el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 8 de agosto de 2013

08/ 08: BEYA (LE VISTE LA CARA A DIOS)

Si alguna vez seguiste el caso Marita Verón, o esa novela con Facundo Arana que se llamaba Vidas Robadas, seguro estás familiarizado con el drama de las chicas que son secuestradas y sometidas a la esclavitud sexual. Este libro se trata de eso.
Los textos le pertenecen a Gabriela Cabezón Cámara, escritora y editora de la sección Cultura del diario Clarín. Son textos muy, muy logrados, en los que Gabriela logra darle vuelo poético (y hasta una estructura similar a la de la poesía) al horror que nos narra. Se aprecia un excelente manejo del lenguaje, de las imágenes, del ritmo. Evidentemente, estamos ante una notable escritora.
Los dibujos son obra de Iñaki Echeverría, cuyas dos obras anteriores (Negro el 10 y Muffins) fueron reseñadas en el Blog. Este es un Echeverría 2.0, con un estilo muy distinto a lo que vimos en sus otros trabajos, sobre todo en Muffins. Acá, Iñaki abreva sobre todo en la estética de José Muñoz, ideal para plasmar en imágenes una historia de dolor, sufrimiento, decadencia y corrupción. El dibujante adopta ese claroscuro extremo, a todo o nada, del creador de Alack Sinner, pero no se aferra (como lo hace Muñoz) a una narrativa sencilla, ni a una puesta en página tradicional. Iñaki pega uno y mil saltos al vacío y arma páginas rarísimas, con mucho montaje analítico al mejor estilo Guido Crépax, páginas con tres viñetas widescreen al estilo Bryan Hitch, ilustraciones descolgadas que a veces remiten a cuadros famosos... todo muy vanguardista.
Sin embargo, este Iñaki inspiradísimo tiene pocas posibilidades de contar la historia con sus dibujos. Lo hace en la primera (y magistral) secuencia de 11 páginas mudas y en menor medida, en la secuencia final. Durante el tramo central de la obra, el dibujante mete muchas, muchísimas viñetas y ensaya muchas, muchísimas puestas en página, que en ningún momento hacen falta para disfrutar de los textos de Gabriela, que son los que llevan adelante el relato. Son entre 75 y 80 páginas en las que los dibujos bien podrían no estar y uno sentiría, disfrutaría y sufriría prácticamente lo mismo. El texto hace la suya, va para adelante y no hace el menor esfuerzo por conectar con los dibujos. De hecho, no creo que la autora jamás se haya calentado por escribir algo así como un guión. Más bien sospecho que Echeverría recibió un texto perfectamente acabado, junto a la consigna de “hacé una historieta con esto”.
Los personajes no dialogan entre sí. La voz del narrador (o narradora) dialoga con Beya, la protagonista. Los textos están escritos en segunda persona, como hacía Guille Grillo en Animal Urbano o Archie Goodwin en algún comic de Marvel de los ´70. El texto (al que me resisto a llamar guión) no se hace cargo de que forma parte de algo más -la historieta- que está por encima suyo. Y el dibujo sí, se mata por ilustrar minuciosamente la mayor cantidad posible de las potentes imágenes que pueblan los textos... pero si sacamos a estos, lo más probable es que viendo sólo los dibujos de Iñaki entendamos menos de la mitad de lo que sucede en la trama.
Estamos, entonces, frente a un grave problema de desconexión entre excelentes textos y excelentes dibujos, que nunca llegan a entrelazarse ni a potenciar uno las virtudes del otro. El otro “pero” es muy menor y tiene que ver con el final, con cómo resuelve Gabriela el predicamento de Beya. No quiero spoilear, porque me encantaría que mucha gente leyera este libro y se sorprendiera como me sorprendí yo. Por eso pido perdón por no explicar qué es lo que no me cierra del todo en el desenlace.
Beya (Le Viste la Cara a Dios) es una historieta sumamente atípica, que no se parece a nada y a la que difícilmente alguien intente imitar. Si te bancás la temática truculenta y salvaje del cautiverio de una chica obligada a ejercer la prostitución, si no te produce escozor el uso intensivo de términos como “poronga”, “orto”, “concha” y “guasca”, y si no te preocupa que el texto y la imagen no se integren de modo armónico, acá te están esperando una historia vibrante, honesta y fuerte, con dosis parejas de introspección y acción. Y por si faltara algo, los mejores dibujos de la carrera de Iñaki Echeverría, lo cual es mucho decir.

4 comentarios:

Juan Pablo dijo...

Comento por acá la siguiente nota: Están censurando a Sanyu en Mendoza!
http://www.lanacion.com.ar/1608665-los-libros-eroticos-que-el-ministerio-de-educacion-mando-a-escuelas-de-mendoza
La verdad que el Inspector Justo no me parece muy interesante, pero para un nivel secundario no me parece mal. Saludos y disculpá que me haya metido por acá a contarlo!
Saludos

hXaXs dijo...

sALVANDO EL DETALLE QUE MENCIONAS, PINTA INTERESANTE. SALUDOS!

P.C. dijo...

Hay comentarios sobre eso en el post de ayer. No es censura, es cuestionar la pertinencia de la inclusión de esa historieta en una escuela, y la verdad que estoy de acuerdo. Yo disfruté lo que leí de ésa historieta, y era adolescente, pero no me parece para nada que sea el tipo de material que debería estar disponible en una biblioteca escolar. No creo que ni el propio Sanyú la haya pensado teniendo en cuenta un público adolescente, y mucho menos su inclusión en una biblioteca de escuela, y cuando se publicaba en la Fierro, ésta estaba concebida como una revista para adultos.

Anónimo dijo...

Hay gente que le gusta tirar bombas...no es censura, el que quiere va a una libreria o comiqueria y se compra ese libro y no le van a pedir el dni, la cuestión es si es el mejor material para distribuir en un ámbito escolar...que en realidad les importa un carajo eso, podrian haber mandado Mort Cinder que esta en la misma colección y no habría pasado nada, pero el director de Colihue es talibán K, se ve que tenía sobrante del inspector Justo, asi que nadie revisó nada...entongue total.