Tal como sucedió en España a fines de los ´70, en Chile apareció a principios de los ´90 (en coincidencia para nada casual con el fin de la dictadura militar) una historieta testimonial, una crónica de su tiempo que, sin descuidar el humor, se metía por primera vez con los marginales, los excluídos del sistema, los pibes expuestos (por obra y gracia de su propia falta de recursos económicos) a la droga, la violencia y la delicuencia. En España fue Makoki y en Chile fue Pato Lliro, la creación del aún vigente Christiano.
Si bien en aquella época Christiano no era ni por casualidad el virtuoso del dibujo que es hoy (ya más alejado de la historieta y consolidado en el humor gráfico de temática política), tenía una inmensa ventaja por sobre otros jóvenes autores que incursionaban en los comics de marginetas: provenía de un barrio muy humilde y conocía de primera mano el ecosistema áspero y lleno de carencias en el que se movían estos pibes chorros de papel y tinta. Sus historietas rápidamente se despegaron del pelotón porque no eran pose, sino testimonio genuino.
Pato Lliro nos sumerge rápidamente en este submundo de jóvenes a la deriva, que salen a chorear para pagarse la birra y el faso, en aventuras donde la violencia está muy caricaturizada y poco dramatizada. Hay futbol, rock, algún garche, algún flashback melancólico a la infancia en la que no tener un mango dolía un poco menos, y muchas referencias (menos obvias que en los trabajos actuales de Christiano) a la injusticia social imperante en el país vecino, con o sin milicos genocidas en el poder. Felizmente, el autor elige contarnos las desventuras de Pato y el Peláo de modo sumamente hilarante, con situaciones de comedia, humor verbal, slapstick, y hasta con una cierta ternura. Si no, estas 130 páginas se harían insostenibles.
El libro recopila material realizado a lo largo de unos ocho años (1991-1999), lo cual nos permite apreciar la evolución de Christiano como dibujante. Arranca muy de atrás, con un dibujo sucio, muy crudo, aunque ya se le nota el buen timing para la comedia. Y con el correr de las páginas, encuentra soluciones en el claroscuro, abandona detalles y texturas en favor del blanco y negro puro, acompañado por un trazo más redondito, más plástico. Cerca del final ya se parece mucho al estilo más limpito de Marcos Vergara, el que usa en sus historietas apuntadas al público infantil. También mejoran ostensiblemente la narrativa, el rotulado y el equilibrio entre el texto y la imagen.
Por supuesto que, leído fuera de contexto (es decir, en otro país y 20 años tarde), Pato Lliro no tiene chances de pegarte con fuerza. Vas a perder horas de tu vida descifrando el slang de los chicos de los barrios pobres de Santiago, para encontrarte con algunos diálogos muy graciosos y otros no tanto. Si estás en cero, si nunca en la vida leíste historieta chilena de la transición democrática, no empieces por acá, porque esto es sólo para entendidos, para gente que la vivió. Hoy, este material pierde por goleada contra los trabajos actuales de Christiano (en el periódico satírico La Momia Roja, una especie de Barcelona chilena) e incluso contra los comics reventados y marginales que hacían Miguel Gallardo y Juan Mediavilla en la España de 1979-82. Ahora, si sos fan de Christiano y querés conocer sus primeros trabajos, o si descubriste a la historieta chilena actual y querés rastrear hacia atrás algunos antecedentes importantes sin caer en Condorito, no dudes en entrarle a Pato Lliro. Acá hay una reconstrucción muy aguda, muy honesta y muy divertida de un momento histórico y de un ámbito socio-económico de los que el Noveno Arte no encara con demasiada frecuencia. Leído así, esto garpa de verdad. O garpa harto, como dirían en Chile.
viernes, 4 de octubre de 2013
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3 comentarios:
¿Esto aparecía en la revista "Trauco"? Una vez hojeé una y era bastante testimonial, material muy interesante; recuerdo, inclusive, que había una nota sobre una demanda judicial contra ellos acusándolos de pornógrafos por editarlo a Manara.
Saludos
Es de la época pero no apareció en Trauko. Saludos y gracias , Andrés por el comentario.
¡Gracias por contestar! No será de la revista, pero evidentemente forma parte del mismo fenómeno. Es interesante que se rescate este tipo de material.
En esa Trauko que pude tener en mis manos había visto una de un pibe que se mataba con pegamento, y durante el trip, tanto la resolución formal del dibujo como la narrativa cambiaban, volviéndose todo más anguloso y sintético. Me pareció ingenioso. La historia no la recuerdo bien, pero era sórdida y me parece que era la última de la serie. Pensé que esa era de "Pato Lliro".
Recuerdo también vagamente, una historia sobre una detención durante la dictaadura y la tortura del desaparecido.
Cuando la vi, no pude evitar establecer el paralelismo con "El Víbora", dado el contenido y el contexto.
Busqué por acá pero aparentemente no se consigue.
Saludos y repito mis agradecimientos.
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