el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 2 de septiembre de 2010

02/ 09: LA ISLA SIN SONRISA


Hace poco leía una entrevista a Enrique Fernández donde el autor decía que quería que este álbum se llamara Yulkukany, como la isla donde transcurre la historia, y los editores le dijeron “Nah, flaco, Yulkukany está bueno como nombre para una isla exótica pero como título de una novela gráfica, va para atrás”. Coincido con los editores (de vez en cuando sucede), nadie en su puta vida va a memorizar ese nombre tan retorcido.
El nombre de Enrique Fernández tampoco es fácil de retener, sobre todo para los lectores de habla hispana, que conocemos a 200.000 Enriques y 200.000 Fernández, pero claro, una vez que lo viste dibujar a este animalito español, te hacés tan fan que te querés memorizar hasta su DNI. Yo tuve la suerte de descubrirlo hace un par de años con su adaptación de El Mago de Oz, realizada junto al guionista francés David Chauvel (si leés en inglés comprate la edición de Image, que es perfecta), y me enganché mal con ese estilo alucinante, mezcla de Juan Bobillo y Carlos Meglia. Nunca lo subí al podio de los dos o tres más grossos, porque la novela gráfica que escribió él mismo (Libertadores), si bien es un deleite visual inolvidable, tiene algunas fallas en el guión. Pero ahora, con La Isla sin Sonrisa, Enrique Fernández me demostró que ya pasó de Genio del Dibujo a Genio del Comic, así, con mayúsculas.
La Isla sin Sonrisa es historieta perfecta. Es una fábula fascinante, universal, atemporal, que combina elementos fantásticos con los personajes más humanos y reales que te puedas imaginar. Es una aventura, con misterio, dramatismo, acción y hasta bastante violencia. Pero –mirá qué notable- es una aventura donde todo gira en torno a los sentimientos: la alegría, la esperanza, el amor, el rencor, la nostalgia, la confianza (en los demás y en uno mismo), el respeto al distinto… Ojo, no es una película del nefasto subgénero “un canto a la vida”, en la que aparece Norma Aleandro y te enseña a vivir. Pero la aventura en sí, el conflicto mismo que le da sentido a la trama, está vertebrado en torno a los sentimientos, a qué pasa cuando los negamos, los rechazamos, los ocultamos.
Como en I Kill Giants, una de las protagonistas es una nena que vive en una nube de pedos y no para de fabular. Pero hasta ahí llegan las coincidencias. En el resto de la trama, si bien también son muy importantes los factores psicológicos, la propuesta de Fernández tiene poco que ver con la de Joe Kelly. Acá, además, la nena fantasiosa es apenas una de las mitades de un contrapunto rico y fascinante, que se complementa con Milander Dean, el geólogo duro, frío, áspero en el trato con sus semejantes. De esta dicotomía Elianor-Dean salen las mejores escenas del libro. Mamá Kindi y la tía de Elianor (los únicos personajes secundarios de peso) también están muy bien desarrollados y tiran algunas frases magníficas, definitivas.
Pero no quiero contar ni media palabra sobre el guión, ni siquiera dejar traslucir quiénes son los malos, quiénes los buenos, quiénes tienen razón en lo que hace, dicen y ven y quiénes no. Prefiero colgarme hablando maravillas de la faceta gráfica, en la que Enrique Fernández da una cátedra tan alucinante que te devasta las retinas. Como tantos capos del comic actual, Fernández viene del campo de la animación. Eso explica su impecable manejo de expresiones faciales y lenguaje corporal, y esos fondos monumentales, riquísimos en detalles y siempre iluminados con inmejorable criterio. Pero también brilla en la narrativa, especialmente en las secuencias mudas, y maneja perfectamente una amplísima variedad de ángulos para cada toma. La línea acá se despega un poquito de Bobillo y Meglia, y va un poco más para el lado de autores del indie americano como Gene Luen Yang o Craig Thompson. Pero lo que lo sigue distinguiendo de cualquier otro historietista del planeta es su trabajo con el color. Las cosas que hace Fernández a la hora de colorear esta historieta no se pueden explicar, están completamente más allá de la comprensión humana y del alcance de cualquier lenguaje conocido. Climas, texturas, efectos, todo lo que le pidas, y más, Fernández te lo pone en su historieta y encima te lo pone en función de la historia, no por encima ni en reemplazo de la misma. Posta, sentate a leer esto con varios juegos de ropa interior de recambio…
La Isla sin Sonrisa es una joya del comic del Siglo XXI. Una historieta pensada para hacerte sentir bien, en el sentido más amplio de la palabra, y además una aventura emotiva y alucinante, que le habría gustado imaginar a Hayao Miyazaki. Yulkukany es un nombre impronunciable e imposible de retener, pero la visita a la isla -de la mano de Enrique Fernández- es una experiencia que no te vas a olvidar nunca más.

4 comentarios:

César Da Col dijo...

Andres, tuve la suerte de leer La Isla Sin Sonrisa, y coincido con vos, es una maravilla...
Hace un tiempo contactamos y le hicimos a Fernandez un informe, una "mini-entrevista" en Imaginaria, que aprovecho para poner el link acá e ilustrar tu reseña:
http://www.imaginaria.com.ar/17/6/fernandez.htm

(Sobre todo para aquellos que no conocen el trabajo de este gran historietista español).

Abrazo, Cesar.-

Preva dijo...

Están los que dibujan bien, los que dibujan muy bien, y cada tanto aparecen estos que se van a la mierda y te quedas con la boca abierta, hipnotizado ante tanto talento.

Raptor Plateado dijo...

wow muy buena recomendacion se lee interesante!!!

Maxi Mola dijo...

Pude leer esta historieta hoy y es una verdadera maravilla. Linda historia, gan arte.