viernes, 14 de junio de 2024
AX Vol.1
Esta brutal antología de casi 400 páginas se publicó en 2010, se agotó rápido y se convirtió en una especie de Santo Grial muy buscado y muy escaso. Acá nos encontramos con 33 historietas cortas elegidas por Sean Michael Wilson entre la vasta oferta de material originalmente publicado por la revista japonesa AX, que fue la que en 1998 tomó la posta del manga experimental, transgresor o de vanguardia una vez que decayó la legendaria revista Garo. El libro sin dudas cumple con la consigna de mostrar un panorama amplio y diverso de lo que era el manga alternativo en Japón entre el '98 y el 2010, porque entre esas 33 historietas hay material realmente atípico, donde no se ve una corriente principal, ni se repiten las fórmulas. Podríamos definirlo como "manga para los que en los ´80 leían El Víbora". El problema es que en el mix entraron algunos autores decididamente chotos, que no solo nunca podrían haber publicado en El Víbora, sino que no hubiesen tenido cabida ni en el Óxido de Fierro ni en los fanzines mínimamente ambiciosos de aquella época. Acompáñenme a recorrer los contenidos.
La primera historieta, a cargo de Osamu Kanno, me dio vergüenza ajena. Dije "si este es el standard del libro, no llego ni en pedo a la página 390". Por suerte al toque aparece el mito, la leyenda, el ícono: Yoshihiro Tatsumi y una historieta con un twist muy bizarro, que le permite al ídolo rematar un relato obvio de una manera totalmente imprevisible. Y con unos dibujos gloriosos. Después viene Imiri Sakabashira, con una historia incomprensible, larga al pedo, con unos dibujos más raros que buenos. Takao Kawasaki sorprende con una estética atractiva, pero el impacto inicial la trama se disuelve en diálogos excesivos. Ayuko Akiyama, bastante limitada como dibujante, se las ingenia para ponerle tensión y poesía a un relato de realismo mágico que cierra por todos lados. La de Shigehiro Okada, en cambio, debió haberme gustado, porque tiene garches, vómitos y groserías varias de esas que a mí me suelen seducir, pero entre que el dibujo es choto, los diálogos son chotos, la tipografía es chota y la trama pierde el rumbo ni bien pasa la mitad, me terminó por parecer una cagada.
Katsuo Kawai te demuestra que podés ser muy queso dibujando, pero si tenés una buena idea y encontrás el tempo narrativo exacto para desarrollarla, podés lograr una excelente historieta. Nishioka Brosis, por el contrario, tiene un estilo hermoso y lo maneja a la perfección... estética, porque a nivel narrativo es un desastre y lo que cuenta no me pudo interesar menos. Una sorpresa poderosísima fue descubrir a Takato Yamamoto, otro autor que a nivel narrativo se enrosca al pedo, pero que tiene un nivel de dibujo devastador, un virtuoso al nivel de Suehiro Maruo, o incluso mejor. Perfección gráfica absoluta, para contar la nada misma. La siguiente historia está a cargo de Toranosuke Shimada, un demente con un estilo humorístico, que cuenta en clave de joda una historia real que incluye motos, futbol y nazis escondidos en Sudamérica. Una bizarreada bastante atractiva. Después vienen varias historias seguidas, una más fea que la otra: hay slice of life, perritos, transformaciones bizarras, porongas, pero todo muy mal dibujado y/o con argumentos insostenibles. A todos esos chicos y chicas El Víbora les queda muy, muy lejos... y no solo en términos geográficos.
Bien Mitsuhiko Yoshida con su recreación de la fábula de la tortuga y la liebre, a la que le pega un giro muy ingenioso. Kotobuki Shiriagari tiene un estilo gráfico que no me atrae para nada, pero no puedo decir que sea malo, o que no logra llevar adelante lo que tiene para narrar. Mientras que Shinbo Minami me cautivó con su trazo naïf, ideal para una tira de humor gráfico, pero lo que cuenta no me interesó en absoluto. Muy bueno tambien el trabajo de Shinya Komatsu, bien equilibrado, original, gráficamente precioso. Otro que se queda en el impacto visual de su dibujo pero no cuenta nada es Einosuke. Una pena, porque técnicamente es un monstruo. Paso por alto otras tres historietas muy flojitas, con poco o nada para rescatar, y me encuentro con un relato de Akino Kondo tranqui, sin pretensiones, pero muy logrado, un slice of life sumamente agradable. Después vienen otros dos bodrios infumables.
Shigeyuki Fukumitsu me llamó la atención con su trazo, muy en la línea del comic alternativo yanki, prolijo, claro, con muchos recursos gráficos... y un guion que se estira más de lo necesario hasta hacerse casi aburrido. Otro con una estética muy de indie norteamericano es Kataoka Toyo, muy cercano también a un Rodrigo Terranova, ponele. Los guiones no están mal, son comedias groseras y truculentas. Dejo de lado otra historia sin pies ni cabeza y -ya cerca del final- descubro a Keizo Miyanishi, una autora ya veterana que pela un virtuosismo gráfico alucinante, con un estilo muy original, muy impactante, para una historia de terror que funcionaría mejor con menos texto y una narrativa más tradicional. Me quedan los trabajo de Hiroji Tani (con una estética que no tiene nada que ver con el manga, 100% occidental) y una bestia desencadenada llamada Otoya Mitsuhashi. Este sí es un crack, un Juan Carlos Víbora, hermano estiístico del mejor Guillem Cifré, o del Montesol más ido al carajo. Encima el guion es muy gracioso. Y cierra otro prócer, Kazuichi Hanawa (autor de la famosa novela En la Prisión, reseñada el 03/05/18), con un dibujo extraordinario, puesto al servicio de una idea muy loca, un tanto perturbadora, que se nota que le costó comprimir en 26 páginas. Es la más larga del tomo, pero por la ambición de lo que plantea Hanawa, necesitaba unas 15 ó 20 páginas más, como para meter menos viñetas por página y que todo se viera mejor y más claro. Pero al lado de algunos de los sapos que me tuve que morfar, esto es la gloria máxima.
Y bueno, nada más, por hoy. Prometo más antologías con material alternativo y extraño para la próxima. Gracias y hasta entonces.
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1 comentario:
Nemoto tiene historias en el vibora. Medio que ahí no le pegaste. Comparto igual que la calidad es irregular, pero banco algunos de los muertos que ahí a nivel dibujo.
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