Sí, parece mentira pero es
posta: el miércoles ya vamos a tener un nuevo gobierno y las probabilidades de
que sea peor que el que se va son similares a las de que te atropelle un micro
escolar en la esquina de Lavalle y Florida, un sábado de Enero a las 4 AM. Y
mientras espero ese día de ir a cantar a la Plaza, tengo para reseñar un par de
libritos más.
Tarde pero seguro empecé a
leer Low, una serie iniciada en 2014 por Rick Remender y Greg Tocchini de la
que salieron sólo 19 episodios (ni idea si terminó o quedó inconclusa, pero por
ahí algún lector me desasna). Low es un comic de recontra-ciencia-ficción,
ambientada decenas de miles de años en el futuro, cuando el sol se empezó a
expandir hasta convertir en inhabitable la superficie de la Tierra. Los humanos
que sobrevivieron se fueron a vivir en ciudades-domos bajo el océano, y
mandaron miles de sondas al espacio, en busca de algún planeta menos hostil a
donde mudarse. Pero las noticias que llegaron de estas sondas fueron escasas y
desalentadoras.
El entorno, entonces, de
este primer tomo de Low es el fondo del mar, donde viven Stel, sus hijos y su
marido Johl, que es una especie de sheriff de una de las ciudades subacuáticas.
Pero el status quo va a cambiar rápido y para el segundo episodio la familia de
Stel estará hecha pedazos por una tragedia capaz de eliminar cualquier rastro
de esperanza. Remender va a poner el foco ahí, en qué hacer cuando la esperanza
agoniza, y va a plantear a Stel como una especie de elemental de la esperanza,
como la mina que jamás se rinde, que jamás pierde la ilusión ni la convicción
de que las cosas pueden resolverse, o al menos mejorar. Con unos ovarios
monumentales, se pondrá al hombro el protagonismo de la serie y emprenderá una
búsqueda heroica (algunos dirán suicida) de sus hijas y de una sonda que
regresó con noticias que (en una de esas) son alentadoras. O sea que la machaca
acuática con mega-chiches tecno, naves y trajes exóticos y criaturas
alucinantes tiene también una especie de trasfondo filosófico, una ética, un
mensaje que en general no había visto en otras de Remender, donde la violencia
se explica y se impone por sí sola, sin profundizar demasiado.
Todo esto, sin embargo,
corre el riesgo de pasar absolutamente desapercibido, porque MUY por encima de
cualquier logro de Remender en materia de desarrollo de personajes, diálogos o
contexto espacio-temporal, está el dibujo de Tocchini. Esta bestia oriunda de
San Pablo (Brasil) deslumbra con su trazo hiper-estilizado, realista, muy
detallado y de increíble fluidez. Me cuesta muchísimo describir (y ni hablar de
explicar) lo que hace Tocchini en estas páginas, la elegancia que le pone a las
escenas más bestiales, la majestad que ostentan sus decorados, sus paisajes… Visualmente,
este es un comic realmente mágico, único e irreproducible. Encima Tocchini se
colorea a sí mismo, también a un nivel superlativo. O sea que aunque no te
interese en lo más mínimo el guión, te recomiendo sumergirte en Low para morir
de emoción con los dibujos. Tengo por ahí el Vol.2, prometo entrarle pronto.
Hora de reencontrarme con
Pancho el Pitbull, la tira que realizan el estadounidense Neal Wooten y el
uruguayo Nicolás Peruzzo para… algún medio de EEUU. Como ya vimos en las
reseñas de los tomos anteriores, la edición uruguaya tiene como gran atractivo
la traducción al rioplatense realizada por el propio Peruzzo, que no sólo
conserva sino que hasta potencia el contenido humorístico de la tira. A la hora
de armar los libritos, Peruzzo mete mucha mano, agrega dibujos y hasta una historieta
de ocho páginas 100% realizada por él, que me pareció brillante entre otras
cosas porque rompe el molde de las tiras, todas (TODAS) divididas en tres
viñetas de igual tamaño.
Es muy difícil bancar años
y años de una tira siempre en ese formato tan restrictivo un poco por el
cansancio que genera en el dibujante y un poco porque hay que ser un mago del
timing para acomodar TODOS los chistes a esa grilla sin que pierdan efecto
cómico. Por suerte Peruzzo se banca esas reglas tan estrictas, y Wooten (sin grandes
destellos de originalidad) encuentra siempre nuevos lugares por donde llevar a
la tira y que no se haga repetitiva o aburrida.
El dibujo está muy bien, el
color es excelente, después de cuatro libritos uno ya quiere a los personajes
como si fueran amigos de toda la vida, y si bien nunca estallé en carcajadas,
el aspecto humorístico funciona como debe funcionar en una tira de estas
características, en buena medida gracias a los diálogos reformulados por
Peruzzo para esta edición. Difícilmente las generaciones futuras se refieran a
Pancho el Pitbull como una tira fundamental para entender el humor gráfico de
nuestros días, pero pasar un buen rato sin mayores pretensiones, esto
recontra-garpa.
Gracias por el aguante de
siempre y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.
2 comentarios:
quizá te encuentre en la plaza el 10 entonces ja, se termina este calvario inmundo...
A dejar la garganta cantando por Cristina.
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