En el tomo anterior, Scalped estaba por explotar y en este explotó. La reseña podría limitarse a esa frase y estaría perfecto. Si leíste alguna vez Scalped, seguro sentiste esa sensación de “el día que esto explote vamos a presenciar una hecatombe como pocas veces se vio en una historieta”. Eso que vos presentiste, y sobre todo temiste, se desencadena acá, en un tomo que no da respiro.
Sobra el primer episodio en el que, para festejar los 50 números del comic-book, Jason Aaron cuenta una historia ambientada 135 años en el pasado y que casi no tiene relación con la saga central. Es una historia cortita, complementada con pin-ups de grandes dibujantes invitados (están Brendan McCarthy y Jordi Bernet, dos ídolos indiscutidos de este blog), en la que lo más lindo es el dibujo de R.M. Guéra, que además rotula él mismo los diálogos con una tipografía manual alucinante, muy parecida a la del maestro Jean Giraud.
Y después sí, arranca Knuckle Up, el arco que da título al libro, y se va todo a la mierda y más allá. No aparecen Hassel ni Carol, pero todos los demás personajes protagonizan las escenas más shockeantes que se te puedan ocurrir, en una guerra descontrolada, de todos contra todos, por supuesto enchastrada con las más abyectas traiciones. Ni siquiera ahora, que estamos a milímetros del final, Aaron se tira a simplificar la historia, a eliminar tramas y personajes secundarios para concentarse en los protagonistas, que vendrían a ser Dashiell Bad Horse y Lincoln Red Crow. Por el contrario, el sheriff Karnow, que debutó en el tomo anterior, tiene muchísimo peso en este. E incluso por primera vez Aaron le da bola y desarrollo a Rath, uno de los capos del narcotráfico entongados con Red Crow.
O sea que estamos ante unas 120 páginas de tremenda complejidad, absolutamente inaccesibles para el que no leyó todo lo anterior. Acá ya no se recapitula nada, no se menciona en los diálogos lo que pasó algunos episodios atrás, acá ya no hay “tu tía”. La sangre empieza a correr en la primera página y sigue corriendo en la última. Prairie Rose está envuelta en el bolonki más heavy de su historia y ya no hay códigos, no hay alianzas, no hay runflas, no hay nada que pueda asemejarse a algún tipo de lazo de solidaridad entre los personajes. Para varios de ellos, tampoco habrá Vol.10, porque no llegarán vivos.
Si algún día te preguntaste hasta dónde iba a llegar el grim´n gritty, cuál era el límite de la violencia, la depravación y la crueldad, Aaron y Guéra (que en este tomo se despacha con algunos de los mejores dibujos de la serie) te ofrecen la respuesta. Es una respuesta jodida, perturbadora, en un punto dañina. Y a la vez magistral, definitiva.
Por favor, entre tantos hijos de puta que se traicionan unos a otros, que el Vol.10 no traicione las altísimas expectativas que me generaron este tomo y el anterior. ¿Dije que terminaba Scalped antes de fin de mes? Con suerte aguanto hasta el lunes, y eso porque sábado y domingo no vamos a tener reseñas...
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1 comentario:
Tremendo arco, voy a estar atento que me interesa saber que opinión te merece el TP final.
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