Casualmente los dos libros
que leí en estos días tienen que ver con deportes de pelota. Vamos a ver en qué
puesto de la tabla quedamos.
Arranco en Japón, con el
Vol.1 de Ping-Pong, un manga creado entre 1996 y 1997 por el sensei Taiyo Matsumoto.
El ping-pong es, lejos, mi deporte favorito y el único que practico aún hoy, a
mi avanzada edad. O sea que entré en una temática que me emociona muchísimo,
más allá de las tramas y los personajes.
Matsumoto plantea un
shonen clásico, con desafios para los jóvenes protagonistas que se irán
poniendo cada vez más bravos con el correr de las páginas, hasta que
eventualmente llegue (o no) la esperada consagración deportiva de Smile o de
Peko, su amigo de la infancia. Sobre este andamiaje que a priori deja poco
margen para la sorpresa, el autor de Tekkon Kinkreet empieza desde temprano a
tirar magia con su habitual talento para la construcción de climas y sobre todo
para el desarrollo de personajes. En poco más de 200 páginas, uno siente que
conoce de toda la vida a los dos protagonistas y al personaje más complejo e
interesante que apareció hasta ahora, el veterano entrenador Koizumi.
Pero lo mejor que tiene el
manga es el dibujo. Acá lo tenemos a Matsumoto en un nivel infernal,
concentrado sobre todo en transmitir desde la puesta en página el vértigo y la
adrenalina de unos partidos de ping-pong demoledores, entre jugadores que la
tienen clarísima. Con sólo ver cómo agarran la paleta los personajes de
Matsumoto, uno asume que le rompen el orto, aunque ellos sean de papel y uno de
carne y hueso. La elección de los ángulos, las onomatopeyas, los cortes de
cámara para mostrar las reacciones
de los espectadores… Matsumoto pone todos los recursos habidos y por
haber para que esos duelos (que por ahora son entrenamientos) resulten tan
vibrantes y emotivos como las más grandes gestas del tenis de mesa.
Tengo los tomitos que
siguen (no sé si todos), y no me voy a poder aguantar las ganas de entrarles,
así que seguramente el próximo manga que lea será el Vol.2 de Ping-Pong. Gracias ECC España por publicar esta
gema.
Salto a Uruguay, donde
este año se publicó El Camino del Maestro, una novela gráfica a cargo de la
dupla integrada por Rodolfo Santullo y Marcos Vergara. A lo largo de 68
páginas, el guionista uruguayo nacido en México y el dibujante y bibliotecario
de San Nicolás repasan toda la historia del Maestro Tabárez al frente de la
selección de Uruguay. Es un relato atípico, que combina el rigor de un
documental con escenas en las que cuatro personajes de ficción muestran desde
el lado del espectador, del uruguayo de a pie, cómo se vivió en el país vecino
todo este largo proceso conducido por el ya legendario DT.
Santullo toma de la
realidad varias declaraciones de Tabárez y por supuesto el desarrollo y los resultados
de los partidos. Esto hace que la trama avance siempre por carriles que el
lector ya conoce de antemano: cualquiera mínimamente interesado en el futbol
sabe en qué torneos Uruguay salió campeón, en cuáles llegó a semifinales, a a
cuartos, a octavos, etc.. Y ese es el lastre narrativo que impide que El Camino
del Maestro levante más vuelo. Las situaciones de comedia entre los personajes
de ficción, si bien están ejecutadas con ingenio y solidez, no alcanzan para
darle a la novela la emoción que pierde al contarnos una historia que ya
conocemos.
Me interesó mucho el
principio, la posibilidad de descubrir los inicios, el secret origin, de la Era
Tabárez en la Celeste, y me divertí con la interacción entre Héctor, Morán,
Laucha y el Colo (cuatro hinchas arquetípicos, apasionados al punto de amar u
odiar a jugadores y técnicos según los resultados de los partidos). Pero me doy
cuenta de que incluso el momento de mayor tensión dramática (el alargue contra
Ghana en Sudáfrica) impacta mucho menos de lo que impactó ver por la tele aquel
partido tan inverosímil como inolvidable.
El dibujo y el color de
Vergara son excelentes, y a priori mucho más idóneos para plasmar la comedia
costumbrista que las epopeyas deportivas. Acá la impronta visual del nicoleño no
desentona en ningún momento, y hasta sintoniza bastante bien las resemblanzas
con las caras de las personas reales que forman parte del relato. Lo más
bizarro es que, en esta época en la que todos los historietistas se esfuerzan
por incorporar a sus obras uno o varios personajes femeninos fuertes, Santullo
y Vergara salen a la cancha con casi 70 páginas en las que prácticamente no hay
mujeres.
Recomiendo El Camino del
Maestro a los fans de Santullo y Vergara que quieren tener TODO el material de
la dupla, a los interesados en leer historietas de temática futbolera, y por
supuesto a los hinchas acérrimos de la Celeste, que seguro van a vibrar
reviviendo partidos y goles (y patadas y mordiscones) que quedaron en la
historia grande del balompié.
Y hasta acá llegamos. Ya
superamos ampliamente la meta de las 120 entradas que me habia propuesto para
este año, pero igual prometo volver por más. Será hasta pronto.
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