No puedo volver a colgar a esta serie casi un año entre tomo y tomo, y menos cuando ya terminó y está toda editada en TPBs. Así que me lanzo de cabeza sobre el Vol.3, no si antes recomendar un repasito por las reseñas de los tomos anteriores (15/11/13 y 29/10/14).
De los conceptos ya vertidos, me parece que hay que volver a subrayar uno: Esto no tiene nada que ver con ningún otro comic de Wonder Woman que hayas leído. De verdad, con ninguno. Ni siquiera con comics que se publicaban en simultáneo con este, como Justice League o Superman/ Wonder Woman. Esta es una obra 100% de autor, en la que a Brian Azzarello le dieron la posibilidad única de reimaginar de cero a la famosa heroína, a su entorno y a su historia, sin la menor interferencia por parte del resto del Universo DC, que acá parece no existir. Recién sobre la segunda mitad de este tomo, Azzarello suma al siempre expansivo elenco de la serie a Orion, el más pulenta de los New Gods. Supongo que en el Vol.4 quedará claro cuál será su función en la saga, porque hasta ahora no tiene mucho más efecto más allá del impacto de volver a ver en la etapa New 52 a nuevas versiones de los personajes creados hace casi 45 años por Jack Kirby.
Creo que el mayor logro de Azzarello es la forma en que logra pilotear la gran cantidad de personajes que componen el elenco de la serie. Esta vez, además de Orion, aparece un portentoso guerrero inmortal que pinta para convertirse en el villano más power de la saga, y otros dos hijos bastardos de Zeus nacidos en la Tierra durante el Siglo XX. First Born (el guerrero machacoso) tiene sus propias secuencias y hasta sus propios personajes secundarios. Los otros hijos de Zeus, en cambio, aportan un poco menos, y pareciera que Azzarello no los va a integrar definitivamente al elenco, sino que sus apariciones fueron pensadas para hacer avanzar puntos concretos de la trama, o para que Diana tuviera contra quién pelear en un episodio que, de otro modo, hubiese sido 100% diálogo. Realmente la trama de First Born resulta un gran hallazgo, porque habilita un montón de escenas de pelea lejos de donde están Wonder Woman y el resto del elenco, que siguen enroscados en una historia que –ya lo dije en las reseñas anteriores- no pasa por la machaca sino por la rosca en el seno de una familia disfuncional.
Otro punto destacadísimo son los diálogos. Un rubro en el que Azzarello pela una magia asombrosa para darle voz e identidad a cada uno de estos personajes, a los que nos muestra como cercanos, casi reales, a pesar de ser dioses mitológicos de la antigüedad y –ante todo- personajes de historieta. Sin cagarse en las raíces mitológicas, Azzarello actualiza estos dramas famiiares, estas alianzas, estos odios, y los hace increíblemente contemporáneos. Y la única historia en la que cambia totalmente el registro (la del n°0, protagonizada por una Diana de 11 ó 12 años) lo hace para adoptar ciertos tics típicos de los comics de la Silver Age. Claro, el espesor dramático del relato es mucho mayor, pero si sabés verlos, están los guiños a Stan Lee, Bob Haney y demás.
En materia de dibujantes, esta vez no alcanzó con un titular y un suplente. Cliff Chiang (el titular) dibuja tres de los siete episodios. Tony Akins (el suplente) dibuja un episodio entero, la mitad de otro, 16 páginas de un tercero y entrega apenas un plantado a lápiz de un cuarto, para que se lo terminen los entintadores. Para cubrir los baches, tenemos a un ignoto (y no muy presentable) Amilcar Pinna, al glorioso Goran Sudzuka y a varios entintadores, entre ellos el notable Dan Green (que logra que los dibujos de Akins se vean cada vez mejor) y el infalible Rick Burchett. Y pese a mi amor incondicional por Sudzuka, tengo que reconocer que Chiang se ganó en buena ley la chapa de ser EL dibujante de esta versión de Wonder Woman. Desde el diseño de los personajes hasta los recursos narrativos que tiene que poner en juego para darle onda a las escenas en las que sólo vemos gente hablando (un clásico de Azzarello, a esta altura), Chiang muestra solidez, compromiso y talento. Cada vez más afianzado en su estilo “Arthur Adams sin los 15 millones de rayitas”, Chiang pone todo lo que hay que poner, se entinta a sí mismo y se complementa mejor que ningún otro con el colorista Matthew Wilson. Muy grosso.
No sé qué me espera en la segunda mitad de esta serie, pero la primera me pareció excelente, me sorprendió y me emocionó muchas más veces de las que yo me imaginaba. Sobre el final de mi adolescencia fui muy fan de la Wonder Woman de George Perez y ya en este siglo me volví loco cuando Greg Rucka llevó a su máximo apogeo a esa versión. Y sin embargo, estos tres TPBs me dejan picando la idea de que tal vez (por ahora es un tal vez) la Wonder Woman definitiva sea esta, la de Azzarello y Chiang, parida con el “pecado original” de ser parte del New 52, pero satisfactoria y apasionante por donde se la mire.
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