el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 7 de mayo de 2013

07/ 05: BY THE NUMBERS

By the Numbers no existe. Es un título totalmente frutihortícola, inventado por un yanki que se cree muy listo, bajo el cual se publicaron en EEUU los dos primeros álbumes de La Vie de Victor Levallois, una serie que en Francia tuvo apenas cuatro tomos, aparecidos de modo muy espaciado entre 1990 y 2004. Creada por el guionista Laurent Rullier y el dibujante Stanislas (uno de los fundadores de L´Association, a quien ya vimos por estos lares), La Vie de Victor Levallois nos invita a rememorar las peripecias vividas allá por 1949-50 de un tímido y formal asistente de contaduría parisino al que la vida transplanta a un contexto totalmente distinto.
Lo mejor que tiene la serie es que se nota mucho que Rullier y Stanislas no crean a Victor como el enésimo clon de Tintin, el muchacho aventurero que hoy anda por Vietnam, mañana por el Congo y pasado por el Amazonas. La línea clara, la estructura del primer álbum, hasta las portadas parecen sugerir que se trata de un personaje más en esa ilustre tradición franco-belga, pero cuando lo leés, rápidamente te cae la ficha de que es al revés: a Rullier lo obsesionaba el tema de Indochina, de los franceses metidos en ese hervidero que en los ´50 sería Vietnam, y simplemente buscó un personaje al que insertar en ese contexto, tan rico como poco explorado por la historieta francófona. Como el principal atractivo que tenía Indochina para los franceses de fines de los ´40 era la guita fácil que podía obtenerse mediante un no tan sofisticado curro legal, el guionista se decide por un asistente de contaduría, al que con el correr de las páginas veremos evolucionar, crecer muchísimo y convertirse en mucho más que ese pibe tímido preocupado por los balances y los movimientos de caja.
El primer álbum, Trafic en Indochine, arranca bárbaro y se cae un poquito al final: la resolución es un tanto simplista y no se explica por qué Victor se olvida por completo de su vida anterior, de la encantadora novia que dejó en París, y se zambulle de cabeza en esta remota y extraña sociedad en la que tendrá que codearse con malvivientes de toda índole para salvar el pellejo. El segundo, La Route de Cao Bang, es muchísimo más redondo, más potente, más relevante. Con el elenco ficticio ya presentado, Rullier se juega a meter mucho más a la realidad, a los verdaderos hechos históricos que sacudieron a esa región en 1950, cuando todavía se llamaba Indochina Francesa y estaba en medio de una guerra que sería barrida abajo de la alfombra simplemente porque luego vendrían guerras más terribles (la de Argelia para Francia y la de Vietnam para los locales). O sea que, además de atraparte con las peripecias que vive Victor, su fatídica historia de amor, los tremendos kilombos en los que se mete por rosquear con gente muy pesada y demás, Rullier y Stanislas nos hacen vivir situaciones históricas reales, perfectamente documentadas y perfectamente integradas a la saga ficticia en la que nos sumergieron desde la primera página.
El dibujo de Stanislas (ya lo dije en la reseña del 16/05/12) me recordó instantáneamente al de Pablo Zweig. No al Zweig de los ´90, sino al de ahora. Y claro, la influencia principal es la de Hergé, que está presente en todo, en cada fondo, en cada plano, casi en cada trazo. La puesta en página tiene sutiles toques: Stanislas rompe de vez en cuando la grilla de cuatro tiras para pasarse a una de cinco, con viñetas más chiquitas, y lo hace cuando tiene que mostrar que están pasando muchísimas cosas a gran velocidad. En el color, no hay ni una pincelada que lo aleje del planteo estético del maestro, aunque en el trazo en sí, se pueden observar cositas heredadas de Yves Chaland, uno de los grandes renovadores de la línea clara. Pero son detallitos (los nudillos, por ejemplo). En casi toda la faceta visual de la obra, Stanislas se siente cómodo respetando a rajatabla los preceptos gráficos y narrativos de Hergé y de sus seguidores más fieles, que en aquel entonces todavía eran unos cuantos.
No sé para dónde irá la historia de Victor Levallois en los dos tomos que faltan, que obviamente no se editaron en EEUU. Lo que más me interesó de estos dos primeros es cómo una serie que pintaba para el lado de la aventura exótica terminó por lucirse en el terreno de la aventura histórica. Eso y el notable desarrollo del personaje protagónico, que junta expieriencia y chapa página a página, a medida que se las ve realmente fuleras. Dicen que Rullier y Stanislas crearon estos primeros álbumes cuando eran muy jóvenes y que en las posteriores reediciones metieron muchos retoques para corregir errores. La verdad, en esta versión se ve todo muy, muy bien, sumamente prolijo y profesional. La única forma de no engancharse con esto es que no te guste el comic de aventuras, o que tengas una particular aversión por la línea clara clásica, que es el paradigma desde el que dibuja Stanislas Barthélémy. Si no, estoy seguro de que vas a querer hacerte amigo de Victor y bancarlo en todas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Andres, decime que te parece la serie German Las Ultimas Viñetas con guione de Saracino. A mi me parece un notable hallazgo y muy interesante la forma de explayarlo

Andres Accorsi dijo...

Para mi gusto está todo demasiado explicado. Pero bueno, está apuntado a un público que no sabe quién era HGo, cómo operaba Columba y que probablemente ni siquiera sepa qué carajo pasaba en este país a principios de los ´70.
Me encantan las actuaciones de Miguel Angel Solá y Claudio Rissi, y obviamente me encanta la cantidad de minutos por episodio que se dedican a hablar de historietas, de cómo, para qué y para quién se escriben y dibujan las historietas.