Esta es una aventura muy rara de Dago, porque Dago… no hace nada. Son casi 180 páginas de historieta en las que el veneciano apenas pelea contra algún villanete menor en los primeros tramos, para luego convertirse en un mero testigo, en un tipo que está ahí, siempre cerca de Francisco Pizarro durante su conquista del Perú, pero cruzado de brazos, bajando línea y tirando sus clásicas réplicas ironicas. En esta saga Robin Wood repite un recurso que ya vimos en otro de los libros publicados por Comic.ar: temprano en el andar de la aventura, Dago se gana el odio de un personaje secundario que se va a proponer hacerlo boleta en medio del kilombo, cuando es más probable que su crimen quede impune. Se supone que eso tiene que generar tensión, porque el protagonista tiene que estar siempre alerta. Bueno, acá el propio Pizarro les prohíbe a sus hombres atacarse entre ellos y la revancha entre Dago y “el Crucificado” no llega nunca.
En general, en todo el tomo escasea mucho la acción. Cuando los españoles invaden las aldeas y ciudades de los incas estallan los saqueos, y hay muertes, incendios y violaciones. Pero poco. No es ninguna noticia que Pizarro logró sojuzgar a este pueblo sin batallas épicas y eso es lo que le falta a esta aventura. Hay muchísima rosca política, mucho diálogo, mucha exploración de este nuevo mundo, mucha indignación por los abusos de los españoles, pero poquísima machaca. Antes de llegar al primer tercio del tomo, Dago cumple la misión de curar a la hermosa Pilar y ya queda liberado de cualquier entramado dramático que pueda tejer Wood, para convertirse en ese testigo preferencial, ese adláter de Pizarro que no pincha ni corta… y tampoco lo necesita, porque básicamente no hay obstáculos para sortear.
Entonces el guionista recurre a otro viejo truco para generar tensión: tres tipos se enloquecen con la misma mina, una hermosa princesa inca. ¿Con quién se va a quedar Estrella de Oro? ¿De quién se enamoró? ¿O los está usando a todos con sus propios fines? Y cuando faltan menos de 40 páginas para el final, Estrella de Oro va a jugar sus cartas y se va a convertir –mediante un volantazo del guión tan impredecible como certero- en el personaje principal de la saga, en la única persona capaz de estropear los ambiciosos planes de Pizarro. Siempre con Dago pintado al óleo, eh? No vayas a creer que es uno de los que se enamoran de la princesa, o que es el que resuelve el despelote que se arma cuando ella hace su movida.
Estrella de Oro y Pizarro son los personajes mejor desarrollados por Robin en los diálogos y los bloques de texto. Y lo más loco es cómo Dago no siente mayores reparos a la hora de obedecer las órdenes de este avechucho genocida, dispuesto a todo para quedarse con el oro y las tierras de los incas. El veneciano le marca el territorio, le pone de manifiesto su disenso, su repudio a los excesos del español y su horda. Pero nunca se le planta, ni le dice “hasta acá llegamos”. Y estamos hablando de un valiente, eh? De un tipo que se enfrentó a todo. Sin embargo, los duelos de Dago con este villano 100% irredimible nunca pasan de la etapa verbal.
Me toca hablar un poco del dibujo de Carlos Gómez, de quien me vengo ocupando duro y parejo en las reseñas de Alienor, su trilogía histórica para Delcourt de la cual ya reseñé dos álbumes. Bueno, esto no tiene nada que ver con lo que hace Gómez en Alienor. Acá vemos al cordobés trabajar con muchos menos cuadros por página, muchísimos primeros planos, infinitas viñetas sin fondos… y el mismo talento para la anatomía, las expresiones faciales, la documentación histórica y la composición de las páginas. También en blanco y negro, el trazo de Gómez se distingue como el de un verdadero virtuoso del estilo académico. Y en esas páginas en las que ofrece dos o tres viñetas chiquitas y una grandota, la grandota es invariablemente devastadora, repleta de detalles maravillosos en personajes, objetos, animales, decorados… un lujo.
Este es más un arco argumental de Pizarro, o de la historia de la conquista del Perú, que del propio Dago. Pero siempre está bueno revisitar la historia de la mano de un narrador de la talla de Robin Wood, y cualquier cosa dibujada por Carlos Gómez merece ser comprada y atesorada, con lo cual al libro no le faltan méritos en lo más mínimo.
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2 comentarios:
Dago parece el Diego en la tapa.
Para mí se parece más a Echarri.
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