Hoy tengo poquito tiempo, así que se viene una reseña muy breve de un tomo fascinante, con muchísimo para analizar.
Esta serie sigue a un nivel impresionante. Tsugumi Ohba me sigue sorprendiendo, es increíble. Por un lado, todo ese “reality” cautivante que muestra cómo se hace y cómo se sostiene una antología semanal de manga, cómo la reacción del público determina quiénes se consagran y quiénes quedan en el camino, cómo los bendecidos por el gusto del público empiezan a ganar un billete cada vez más grande… Por el otro, los volantazos “dramáticos” para que la serie mantenga alto el nivel de tensión, para que pasen cosas, para que estallen conflictos. Se te tienen que ocurrir cosas que le sacudan la estantería a pibes que lo único que pueden hacer en sus vidas es dibujar historietas para cumplir con las entregas semanales que les impone la revista donde publican. Y finalmente, pero muy emparentado con lo anterior, acá empieza a dar frutos EN SERIO la brutal expansión de elenco que encaró Ohba a partir del segundo tomo. Lo que empezó con Mashiro y Takagi, hoy es un cast multitudinario con las novias de ambos, la mamá de Mashiro, los asistentes de Mashiro, cinco o seis coordinadores de la editorial (que son los que arman la antología semana a semana y “persiguen” a los autores para que entreguen su material) y todo ese grupito maravilloso y heterogéneo de mangakas jóvenes que se sumaron a la revista justo antes o justo después que Mashiro y Takagi.
En estas páginas pasa algo muy grosso, y Ohba logra que eso movilice a TODOS los personajes, del primero al último, en una exploración a fondo de las consecuencias de eso que pasa. Y la consecuencia más grossa es la que vuelve a incrementar la tensión al final, cuando parece que la serie de Mashiro y Takagi se va al descenso porque pierde popularidad. El tomo termina en un cliffhanger jodido como enema de chimichurri, que te dan ganas de correr a buscar el tomo siguiente (por suerte ya salieron el Vol.7 y el Vol.8) para ver cómo se resuelve.
Como única constante en medio de este torbellino de emociones, de esperanzas, sueños, decepciones, tropiezos, culpas, caprichos, competencias a todo o nada y gestos solidarios conmovedores, tenemos como ancla, como refugio, el dibujo siempre perfecto de un Takeshi Obata magistral. Más que nunca, Bakuman es un manga de gente que habla (y habla y habla) y Obata se arremanga y te dibuja 200 páginas de eso, sin chistar y sin que decaiga el interés. Cuando puede, hace que los personajes hablen mientras andan en bici por un parque, como para dibujar algo distinto, para romper un poco la claustrofobia de escena tras escena contenida entre cuatro paredes, en tres o cuatro locaciones distintas.
Con un argumento originalísimo, un elenco amplio, variado y fresco, y un dibujo sumamente expresivo, ajustado y acogedor, Bakuman está allá arriba y cuesta bajarlo. Son 20 tomos, lo cual significa que a pesar de lo mucho que pasó hasta ahora, uno no leyó ni un tercio de la obra. Pero tengo fe, confío en que Tsugumi Ohba y Takeshi Obata la van a bancar allá arriba hasta el final. Hasta ahora, es hiper-recomendable.
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3 comentarios:
Voy a terminar por engancharme con esto... no necesito otra serie de 20 tomos...
...
tremendo lo de los ponjas estos. ademas de ser adictivo, te cagas de risa y si sos dibujante, al cerrar el tomo salis con unas pilas tremendas pa dibujar
Mierda, ahora que terminé de comprarle Evangelion a Ivrea pensé que me libraba, pero me están cebando estar reseñas
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