Volvió la historieta documental, de denuncia, pensada no para entretenernos, sino para concientizarnos acerca de cosas muy jodidas que pasan en el mundo pero a las que les prestamos poca atención porque estamos muy pendientes del partido de River en Japón o de la final de Fede Bal vs. Aylén Bechara en el Bailando. Esta vez, el encargado de sacarnos la venda de los ojos es el genio italiano Igor Taveri, más conocido como Igort, quien se pasó tres años (2008-2011) investigando la guerra sucia de Chechenia, a raíz del asesinato de Anna Politkóvskaya, una periodista que habitualmente reportaba las atrocidades perpetradas por las fuerzas armadas rusas en esa región de los Cáucasos.
El libro tiene un problema serio, que es la enorme cantidad de páginas en blanco. Igort divide la obra en fragmentos (algunos muy breves) y para marcar esta división, se acumulan carátulas y páginas en blanco que conspiran contra el ritmo de lectura, y obviamente contra tu bolsillo, porque a pesar de que su contenido sea nulo, también suman al costo del libro, que obviamente lo pagamos nosotros. Así es como un libro grandote, de muchas páginas, que pesa toneladas y vale fortunas, se lee en poquísimo tiempo y deja gusto a “me metieron la mano en el bolsillo”. Yo entiendo la moda de la novela gráfica, y que pareciera deseable que las obras “importantes” no bajen de las 160 páginas, pero acá también hay que hacer un sinceramiento y dejarse de chorear con las páginas en blanco.
Por lo demás, Cuadernos Rusos es un excelente trabajo, muy en la línea de las obras de Jesús Cossio centradas en la violencia política que azotó a Perú en los ´80. Igort nos desgarra el alma con crónicas desoladoras de secuestros, torturas, violaciones, cadáveres en fosas comunes y demás crímenes de lesa humanidad cometidos por el gobierno de Vladimir Putin y notablemente silenciados por la mayoría de los medios de comunicación. Además está muy bien explicado el origen del conflicto y el rol de Anna Politkóvskaya en el mismo.
El mejor tramo son esas 24 páginas bajo el subtítulo “Mi vida heroica”, narradas en primera persona por un joven soldado ruso. Ahí el autor saca un poco el foco de la documentación y deja que un protagonista (o casi) narre los sucesos desde su óptica personal. Es el segmento más conmovedor, donde más se aprecia la dimensión humana por detrás (o por adentro) del conflicto bélico y además donde Igort más se concentra en la narrativa y en los diálogos. Digo esto para contraponerlo a otros pasajes del libro en los que el italiano simplemente dibuja una o dos imágenes por página y las complementa con bloques de texto a cargo de un narrador omnisciente. Es un buen recurso para transmitir información, pero ni a palos te mete tanto en la historia como el relato en primera persona de este pobre pibe.
Por supuesto, lo que hace imprescindible a este libro es el dibujo de Igort. Acá el italiano te devasta con sus dibujos a lápiz, esos con tinta y trazo muy finito que no sé si es plumín o birome negra, con sus acuarelas, con su pincel seco (técnica que domina como si fuera fácil, o como si fuera José Muñoz) y con el típico dibujo a tinta, perfectamente complementado por un color muy agradable, muy sutil, incorporado en forma digital. Esa elegancia expresionista de Igort y ese talento para innovar desde la composición y los detalles gráficos le dan a este libro una pátina de sofisticación que lo hace brillar por encima de ese sabor amargo -a tragedia e injusticia- que tiene la historia.
Cuadernos Rusos te caga a patadas en el alma por la crudeza con la que te muestra hechos de la vida real que no sólo son aberrantes, sino que además son impunes. Anna Politkóvskaya luchó para sacarlos a la luz, pero terminó muy mal. A los fans de Igort nos fue un poco mejor: lo vimos involucrarse en una temática que nunca había explorado antes y salir airoso, con otro gran título para su impresionante bibliografía.
sábado, 19 de diciembre de 2015
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