Como no me alcanzó con las 400 páginas de Lucifer que me clavé el otro día, hoy fui por las primeras 100 de una nueva creación de Mike Carey, muy en la línea de lo que está publicando Image, pero en este caso publicada en BOOM! Studios, que tiene al británico como nave insignia de su línea de comics “adultos”, o por lo menos bajo total control de los autores.
Suicide Risk no está mal, pero tiene un problema: es Carey jugando a ser Mark Millar. Todo se basa en una idea muy interesante y original, que no es más que una nueva vuelta de tuerca al viejo tema de los tipos y minas con superpoderes y de qué lado de la ley se para cada uno. Carey nos lleva a una San Diego en la que la policía pierde por goleada todos los días contra una creciente legión de super-villanos, y en la que los pocos superhéroes que aparecen son velozmente liquidados por los malos, o directamente se corrompen y cambian de bando. El protagonista es Leo Winters, un cana que decide investigar de dónde salen estos super-villanos y se encuentra cara a cara con los dealers que les venden los superpoderes. Obviamente el propio Leo va a obtener los suyos y a confrontar con los villanos, en inferioridad de condiciones y sin blanquear absolutamente nada de lo que hizo ni a su familia ni al resto de la policía.
Es una consigna atractiva, novedosa, muy bien planteada por Carey, pero a la que le falta ese plus, ese vuelo que uno encuentra en las cosas que hizo el ídolo para Vertigo. El cuarto episodio desentona bastante con los otros tres, pega un volantazo bastante extraño para el lado de lo sobrenatural, se mete con una diosa, sacrificios rituales, memorias de vidas pasadas… y quizás sea de ahí de donde Carey saque ideas para barnizar un poquito la serie, para que tenga una cierta pátina de cosa más jugada, más trascendental. Tengo fe en que sea así, por eso la voy a bancar un tomo más.
Si la idea de Carey era no despegar nunca, bancar hasta el final esa onda “markmillarista” de explorar una variante nueva y sórdida al tema de los superpoderes, lo mejor que pudo haber hecho hubiese sido convertir a Suicide Risk en una mini de seis episodios y rematarla en un sólo TPB. Confío en que estas ideas que se ven acá sean el trampolín para saltar hacia otra cosa, en la que tenga peso la machaca truculenta entre tipos y minas con superpoderes, pero además aparezca ese plus.
En el dibujo tenemos a Elena Casagrande, una chica italiana apenas correcta. Casagrande tiene el mismo problema que Suicide Risk: cumple, pero le falta vuelo. Es una dibujante claramente del montón, que se desenvuelve bien, pero no sorprende. Carey le pide pocas escenas de acción y Casagrande no las aprovecha para irse al carajo. Mantiene todo el tiempo un tono narrativo sobrio, al límite de lo aburrido. Dibuja la menor cantidad de fondos posible, muchas viñetas de “talking heads” y lo mejor que tiene es la buena integración de la referencia fotográfica y alguna expresión facial bien lograda, de esas que podría haber dibujado Kevin Maguire. Pero no es gran cosa. De hecho, creo que le sacás el color (a cargo de Andrew Elder) y esto se desploma como un castillo de naipes. Por lo menos no hay dibujantes suplentes, sacados de abajo de la manga para cubrir a Casagrande cuando esta no llega con las entregas, al menos en este primer TPB.
Si te interesa el tema de los superhéroes “traídos a la realidad”, con una vuelta de tuerca interesante al tema de los poderes, con Suicide Risk seguramente vas a pasar un buen momento y te vas a enganchar, porque la historia promete y el protagonista está muy bien trabajado. Ahora, si venís buscando el próximo Lucifer, o el próximo The Unwritten, la verdad que acá no lo vas a encontrar. Sigo a full con Mike Carey y prometo volver a visitarlo pronto, en una de esas antes de fin de mes.
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