Me da cosa sentarme a reseñar El Hombre Primordial, porque el año pasado, cuando estaba por salir el libro, el editor me ofreció escribir el prólogo y yo acepté. O sea que casi todo lo bueno que tenía para decir sobre esta obra de Mauro Mantella y Germán Erramouspe lo expresé con mi habitual torpeza en ese texto, quizás lo único choto que tiene el libro.
Si te gustan los superhéroes, no se me ocurre un sólo motivo por el cual no pueda interesarte El Hombre Primordial. Es una historia fuerte, compacta, profunda, donde los autores se apropian de los tropos de un género muy popular (el único género autóctono de la historieta, cabe acotar) y los hacen propios. Y no es una historia liviana, no es una boludez, no es el tipo de relatos con los que se rellenan mes a mes las revistitas de 20 o 22 páginas. Ya lo hice en aquel prólogo, pero el público se renueva (como dice la nonagenaria fascista) así que lo repito: El Hombre Primordial es algo así como el Miracleman argentino. Y ojo, que esto no significa que la historia esté ambientada en nuestro país, pero hay algunos guiños inconfundiblemente argentos.
Dicho todo esto, dos falencias que en el prólogo del libro no daba para señalar, pero acá sí. 1) La identidad del “villano secreto” se deduce muy fácil, alcanza con prestar mínima atención. Así es como termina por no sorprender a nadie, como los aciagos resultados de las políticas económicas del neoliberalismo. 2) Esta es una historieta que ya tiene más de 10 años, y si bien en ese momento Erramouspe dibujaba muy bien, hoy dibuja MIL VECES mejor. Con lo cual, si la comparás con los trabajos más recientes del dibujante, te va a parecer medio chota. Si hoy Erramouspe redibujara toda esta obra, El Hombre Primordial sería una mega-brutalidad.
No hay vuelta que darle: Alan Moore. John Ridgway, Bryan Talbot, David Lloyd y John Bolton son ingleses, la revista Warrior existió sólo en Inglaterra en los años ´80… pero hojeás El Hombre Primordial y te deja esa duda, o por lo menos te abre ese “what if…?”. ¿Qué habría pasado si Mantella y Erramouspe hubiesen hecho esta historieta en los ´80 para una editorial del Reino Unido? Atrevete a imaginar el milagro.
Salto a España, a 2014, cuando se publica Versus, una novela gráfica relati-
vamente breve, cuyas 64 páginas alcanzan para elevar a su autor, Luis Bustos, de maestro, capo o crack a Genio del Noveno Arte. La tapa es sumamente pecho frío, el formato es raro (va a morir en el pilón de los tomos de Macanudo), la trama la leímos chotocientas veces (el boxeador veterano, cuasi-acabado, se juega los últimos cartuchos en una pelea contra un pibe joven que obviamente le va a rediseñar la caripela a castañazos), pero aún así Versus es una Obra Maestra.
Acá la magia narrativa de Bustos gana por knock out, por puntos, por afano, por las dudas, por onga. El madrileño toma una historia sencilla y la hace hipnótica a base de unos cuantos recursos narrativos y gráficos utilizados a la perfección. La idea de romper la diégesis le funciona bárbaro, la caja cuadrada (como el ring) garpa fortunas, el uso de los textos en off para meternos en la cabeza del protagonista (que se llama Tom King, como el guionista que hoy la descose en EEUU), el salto al vacío de cambiar varias veces de registro gráfico resulta un hallazgo colosal… Bustos se anima a todo y no falla nunca. Asalto tras asalto te caga a trompadas con la fuerza de un relato pensado y cuidado a nivel molecular.
En cuanto a los estilos gráficos, hay básicamente tres. El que está más presente es el estilo más típico de Bustos, el que vimos hace no mucho en ¡García!. Una línea bastante emparentada con la de David Rubín o Víctor Santos, con no pocas influencias del manga de acción. Pero después hay un montón de páginas (básicamente en las secuencias tranqui, en las que Tom no está peleando) que parecen dibujadas por Will Eisner. Seguramente a Bustos no se le escapa que nadie dibuja mejor que Eisner las grandes ciudades de EEUU en los años de la Gran Depresión, y ahí va, a buscar inspiración en las obras del inmenso creador del Spirit. Pero después, en las páginas finales del combate, Bustos de nuevo rompe el libreto y vira hacia un dibujo más esquemático, más visceral, con trazos más angulosos y manchas negras más fuertes, como si fueran grabados, más que dibujos. Una apuesta jodida, con un resultado brillante.
Si sos fan de Bustos, o del boxeo, seguro ya descubriste esta Biblia absoluta. Si no, te la recomiendo a full, de acá hasta el fin de los tiempos. Posta, no sé si algún día me voy a cansar de recomendar Versus. No es frecuente encontrarse con historietas de esta calidad, aunque las busques.
Volvemos pronto, con más reseñas.
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