viernes, 24 de diciembre de 2010
24/ 12: MANUEL MONTANO: EL MANANTIAL DE LA NOCHE
Este blog, que es hincha incondicional del comic español, casi comete la injusticia atroz de terminar su recorrido por 365 historietas sin comentar ninguna de Miguelanxo Prado, uno de los más gloriosos autores, ya no de la península, ni del habla hispana, sino de la historia del Noveno Arte. Tarde, para los postres, pero llegó Prado, nomás.
Manuel Montano: El Manantial de la Noche es una historieta que salía en la inolvidable revista Cairo, allá por el año ´88. Era rara, porque Manuel Montano no era una creación del ídolo gallego, sino que era un personaje de Fernando Luna, un tipo que contaba cuentos de su autoría en un programa de radio de la trasnoche, que tenía a Prado entre sus miles de oyentes. Sólo que Prado se cebó con este detective de la B Metropolitana lo suficiente como para contactarse con Luna y pedirle permiso para realizar comics basados en las historias que el creador contaba por radio. Nunca escuché el programa de Luna (se llamaba Tris Tras Tres, nombre pedorro si los hay), pero intuyo que debe ser una especie Alejandro Dolina español. En las historias de Montano (por lo menos como las presenta Prado) se cuelan la melancolía tanguera, la reivindicación de la nocturnidad, los códigos de barrio, la apología del perdedor, la metafísica de entrecasa, la relectura en clave irónica de un género (el noir) y sus convenciones… todo suena bastante dolinesco.
Prado tiene una limitación: no nos puede revelar qué carajo es el manantial de la noche. Montano lo tiene que encontrar en un cuento de Luna, no en un comic de Prado. Entonces, inteligentemente, la búsqueda del manantial pasa a ser un tema englobador, que aparece en casi todos los episodios, pero que nunca es lo central. Se lo menciona, sí, se especula con la posibilidad de que Montano lo encuentre, pero además hay otra trama (a veces más detectivesca y a veces más de comedia, o de sainete) que se resuelve en ese mismo episodio. La búsqueda del manantial, entonces, es como la excusa para darle unicidad a todos estos episodios autoconclusivos.
Los guiones son de un nivel muy alto, aunque no siempre parejos. Sin derrapar, sin irse al descenso ni jugar la promoción, hay un par de episodios (los menos detectivescos) que no se la bancan frente a los tres o cuatro mejores, pero la verdad es que los tres o cuatro mejores son joyas inenarrables. El Caso del Gran Chung-On, El Caso de la Piscina y Conversaciones son auténticas gemas, que combinan sátira, poesía, ingenio, caracterización, climas y grandes diálogos. Si el libro trajera sólo esos tres episodios, también habría que comprarlo sin chistar.
Del dibujo de Prado me cuesta hablar, porque no le encuentro explicación. Esto es posterior a Quotidianía Delirante y Crónicas Incongruentes, que es cuando Prado termina de definir su estilo y se hace fuerte en el manejo del color. O sea que acá el genio de Galicia ya está muy canchero en la faz visual. Ya le salen de taquito esas perspectivas torcidas que usa para los edificios, ya maneja una y mil técnicas para sorprendernos con la iluminación, ya se luce como poquísimos en las expresiones faciales de los personajes… Si el guión juega a establecer algo así como una “poética de la berretada”, el dibujo le termina de dar forma y sustancia. Increíble cómo en poquísimos años Prado pasó de ser un gran dibujante de ciencia-ficción a ser uno de los tipos que mejor retrata y satiriza la vida real, el entorno urbano contemporáneo y su complejísima fauna. Ya volveremos a visitarlo.
Y me quedó una deuda más jodida que la de EEUU con los bancos: se me fueron 365 días sin leer a Carlos Giménez…
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2 comentarios:
Hay que leer a Prado. Gracias, Andrés. Abrazo navideño.
Fabuloso dibujante
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