el blog de reseñas de Andrés Accorsi

lunes, 28 de agosto de 2023

NOCHE HORROROSA

Hace un frío atroz y el cielo está más oscuro que el corazón de Mephisto. Una noche inmunda, que sólo se puede soportar leyendo comics. O reseñas de comics, en una de esas... Empiezo con el tercer y último tomo de La Danza del Tiempo, de Igor Baranko, una obra de la primera década del milenio que le valió al autor ucraniano un éxito enorme a nivel global. La verdad que la labor de Barank en la faz gráfica lo justifica ampliamente, porque acá se lo ve en un nivel espléndido, como ya dijimos en las reseñas de los tomos anteriores. Acá hay un poquito de Moebius, un poquito de Druillet, mucho Milo Manara, mucho Sergio Toppi, algo del primer Bilal, algo de Durañona, algo de Hugo Pratt... hasta algo de Andrea Pazienza, si me apuran. La narrativa es dinámica, variada, sorprendente, el color es hermoso, las secuencias están armadas con gran criterio... hasta esa página con nueve cuadros chiquitos repletos de texto llama la atención por la calidad del dibujo y la variedad de los enfoques. El guion está muy bien, aunque me parece que en un punto se le fue de las manos al autor y, cuando se dio cuenta, ya estaba muy cerca de las últimas páginas y tuvo que pegar un volantazo para resolver la trama central de un modo que -me parece- no era el que había planificado en un principio. Nunca vemos el reencuentro entre Luna-entre-las-Nubes y Cuatro-Vientos, éste nunca cruza el Océano Atlántico para llegar a las tierras de los blancos y el ritual para cerrar la brecha del Tiempo nunca se llega a concretar. Son demasiadas las diferencias entre las cosas que los personajes enuncian como parte de sus objetivos y lo que realmente sucede, con lo cual uno sospecha que el final real era otro, y Baranko no llegó a mostrarlo, porque se colgó con otras historias dentro de la historia, o le dio bola a otros aspectos de la trama que le comieron mucho espacio. En este tomo, por ejemplo, entre que Luna-entre-las-Nubes llega al país de los iroqueses tras la pista de su ex-marido y que decide seguir viaje tras conocer su paradero, pasan 30 páginas. Que están bárbaras, pero en el contexto de un álbum de 48, donde además quedaban por resolver puntas argumentales de dos álbumes previos, es mucho. El resto está muy bien. Baranko juega fuerte con el misticismo propio de las culturas originarias de América del Norte, pero no cae en la tentación de hacer "la Gran Jodorowsky" y aprovechar los elementos sobrenaturales para no explicar nada y dejar medio en bolas al lector. Acá hay un elemento sobrenatural importante, pero tiene peso sólo sobre el final y no es un deus ex machina para resolver cabos sueltos, sino que es un desafío más en el derrotero de Cuatro-Vientos. Es probable que por el tono de la saga, ésta requiriera un final más épico, más definitivo, en lugar de deshilacharse hacia un desenlace donde a Baranko le quedan varias cosas por definir. Pero el viaje se disfruta a pleno, no faltan la acción, la intriga palaciega, la rosca, la contradicción a veces irónica entre las creencias de estos pueblos y lo que realmente le sucedió a América en el Siglo XVI, y hay muchos personajes de los que uno se enamora y quiere volver a ver en infinitas secuelas. Así que La Danza del Tiempo es, por lo menos para mi gusto, una trilogía de álbumes sumamente recomendable.
Vamos a Estados Unidos, año 2014, la época en la que Astro City era un título mensual en la línea Vertigo, siempre a cargo de Kurt Busiek y Brent Anderson, pero con la posibilidad de sumar a algún otro dibujante para garantizar la periodicidad mensual. Así es como en este tomo, Private Lives (vendría a ser el Vol.11 en la colección de TPBs), tenemos un unitario dibujado por Graham Nolan, siempre lejos de mi lista de favoritos, pero en un nivel bastante aceptable. Anderson, en los otros cinco episodios, está sólido como siempre, sin cancherear, sin que le sobre demasiado, pero muy en sintonía con los guiones de Busiek (que a veces se van un poquito a la mierda en cantidad de texto) y con el trabajo de los coloristas. En cuanto a las historias, acá tenemos cuatro episodios unitarios y uno de dos partes, que además es el mejor. Como lo sugiere el título del TPB, son historias chiquitas, que atañen a las vidas privadas de los personajes. No busques la hiper-epopeya en la que está en juego el universo entero, porque acá no la vas a encontrar. En el primer unitario, Busiek nos cuenta cómo es la vida de la secretaria de una especie de "hechicera suprema", que no es Stephen Strange pero es obvio que funciona como analogía del Tordo en esta realidad. Después tenemos la historia de un villano de la B que adoptó distintas identidades a lo largo de las décadas porque nunca pudo dejar la adrenalina que le genera cometer delitos. La tercera es una especia de ejercicio formal en la que los autores eligen contar una historia en desorden, con secuencias intercaladas de modo casi aleatorio, sin respetar la diégesis. Es un experimento complicado porque además hay dos tramas: una más romántica y una más... metafísica, porque trata de la aparición en Astro City de una entidad más cercana a un dios que a los humanos. El libro cierra con un gran unitario protagonizado por Starbright, un superhéroe joven, bastante en la línea del primer Firestorm, que transiciona de varón a mujer. Y la historia en dos partes juega con un tema que aparece en miles de comics de superhéroes, pero nunca se había encarado desde esta óptica: los robots asesinos. ¿Cuántas veces viste a un superhéroe desactivar o destruir robots asesinos? ¿Y alguna vez te preguntaste qué pasa con ellos una vez terminada la batalla? ¿Alguien pasa a levantarlos, alguien trata de reconstruirlos, alguien estudia esa tecnología para aplicarla a otras cosas? Busiek propone una respuesta que te va a asombrar, y a la vez te va a cerrar por todos lados. Como suele suceder en las historias de Astro City, por encima de la aventura se luce el desarrollo de personajes, que en general son hombres y mujeres bastante más normales que el superhéroe o supervillano promedio. En ese contraste entre un universo poblado de super-seres y personajes muy humanos y muy reales, Busiek encuentra hace casi 30 años la materia prima con la que construye estas historias, casi siempre conmovedoras y a veces muy impactantes. La idea básica siempre es mostrar el lado más terrenal de los universos superheroicos, la vida en las calles (o puertas adentro) de la gente como nosotros que vive en un mundo en el que existen desde siempre versiones mínimamente camufladas de los icónicos justicieros de DC y Marvel. Y es una idea tan bien llevada a cabo, que hoy Astro City es, más que una serie recomendable, una serie indispensable. Tengo otro tomo sin leer en el pilón de los pendientes, así que pronto volveremos a visitar a esta gran creación de Busiek, Anderson y Alex Ross. Nada más, por hoy. Gracias por tanto, perdón por tan poco, y si el miércoles a las 22:30 están al pedo, vengan al canal de YouTube de Comiqueando, que vamos a estar charlando de comics, cine, literatura, política, deportes, amor, sexo, religión, morfi, viajes... sin restricciones de ningún tipo, en vivo y gratis para toda el habla hispana en una nueva emisión de Agenda Abierta. Nos vemos por ahí.

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