jueves, 16 de diciembre de 2010
16/ 12: CAYENNE
No, si yo soy un boludo importante. Leo a los autores franceses en inglés y a los argentinos en francés. Me falta leer a los yankis en italiano y ya canto bingo… En este caso, la bizarreada está más o menos justificada: de las 15 historietas que trae este álbum, en la etapa actual Fierro se publicaron seis o siete y el resto jamás se tradujo al castellano. O sea, al idioma en el que escribió estas historias Guillermo Saccomanno para que las dibujara Cacho Mandrafina.
Cayenne, como muchos saben, es algo así como la secuela de El Condenado (una serie mítica de Saccomanno y Mandrafina que se publicó muchos años en Skorpio), realizada esporádicamente, sin ritmo semanal, ni mensual, ni nada, entre 1998 y 2003. Cada historieta tiene ocho páginas y son todos autoconclusivos que giran en torno al Sweet Sodome, el bar que se puso Marcel Clouzot (apodado “el francés”) en una gran ciudad que bien podría ser New York. Clouzot, además de propietario del boliche, es escritor y está siempre en busca de historias. Por suerte, entre coperas, malvivientes y el enigmático pianista Griffith, siempre está bien abastecido. Ya sea por situaciones que se viven en el bar (o sus inmediaciones) o por alguna crisis que obliga a alguno de estos personajes sombríos a revelar momentos claves de su pasado, el Francés siempre vive o escucha nuevas historias para plasmar en su máquina de escribir.
Saccomanno, que es más literato que guionista de historietas, entiende perfectamente la pulsión del Francés, y además está muy, pero muy curtido en esto de las historias chiquitas, casi intimistas, sórdidas, tristes, siempre manchadas con muertes, traiciones y desengaños amorosos. Sus personajes son duros, ásperos, pero no son muñecos de cartón, bidimensionales y predecibles, sino tipos y minas creíbles, con muchísima humanidad y muchísima complejidad. ¿Se puede delinear personajes complejos en ocho páginas? Sí. Lo hacía Will Eisner en The Spirit (que tenía historias de siete páginas) y lo hace Saccomanno en ocho. Por supuesto, los personajes más atractivos, más redondos, son los que protagonizan más de una historia corta, pero –salvo alguna que otra- todas nos presentan conflictos y personajes conmovedores.
Saccomanno ambienta todas estas historias en el período entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, aunque sin dar fechas precisas ni mencionar hechos históricos puntuales. Es un período fértil para la ficción, en el que transcurren muchísimas historietas, películas y novelas memorables. Sin ir más lejos, es la época en la que cobra forma el género negro, que es –claramente- la corriente en la que se inscribe este trabajo de Saccomanno. Antihéroes, perdedores, femmes fatales del Nacional B, climas ominosos, finales trágicos o irónicos… en Cayenne no falta nada de eso, aunque al lado de Savarese, el Francés es el Guacho Winner.
Y además es el período favorito de Mandrafina, es la ambientación que se sabe de memoria: Gran ciudad costera yanki, décadas del ´20 y ´30. Ahí Cacho da cátedra, ahí jugó de local durante siglos, primero con Savarese y después con los Fratelli Centobucchi (o Spaghetti Brothers, según quién lo publique). Y con El Condenado, obvio, aunque las primeras historias de la etapa clásica no transcurrían en EEUU. Acá Cacho nos pasea por muelles y mansiones, granjas y prostíbulos, y siempre impacta con su genial manejo del claroscuro, su narrativa perfecta, sus locaciones y decorados perfectamente documentados, la interminable variedad de rasgos faciales para los matones, las chicas buenas, las putas, los canas. Ningún personaje se parece a otro y todos parecen reales. Mandrafina es el único autor al que los franceses le perdonan que narre “a la italiana”, con seis o siete viñetas por página y muchísimos primeros planos. A todos los demás les exigen que cuenten “de más lejos”. A Cacho, lo disfrutan así, con esos primeros planos fuertes, heavies, terriblemente expresivos. O por ahí lo que les gusta es cómo des-enfatiza la violencia. Cómo hace que las persecuciones, piñas y tiroteos no tengan gusto a pochoclo hollywoodense, sino a drama humano, a resolución trágica de un conflicto real.
Bueno, se juntaron dos grossos. Dos tipos que se conocen mucho, que conocen perfectamente su oficio y la época en la que decidieron ambientar las historias. Así es difícil que no salgan buenas historietas y este libro tiene unas cuantas realmente excelentes. Ojalá algún día no haya que estudiar francés para leerlas.
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1 comentario:
Comentá el comic y dejate de hacer el que sabés idiomas porque aburrís.
Y comentá el material que uno puede conseguir, no el que conseguís vos solo de vaya a saber uno donde.
Por favor man, ponete las pilas, nos interesan los comics, no vos.
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