viernes, 28 de mayo de 2010
28/ 05: CORTO MALTES: LA JUVENTUD
Corría 1981 y Hugo Pratt, contratado por la revista francesa Le Matin, arranca con una nueva saga de Corto Maltés, que se proponía contarnos las aventuras del marino durante los años previos a La Balada del Mar Salado, cuando lo conocimos como un pirata del Nacional B, a las órdenes de El Monje. Casi nada de eso se cumple, finalmente, en esta obra breve y con gusto a poco.
Pratt elige ambientar esta historia en Manchuria, en 1904, sobre el final de la guerra ruso-japonesa. Entre el maremagnum de chinos, rusos y japoneses hay metidos por ahí un par de estadounidenses, uno de los cuales es el escritor Jack London (notable influencia en el estilo narrativo de Pratt) y un pibe europeo, bastante misterioso y que aparece muy poco, casi sobre el final. Es Corto Maltés, más preocupado por encontrar fabulosos tesoros de la antigüedad que por las disputas políticas entre las distintas facciones.
Los verdaderos protagonistas de la saga son Jack London y el siempre impredecible Rasputín, que todavía no conoce a quien será su aliado en decenas de aventuras, pero que ya arma todos los kilombos habidos y por haber en su afán por imponer su propia ley y no agachar nunca la cabeza ante nadie. Entre estos dos personajes motorizan la trama y son los que interactúan con todos los demás, los que tienen escenas que Pratt utiliza para contarnos cómo ven el conflicto los distintos ejércitos y gobiernos. Lo más parecido a un “villano” (fuera de Rasputín, que está sacadísimo y sin el menor reparo a la hora de matar) es el Teniente Sakai, del ejército japonés, quien quiere batirse a duelo con London. Pero las mejores frases, la cátedra de cinismo posmoderno que Pratt metía en todas sus historietas post-1967 (incluso antes de que se inventara la posmodernidad) las tira el Capitan Suto, otro milico japonés con una visión de la guerra, los negocios y la geopolítica muy afilada y muy de los ´80.
Ese es el único “anacronismo” en la saga. Todo lo demás está, como siempre, perfectamente documentado e investigado. El problema es que Pratt termina la historia cuando finalmente Corto y Rasputín logran embarcarse con rumbo a Africa (a buscar los tesoros del Rey Salomón) y todo lo demás, todo lo que falta para llegar a La Balada…, no lo vemos nunca. Pratt nos lo contó en textos, en entrevistas y hasta en acuarelas, pero no hay historietas que documenten ese viaje a Africa que termina en la Patagonia, ni todos los que Corto hará después hasta el inicio de su etapa como pirata, que Pratt fecha en 1913. O sea que, en rigor de verdad, esta es una aventura de Jack London y Rasputín, con un joven Corto Maltés como personaje secundario.
A nivel dibujo, tenemos un gran trabajo del maestro veneciano. Acá todavía faltaban un par de añitos para que iniciara su cuesta abajo y nos castigara con una seguidilla de entregas muy flojas de la serie. Entre La Juventud… y Tango (1985), Pratt termina la interrumpida Jesuita Joe y dibuja Cato Zulú (de la que ya hablamos), y después de esas dos joyas, algo pasa y nada vuelve a ser lo mismo. Pero en La Juventud… el Tano está prendido fuego, con su habitual solvencia narrativa, su personalísimo (y muy efectivo) trabajo de los primeros planos y la expresión corporal de muchos y muy distintos personajes, ese criterio insuperable para balancear blancos y negros (tan grosso que se destaca incluso cuando la historieta se publica a color) y hasta trenes y barcos que parecen dibujados por Pratt más que por sus asistentes, algo que no volveremos a ver en las obras posteriores.
Aunque parezca mentira, esto se editó hace pocos meses en Argentina, el país donde los editores creen que el comic europeo es yeta, o que transmite enfermedades venéreas. Lo lanzó como opcional la revista Ñ, del oligopolio Clarín, y la edición no es buena ni mucho menos (formato agenda de bolsillo, a color, y con el remontado de viñetas de las ediciones francesas más recientes), pero valía menos de $ 10, mientras que la edición de Norma (enorme y también en innecesarios colores y tapas duras) vale más de $ 100. O sea que a los que nunca pudimos conseguir la edición española de los ´80 (la grossa, en blanco y negro y tapas blandas, una especie de Santo Grial inconseguible hace siglos), Clarín nos dio el gusto a un precio irrisorio.
La Juventud… no es una obra maestra imprescindible, pero si sos completista de Corto Maltés o fan de Hugo Pratt, no está nada mal sumarla a tu biblioteca.
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9 comentarios:
Esta reseña (bah, el blog en general) me recordó a la selección de vinos de las revistas sibaritas, que alaban al vino en relación calidad-precio. Te ponen vinos de 5 pesos al lado de uno de 500, y ambos son "excelentes" y "altamente recomendables".
Un saludo.
Jajajaja!
No, esta edición no es altamente recomendable. Está para tenerla, porque sale chaucha y la española está zarpadísimamente cara, pero no la recomiendo. Como tampoco la recomiendo a nivel comiquero: no es un asco, ni mucho menos, pero no te la pongo ni drogado entre las mejores obras de Pratt, ni entre los libros fundamentales de Corto Maltés.
Da la casualidad de que el primer número es el peorcito en calidad material (las hojas centrales del mío amagaron con despegarse ni bien lo abrí), pero, che, salía $2 Ñ incluída (la Ñ te la metés en el orto, porque realmente es pésima, pero bueno...)
A mí me llamó la atención lo imprevisible que es Ras, como decís vos, Andrés. Creo que se roba la historia. El resto de la colección tuvo momentos mejores (las Helvéticas es uno, creo).
¿A qué te referís con la "cuesta abajo de" de Pratt? Yo soy un advenedizo y llegué a Corto muy tarde, así que por ahora (por falta de tiempo) no pude leerme toda la colección. Alcanzo a notar la diferencia de realización gráfica entre "La juventud" y "Tango" pero no llegó a parecerme tan dramática.
Saludos.
Yo veo que de Tango en adelante Pratt trabaja con menos ganas. Se ve en Las Helvéticas y se ve en Mu. Las mejores viñetas son las de los ayudantes...
Ojo, no le critico esa búsqueda de la síntesis, que me parece grossa. El tipo al final ya dibujaba de modo casi caligráfico, como si estuviera escribiendo. Y eso se valora.
Pero los guiones decaen notoriamente y hay momentos en los que la búsqueda de la síntesis gráfica deriva en el monigote puesto ahí medio a lo bestia.
Para mí,lo último potable de Pratt es el segundo tomo de Cato Zulú (1988). De ahí en más, me deja de gustar. Y de las obras que van entre el primer y el segundo Cato Zulú, ninguna me convence del todo.
Pero son gustos, nomás...
Siempre pienso en la existencia de una influencia astrológica en dos de mis dibujantes favoritos, Hugo Pratt y Lucho Olivera.
Dos místicos, y los dos nacidos bajo el signo de géminis.
Hay un período, desde lo último de los 70´s y hasta fines de los 80´s, donde estos tipos crean obras maravillosas, para mas tarde de manera indescifrable empezar a decaer.
Quizás la respuesta esté en los astros…
Por escasez de tiempo no suelo comentar, pero siempre estoy pasando por este blog. Debo decirle Andres, que usted esta armando un catálogo espectacular, lo felicito por el laburo.
Un abrazo grande.
toto.
Che, Andrés, yo no soy opositor y leo la Ñ!Como suplemento de cultura no está mal, es elitista obviamente, pero tiene cosas rescatables. Desde luego que este tomo (que lo tengo y no lo leí) es una edición pedorra y chota, pero que como alternativa a la gallega, va de culo, tío (que gallego que estoy!).
Gracias Andrés por hacer esta reseña. Soy un adicto a Pratt, y este fin fue muy prattero: el sábado conseguí Siempre un poco más lejos y la edición en blanco y negro de La balada... de Récord, con la disposición original de las páginas, dos libros que me faltaban o los tenía divididos entre Skorpios, Totems y demases.
Después de Mu, que directamente no me gusta, este me parece el menos logrado, pese a que Rasputín se roba la historia. Entiendo que Pratt quiso contar la historia que se le dio la gana (como siempre) y no lo que le pedían (como siempre).
¿Estás tan seguro de que Pratt dibujó? Hasta donde sabía, estaba toda dibujada por Lelle Vianello.
Con respecto a las últimas obras de Pratt, a mí Morgan me parece bastante lograda, y se lucen mucho los barcos y todas las maquinarias (mucho más que el bujo).
Como vos, nunca pude tener la edición de Totem. De hecho ni siquiera la vi, así que ni sé si existe (aunque hace unos años conseguí en Barcelona una edición de Totem en blanco y negro de Los escorpiones del desierto que ni siquiera sabía que existía, así que todo es posible en el mundo de New Comic).
Estas ediciones de Clarín dan asco, por el recorte de las viñetas y el color, en parte (consecuencia de que esté levantado de la última edición de Casterman, o de Norma, da lo mismo) y por el papel y el voseo (decisiones incomprensibles de Clarín).
Buenísima reseña.
Un abrazo
Lo del voseo es una bosta pero porque no es parejo, si lo fuera, otra sería la historia. No me parece que sea desacertado ese criterio (es un criterio, como cualquier otro), pero hay que implementarlo bien.
A mí el voseo tampoco me quita el sueño... Lo edita "el gran diario argentino" y en Argentina hablamos de vos...
La Juventud parece más Pratt que Vianello, pero ahora me hacés dudar. Yo creo que dibujó casi todo el Tano. Igual voy a consultar a los expertos, a ver qué me dicen...
Qué grosso tener La Balada editada por Record. Es un Santo Grial jodido de conseguir.
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