el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 9 de enero de 2014

09/ 01: MORIR POR EL CHE

Una vez más los caminos de la historieta se cruzan con la convulsionada vida del mítico Ernesto “Che” Guevara. Esta vez un guionista uruguayo (Roy) y un dibujante argentino (Marcos Vergara) unen esfuerzos para contar una historia con algunos visos de ficción, pero insertada en un contexto 100% real como fue el de la visita del Che a Montevideo en Agosto de 1961.
Lo más interesante del libro es la investigación meticulosa realizada por Roy, que estudió publicaciones, grabaciones y testimonios de la época para reproducir fielmente los acontecimientos y hasta para tirar conjeturas bastante bien fundadas allí donde los hechos se hacían confusos o misteriosos. Roy pone especial énfasis en lo que tiene que ver con el asesinato de Arbelio Ramírez, un docente y periodista que caerá muerto en la calle tras el discurso del Che en la Universidad Nacional, y al que el guión de la historieta vincula (de modo sutil y verosímil) con una trama de espionaje entre las clásicas superpotencias de la Guerra Fría.
El guionista hace el esfuerzo de dotar a Arbelio de una personalidad interesante, a través de buenos diálogos con otros personajes, y algo similar intenta con un personaje 100% ficticio: Patricia, la chica que estudia bioquímica y milita en una agrupación de izquierda que delira ante la inminente llegada del Che. Sin embargo, la chapa grossa se la lleva el rosarino que acompañó a Fidel Castro desde los inicios de la revolución cubana. En apenas 14 páginas, Guevara se morfa el protagonismo y eclipsa sin la menor dificultad al resto de los personajes. Roy escribe a un Che afable, lúcido, humilde a la hora de relacionarse con sus anfitriones y decidido a la hora de bajar línea entre sus partidarios. Una vez que el Che sale de escena, pareciera que la fiesta se terminó hace rato y hay que conformarse con las sobras.
El dibujo de Vergara juega a dos puntas: es puro nervio y pura expresividad a la hora de dibujar a la gente común, y todo detalle y rigor histórico a la hora de recrear a la ciudad de los botijas y los terrajas, los pintas y los planchas, los refuerzos y los championes, los manyas y los bolsos. El grafismo de Vergara se luce muy especialmente porque acá podemos disfrutar de sus lápices sin entintar. Una vez digitalizados y realzados en el photoshop, los lápices fueron coloreados por Caio Di Lorenzo, el encargado de subrayar los climas mediante una paleta virtual, intencionalmente acotada, sin colores plenos, con mucha más sutileza que estridencia. Como suele suceder en los trabajos de Vergara, los principales logros están en la narrativa, en ese ritmo ágil y fluído que el prócer de San Nicolás sabe imponerle a toda clase de relatos. Acá tiene a su favor la proliferación de viñetas (y hasta secuencias) mudas y el hecho de que se tiene que bancar sólo una página de más de 6 viñetas. Eso le permite planificar la narración con soltura y dejar la vida en los fondos que así lo requieren y en esas escenas multitudinarias que siempre son un dolor de huevos para los dibujantes.
Morir por el Che me gustó como historieta, pero no me volvió loco, más allá de lo grato que resulta siempre leer otras 80 páginas dibujadas por Vergara. Donde sí me convenció totalmente es en su faceta documental, en la posibilidad que nos ofrecen Roy y Marcos de leer esta novela como un fiel testimonio de un hecho histórico poco recordado (por lo menos en Argentina) como es el paso del Che Guevara por la Montevideo de 1961. Hasta la viñeta, siempre.

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