El italiano Silvio Cadelo es uno de esos autores raros, ensimismados, tipos que se suelen pasar de vanguardistas y crear obras medio herméticas, medio inexpugnables, donde todo es idiosincracia en estado puro y donde pareciera no importar en lo más mínimo si mucha gente se queda afuera. Dentro de ese contexto, Vogliadecane (Mark-of-the-Dog para la edición yanki) es su creación más accesible, la que alcanzó mayor popularidad y gozó de un status más icónico, por supuesto dentro del palo de la historieta europea adulta, sofisticada y de fuerte impronta autoral. De hecho, esta novela gráfica de 1989 es apenas la primera: al año siguiente saldría una más (serializada en la revista A Suivre antes de editarse en libro) y en 2000, Cadelo relanzaría al personaje en un formato tipo manga, a pedido de la editorial japonesa Kodansha. Esta segunda versión tuvo tres tomos, y un éxito más bien escaso en Francia, que era el mercado donde mejor se vendían los trabajos de este italiano. Yo lo descubrí gracias a la edición española de Metal Hurlant, donde le publicaron sus dos álbumes junto a Jodorowsky: El Dios Celoso y El Angel Carnívoro, ambos integrados a una saga que quedó trunca cuando los autores se pelearon para la mierda. Me acuerdo que no se entendía mucho la trama, pero los dibujos eran fascinantes. De ahí me quedó el gusto por Cadelo, así que cuando vi este libro muy barato dije “adentro”, sin tener la más puta idea de qué me estaba llevando.
En estas 55 páginas, Cadelo narra lo siguiente: un asesino muy turro, miembro de una raza medio extraña en la que todos son hermafroditas, da luz a un hijo. Para que no sea un hijo de puta como él, le arranca el corazón y le implanta otro, robado a una gorda que dirigía una institución de beneficencia. El pibe crece con el corazón de la gorda y es bueno y compasivo, hasta que en un momento se ve forzado a confrontar con su padre y lo mata. Perseguido por este crimen, lo empiezan a culpar también de otros que no cometió. Finalmente encuentra a quien le hizo esa cama: es su hermana, nacida del vientre de su madre y concebida en el mismo garche en el que fue concebido él, porque en esta raza de hermafroditas tanto el macho como la hembra quedan embarazados. Lucha “final” contra la hermana y fin.
No hace falta que te diga que es un argumento EXCELENTE, repleto de puntas originales, con potencial para generar increíbles momentos de tensión, de dramatismo, de dilemas morales estremecedores... Bueno, olvidate. Cadelo opta por contar todo esto de un modo pachorro, esquivo, sutil, elegante... pecho frío, bah. El tremendo potencial dramático del argumento está mayoritariamente desaprovechado por un guión que se cuelga en boludeces, en sueños, en flashbacks que no aportan nada, en escenas que se estiran innecesariamente... Es evidente que el público detectó la pasta de hitazo en esta obra, porque vendió bien y generó las secuelas ya enumeradas. Pero posta, hay que hacer un esfuerzo para engancharse, porque el guión diluye, esconde, des-enfatiza la polenta de las ideas que se le ocurrieron al autor para llevar adelante la trama.
Toda la intensidad que le falta al guión de Vogliadecane, le sobra al dibujo. A nivel visual, esto es pornografía pura. Imaginate una cruza muy limada entre Moebius y Liberatore, con composiciones que recuerdan a Mattotti o al Igort de los ´80. Sin deslumbrar, Cadelo se la re-banca a la hora de la narrativa, y se guarda todo el arsenal para detonarlo en el dibujo y el color. Acá vas a ver maravillas inimaginables, bellas y sofisticadas hasta cuando estalla la machaca más “in your face”. Cadelo tiene la osadía de que, cuando opta por vistas panorámicas de la ciudad de París, mete fotos de una, sin retocar. Cuando enfoca edificios puntuales, o interiores, dibuja todo y lo dibuja demasiado bien. Para las tomas panorámicas, foto, frente-march. Los climas son alucinantes incluso en las escenas intrascendentes y el lenguaje facial y corporal de los personajes está logradísimo. Un laburo monumental del italiano, muy por encima de lo que yo recordaba de la Metal Hurlant, e incluso de los laburos posteriores que le publicaban en El Víbora (y que casi siempre eran más zarpados a nivel sexo).
Esta primera aventura de Vogliadecane no es una joya sólo porque el guión saboteó al argumento. Fuera de eso, le sobran méritos para obtener el éxito que obtuvo y para quedar entre las obras más destacadas de Silvio Cadelo, este autor extraño, para pocos, pero de indiscutible talento, sobre todo a la hora de dibujar. Ah, y aflojo un cachito con el comic europeo, que me tengo que poner al día con toneladas de material yanki, y un par de libritos de autores británicos.
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4 comentarios:
Andres, Ranxerox vale la pena?
Sí, claro. Es un clásico, maestro.
Escuche del manga Sakuran en el podcast, se consigue el manga en occidente? español o ingles?
Gracias Andres.
Está editado en inglés. Buscá la reseña acá en el blog.
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