Grant Morrison (en una especie de mega-sala, llena hasta la chota) y casi sobre el cierre en la de Walt Simonson, que por suerte no estaba tan abarrotada. Pero hubo decenas de charlas por las que desfilaron muchísimos autores grossos.
La otra opción para estar un poquito menos apretujados fue el Artist Alley. Yo el jueves no lo encontré, pero el viernes (gracias a las instrucciones de mi amigos) logré llegar y descubrir un ámbito mucho más distendido, en el que los autores estaban más a gusto, más propensos a charlar un ratito. Ojo, también había colas importantes para acercarse a capos como Mike Mignola o George Pérez. Pero nada opacaba la grossitud de tener a tantos monstruos bajo un mismo techo. Ahí estaban (de a ratos) Simonson, Bill Sienkiewicz, José Luis García López, Chris Claremont, Mark Waid, Juanjo Guarnido, Dave Lloyd (inseparable de su botella de vino, tanto que su obra más famosa ahora es “V de Vinito”), Phil Jiménez, Ivan Reis, Rafael Albuquerque, Eddy Barrows, la tropa argenta integrada por Ariel Olivetti, Eduardo Risso, Leandro Fernández y Darío Brizuela, Ben Templesmith, David Mack, Joe Staton, Cliff Chiang, Coleen Doran, Erik Larsen, Giuseppe Camuncoli, Fiona Staples, Rick Remender, Steve McNiven, Riccardo Burchielli, Sean Murphy, Peter Kuper, alguien que reemplazaba a Tim Sale (que no pudo asistir), Amy Reeder Hadley, Mark Bagley, Olivier Coipel, Peter David y hasta la gloriosa viejita Ramona Fradon, con sus hermosos 86 años y el talento intacto.
Cada tanto bajaban a saludar a los amigos autores que no tenían mesa en el Alley, como Joe Kelly, Francis Manapul, Brian Wood, Teddy Kristiansen o Paul Levitz. O sea que ese espacio increíble (incluso por su horizontalidad, porque al lado de un dios como Sienkiewicz por ahí estaba sentado un verdulero irreivindicable) se convirtió en terreno fértil para el diálogo, los saludos y el “¿me hacés un dibujito?”. Ahí me enteré, por ejemplo, que Jonathan Hickman es hincha de River. O que el reverendo Dave Johnson se volvió de Rosario con unos 1000 dólares... en moneda argentina! Encima el salame no sabía que Risso iba a Nueva York y no pudo arreglar con él para que se los cambiara! En fin, si la Convención hubiese sido sólo el Artist Alley, también habría sido espectacular (aunque no me habría podido comprar los kilos y kilos de TPBs a u$ 5 que tan feliz me hicieron).
El viernes el Javits cerraba a las 7 de la tarde y esta vez sí, emprendimos el regreso a Harlem los cuatro juntos. En algún momento del viaje, uno de los uruguayos (creo que Nacho Alcuri) me dice “Che (o más probablemente, “bo”), te tenemos que decir algo importante”. -¿Qué pasó? –Nada, esta noche en el depto vamos a ser cinco... –Nah, me estás jodiendo... –No, en serio. Se sumó uno más hasta el domingo a la noche.
Imaginate mi cara y aguantame un par de días, que retomamos pronto.
martes, 13 de noviembre de 2012
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13 comentarios:
Gloria total y absoluta, sobredosis de grosos. Aguante J. Hickman! (:P)
Ya sé, el quinto miembro era Stan Lee, que andaba por NY y no encontró piso donde quedarse...
Stan estaba en la convención, así que puede ser ;)
Jaja, no sé. Pero como lo planteaste, alguien groso va a ser seguro...
Hola, Andrés! No sé por qué al apócope uruguayo "vó", ( de "vos")- lo reemplazan por el "bo" de "boludo". No es así. El "vó" es utilizado desde siempre en "la vecina orilla", desde mucho antes de que se hiciera costumbre el "boludo"- y el "boló- para maligualara a todos.
La verdad, yo al "bo" no lo asociaba con "boludo"... Y me gusta más que un hipotético "vo"...
Todo bien, Andrés. Te mando un abrazo, y siempre recuerdo Galaxia Comics. ¡Those were the days!
¡Vamo' arriba, vó!
Yo, hijo de uruguayos, ratifico que es "bo", y no por boludo sino por la pronunciación. Me remito a las pruebas: http://www.youtube.com/watch?v=MVoYdMz1Jwo
quedó claro, taa??
con razón no soporto a jonathan hickman...
Más allá de la etimología, como uruguayo me sumo a la facción del "BO", si no miren a cualquiera de nosotros pronunciarlo. Es una be larga, bo. ¿Ta?
(Y dije "miren" para notar cómo modulamos esa B, digo por si aparece algún listillo)
Gana el BO por goleada, vaya mi voto, bo.
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