martes, 4 de junio de 2024
LA SOLDADERA
Tremendo. Desolador. Un mazazo al estómago, otro a la cabeza, uno a cada rodilla, para asegurarnos de que termines en el piso, hecho mierda. Un librazo con 280 páginas de historieta, imposible de leer en una sola sentada. Hacen falta varios días para terminar La Soldadera, y me imagino que varias semanas para terminar de procesarlo. Esta es una historieta de 1995-96, que Walter Slavich y Enrique Breccia realizaron para la revista italiana Lancio Story, y que nunca se había publicado en Argentina, porque justo coincidió con el momento en que cerró la edición local de Skorpio. Ahora la tenemos en nuestro idioma, toda junta, los 20 episodios uno atrás de otro, y si bien la calidad de la impresión no es óptima, uno sabe que a una editorial como Deux no le puede pedir más que esto. Fuera de alguna página que se ve un poco empastada, no hay problemas notorios en la realización técnica del libro, y eso lo hace atípico dentro de la producción de una editorial (probablemente la única en el mundo) que lanza unos 40 títulos al año pero no tiene empleados.
Estoy tratando de hacer memoria, a ver si recuerdo alguna otra serie de Slavich que me haya gustado más que La Soldadera. Me parece que no, que acá está más afilado que nunca en la construcción de esta ambiciosa novela episódica, compuesta de historias que, leídas de a una, fuera del contexto de la serie, también son -en su mayoria- brillantes. Todos los episodios tienen acción, en todos progresa el desarrollo de los personajes principales, en todos hay agudas pinceladas de crítica a un sistema injusto y violento, en todos hay unos bloques de texto hermosos, en todos pasa algo que no te imaginabas que podía pasar, en todos avanza (aunque sea un poquito) la trama principal... que además pega un volantazo totalmente sorpresivo a la altura del 11º episodio. En los últimos cinco capítulos, la estructura de los relatos cambia bastante, porque Slavich desplaza el foco hacia el principal villano de la serie, que adquiere una profundidad y una tridimensionalidad increíbles, mientras que pasa a ser prácticamente el protagonista del último tramo.
El contexto histórico de la Revolución Mexicana le permite a Slavich hablar de pobreza, explotación, atraso, gente de mierda enquistada en el poder, y sobre todo de violencia y muerte. Cada capítulo de La Soldadera te impacta con su dosis descomunal de sangre, crueldad y desprecio absoluto por la vida humana. Es casi inverosímil cómo los autores logran dotar de un vuelo poético maravilloso a una historia tan cruda, tan manchada de mala leche y horror. Todo el tiempo ves gente que mata gente, ni siquiera los "buenos" tienen reparos en matar, porque hay una guerra de por medio, y acá el que no mata, es boleta seguro. Por momentos, en algunas situaciones, sobre todo las más irónicas, me pareció estar leyendo un guion de Carlos Trillo al que -no tengo ninguna duda- le hubiese encantado escribir La Soldadera. Hay muchos elementos que a Carlos le atraían, desde una mujer en el rol principal, hasta ese grupito que se arma a su alrededor, la historia de amor/ odio que se teje por atrás de un matrimonio por conveniencia, la posibilidad de que los oligarcas y (sus súbditos de siempre) los militares sean los malos, el personaje que busca por todos los medios un postergado encuentro con la muerte... Definitivamente, el fan de Trillo se va a sentir muy a gusto en el mundo atroz y despiadado que desarrolla Slavich en La Soldadera.
En cuanto al dibujo de Enrique... esto está muy bien, en el contexto de la producción "por kilo" que hacía en aquella época para las antologías de la Eura. No está al nivel de los clásicos de los ´70 (Alvar Mayor, El Peregrino de las Estrellas), tampoco se lo ve tan suelto como en El Sueñero, ni deja la vida como en sus trabajos para Francia (Les Sentinelles) o para el álbum a color de Tex que realizó para Bonelli, ni mucho menos como en su Lope de Aguirre o en su libro para la colección del Quinto Centenario. Este es el Breccia que resuelve casi todo con primeros planos de rostros (¡pero qué rostros!), algún plano detalle y muy de vez en cuando alguna toma panorámica, donde le pone todo a los paisajes. La ambientación cuasi-desértica y los pueblitos pequeños que recorren Martina y sus compañeros le permiten a Enrique dibujar pocos fondos, pero cuando tiene que dibujarlos, la rompe con unas texturas y unas iluminaciones que te ponen los pelos de punta. Lo que casi no hay (como a lo largo de toda esta década de producción para Eura) son cuerpos en movimiento. Rara vez se ve a los personajes de cuerpo entero, ni siquiera en las escenas de acción donde se supone que tienen que correr o saltar.
Y lo mejor de todo: Slavich mete unos cuantos cuadros por página y bastante texto en las primeras 12 páginas de cada episodio, pero cada uno tiene 14. En general, la anteúltima página tiene apenas dos cuadros y la última uno solo, y son secuencias casi siempre mudas, pensadas para el lucimiento del dibujo. Acá es donde Breccia manda a dormir al obrero del lápiz y despierta al poeta, al genio, a la bestia desmesurada que genera en esas viñetas finales estallidos de belleza, imágenes potentes, majestuosas, que a veces funcionan como alegorías de lo que sucede en las historias y a veces (como la poesía) no tienen más intención que transmitir sensaciones que nos conmuevan desde lo estético, no necesariamente desde lo narrativo. Ahí hay páginas que funcionan tranquilamente como cuadros que se podrían enmarcar y exhibir en cualquier museo.
A casi 30 años de su creación, poder disfrutar finalmente de La Soldadera en nuestro idioma y en una edición que no te falta el respeto con la calidad ni te decapita con el precio, es un verdadero privilegio. Es un laburo de una intensidad arrolladora, ideal para comprobar que Breccia es un dibujante genial hasta cuando va a menos y sobre todo para sacar a relucir uno de los grandes trabajos de Slavich, un guionista extraordinario, nunca valorado en toda su dimensión, por lo menos en Argentina.
Nos reencontramos ni bien tenga más libros leídos, acá en el blog.
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